Chiang 2009 Comportamiento homosexual en EEUU 1986-2004

Electronic Journal of Human Sexuality, Volume 12, Feb. 12, 2009, www.ejhs.org

Comportamiento Homosexual en los EEUU, 1988-2004:
Apoyo Empírico Cuantitativo para la Teoría de Construcción Social de la Sexualidad

Howard Hsueh-Hao Chiang, MA*, Princeton University

* Direct correspondence to Howard H. Chiang, 129 Dickinson Hall, Program in History of Science, Department of History, Princeton University, Princeton, NJ 08544, U.S.A.; e-mail: hchiang@princeton.edu. This research paper is a revised version of the author’s thesis submitted in May, 2006 to Columbia University in partial fulfillment of the M.A. degree requirement in Quantitative Methods in the Social Sciences.

RESUMEN

El estudio aquí presentado analizó datos reunidos en 11 rondas de la Encuesta Social General [ General Social Survey=GSS] conducidas entre 1988 y 2004 (N = 10,767 hombres y 13,868 mujeres). Usando tabulaciones cruzadas simples, se estimó la prevalencia del contacto homosexual en Norteamérica por sexo, año y varias variables sociodemográficas. Los resultados subsiguientes de tres modelos de estimación (OLS, logit, y probit) revelaron un efecto causal estadísticamente significativo del carácter de urbanización del medio residencial de un individuo a la edad de 16 años con la probabilidad de que el mismo individuo se involucraría en conducta homosexual al llegar a la adultez. Los resultados confirman empíricamente la idea de que la sexualidad está socialmente construida, acercando así las investigaciones sociocientíficas cuantitativas más a las perspectivas teóricas relevantes.

 

 

Introducción

Los estudios cuantitativos de ciencias sociales previos sobre la conducta sexual del mismo sexo en los Estados Unidos se han enfocado primordialmente  en la estimación de su prevalencia y en el análisis de sus tendencias a lo largo del tiempo, primordialmente porque estos estudios han sido conducidos bajo el ímpetu de proveer comprensiones para construir estrategias de prevención de VIH/SIDA efectivas. Incluso cuando se emplean las técnicas de regresión, los que es bastante raro, estos estudios han explícitamente evitado inferior relaciones causales entre las diversas variables sociodemográficas y las prácticas homosexuales, aunque sus correlaciones positivas han sido frecuentemente informadas (Anderson & Stall, 2002; Billy, Tanfer, Grady, & Klepenger, 1993; Binson et al., 1995; Black, Gates, Sanders, & Taylor, 2000; Butler, 2005; Davis, 1929; Fay, Turner, Klassen, & Gagnon, 1989; Johnson et al., 2001; Kinsey, Pomeroy, & Martin, 1948; Kinsey, Pomeroy, Martin, & Gebhard, 1953; Laumann, Gagnon, Michael, & Michaels, 1994; Rogers & Turner, 1991; Spira, Bajos, & le groupe ACSF, 1993; Turner, Villarroel, Chromy, Eggleston, & Rogers, 2005; Wellings, Field, Johnson, & Wadsworth, 1994). En este aspecto, el estudio aquí presentado contribuye al corpus más amplio de la literatura de ciencias sociales en tres modos únicos en su género.

Primero, este artículo examina la conducta homosexual en los Estados Unidos a través de un abordaje cuantitativo causal. Específicamente, investiga la relación causal entre dos variables principales (urbanización geográfica y conducta homosexual) poniendo a prueba la significación de la dirección causal de la variable primera a la última, usando tres diferentes modelos estadísticos, uno lineal y dos no lineales. A diferencia de estudios anteriores que prestaron relativamente poca atención a las conexiones causales entre homosexualidad y otras variables sociodemográficas, la meta central de este estudio es establecer una relación causal que pueda ser explícitamente examinada usando métodos estadísticos en los que la urbanización geográfica funcione como una variable que determina causalmente la prevalencia del contacto sexual en los Estados Unidos.

Además, aunque el estudio aquí presentado fue diseñado para extraer datos de la Encuesta Social General [General Social Survey] (de 1988 a 2004), como han hecho hasta ahora la mayoría de los investigadores, una característica distintiva de este estudio es su incorporación del conjunto de datos de la GSS recientemente actualizada al 2004. A pesar de que en el 2005 estaba disponible para los investigadores el conjunto de datos de la GSS 2004, una de las últimas publicaciones fundamental en ciencia social que se ocuparon del tema de la práctica homosexual en los Estados Unidos, aunque fue abarcadora y amplia en su gama de análisis, no usó el conjunto de datos del 2004 (Turner et al., 2005). Esto ocurrió porque los datos para medir el grado de urbanización del área residencial de los respondientes fueron dados a publicidad en enero del 2006. El estudio aquí presentado se aprovecha de este conjunto de información recién dado a publicidad e integra este conjunto de datos en las estimaciones de prevalencia de conducta homosexual en la nación y en el análisis del modelo causal hipotetizado.

Finalmente, a través de un simple abordaje de modelo causal en la exploración de la relación entre urbanización geográfica y conducta homosexual, el estudio aquí presentado toma una postura provisional en el debate más amplio de esencialismo versus socioconstructivismo en cuanto a la homosexualidad y la sexualidad en general. Cuando el tópico del que se trata es la homosexualidad, a menudo los científicos sociales han pasado por alto ofrecer una afirmación explícita de cualquier naturaleza en relación con el debate, excepto por incidencias en las que algunos investigadores mencionan solamente que sus resultados sugieren o aluden a la perspectiva teórica más plausible del socioconstructivismo (Laumann et al., 1994). En contraste, los análisis cuantitativos desarrollados en el estudio presente tienen la intención de terciar directamente en el debate entre esencialismo versus socioconstructivismo. Si descubrimos que el sendero de causalidad hipotetizado de la urbanización geográfica a la conducta homosexual es estadísticamente significativo, este resultado demostraría la alta contingencia de las expresiones comportamentales de la homosexualidad sobre los contextos sociales en que se producen, y así favorecería al bando socioconstructivista del debate. El método de análisis causal cuantitativo permite que se estudie empíricamente la idea de que la sexualidad está socialmente construida, con lo que se tiende un puente entre las perspectivas teóricas y los hallazgos cuantitativos que omnipresentemente caracterizan hoy en día a las investigaciones de ciencias sociales sobre la sexualidad humana.

Antes de entrar explícitamente al debate esencialismo versus socioconstructivismo, sin embargo, el estudio aquí presentado estimará primero la prevalencia de la conducta homosexual en los Estados Unidos al incorporar el conjunto de datos de la GSS 2004 dados a conocer hace poco, lo que proveerá nuevas comprensiones de sus tendencias a través del tiempo y por variables sociodemográficas que muchos otros han investigado. En el orden de investigación, mis análisis cuantitativos buscan responder tres preguntas específicas:

  1. ¿Qué prevalencia tenía el contacto sexual del mismo sexo en los Estados Unidos entre  1988 y 2004?
  2. ¿Las personas que pertenecen a diferentes subpoblaciones de los Estados Unidos expresan diferentes niveles de conducta homosexual?
  3. ¿Los datos empíricos dan apoyo a la perspectiva teórica socioconstructivista de la sexualidad?

Debate Esencialismo versus Socioconstructivismo

La mayoría de las discusiones contemporáneas sobre homosexualidad, de un modo u otro,  contribuyen al debate mayor entre la comprensión esencialista y la comprensión socioconstructivista de la sexualidad. Para la gente que piensa sobre la sexualidad a partir de la perspectiva del esencialismo, la sexualidad representa un impulso biológico, un datum natural. Por lo tanto, las diferencias sexuales o diferencias entre homosexuales y heterosexuales son científicamente concretas y distinguibles. Más todavía: los esencialistas creen que cualquier forma de deseo sexual es transhistórica y transcultural. De acuerdo con esta línea de razonamiento, las modernas tipologías de la sexualidad, sin tener en cuenta  cuándo fueron inventadas, pueden ser aplicadas a personas que viven en diferentes épocas, regiones y culturas. Por ejemplo, los proponentes del esencialismo en estudios de sexualidad arguyen que el concepto de “homosexualidad” puede ser asociado con la conducta sexual, el deseo e incluso la identidad de aquellos individuos que vivieron sus vidas antes del acuñamiento del término (Boswell, 1980, 1989, 1995; Katz, 1976; Rich, 1983).

Los socioconstruccionistas a menudo se involucran con la tarea de criticar las presunciones hechas por los esencialistas y argumentan que la sexualidad no es algo biológicamente dado sino un constructo cultural. Si bien los esencialistas consideran que las categorías como “gay” y “hétero” son universalmente objetivas, los socioconstruccionistas las entienden como subjetivas en el sentido de que el proceso de rotulación en sí mismo acarrea una hueste íntegra de connotaciones culturales específicas e interpretaciones sociales que no son ni universalmente coherentes ni históricamente idénticas. Lo que “gay” significa hoy en la aurora del siglo XXI, para los construccionistas, es drásticamente diferente de lo que “inversión sexual” significaba un siglo atrás. De modo similar, como lo ha señalado Halperin (1990), no es convincente argumentar que “como los campesinos feudales trabajan con sus manos y los obreros de fábrica trabajan con sus manos, el campesinado feudal era la forma que el proletariado tomaba antes del surgimiento del capitalismo industrial” (p. 46). Si bien los esencialistas a menudo creen que las fuerzas biológicas, tales como la genética, las hormonas o el cerebro, determinan el impulso sexual, los socioconstructivistas argumentan que los modos en que los esencialistas identifican las fuerzas determinantes de la sexualidad ya funcionan dentro de un marco epistemológico socialmente construido.

El debate entre esencialismo versus socioconstruccionismo ha sido una de las preocupaciones centrales entre los historiadores de la sexualidad, y la mayoría de los historiadores de la sexualidad de hoy se consideran a sí mismos como parte del campo construccionistas (algunos inclusos se identifican a sí mismos como participantes de la escuela mayor llamada “nuevo historicismo”). El estudio que abrió rumbos sobre las amistades románticas de las mujeres en el siglo XIX fue el de Smith-Rosenberg (1975), complementado más tarde por la obra de Rotundo (1993) sobre homorromance (sin identidad sexual) entre jóvenes varones victorianos; ya Smith-Rosenberg había demostrado que la intimidad del mismo sexo era entendida la Norteamérica del siglo XIX de un modo que difería espectacularmente del modo en que es concebida hoy en día (véase también Taylor & Lasch, 1963). En tanto que Foucault (1978) y Weeks (1977, 1981, 1985, 1989a, 1989b, 2002) pusieron un enorme énfasis en cómo el concepto de “homosexualidad” fue introducido por las elites médicas y los científicos del sexo a fines del siglo XIX, el estudio histórico del lesbianismo de Faderman (1978a, 1978b, 1978c, 1992, 1994) aseveró de modo similar que la contribución mayor de los sexólogos al comienzo del siglo XX fue precisamente la patologización y morbidificación moderna de la intimidad de la mujer con su mismo sexo (véase también Davidson, 1987; Rosario, 1996, 1997, 2002; Terry, 1999). Contrariamente a esta perspectiva, la investigación de Chauncey (1985, 1994) mostró que las identidades sexuales de los varones de la comunidad de clase obrera en la primera mitad del siglo XX estaban construidas sin tomar en cuenta cómo se clasificaba y se definía la sexualidad en el discurso médico. Juntos, los trabajos de estos historiadores, entre muchos otros, ejemplifican el poder y valor del abordaje socioconstruccionista. Al pensar sobre la sexualidad no meramente como un reflejo de la naturaleza sino también como un producto del conocimiento social, el socioconstruccionismo trae a la luz que los modos en los que se conceptualiza el “deseo” tanto por los actores que vivían en un período de tiempo en particular como por los historiadores que lo estudian siempre son contingentes en relación con el contexto cultural.

Uno de los debates fundamentales entre los socioconstruccionistas de hoy que estudian la historia de la homosexualidad es el período de tiempo preciso en el que emergió el concepto de “homosexual” como identidad por primera vez. La pieza de literatura más temprana que introdujo la idea socioconstruccionista de la homosexualidad apareció en 1968 y fue escrita por una teórica de la rotulación, McIntosh. En su artículo, McIntosh (1968) mantuvo que el rol homosexual emergió por primera vez del florecimiento de los clubes de travestis homosexuales de Londres a fines del siglo XVII (véase también Bray, 1995; Oaks, 1978; Talley, 1996; Thompson, 1989; Trumbach, 1977, 1989a, 1989b, 1990, 1991). En lugar de hacer la misma aseveración que McIntosh, Foucault (1978) y Weeks (1977, 1981, 1985, 1989a, 1989b, 2002) arguyeron que el concepto de identidad homosexual fue en realidad solidificado por la ciencia médica en la segunda mitad del siglo XIX (la palabra “homosexualidad” fue por primera vez acuñada en  1869 en la literatura sexológica europea). En tanto que la pieza de McIntosh recibió una atención mínima de parte de los interesados en los estudios de género y sexualidad de esa época de su publicación a fines de la década del 60, los estudios de Foucault y Weeks fueron inmediatamente canonizados tan pronto como fueron publicados entre mediados y fines de los setenta, en gran parte debido a las crecientes influencias del feminismo y del movimiento de liberación gay por esa época. Al tener fuerzas políticas e indagaciones intelectuales trabajando en conjunto, los escritos socioconstruccionistas después de mediados de los setenta lamente cuestionaron la aseveración de Foucault y Weeks, pero no la de  McIntosh.

Por ejemplo, después de la mitad de los setenta, muchos historiadores con orientación socioconstruccionistas han sugerido juntos que conceptualizar una identidad basada en el deseo del mismo sexo fue en realidad algo que se hizo posible a fines del siglo XVIII (quizás a principios del siglo XIX) con la expansión del sector laboral asalariado ocasionada por la transformación social desde la economía social al capitalismo industrial (Adams, 1985; D’Emilio, 1993; Fernbach, 1976; Greenberg & Bystryn, 1984; Pearce & Roberts, 1973). Como ha argumentado D’Emilio (1993), “el capitalismo ha creado las condiciones materiales para que el deseo homosexual se expresara como un componente central de las vidas de algunos individuos” (p. 474). Por lo tanto, de acuerdo con este grupo de historiadores, el concepto de identidad homosexual fue hecho posible por la transición económica hacia el capitalismo industrial y el crecimiento de las poblaciones urbanas del siglo XVIII, no por la subsiguiente medicalización de la sexualidad que se produjo durante fines del siglo XIX. Si bien el concepto de identidad homosexual por primera vez se desarrolló en el siglo XVII a partir de los clubes homosexuales de travestis en las ciudades más grandes, como Londres, a fines del siglo XVIII a partir de la intense transición social de la estructura económica al capitalismo industrial, o a fines del siglo XIX, a partir del discurso de la ciencia médica sexual, en el nivel más fundamental, todos los socioconstruccionistas están de acuerdo en que “homosexualidad” como concepto de identidad es una invención relativamente reciente en las sociedades occidentales.

El desacuerdo entre los socioconstruccionistas ciertamente no está limitado a los periodos de tiempo en que ciertos tipos de sexualidad o identidad sexual emergieron por primera vez. La complejidad de la teoría socioconstruccionista puede entenderse mejor cuando se la desarma en diferentes niveles, como lo demostró Vance (1989):

Como mínimo, todos los abordajes socioconstruccionistas adoptan la idea de que actos sexuales físicamente idénticos pueden tener significación social y contenido subjetivo variables, dependiendo en cómo son definidos y entendidos en diferentes culturas y períodos históricos… Un paso adelante en la teoría socioconstruccionista postula que incluso la dirección del deseo sexual mismo, por ejemplo, elección de objeto o hétero/homosexualidad, no es intrínseca o inherente en el individuo sino que es construida…La forma más radical de la teoría construccionista se pliega gustosamente a mantener la idea de que no hay impulso sexual esencial e indiferenciado, “impulso sexual” o “lujuria,” que reside en el cuerpo debido al funcionamiento y la sensación fisiológicas. El impulso sexual mismo es construido por la cultura y la historia. (pp. 18-19)

Agregaré aquí que hay todavía otro nivel no nombrado de teorización, que se intercala entre el primer y Segundo paso de la teoría socioconstruccionista esbozada por Vance. Combinando la ilustración de Vance con mi propia extensión da como resultado los siguientes cuatro niveles, más abarcadores, de teoría socioconstruccionistas, desde las posiciones menos radicales a las más radicales:

  1. La significación social, la interpretación cultural y el significado subjetivo de las actividades sexuales físicas de las personas varían de acuerdo con el tiempo, la cultura y el lugar.
  2. Si bien el interés erótico o deseo de las personas está fijado inherentemente, su nivel de expresión y formas conductuales pueden cambiar con el tiempo, la cultura y el lugar, dependiendo de las normas sociales prevalecientes.
  3. Incluso la dirección del interés sexual o impulso sexual de las personas está socialmente construido y moldeado culturalmente, y por tanto no hay cualidad intrínseca o inherente, discreta biológica o naturalmente, en el deseo sexual de las personas.
  4. La concepción de “sexualidad” es en sí misma una formulación cultural. En otras palabras, lo que tiene estatus de “sexual” o forma de “deseo” nunca es idéntico a través del tiempo, cultura y lugar.

El hecho de que los socioconstruccionistas difieren uno de otro en los grados de radicalismo teórico indican que pueden estar de acuerdo o en desacuerdo unos con otros tanto como con eruditos que pertenecen al campo esencialista.

Es evidente de los cuatro niveles de teoría de construcción social listados más arriba que el debate de esencialismo versus el socioconstruccionismo no es lo mismo que el de natura versus nurtura. En relación con la homosexualidad, el debate natura versus nurtura presenta una discusión sobre las causas del deseo del mismo sexo o conducta con el mismo sexo. Aunque los proponentes del bando nurtura del debate significativamente se parecen a los eruditos que adoptan la teoría socioconstruccionista, uno de los ímpetus central del socioconstruccionismo es poner en duda el modo mismo en el que el debate de natura versus nurtura está enmarcado. En otras palabras, mientras el debate natura versus nurtura se involucra con la pregunta de si las personas homosexuales nacen con su homosexualidad o la aprender, el debate esencialismo  versus socioconstruccionismo trata de la pregunta más amplia de si categorías tales como “homosexualidad” o “el homosexual” son o no válidas incluso, para ser consideradas universales, transhistóricas y transculturales. Aunque los argumentos presentados por los esencialistas a menudo se corresponden en paralelo fuertemente con los argumentos presentados por los abogados de la natura, los esencialistas en última instancia están hacienda la afirmación general de que se puede en la realidad identificar un tipo especial “sexualizado” de individuo que existe a través del tiempo y el espacio. Por otra parte, los abogados de la naturaleza hacen la afirmación más específica de que las causas de un tipo particular “sexualizado” de individuo residen en ciertos factores biológicos naturales. Para decirlo brevemente, el debate esencialismo versus socioconstruccionismo involucra una cuestión epistemológica, en tanto que el debate natura versus nurtura trata de una cuestión etiológica. Como ambos debates consideran temas superpuestos que difieren de modos muy sutiles, muchas personas, incluyendo los académicos profesionales, ha menudo los han hecho confluir incorrectamente.

Sin embargo, el debate esencialismo versus socioconstructivismo no es solo un asunto teórico sino también un asunto empírico, lo que quizás sea más importante. Cuando la prensa popular, el público laico o incluso la comunidad científica busca una única estimación de la prevalencia de la homosexualidad en la nación, la presunción subyacente denota estrictamente  un punto de partida esencialista., Como Laumann et al. (1994) han comentado cuidadosamente en su estudio nacional, “Si bien una estimación única es una de una cantidad de posibles mediciones de resumen de una población íntegra, puede o no reflejar con precisión la situación de un subgrupo específico dentro de esa población” (p. 307). Por lo tanto, las predicciones empíricas fuertes de la prevalencia de la homosexualidad requieren una seria consideración de sus tendencias a lo largo del tiempo, así como de sus posibles diferentes distribuciones a través de varias variables sociales y demográficas.

Como tal, al usar los datos de las GSS, mi estudio contribuirá al debate esencialismo versus socioconstruccionismo a través de tres investigaciones sistemáticas, Primero, estimaré la prevalencia de la conducta homosexual en los Estados Unidos de 1988 a 2004, estudiando la evidencia para ver si ciertos patrones cuantitativos han cambiado con el tiempo. Después de trabajar en un marco temporal, pasaré entonces a un análisis de la prevalencia del contacto sexual del mismo sexo en el país a través de varias variables sociodemográficas, examinando si los datos permiten extraer la presunción de que una única estimación de la prevalencia de la homosexualidad a través de la nación es útil para entender su distribución en el verdadero contexto social norteamericano. Finalmente, y lo que es más importante, entre estas variables sociodemográficas la urbanización geográfica es central para mis subsiguientes estimaciones cuantitativas de su efecto en las expresiones de la conducta homosexual, usando tres modelos estadísticos. Específicamente, en esta última sección del estudio vos a testear la significación estadística del presunto efecto causal del carácter de urbanización del medio residencial de un individuo a los 16 años en la probabilidad de que el mismo individuo se involucre en conducta homosexual cuando adulto. Si resulta que el parámetro de asociación es estadísticamente significativo, este resultado al menos daría apoyo a algunos aspectos del segundo nivel de teoría socioconstruccionista que he  definido más arriba: si bien el interés erótico o deseo de las personas está inherentemente fijado, su nivel de expresión y sus formas comportamentales pueden cambiar con el tiempo, la cultura y el lugar dependiente de las normas sociales prevalecientes. Aunque es casi imposible que las encuestas capturen si el interés sexual de las personas está culturalmente moldeado o no (el tercer nivel de la teoría socioconstruccionista), mi investigación intenta poner a prueba la idea de que la expresión o conducta sexual puede variar a través de los diferentes contextos sociales, sin tener en cuenta la rigidez del interés erótico de las personas (aquí estoy primordialmente preocupado con la preferencia de objeto sexual, no preferencia de meta sexual o práctica sexual). Nuevamente, el método de modelación cuantitativa causal permite que la teoría de que la sexualidad está socialmente construida sea determinada empíricamente, tendiendo un puente sobre la brecha entre perspectivas teóricas y resultados cuantitativos que caracteriza de modo omnipresente las investigaciones actuales de ciencia social sobre sexualidad humana.

Data and Methods

 

Sample

In order to address the research questions listed in the introduction, this article utilizes the data collected in 11 rounds of the General Social Survey (GSS) conducted between 1988 and 2004 (N = 10,767 men and 13,868 women). The GSS itself is a personal in-home interview conducted with participants aged 18 and older throughout the entire nation at one-to-two year intervals since 1972 by the National Opinion Research Center in Chicago. The annual GSS sample is a multistage area probability sample to the segment or block level. At the block level, households are enumerated and a full national probability sample is drawn. As such, the GSS samples are fairly representative national samples over time. Specifically, the 11 rounds of GSS data used in this paper were collected in 1988, 1989, 1990, 1991, 1993, 1994, 1996, 1998, 2000, 2002, and 2004, where each year the GSS sampled a different set of individuals. In 2002, the GSS underwent a significant change in survey mode. From 1972 to 2000, the GSS survey was administered in a paper-and-pencil format; beginning in 2002; however, the survey was conducted by computer-assisted personal interviewing (see Appendix B of the GSS 1972-2004 cumulative codebook). In 2004, the GSS adopted a new sample frame based on the 2000 United States census (for more on changes in the GSS sampling design in 2004, see Appendix A of the cumulative codebook). Response rates and missing data for the survey questions relevant to this article will be discussed in more detail later.

 

Measures

 

Homosexual behavior. In order to measure the key theoretical outcome variable—same-sex sexual contact, this article uses the data collected for three questions asked in the GSS about the participant’s past homosexual experience. First, from 1988 to 2004, all 11 rounds of the GSS survey asked a question that allowed me to identify whether or not a participant had engaged in homosexual behavior in the past 12 months at the time of interview. The exact wording of the question was: “How many sex partners have you had in the last 12 months? No partners, 1 partner, 2 partners, 3 partners, 4 partners, 5-10 partners, 11-20 partners, 21-100 partners, more than 100 partners? Have your sex partners in the last 12 months been exclusively male, both male and female, exclusively female?” The total response rate to this question in the cumulative dataset, merging the data collected between 1988 and 2004, was nearly 66%. As I was interested in the measurement of the prevalence of same-sex sexual contact, in recoding the three possible response outcomes to the last part of the survey question into a new dichotomous (yes, no) outcome variable that simply captured whether or not an individual had engaged in same-sex sexual behavior in the past year, I included the “both male and female” response as part of the “yes” category of the new variable. In other words, a participant who reported having male and female sex partners in the past 12 months was now counted simply as someone who had same-sex sexual experience at some point in the last year (at the time of interview).

From 1989 onward, the GSS also included a question that allowed me to identify participants who reported a same-sex sexual partner since age 18. The question wording was: “Now thinking about the time since your 18 th birthday (including the past 12 months), how many female [male] partners have you had sex with?” As shown, two versions of this question were asked. The GSS first asked the respondent about the number of opposite-sex partners that he/she has had since age 18, followed by the number of same-sex partners. The total response rate to both questions in the cumulative dataset, combining the data collected between 1989 and 2004, was approximately 76%. The participant answered both questions with a number, so in recoding the responses to the question about same-sex partners into a dichotomous (yes, no) outcome variable that simply measures whether or not a respondent had engaged in same-sex sexual contact since the age of 18, I collapsed any response ≥ 1 into the “yes” category of the new variable, omitting missing values such as “don’t know,” “N/A,” etc.

Finally, starting in 1991, a question was included in the GSS that allowed me to determine those participants who had sexual contact with another individual of the same sex in the past 5 years. The exact wording of the question was: “Now think about the past five years—the time since [month/year], and including the past 12 months, how many sex partners have you had in that five-year period? No partners, 1 partner, 2 partners, 3 partners, 4 partners, 5-10 partners, 11-20 partners, 21-100 partners, more than 100 partners? Have your sex partners in the last five years been exclusively male, both male and female, exclusively female?” The total response rate to this question in the cumulative dataset, merging the data collected from 1991 to 2004, was 59%. Similar to what I have done for the first question that asked about the participant’s sexual history in the past 12 months, I collapsed the response categories “exclusively male” and “both male and female” into one category for men (“exclusively female” and “both male and female” for women) in order to produce a dichotomous (yes, no) outcome variable that merely measured whether or not the participants engaged in same-sex sexual behavior in the past 5 years.

Sociodemographic variables. In addition to the variables measuring homosexual behavior, my analyses used a range of sociodemographic variables. Specifically, these were birth cohort, education, race, religion, secularism, marital status, current geographical urbanization, and geographical urbanization at age 16. All of these variables were measured explicitly in the GSS survey questionnaire, except for secularism. The GSS survey questionnaire only measured the participant’s frequency of attending religious services, and I recoded this variable by reversing its level of response category in order to generate a new variable that measured secularism. Thus, if a respondent attended religious services frequently, then he/she would score low on the new secularism scale.

 

Statistical Analysis

All of the statistical analyses executed for this project were conducted on unweighted observations using the statistical software package Stata version 9.1 (2005). The first two parts of this study involved simple cross-tabulations to estimate the prevalence of homosexual experience, with the chi-square statistical test of independence included only in the second part. In the third part, because the outcome variable (whether or not the participant had engaged in homosexual behavior in the past) was measured on a dichotomous level, I used three models to estimate the effect of geographical urbanization at age 16 on past homosexual experience since 18: one linear (ordinary least squares) and two non-linear (logit and probit).

Resultados

La Tabla 1 presenta la prevalencia estimada (en porcentajes) de los adultos norteamericanos que informaron experiencia homosexual en los pasados 12 meses, en los pasados 5 años, y desde los 18 años. Para la estimación de conducta sexual con el mismo sexo en los pasados 12 meses, los hombres informaron el número más alto de tal experiencia en  1998: 4.67%; las mujeres informaron la cantidad más alta de tal experiencia en 2002 el 4.03%. Por otra parte, los hombres informaron la frecuencia más baja de involucramiento en práctica sexual del mismo sexo en el año anterior a la entrevista en 1989, con 1.6%; las mujeres informaron la frecuencia más baja de involucramiento en una relación sexual del mismo sexo en el año anterior al momento de la entrevista en 1988, el primer año en que se hizo esta pregunta de la encuesta, en 0.18%. Tomados en conjunto, estos números sugieren fuertemente que, con el curso del tiempo, tanto hombres como mujeres informaron una prevalencia superior de experiencia sexual con el mismo sexo, con la muy obvia excepción de las mujeres en el 2004, cuando el número súbitamente bajó al 1.29% desde el  4.03% informado dos años antes.

Se puede encontrar una tendencia similar en las mujeres para las estimaciones de incidencia homosexual en los cinco años anteriores al momento de la entrevista. Si bien solamente el 1.51% de la muestra de mujeres de 1991 informaba un encuentro homosexual en los anteriores 5 años, el porcentaje se elevó a 4.83 en 2002. Sin embargo, en el 2004 hubo una caída de porcentaje a 1.88. En cuanto a los hombres, el número más alto que informó participación en actividad sexual del mismo sexo en los cinco años anteriores al momento de la entrevista había sido en el 2000, 5.39%; el número más bajo fue informado en 1993, con 2.90%. Aunque los números altos y bajos para los hombres juntos pueden implicar una tendencia de crecimiento estable en informar experiencia sexual del mismo sexo en los pasados cinco años, de modo similar para las mujeres  la figura 1 muestra claramente que la tendencia en informar incidencias de conducta homosexual de varón en los últimos cinco años fue, de hecho, mucho más estable que la tendencia en mujeres.

Finalmente, para las estimaciones de experiencia homosexual pasada desde los 18 años de edad entre los adultos de los Estados Unidos, tanto hombres como mujeres informaban el número más alto de incidencia en 2004; 10.47% de los hombres y 7.21% de las mujeres. Es interesante notar que ambos números fueron también los más altos entre las estimaciones de actividad sexual en las tres mediciones en la totalidad de las 11 rondas de GSS administradas desde 1988. As for the lowest estimations of past same-sex sexual encounters since the age of 18, fewest men (3.51%) reported such an incidence in 1993, and fewest women (2.80%) reported such an incidence in 1991.

Prevalencia de Conducta Homosexual por Año

 

Tabla 1: Prevalencia Estimada de Adultos estadounidenses que Informan Experiencia Homosexual Pasada, por género y año de encuesta GSS (1988-2004)

Desde los 18 años

Los últimos 5 años

El año pasado

Año

Mujer

% a  (N b)

Varón

% (N)

Mujer

% (N)

Varón

% (N)

Mujer

%  (N)

Varón

%  (N)

1988

– c

.18 (543)

3.36 (476)

1989

5.52  (688)

5.90 (559)

1.61 (560)

1.60 (499)

1990

2.86 (560)

5.49 (474)

0.86 (467)

2.32 (430)

1991 d

2.80 (678)

4.98 (482)

1.51 (598)

4.45 (472)

0.57 (523)

2.84 (422)

1993

4.36 (802)

3.51 (598)

2.98 (670)

2.90 (552)

2.68 (597)

2.58 (505)

1994

3.39  (1,355)

5.52  (1,051)

2.93 (1,263)

3.86 (1,034)

2.34 (1,112)

2.72 (957)

1996

4.86  (1,296)

5.18  (1,024)

3.60 (1,164)

5.33 (1,051)

2.93 (1,057)

4.52 (974)

1998

5.65  (1,257)

4.98 (964)

3.58 (1,088)

4.36 (918)

3.33 (992)

4.67 (856)

2000

6.72  (1,131)

7.27 (894)

5.21 (1,038)

5.39 (908)

3.96 (936)

4.56 (834)

2002

5.45  (1,211)

6.11 (965)

4.83 (993)

4.35 (897)

4.03 (892)

4.34 (828)

2004

7.21 (1,207)

10.47 (1,032)

1.88 (1,008)

4.27 (913)

1.29 (932)

3.36 (834)

Note. The values represent raw, unweighted estimates computed from the GSS 1972 to 2004 cumulative dataset. Missing data including the ones for people who did not answer the relevant survey questions were simply excluded from the above analysis.

a Estimated percentage of individuals in the given gender population who have engaged in same-sex sexual behavior, including those who have answered that their past sex partners included both sexes.

b Unweighted total number of respondents in the given gender population who have responded to the survey question pertaining to each cell.

c Dashes in the table indicate that data were not collected because the survey question pertaining to the cell was not asked for the given year.

d According to Turner et al. (2005), the 1991 GSS asked respondents to report the total number of their past sexual partners in the past year and the past 5 years as either a number or using the response categories 0, 1, 2, 3, 4, 5-10, 11-20, 21-100, 100+. Turner et al. reported that there are no significant differences in the likelihood for both men and women reporting a same-sex partner in the past 5 years using either format. However, while the same results (that there is no significant difference whether the response is in one format or the other) applied to men for the questions on sexual experience in the past 1 year, women in 1991 were less likely to report a same-sex partner in the past year when questioned using the free response format rather than the coded format.ported two years earlier.

 

Figure 1. Estimated Prevalence of U.S. Men Reporting Homosexual Experience by Year

La Tabla 1 y la Figura 2 sugieren que, de modo similar a los resultados de homosexualidad de la mujer estimada en el año anterior y los 5 años anteriores al momento de la entrevista, parece haber una tendencia estable de notificación incrementada de conducta homosexual de la mujer desde los 18 en la nación con el correr del tiempo, con la excepción de una alta estimación en 1989 (5.52%), cuando la cuestión relativa a este aspecto de la historia sexual de los respondientes fue introducida por primera vez en las GSS. Y con el correr del tiempo parece haber una porporción bastante estable de hombres que informan encuentros homsoexuales a partir de los 18 años, con la muy obvia excepción de la estimación de 2004, cuando la cantidad de hombres que informaban experiencia sexual del mismo sexo desde la adultez representaron el pico de las estimaciones. Situando todas estas cifras en una trayectoria cronológica más grande, las Figuras 1 y 2 en conjunto indican que hay una definida tendencia creciente en informar actividad sexual del mismo sexo entre las mujeres, pero este patrón se aplica menos significativamente a los varones.

Otro patron interesante, aunque no íntegrantemente consistente, es que parece haber una caída en la notificación de experiencia homosexual en un método de medición cada vez que un nuevo método de medición se introduce en la encuesta  de las GSS. Por ejemplo, cuando se hizo por primera vez en 1989 la pregunta sobre la actividad homosexual pasada desde los 18 años, la cantidad de hombres que informaron expriencia sexual con el mismo sexo en los anteriores 12 meses fue menso que la mitad del número computado para el año anterior. Aunque en el mismo año la cantidad de mujeres que informan encuentros homosexuales en el año anterior aumentó significativamente en magnitud, el número volvió a caer en 1991, cuando la nueva pregunta sobre experiencia sexual con el mismo sexo en los 5 años anteriores se introdujo por primera vez. De hecho en 1991 las mujeres informaron el segundo número más bajo entre todas las estimaciones de la Tabla 1. A decir verdad, cuando esta pregunta sobre participación en práctica sexual con el mismo sexo en los cinco años anteriores se introdujo por primera vez en 1991, todas las otras estimaciones cayeron excepto el aumento en el informe de hombres sobre encuentros homsoexuales en el año anterior.

Figure 2. Estimated Prevalence of U.S. Women Reporting Homosexual Experience by Year .

Otro abordaje para entender el efecto de introducer un nuevo método de medir la actividad homosexual pasada as buscar la tendencia de los datos faltantes sobre experiencia homosexual a lo largo del tiempo. La tabla 2 muestra que cuando se introdujo por primera vez en 1989 la pregunta que indaga sobre encuentros sexuales con el mismo sexo del respondiente desde los 18 años, el porcentaje de datos faltantes sobre encuentro homosexual tanto de hombres como de mujeres en los 12 meses anteriores aumentó levemente. De modo similar, los datos faltantes para todas las otras mediciones excepto para la experiencia homosexual de la mujere desde los 18 aumentó en 1991, cuando se midió por primera vez el encuentro sexual con el mismo sexo del respondiente en los 5 años anteriores. Estos resultados sugieren que la lógica detrás del efecto de un instrumento de medición recién introducido todavía merece ser explorada por los expertos en encuestas.

Table 2: Estimation of Missing Data on Homosexual Experience by Gender and GSS Survey Year (1988-2004)

Since 18

Last 5 Years

Last Year

Year

Female

% a (N b)

Male

% (N)

Female

% (N)

Male

% (N)

Female

% (N)

Male

% (N)

1988

– c

35.59 (843)

25.39 (638)

1989

21.55 (877)

15.30 (660)

36.15 (877)

25.56 (660)

1990

27.08 (768)

21.52 (604)

39.19 (768)

28.80 (604)

1991

23.04 (881)

24.21 (636)

32.12 (881)

25.79(636)

40.64 (881)

33.65 (636)

1993

12.92 (921)

12.70 (685)

27.25 (921)

19.42 (685)

35.18 (921)

26.28 (685)

1994

20.39 (1,702)

18.53 (1,290)

25.79 (1,702)

19.84 (1,290)

34.67(1,702)

25.81 (1,290)

1996

19.95 (1,619)

20.31 (1,285)

28.10 (1,619)

18.21 (1,285)

34.71 (1,619)

24.20 (1,285)

1998

21.44 (1,600)

21.75 (1,232)

32.00 (1,600)

25.49 (1,232)

38.00 (1,600)

30.52 (1,232)

2000

28.78 (1,588)

27.26 (1,229)

34.63 (1,588)

26.19 (1,229)

41.06 (1,588)

32.14 (1,229)

2002

21.21 (1,537)

21.41 (1,228)

35.39 (1,537)

26.95 (1,228)

41.96 (1,537)

32.57 (1,228)

2004

21.21 (1,532)

19.38 (1,280)

34.20 (1,532)

28.67 (1,280)

39.16 (1,532)

34.84 (1,280)

Note. The values represent raw, unweighted estimates of missing data computed from the GSS 1972 to 2004 cumulative dataset.

a Estimated percentage of individuals in the entire population of the given gender who have not answered the question pertaining to each cell.

b Unweighted total number of respondents in the entire population of the given gender.

c Dashes in the table indicate that data were not collected because the survey question pertaining to the cell was not asked for the given year.

Se pueden hacer dos otras observaciones basadas en la proporción de datos faltantes tabulados y presentados en Tabla 2. Primero, los grandes y numerosos valores estimados en la Tabla 2 sugieren fuertemente que hay una porción significativa de respondientes que intencionalmente evitaron responder a preguntas relativas a sus pasadas experiencia sexual con personas del mismo sexo. En el período entre 1988 y 2004, el porcentaje estimado de individuos en la población íntegra (del género dado) que no respondieron estas cuestiones cubrió la gama de 12.70 a 41.96. La Figura 3 presenta una distribución en histograma dee los porcentajes estimados de datos faltantes en la Tabla 2. Como la forma de la distribución está bastante cerca a la normal (en forma de campana), la estimación mejor de la tendencia central de la distribución es quizás la mediana: 27.52% (con 7.28% SD). Este número indica que par alas 11 rondas de GSS y para las tres mediciones de experiencia homosexual, el 27.52% de datos faltantes son reunidos en promedio. Este gran número de datos faltantes, junco con el hecho de las preguntas de la GSS sobre los encuentros homosexuales previos del respondiente tienen la intención de reunir datos sobre una clase de conducta que es altamente sensible y estigmatizada en la sociedad norteamericana, nos da un terreno convincente para creen que los números presentados en la Tabla 1 y la Tabla 3 sin duda son estimaciones dirigidas a lo bajo.

Segundo, las cifras de la Tabla 2 sugieren que la información reunida acerca del comportamiento sexual pasado del respondiente con personas del mismo sexo desde la edad de 18 es quizás la major de las tres mediciones de comportamiento homosexual del GSS, porque esta pregunta, para hombres y para mujeres, tuvo consistentemente la cantidad más baja de datos faltantes en comparación con las otras dos preguntas que se hicieron a partir de 1989, con las excepciones de 1996 y 2000 para hombres. Dicho de otra manera, las columnas segunda y tercera de las Tablas 1 y Table 3 proveen quizás las mejores estimaciones de la prevalencia de la conducta homosexual en los Estados Unidos de 1989 al 2004, ya que las columnas segunda y tercera de la Tabla 2 incluyen las estimaciones más bajas de datos faltantes sistemáticamente a todo lo largo del período con las dos excepciones mencionadas. Entre tanto, la pregunta que indagaba sobre la experiencia hom osexual de las mujeres en el ultimo año hab´+ia sido consistemente la pregunta que fue más evitada, y con la proporción estimada de datos faltantes más alta de todas las 11 rondas de GSS de 1988 a 2004. Como tal, esta (sixta) columna de Table 1 y Table 3 probablemente present alas estimaciones menos favorables de la prevalencia de conducta homosexual en los estados Unidos para ese período.

Haciendo converger los conjuntos de datos de GSS reunidos en el período de 1988 a 2004, la Tabla 3 presenta la prevalencia estimada (en porcentajes) de conducta homosexual entre diferentes subpoblaciones norteamericanas definidas por varias variables sociodemográfica. Cuando los adultos estadounidenses eran subdivididos por cohorte de nacimiento, las personas nacidas más tarde (e.g., en los años 80s) tenían más probabilidad de informar contacto homosexual que las personas nacidas más temprano (e.g., en los años previos a 1920s). Esta tendencia creciente y estable en informar conducta del mismo sexo a medida que el grupo generacional de respondientes se hace más joven es en especial el caso de las mujeres que informaron experiencia homosexual desde los 18. En tanto que el 7.53% de las mujeres que nacieron en los ochenta informaron experiencia sexual con el mismo sexo desde los 18, solamente 1.36% de las mujeres que nacieron antes de la década del veinte informaban una tal experiencia. La tendencia creciente en el informar contacto sexual del mismo sexo a medida que el grupo de cohorte decrece en edad fue menos significativa para los hombres.  De modo sorprendente, en tanto que los hombres nacidos en la década de 1980 informaban la frecuencia más alta de experiencia homosexual desde los 18 (7.73%), su cantidad en el mismo año fue significativamente menor que las cantidades informadas por hombres que pertenecían a varias generaciones antes de ellos cuando se medía la experiencia homosexual en el contexto del año anterior a la encuesta (véase la séptima columna de Tabla 3) o en los pasados cinco años (véase la quinta columna de Tabla 3).

 

Prevalence of Homosexual Behavior by Sociodemographic Variables

En contraste,  cuando los adultos de los EEUU eran subdivididos por los diferentes niveles de educación, la tendencia fue más evidente en hombres que en mujeres a medida que los respondientes pertenecían a un grupo más educado. Consistentemente en las tres mediciones de conducta del mismo sexo, para los hombres que informaron involucramiento previo en actividad homosexual hubo aproximadamente una diferencia de porcentaje del 2% entre el porcentaje de los que tenían un grado universitario (7.01, 5.37, y 4.43 respectivamente) y el porcentaje de los que recibieron un nivel educacional menor que la secundaria (5.03, 3.33, and 2.73 respectively). Para mujeres, por otro lado, basándose en los números de las columnas 2, 4, y 6 de la Tabla 3, es más difícil detector un patrón específico de relación entre niveles de educación y experiencia homosexual informada.

Regarding religion, the highest percentages of men and women who reported homosexual experience were by people with no religion or individuals affiliated with a type of religion other than Protestantism, Catholicism, or Judaism. Una excepción a esta observ ación es que los varones judíos informaron un porcentaje de encuentro sexual del mismo sexo en el año anterior más alto (4.14%) que los hombres cuya afiliación religiosa era distinta del protestantismo, el catolicismo y el judaísmo (3.64%; véase la última columna de Tabla 3). In using religious affiliation as the central means to subdivide United States adults, the largest difference in the reported percentages across the three measurements of homosexual behavior for a given gender was the difference among Jewish women between the percentage of those who reported same-sex sexual activity in the past 5 years (0.61%) and the percentage of those who reported same-sex sexual activity since 18 (5.10%), a difference of 7.36 proportionate increase (increased by 7.36% from the former figure to the latter).

 

Figure 3. Distribution of Estimated Percentage of Missing Data.

Cuando los adultos norteamericanos son divididos por raza en tres subgrupos, blanco, negro y otros, los datos de Tabla 3 ilustran claramente que, entre los hombres, los negros informan las incidencias más altas de experiencia sexual del mismo sexo, seguidos por quienes pertenecen a razas distintas de la blanca o la negra,. Los blancos informaron las incidencias más bajas de contacto homosexual. Entre las mujeres, las que pertenecen a razas distintas de blanca o negra informaron las incidencias más altas de experiencia sexual con el mismo sexo, seguidas por las negras. Como los resultados para hombres, en términos de raza, la actividad homosexual entre quienes son blancas fue la de menor prevalencia entre las mujeres. Estas observaciones para hombres y mujeres se sostienen uniformemente para todos los tres abordajes de las GSS para medir la prevalencia de conducta homosexual en la nación.

Table 3: Prevalencia Estimada de Adultos stimated Prevalence of U.S. Adults Reporting Past Homosexual Experience by Gender and Selected Sociodemographic Variables (by Merging GSS 1988 to 2004 Datasets)

Since 18 (1989-2004)

Last 5 Years (1991-2004)

Last Year(1988-2004)

Variables

Female % a (N b)

Male % (N)

Female % (N)

Male %  (N)

Female %   (N)

Male %   (N)
Birth Cohort

Pre1920

1920s

1930s

1940s

1950s

1960s

1970s

1980s

1.36 (590)

1.96 (869)

2.60 (962)

3.63 (1,544)

6.14 (2,295)

6.65 (2,286)

7.19 (1,376)

7.53 (239)

p < .0001

4.79 (334)

5.26 (570)

6.35 (772)

6.30 (1,317)

6.10 (1,853)

6.45 (1,845)

5.98 (1,137)

7.73 (207)

3.81 (105)

1.65 (364)

1.28 (626)

1.82 (1,207)

3.40 (1,973)

3.82 (2,043)

5.50 (1,290)

5.61 (196)

p < .0001

2.01 (149)

2.95 (373)

3.28 (640)

4.49 (1,092)

4.60 (1,609)

4.95 (1,635)

5.30 (1,057)

2.87 (174)

0.00 (115)

0.77 (390)

1.08 (651)

1.32 (1,363)

2.45 (2,243)

3.06 (2,354)

3.81 (1,287)

2.06 (194)

p < .0001

2.12 (189)

2.03 (444)

2.10 (715)

2.72 (1,324)

3.66 (1,860)

4.67 (1,883)

4.50 (1,023)

2.96 (169)

p < .005

Education

Less than high school

High school graduate

Junior college grad.

Bachelor degree

Graduate degree

5.83(1,474)

4.50(5,606)

4.84(744)

5.04(1,666)

8.48(672)

p < .0001

5.03(1,133)

6.34(4,151)

5.29(548)

6.47(1,423)

7.01(770)

4.65(904)

2.96(4,398)

4.39(615)

2.82(1,347)

5.37(540)

p < .005

3.33(870)

4.32(3,520)

4.27(468)

5.30(1,208)

5.30(660)

2.73(1,062)

2.05(4,876)

3.15(666)

2.38(1,431)

3.89(565)

p < .05

2.73(1,025)

3.35(3,966)

3.65(521)

4.33(1,339)

4.43(745)

Race

White

Black

Other

4.97(8,287)

5.30(1,378)

6.15(520)

5.94 (6,834)

7.97(790)

6.21(419)

3.39(6,224)

3.57(1,150)

3.60(445)

4.20(5,621)

5.99(734)

5.25(381)

2.38(6,896)

2.43(1,233)

2.90(482)

3.36(6,378)

4.91(815)

4.05(420)

Religion

Protestant

Catholic

Jewish

None

Other

3.97(6,148)

4.67(2,419)

5.10(196)

11.15(951)

9.30(441)

p < .0001

5.52(4,297)

5.34(1,948)

5.42(166)

8.69(1,208)

9.00(400)

P < .0001

2.71(4,505)

3.09(1,910)

0.61(163)

7.25(841)

6.38(376)

p < .0001

3.85(3,528)

4.23(1,606)

4.00(150)

6.37(1,067)

5.52(362)

p < .01

1.99 (5,016)

1.90(2,161)

1.18(170)

5.54(867)

4.28(374)

p < .0001

3.10(4,060)

3.25(1,846)

4.14(169)

5.49(1,130)

3.64(385)

p < .005

Secularism (Frequency of Attending Religious Service)
More than once p/w

Every week

Nearly every week

2-3 times per month

Once per month

Several times p/year

Once per year

Less than once p/y

Never

2.96(879)

2.96(2,093)

2.72(625)

4.35(989)

5.21(730)

5.52(1,267)

6.75(1,214)

6.09(755)

8.73(1,478)

p < .0001

5.75(452)

6.30(1,223)

3.97(378)

5.38(595)

5.60(571)

6.37(1,084)

5.17(1,258)

5.36(746)

7.81(1,627)

1.84(597)

2.01(1,441)

1.94(465)

2.15(791)

3.32(602)

3.38(1,036)

4.47(1,006)

3.06(588)

6.93(1,169)

p <.0001

3.39(384)

4.62(975)

2.95(305)

3.31(513)

4.41(476)

4.55(924)

3.96(1,060)

3.73(643)

5.97 (1,357)

1.10(634)

1.30(1,613)

1.17(512)

1.35(887)

2.38(671)

2.40(1,167)

2.96(1,114)

2.46(651)

5.31 (1,244)

p < .0001

2.30 (434)

3.84(1,119)

2.90(345)

3.32(603)

3.35(568)

3.37 (1,039)

2.72 (1,213)

2.81 (713)

5.30 (1,472)

p < .05

Marital Status

Married

Not Married

3.32(4,824)

6.66(5,359)

p < .0001

3.43(4,344)

9.36(3,697)

P < .0001

1.71(4,267)

5.49(3,552)

p < .0001

1.71(3,736)

7.87(2,998)

p < .0001

1.01(5,125)

4.48(3,486)

p < .0001

1.26(4,528)

6.94(3,083)

p < .0001

Geographical Urbanization
Top 12 central cities (CCs)

Next 88 central cities

Suburbs top 12 CCs

Suburbs next 88 CCs

Other urban areas

Other rural areas

5.33(807)

7.47(1,513)

5.86(1,161)

5.55(1,441)

4.12(4,123)

3.77(1,140)

p < .0001

13.39(545)

7.58(1,161)

7.17(962)

5.83(1,217)

4.68(3,336)

4.62(822)

P < .0001

3.54(621)

5.32(1,185)

3.46(926)

4.11(1,096)

2.77(3,173)

2.20(818)

p < .0001

11.32(486)

6.80(1,014)

4.33(808)

4.61(998)

2.80(2,781)

2.62(649)

p < .0001

2.45(654)

4.04(1,239)

2.24(1,026)

3.10(1,291)

1.94(3,446)

1.26(955)

p < .0001

9.28(517)

5.82(1,083)

3.64(935)

3.26(1,196)

2.41(3,110)

1.55(772)

p < .0001

Geographical Urbanization (at16)
Country (non-farm)

Farm

Small town

Medium city

Large city

Metropolitan area

4.45(1,124)

3.12(1,252)

5.06(3,341)

5.17(1,684)

6.22(1,237)

6.14(1,530)

p < .01

5.03(975)

4.49(1,114)

6.44(2,516)

6.19(1,180)

6.99(1,073)

7.22(1,178)

p < .05

3.79(897)

2.16(787)

3.21(2,527)

3.13(1,373)

3.73(991)

4.47(1,230)

3.88(825)

3.55(874)

3.94(2,106)

4.85(989)

4.99(941)

5.92(996)

2.55(979)

1.58(888)

2.27(2,820)

2.28(1,490)

2.45(1,104)

3.34(1,319)

3.21(936)

2.37(1,014)

3.33(2,372)

3.62(1,133)

4.40(1,022)

4.60(1,130)

 

 

Note. The values represent raw, unweighted estimates computed from the GSS 1988 to 2004 cumulative dataset. Missing data including the ones for people who did not answer the relevant survey questions were simply excluded from the above analysis. P-values are Pearson chi-square test of independence in the 2 x R table of reported homosexual behavior since 18, in the last 5 years, or in the past year (yes, no) by the R categories of the sociodemographic variable.

a Estimated percentage of individuals in the given gender population who have engaged in same-sex sexual behavior (for the given category of the sociodemographic variable), including those who have answered that their past sex partners included both sexes.

b Unweighted total number of respondents in the given gender population (for the given category of the sociodemographic variable) who have responded to the survey question pertaining to each cell.

Decir que el porcentaje de respondientes que informaron experiencia homosexual aumenta a medida que una subpoblación norteamericana es definida por un grado cada vez más alto de secularismo (opuesto de religiosidad, que fue medida por la frecuencia con que los respondientes asistían a servicios religiosos) captura muy abarcadoramente las tendencies de las cifras informadas en la Tabla 3 por la totalidad de los tres métodos GSS de medir la prevalencia de conducta homosexual, tanto para hombres como para mujeres, cuando se los divide en subgrupos definidos por grados de secularismo. Cuando se los subdivide por estatus maritual, sea porque en el momento estaban casados o no lo estaban, muchos más respondientes que en el momento no estaban casados informaron conducta sexual con el mismo sexo que los respondientes que en el momento estaban casados, y esto es verdad otra vez para los dos sexos.

La Tabla 3 también muestra que, a través de las tres mediciones de encuentro homosexual previo, hubo un porcentaje más alto de personas que informaban conducta homosexual que en el momento de la entrevista vivían dentro de un ambiente residencial altamente urbanizado, en comparación con los que vivían en áreas menos metropolitanas. Una notable excepción a esta generalización fue que men os mujeres que vivían en las dos principales ciudades central en el país que las que vivían en las 88 siguientes ciudades centrales informaban involucramiento en actividad sexual del mismo sexo desde los 19, en el año último y en los últimos 5 años en el momento de la entrevista (véase Tabla 3).

La relación entre urbanización geográfica y niveles diferentes de expression de conducta homosexual fue algo diferente cuando la población se subdividía en grupos basados en el carácter de su lugar de residencia a los 16 años. Las cifras presentadas en la Tabla 3 para la última variable sociodemográfica indica que un porcentaje más alto de personas que vivían dentro de un contexto social más urbanizado a los 16 años informaban un encuentro sexual con el mismo sexo, excepto que la experiencia homosexual pasada era más prevaleciente entre los respondientes que vivían en regiones (no granjeras) similares al campo que entre los que vivían en áreas similares a zonas granjeras. Este patron resultó cierto en los tres modos de medir la conducta homosexual pasada de un individuo, y tanto para hombres como para mujeres.

Thus far, the numbers presented in Table 3 have been interpreted in terms of basic quantitative comparisons, such as between extreme values, ranking order, absolute differences in percentages, relative differences in percentages/proportions, or overall quantitative trends/patterns. In addition to these crude comparisons, for each of the cells in Table 3, I computed a p-value from conducting a chi-square test of independence between the variable reported homosexual behavior (yes or no) and the corresponding sociodemographic variables. Table 4 summarizes the results of all chi-square tests of statistical significance that were carried out for each of the cells in Table 3.

Because of the cross-sectional nature of the GSS datasets, inferring causality from any of the sociodemographic variables to the outcome variable—expression of homosexual behavior—would invariably involve the problem of endogeneity, meaning that the reverse causal process between the variables cannot be entirely separated from the assumed forward causal process. The only exception, to which I have tried to draw attention by highlighting two cell boxes in Table 4, is the relationship between the geographical urbanization at age 16 explanatory variable and the past homosexual behavior since age 18 outcome variable. The assumed causal direction from an individual’s place of residence at age 16 to his/her homosexual encounter since age 18 has to be one that does not involve the problem of endogeneity, because the reverse direction of causality—that whether or not an individual has expressed homosexual behavior since 18 would influence where he resided at age 16—is temporally impossible.

Table 4: Summary of Significant Chi-Square Test Results from Table 3

Female

Male

Variables

Since 18

Last 5 Years

Last Year

Since 18

Last 5 Years

Last Year

Cohorte de Nacimiento

*

*

*

*

Educación

*

*

*

Raza

Religión

*

*

*

*

*

*

Secularismo

*

*

*

*

Estatus Marital

*

*

*

*

*

*

Urbanización Geográfica

*

*

*

*

*

*

Urbanización Geográfica (a 16)

*

*

Note. Asterisk (*) indicates that the p-value computed from the Pearson chi-square test of independence for the corresponding cell in Table 3 is less than 0.05. Dash indicates that the p-value for the corresponding cell in Table 3 is not statistically significant (> 0.05).

Furthermore, Table 4 shows that, the p-values calculated for the two corresponding cells (one for men and one for women) in Table 3 that represent the specific association between geographical urbanization at 16 and homosexual experience since 18 is < .05, meaning that the null hypothesis that the two variables are independent can be rejected. As indicated in Table 4, among the listed sociodemographic variables, the variable geographical urbanization at age 16 is the only one of its kind insofar as the variable has only one cell in which the captured bivariate dependent relationship is statistically significant for men and only one for women, with both cells representing a causal relationship between an identical pair of variables. Anchoring upon this statistical uniqueness, in addition to the solid theoretical ground on which the chronological order between geographical urbanization at 16 and past homosexual experience since 18 is established, the data analyses executed in the next section assume a causal direction from the former variable to the latter, and provide the effects of the former on the latter by employing different estimation techniques.

 

The Effect of Place of Residence at Age 16 on Homosexual Experience since Age 18

To be more precise, as mentioned in the introduction, in this section I am interested in studying the causal effect of the urbanization character of an individual’s residential environment at age 16 on the likelihood (or probability) that the same individual would engage in homosexual behavior as an adult. This means that even though the underlying assumption of the statistical estimations executed for this section involves a causal inference, they do not function as empirical support for the “nurture” side of the nature versus nurture debate over the etiological causes of homosexuality (i.e., whether biological predispoistion or upbringing determines one’s homosexual orientation). Rather, the analyses presented in this section are intended to respond to the essentialism versus social constructionism debate: the causal effects measured here only speak to the idea that sexual acts, behaviors, and practices can vary depending on certain characters of the social contexts in which they occur; the assumed causal direction in this study rejects the essentialist notion that the differences in the level of homosexual expression, such as between people living in urban cities versus people living in non-urban cities, is predetermined by some immutable biological factor.

I do not impose a “homosexual” identity on those respondents who have reported participation in homosexual activity since 18—they can very well self-identify as a homosexual, bisexual, queer, man who has sex with men, woman who has sex with women, gay, even straight, heterosexual, or some other identity category and still have had conducted sexual practice with person(s) of the same sex at some point in their adulthood. Alternatively, they do not necessarily view themselves as expressing homosexuality or even agree that what they have done defines or is defined as homosexuality. Simply by measuring the sexual behavior of a national adult sample, I am not presenting data that show the causes of homosexuality, but simply demonstrating how an individual’s expression of sexual behavior (or temporary/permanent sexual object choice) is highly contingent upon the social context in which such an expression occurs, an argument in line with the social constructionist theoretical perspective.

Having emphasized the standpoint from which causality is inferred in my quantitative analyses, I can more comfortably interpret the results presented in Table 5, which compares different estimations of the effect of an individual’s place of residence at age 16 on past homosexual experience since age 18. As the dependent variable is measured on a dichotomous level, the estimations are calculated by using three different models: the OLS regression model (linear), the logit model (non-linear), and the probit model (non-linear). Table 5 indicates that the results computed from employing all three estimation techniques together establish the statistical significance of the causal effect of geographical urbanization at 16 on past homosexual behavior since 18 for both women (p < .001) and men (p < .01).

In the present case with a dichotomous outcome variable, as one would expect, the non-linear models are more desirable models than the linear model in predicting the effects of the explanatory variable, because they reveal how a one unit increase in the independent variable is not always associated with an identical amount of increase in the dependent variable. For instance, based on the estimates obtained from the OLS model, a .0047 proportional increase in the likelihood that an adult woman would engage in same-sex sexual behavior is associated with a one unit increase in the degree of urbanization of her residential environment at 16, irrespective of whether the one unit increase in geographical urbanization is from 0 to 1 (from non-farm, country-like places to farm-like areas) or 3 to 4 (from medium city to large city). Whereas, the logit model predicts a .0039 proportional increase in the likelihood that a female adult would participate in homosexual activity as the geographical urbanization of her place of residence at age 16 increases in one unit from 0 to 1 (from non-farm, country-like places to farm-like areas), but a .0051 proportional increase in the likelihood that she would engage in same-sex sexual contact as an adult when the urbanization character of her residential environment at age 16 increases from 3 to 4 (from medium city to large city). The discrete effects estimated by the probit model for the above two cases are .0040 (instead of .0039) and .0050 (rather than .0051) respectively, which confirm the commonly accepted notion that the logit and probit functional bases are almost identical except for the tails of their respective distributions. Other discrete estimates obtained from the logit model and the probit model presented in Table 5 can be interpreted in a similar fashion as above.

The marginal effects reported in Table 5 represent the effects of the independent variable (geographical urbanization at age 16) on the dependent variable (homosexual experience since age 18) when the independent variable is held at its mean. Therefore, based on the logit model, when the geographical urbanization of a woman’s residential environment at age 16 is 2.52 (the mean value for women, which denotes somewhere between small town and medium city), the likelihood for her to engage in same-sex sexual practice in adulthood is .47% on average; when the urbanization character of a man’s place of residence at 16 is 2.47 (the mean value for men, which again denotes somewhere between small town and medium city), the likelihood for him to engage in homosexual behavior in adulthood is also .47% on average. On the other hand, while the probit model yields the same marginal effect for women (a probability of .0047 at the mean value of geographical urbanization at 16), it yields a slightly higher marginal effect (a probability of .0048) for men.

Table 5: Comparison of Estimations of the Effect of Place of Residence at Age 16 on Past Homosexual Experience since Age 18

Female

Male

Linear Model

Non-Linear Models

Linear Model

Non-Linear Models

OLS

Logia

Probit

OLS

Logia

Probit

Geographical Urbanization (at 16) a

Discrete Effect

Marginal Effect

Discrete Effect

Marginal Effect

Discrete Effect

Marginal Effect

Discrete Effect

Marginal Effect

0-1

.0047**

[3.25]

.0039

.0047**

[3.27]

.0040

.0047**

[3.25]

.0048*

[2.77]

.0041

.0047*

[2.78]

.042

.0048*

[2.77]

1-2

.0043

.0043

.0044

.045

2-3

.0046

.0047

.0047

.048

3-4

.0051

.0050

.0051

.050

4-5

.0055

.0054

.0054

.054

Note. Values represent the predicted estimates of the effect of an individual’s place of residence at age 16 on past homosexual experience since age 18 (dichotomous outcome: yes or no) for the given estimation model. N = 9955 for women; N = 8010 for men. The mean value for women’s geographical urbanization at age 16 is 2.5210; the mean value for men’s geographical urbanization at age 16 is 2.4717.

a Geographical urbanization (at age 16) was measured on an ordinal level, with response categories 0 = country/non-farm, 1 = farm, 2 = small town, 3 = medium city, 4 = large city, and 5 = metropolitan area.

* p < .01
** p < .00

Discusión

En la introducción se describen las contribuciones potenciales que este estudio podría traer al corpus actual de literatura de ciencias sociales relativas a la conducta homosexual en los Estados Unidos, subrayando su valor en términos de establecer una conexión entre la teoría y los resultados empíricos. Estas contribuciones pueden ser recapituladas aquí en términos de significación sustantiva versus significación estadística.

Usando 11 rondas de datos de GSS data, estimé primero la prevalencia de la conducta homosexual del varón y de la mujer en los Estados Unidos de 1988 al 2004, conduciendo una investigación sistemática de las tendencias y patrones cuantitativos a lo largo del tiempo para cada una de las tres mediciones GSS de la experiencia homosexual pasada. Al interpretar estas tendencias a lo largo del tiempo, me apoyé en cambios de significación sustantiva. Por ejemplo, comparé los cambios porcentuales con magnitud considerable cuando estaba haciendo la inferencia general de que a lo largo del tiempo tanto los hombres como las mujeres informaban una prevalencia más alta de experiencia sexual del mismo sexo en el último año en el momento de la entrevista. Se encontró una tendencia similar en las mujeres en relación con las estimaciones de incidencia homosexual en los 5 años anteriores al momento de la entrevista, pero, en comparación, la tendencia para los hombres era mucho más estable en el tiempo. Haciendo un ploteo  [Plotting out] de las cifras presentadas en la Tabla 1, las figuras 1 y 2 demuestran que la prevalencia de la conducta homosexual varía con el tiempo y el género. Se podría argumentar que el problema para inferir la prevalencia cambiante de la conducta homosexual a lo largo del tiempo es que el informe incrementado del contacto sexual del mismo sexo puede simplemente ser una función de la creciente tolerancia de la conducta del mismo sexo en la sociedad norteamericana. Sin embargo, como han argumentado convincentemente Turner et al. (2005), “Si los cambios en el sesgo de respuesta debidos a la tolerancia social creciente fueran responsables de los informes incrementados de sexo mujer-a-mujer a lo largo del siglo XX, se podría haber esperado una tendencia similar entre los hombres” (p. 460).

Al confluir estas once rondas de datos GSS data, estimé entonces la prevalencia de la experiencia homosexual pasada en varones y mujeres entre subpoblaciones norteamericanas definidas por varias variables sociodemográficas, incluyendo cohorte de nacimiento, educación, raza, religión, secularismo, estatus marital, lugar de residencia en el momento del estudio y lugar de residencia a los 16 años. La Tabla 4 resume la significación estadística de las relaciones dependientes bivariadas entre estas variables y la conducta homosexual, y he discurrido sobre los cimientos únicos en su género sobre los que la asociación entre la urbanización geográfica de un individuo a los 16 años de edad y la experiencia homosexual pasada desde los 18 ofrece espacio para interpretaciones causales que vayan más allá, lo que exploré subsiguientemente en la tercera parte de mi estudio. En resumen, para esta segunda parte de mi estudio me apoyé tanto en la significación estadística (el test de ji cuadrado) y la significación sustantiva (para comparaciones cuantitativas básicas) al interpretar cómo los niveles de expresión homosexual varían a través de diferentes subpoblaciones de los Estados Unidos.

Las primeras dos secciones de mi estudio proveen apoyo empírico implícito para la teoría de construcción social de la sexualidad en la medida en que representan estimaciones cuantitativas de la prevalencia de la actividad homosexual que priorizan el mapeo de sus tendencias a lo largo del tiempo, así como sus diferentes distribuciones a través de varias variables sociales y demográficas, rechazando la búsqueda esencialista de una única estimación de la prevalencia de la homosexualidad en la nación. Expresado de un modo alternativo, lo que las dos primeras secciones de mi estudio demuestran es precisamente que ninguna estimación única se aplica adecuadamente a la población nacional íntegra. Por ejemplo, la estimación para mujeres y la estimación para varones son en sí mismas ya diferentes, sin ni siquiera tocar el modo en que ambas aumentan diferentemente a lo largo del tiempo y varían para diferentes subpoblaciones definidas por características sociodemográficas específicas.

La tercera parte de mi estudio explícitamente pone a prueba la teoría socioconstruccionista testeando la significación estadística del efecto causal hipotetizado del carácter de urbanización del medio residencial de un individuo a los 16 años con la probabilidad de que el mismo individuo se involucre en conducta homosexual cuando sea adulto. La. Tabla 5 indica que los resultados computados empleando las tres técnicas de estimación (OLS, logit, y probit) establecen juntos la significación estadística de este efecto causal tanto para mujeres (p < .001) como para hombres (p < .01). Este resultado da apoyo a algunos elementos del Segundo nivel de la teoría socioconstruccionista que he definido en la introducción. Si bien el interés erótico o deseo de las personas está fijado inherentemente, su nivel de expresión y formas comportamentales puede cambiar con el tiempo, la cultura y el lugar dependiendo de las normas sociales prevalecientes. Aunque es casi imposible que las encuestas capturen si el interés sexual de las personas está o no formado culturalmente (el tercer nivel de la teoría socioconstruccionista), mi investigación simplemente demuestra que la  expresión o conducta sexuales pueden variar a través de contextos sociales diferentes, sin tener en cuenta la rigidez del interés erótico de las personas.

Limitaciones de la Teoría Socioconstruccionista

Aunque el valor del abordaje de construcción social es evidente en que deja espacio para entender “sexualidad” en modos dinámicos y complejos, de ningún modo esto se hace sin problemas. La  crítica fundamental al socioconstructivismo concierne a su debilidad en explicar una identidad estable, “naturalizada”, alrededor de la cual pueda ser organizada un movimiento político efectivo. Si ciertos grupos de personas sufren opresión social, como las mujeres y las minorías sexuales de gays y lesbianas, muchos activistas políticos argumentan que es necesario adherir a una comprensión esencialista de la identidad para hacer reclamos exitosos en la arena legal, basados en los derechos. Sin estipular que las mujeres o los gays y las lesbianas son un grupo de individuos “esencializados” (“nacen con su orientación sexual”), es difícil imaginar cómo sus derechos serían protegidos por la ley cómo podría articularse el ser tratados con igualdad, como cualquier otro ciudadano. Sin presentar las categorías de identidad de “gays y lesbianas” como estables y naturales, la tarea de defender los intereses políticos y legales de las minorías sexuales parece ser casi insostenible.

Otro problema de la teoría socioconstructivista involucra la tendencia de los construccionistas a eliminar totalmente el rol del siquismo. Como lo comentó Fuss (1989), el socioconstructivismo a menudo “excluye…la pregunta de cómo el deseo llega a articularse dentro de una formación social en particular” (p. 110). Sin el reconocimiento de la agencia individual o intencionalidad, como hacen la mayoría de los construccionistas más radicales, los modos en que las personas negocian su autocomprensión y sus experiencias en el mundo social quedan completamente sin explicación. El tercer y cuarto nivel de la teoría de construcción social que he esbozado en la introducción dejan abundantemente en claro que lo que está faltando de modo crítico en el socioconstruccionismo es “algún sentido dinámico de cómo la sociedad llega a habitar dentro de los individuos o de cómo la individualidad llega a estar socialmente constituida” (Epstein, 1987, p. 23).

Finalmente, el problema fundamental de la perspectiva socionstruccionista es que incluso los argumentos construccionistas más convincentes en última instancia se apoyan en presunciones esencialistas. Como Fuss (1989) lo prueba con gran dedicación, expresado con simpleza, “el esencialismo es esencial para el socioconstruccionismo” (p. 1). Por ejemplo, en relación con la historia de la homosexualidad, el debate socioconstruccionista sobre el período histórico preciso en el que el concepto de identidad homosexual se hizo posible necesita la presunción fundamental de que existe una categoría esencial como “sexualidad del mismo sexo” o al menos “deseo del mismo sexo.” El único método para que los historiadores identifiquen un momento histórico en el que emergió la “homosexualidad” requiere, desde el mismo principio, la aceptación de la idea de que el deseo o comportamiento del mismo sexo podían ser correctamente identificadas sin hesitación como un concepto estable y coherente a través del tiempo. Para llevar todavía más allá este problema, el abordaje socioconstruccionista al estudio de cualquier historia de la sexualidad presupone que la categoría de “sexualidad” es en sí misma universal,  transhistórica y transcultural. Por lo tanto, paradójicamente, cualquier estudio socioconstruccionista reduce su sujeto de investigación a una categoría esencialista.

Conclusión

De la estimación de la prevalencia de la conducta homosexual en los Estados Unidos a lo largo del tiempo, vale la pena notar que el porcentaje de hombres que informaron experiencia homosexual pasada desde los 18 años basados en la muestra GSS 2004 representa la estimación de porcentaje más alta de contacto sexual del mismo sexo en el contexto de la Norteamérica moderna después de los ochenta. Por ejemplo, el estudio transeccional de Laumann et al (1994) informó una cifra de aproximadamente 9% (para el contacto homosexual de varón) como su más alta estimación de conducta sexual con el mismo sexo en toda la nación en esa época; tomando datos de 10 rondas de datos GSS, el estudio de  Turner et al.(2005) proveyó un número sopesado de 6.61% (para el contacto homosexual de la mujer) para el año 2000 como su más alta estimación de sexo del mismo género entre adultos norteamericanos en el período entre 1988 y 2002. En comparación con estos números, el no sopesado 10.47% de hombres en 2004 que informaban experiencia homosexual pasada desde la edad de 18 computado en este estudio (véase Tabla 1) ejemplifica una cifra sin precedentes entre las estimaciones contemporáneas cuantitativas de la prevalencia de la actividad sexual del mismo sexo.

Otros investigadores se han enfrentado al tema con grandes proporciones de datos faltantes, como se informa en Tabla 2, volviendo a sopesar las muestras e imputando la probabilidad de informar experiencia homosexual pasada para los casos en los que no había datos informados. Las más recientes publicaciones de Turner, Villarroel, Chromy, Eggleston y Rogers (2004, 2005) han tomado cuidadosamente en consideración este problema y evaluaron el impacto de las respuestas faltantes en las preguntas GSS que indagaban en la experiencia sexual con el mismo sexo desde los 18, en el último año, y en los pasados cinco años. Sacaron como conclusión que “La sustancial similaridad de  [las] estimaciones alternativas [que hemos desarrollado] sugiere que la no respuesta a estas preguntas puede ser clasificada como sustantivamente ignorable [itálica agregada]…Dada la similaridad de estimaciones de prevalencia derivadas con y sin estas imputaciones, confinamos los análisis subsiguientes a los informes de los respondientes sobre sexo con el mismo género sin imputación de respuestas faltantes” (2004, p. 4). De modo similar, a través de mis análisis de datos he estimado la prevalencia de la conducta homosexual en los estados Unidos usando los datos GSS sin procesar, excluyendo los datos para aquellos respondientes que no respondieron preguntas sobre su historia de comportamiento sexual con el mismo sexo.

Quizás sea válido volver a subrayar aquí que en relación con el estudio de la homosexualidad, o más específicamente con la conducta homosexual, mi investigación solamente se involucra con el debate esencialismo versus socioconstructivismo pero no en el debate natura versus nurtura.. Dicho de un modo alternativo, mis resultados de ningún modo ofrecen una explicación de las causas naturales de la conducta homosexual. Encontrar una positiva conexión causal entre la urbanización geográfica y la conducta homosexual solamente indica cómo los niveles de actos, conductas y expresiones sexuales pueden cambiar dependiendo de ciertos caracteres de los contextos sociales en que se producen; la asociación descarta la idea esencialista de que las diferencias en el nivel de la expresión homosexual, tales como las que hay entre personas que viven en ciudades urbanas versus personas viviendo en ciudades no urbanas, está predeterminada por algunas predisposiciones biológicas en el nivel del individuo. Mi estudio tampoco sugiere que la elección de vivir en lugares urbanos está causada por la homosexualidad ni implica que vivir en áreas urbanas es una causa etiológica de homosexualidad. En lugar de ello, meramente estoy aseverando que los medios urbanizados son contextos sociales en los que la conducta sexual con el mismo sexo tiene una probabilidad/chancee de expresarse, argumento que está en línea con la perspectiva teórica socioconstructivista. De modo acorde, en la medida en que el estudio presente encuentra empíricamente apoyo para la comprensión socioconstruccionista de la conducta sexual del mismo sexo, responde una pregunta epistemológica sobre la sexualidad humana y no una pregunta etiológica.

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