Herek 1999 La sicología del Prejuicio Sexual

Current Directions in Psychological Sciencc. in press (1999)

 

La Sicología del Prejuicio Sexual

Gregory M. Herek

University of California, Davis

 

Resumen[1]

El prejuicio sexual se refiere a actitudes negativas hacia un individuo a causa de su orientación sexual. En este artículo se usa la expresión para caracterizar las actitudes negativas de los heterosexuales hacia (a) la conducta homosexual; (b) las personas con orientación homosexual o bisexual: y (c) las comunidades de personas gays, lésbicas y bisexuales. Prejuicio social es una expresión preferible al término homofobia, porque no transmite presunciones sobre las motivaciones que subyacen en las actitudes negativas, ubica el estudio de las actitudes en relación con la orientación sexual dentro del contexto más amplio de la investigación sicológica sobre el prejuicio, y evita los juicios de valor sobre estas actitudes. El prejuicio sexual sigue estando muy difundido en los Estados Unidos, aunque la condena moral ha decrecido en la década de 1990 y la oposición a la discriminación antigay ha aumentado. El artículo reseña el conocimiento actual sobre la prevalencia del prejuicio sexual, sus correlatos sicológicos, sus motivaciones subyacentes y su relación con los crímenes de odio y otros comportamientos antigays.

En un período de seis meses que comenzó a fines de 1998, los norteamericanos fueron shoqueados por los brutales asesinatos de Matthew Shepard y Bí1ly Jack Gaither.

Shepard, un estudiante universitario de Wyoming, de 21 años, y Gaither, un obrero de fábrica de Alabama, de 39 años, tenían poco en común excepto que cada uno de ellos fue elegido como blanco de ataque por ser gays. Desafortunadamente, sus muertes no fueron eventos aislados. Lesbianas, hombres gays y personas bisexuales (así como heterosexuales percibidos como gays) experimentan rutinariamente violencia, discriminación y rechazo personal. Un total de 1.102 crímenes de odio basados en la orientación sexual fueron tabulados por autoridades de vigilancia del cumplimiento de la ley en 1997. como una proporción sustancial de tales crímenes nunca son informados a la policía, esa cifra representa solamente la punta del iceberg (Herek, Gillis, & Cogan. 1999).

Hace mucho tiempo que las personas con orientaciones sexuales homosexuales o bisexuales están siendo estigmatizadas. Con el surgimiento del movimiento político gay en los últimos años de la década de 1960, sin embargo, la condena de la homosexualidad como algo inmoral, criminal y enfermo quedó bajo escrutinio creciente. Cuando la Asociación Siquiátrica Norteamericana dejó de lado la diagnosis siquiátrica de la homosexualidad en 1973, la cuestión de por qué algunos heterosexuales albergan actitudes fuertemente negativas hacia los homosexuales comenzó a recibir consideración científica seria. El nuevo pensamiento de la sociedad sobre la orientación sexual se cristalizó en el término homofobia, que el sicólogo heterosexual George Weinberg acuñó en los últimos años de la década de 1960. La palabra primero apareció en prensa en 1969 y fue subsiguientemente discutida largamente en un libro popular (Weinberg. 1972).[2] Alrededor del mismo tiempo, heterosexismo comenzó a ser usado como un término análogo a sexismo y racismo para describir un sistema ideológico que coloca a la homosexualidad en una posición inferior a la heterosexualidad.[3] Aunque el uso de las dos palabras no ha sido uniforme, típicamente se ha empleado homofobia para describir las actitudes y comportamientos antigays individuales, en tanto que heterosexismo se ha referido a ideologías y patrones de opresión institucionalizada de personas no heterosexuales, en el nivel de la sociedad.

Al atraer la atención popular y científica hacia la hostilidad antigay, la creación de estos términos marcó una divisoria de aguas. De los dos, homofobia es probablemente el más ampliamente usado y el más a menudo criticado. Sus críticos advierten que la homofobia implícitamente sugiere que las actitudes antigays se explican mejor como un miedo irracional, y que representan una forma de sicopatología individual y no un prejuicio socialmente reforzado. Como las actitudes antigay han llegado a ser crecientemente centrales para las ideologías políticas y religiosas desde la década de 1980, estas limitaciones se han vuelto más problemáticas. Sin embargo, el heterosexismo con su foco histórico de nivel macro sobre las ideologías culturales, más que en las actitudes individuales, no es un reemplazo satisfactorio de homofobia.

De este modo, el análisis científico de las actitudes antigays será facilitador por un Nuevo término que ofrezco para este propósito: prejuicio sexual. Concebido de modo amplio, el prejuicio sexual se refiere a todas las actitudes basadas en la orientación sexual, sea que el sujeto blanco sea homosexual, bisexual o heterosexual. Dada la actual organización social de la sexualidad, sin embargo, este prejuicio está casi siempre dirigido a personas que se involucran en comportamientos homosexuales o se rotulan a sí mismos gays, lesbianas o bisexuales. Por esto, tal como se lo usa aquí, el prejuicio sexual abarca las actitudes negativas de los heterosexuales hacia (a) el comportamiento homosexual; (b) las personas con orientación homosexual o bisexual; (c) las comunidades de personas gays, lesbianas o bisexuales. Como otros tipos de prejuicio, el prejuicio sexual tiene tres rasgos principales: es una actitud (i.e., una evaluación o juicio); está dirigido a un grupo social y a sus miembros; y es negativo, al involucrar hostilidad o disgusto.

Conceptualizar las actitudes negativas de los heterosexuales hacia la homosexualidad y bisexualidad como prejuicio sexual, y no homofobia, tiene varias ventajas. Primero, el prejuicio sexual es un término descriptivo. A diferencia de homofobia, no transmite presunciones a priori sobre los orígenes, dinámica y motivaciones subyacentes de las actitudes antigays. Segundo, el término vincula explícitamente el estudio de la hostilidad antigay con la rica tradición de investigación sicológica sobre el prejuicio. Tercero, usar el constructo de prejuicio social no requiere juicios de valor sobre que las actitudes antigays sean inherentemente irracionales o malignas.

PREVALENCIA

La mayoría de los adultos de los Estados Unidos mantienen actitudes negativas hacia la conducta homosexual, y la consideran como errónea y antinatural (Herek & Capitanio, 1996: Yang, 1997). Sin embargo, los datos de las encuestas muestran que las actitudes se han vuelto más favorables a lo largo de las tres décadas pasadas. Por ejemplo, en tanto que al menos dos tercios de los respondientes a la Encuesta Social General (ESG) [General Social Survey (GSS)] consideraron al comportamiento homosexual “siempre está mal” [always wrong] en la década de 1970 y 1980, esa  cifra declinó notablemente en la década de 1990. Al llegar 1996, solamente el 56% de los respondientes de la ESG la consideraban que siempre está mal (Yang. 1997).

Gran parte del público también mantiene actitudes negativas hacia los individuos que son homosexuales. En una encuesta nacional de 1992. más de la mitad de los respondientes heterosexuales expresaron revulsión [disgust] ante las lesbianas y hombres gays (Herek. 1994). Los respondientes a los Estudios Nacionales de Elecciones Norteamericanas en curso [American National Election Studies] típicamente han evaluado a los gays y lesbianas entre los más bajos de todos los grupos en un termómetro de sentimientos de 101 grados, aunque los puntajes medios aumentadores aproximadamente en unos 10 puntos entre 1984 y 1996 (Yang, 1997).

A pesar de estos ejemplos de actitudes negativas, la mayoría de los norteamericanos creen que a una persona gay no se le debe negar empleo o libertades civiles básicas. El público se muestra reacio a tratar a la homosexualidad a la par de la heterosexualidad, sin embargo. Aunque la mayoría de los norteamericanos favorecen darles a las parejas domésticas del mismo sexo [same-sex domestic partners] reconocimiento limitado (e.g., beneficios de salud de empleados, derechos de visita hospitalaria), en general se oponen a legalizar los casamientos del mismo sexo. En tanto que el público en general apoya los derechos de empleo de los maestros gays, no creen que las lesbianas y los gays deban tener la posibilidad de adoptar niños (Yang. 1997).

Desafortunadamente, la mayoría de los estudios no han determinado separadamente las actitudes hacia las lesbianas y hacia los varones gays. En la medida en que hay datos disponibles, las actitudes hacia los hombres gays parecen ser más negativos que las actitudes hacia las lesbianas, especialmente entre los hombres heterosexuales (Herek & Capitanio, 1996; Kite & Whitley. 1998). Este patrón puede reflejar diferencias en la organización cognitiva subyacente de las actitudes hacia hombres gays y lesbianas (Herek & Capitanio, 1999).

CORRELATOS

Los estudios de laboratorio y de cuestionarios han usado una variedad de escalas y mediciones de resultado para determinar las actitudes de los heterosexuales hacia los hombres gays y las lesbianas (e.g. Davis, Yarber, Bauserman. Schreer. & Davis. 1998). De modo consistente con los resultados de las encuestas de opinion pública, han revelado niveles más altos de prejuicio sexual entre los individuos mayores, menos educados, que viven en el Sur o el Medio Oeste norteamericano, y en residentes rurales (Herek, 1994). La diferencia de sexos previamente advertida en prejuicio sexual se produce no solamente en el área de la aceptación personal (Herek & Capitanio, 1999: Kite & Whitley. 1998) sino también en actitudes que conciernen a derechos civiles y política social (Yang. 1998).

El prejuicio sexual también está confiablemente correlacionado con varias variables sociales y sicológicas. Los heterosexuales con altos niveles de prejuicio sexual tienden a obtener puntajes más altos que otros en autoritarismo (Altemeyer. 1996: Haddock & Zanna. 1998). Además, los heterosexuales que se identifican con una denominación religiosa fundamentalista y que frecuentemente asisten a servicios religiosos típicamente manifiestan niveles más altos de prejuicio sexual que los no religiosos y los miembros de denominaciones liberales (Herek & Capitanio, 1996). Desde la década de 1980s, la ideología política y la afiliación partidaria también han llegado a estar fuertemente asociados con el prejuicio sexual, con los conservadores y los republicanos expresando los niveles más altos (Yang, 1998).

El prejuicio sexual está fuertemente relacionado con si el heterosexual conoce o no a personas gays personalmente. Los niveles más bajos de prejuicios son manifestados por heterosexuales con amigos gays o miembros de la familia que describen su relación con esos individuos como “estrecha”, y que informan haber discutido directamente la orientación sexual de la persona gay o lesbiana directamente con él o ella. El contacto interpersonal y el prejuicio están recíprocamente relacionados. No solamente los heterosexuales con amigos o parientes gays son menos prejuiciosos, sino que los heterosexuales de grupos demográficos con bajos niveles de prejuicio sexual (e.g. las mujeres, las personas altamente educadas) tienen más probabilidad de experimentar contacto personal con una persona abiertamente gay (Herek & Capitanio, 1996).

Hay relativamente poca investigación empírica que haya examinado diferencias raciales y étnicas. El prejuicio sexual puede ser algo mayor entre los heterosexuales Afroamericanos que entre los blancos, principalmente a causa de las actitudes relativamente favorables de las mujeres blancas hacia las lesbianas y los hombres gays. Los correlatos del prejuicio sexual pueden variar de acuerdo con la raza y la etnicidad. Las experiencias de contacto interpersonal pueden ser más importantes en la modelación de actitudes en los blancos que en los negros, por ejemplo, en tanto que la creencia en que la homosexualidad es una elección puede ser un predictor más influyente del prejuicio sexual de los heterosexuales negros (Herek & Capitanio. 1995).

MOTIVACIONES SUBYACENTES

Como con otras formas de prejuicio, el prejuicio sexual tiene motivaciones múltiples. Para algunos heterosexuales es resultado de interacciones desagradables con individuos gays, que después son generalizadas en actitudes hacia el grupo íntegro. Esta explicación probablemente se aplica a casos en los que el contacto interpersonal ha sido superficial y mínimo. Para otros, el prejuicio sexual está enraizado en temores asociados con la homosexualidad, que quizás reflejen incomodidad con los propios impulsos sexuales o la propia conformidad de género. Todavía para otros, el prejuicio sexual refleja influencias de normas internas del grupo que son hostiles a las personas homosexuales y bisexuales. Y todavía otra fuente de prejuicio es la percepción de que las personas gays y la comunidad gay representan valores que están directamente en conflicto con el sistema de valores propio y personal.

Se puede entender que estas diferentes motivaciones derivan de las funciones sicológicas a las que sirve el prejuicio sexual, que varían de un individuo al otro. El prejuicio sexual de una persona heterosexual, por ejemplo, puede reducir la ansiedad asociada con sus temores sobre sexualidad y género, en tanto que el prejuicio de otro heterosexual puede reforzar una sensación positiva de que esa persona es miembro del grupo social de los “buenos cristianos”. Estas actitudes son funcionales solamente cuando son consistentes con claves culturales y situacionales, por ejemplo, cuando la homosexualidad es definida como algo inconsistente con una identidad masculina, o cuando una congregación religiosa define a la hostilidad hacia la homosexualidad como un criterio para ser un buen cristiano (Herek, 1987).

PREJUICIO Y COMPORTAMIENTO

Los crímenes de odio y la discriminación están inevitablemente influidos por complejos factores situacionales (Franklin, 1998). Sin embargo, el prejuicio sexual contribuye a los comportamientos antigays. En estudios experimentales el prejuicio sexual está correlacionado con comportamientos antigay, aunque otros factores a menudo moderan esa relación (Haddock & Zanna, 1998: Kite & Whitley. 1998). Los patrones de votación en medidas de decisión relativas a lo gay han sido generalmente consistentes con los correlatos demográficos del prejuicio sexual descritos más arriba (Strand. 1998). Reconocer la compleja relación entre el prejuicio sexual y la conducta antigay subraya todavía más el valor de afirmar sólidamente este fenómeno en la literatura científica sobre el prejuicio, que ofrece múltiples modelos para entender las vinculaciones entre las actitudes y la conducta.

CONCLUSIÓN Y DIRECCIONES DE INVESTIGACION

Aunque ha pasado más de un cuarto de siglo desde que George Weinberg presentó por primera vez un debate académico de la sicología de la homofobia, la investigación empírica sobre el prejuicio sexual está todavía en sus estadios tempranos. Hasta la fecha, la prevalencia y los correlatos del prejuicio sexual han recibido la máxima atención. Se ha dedicado relativamente poca investigación todavía a comprender los procesos dinámicos cognitivos asociados con actitudes y estereotipos antigays, esto es, qué piensan los heterosexuales de las lesbianas y los hombres gays. Ni tampoco se ha dedicado una indagación extensa y sistemática a las motivaciones subyacentes del prejuicio sexual o a la efectividad de diferentes intervenciones dirigidas a reducir el prejuicio sexual. Éstas representan áreas promisorias para la investigación futura.

Además, se necesitan estudios descriptivos de prejuicio sexual dentro de diferentes subconjuntos de la población, incluyendo grupos étnicos y etarios. Dada la tendencia de que los comportamientos antigays sean perpetrados por adolescentes y adultos jóvenes, se necesitan especialmente estudios del desarrollo del prejuicio sexual en la parte temprana de la vida. Finalmente, se necesita estudio de los puntos comunes y las convergencias en la sicología del prejuicio sexual, de acuerdo con que el sujeto blanco sea mujer o varón,  homosexual o bisexual. Gran parte de la investigación empírica en esta área hasta la fecha ha sido limitada porque se concentró (implícita o explícitamente) en las actitudes de los heterosexuales hacia los hombres gays.

El estigma basado en la orientación sexual ha sido lugar común a todo lo largo del siglo XX. Conceptualizar esta hostilidad como prejuicio sexual representa un paso hacia alcanzar una comprensión científica de sus orígenes, dinámica y funciones. Quizás lo más importante de todo sea que esta comprensión puede ayudar a prevenir la expresión comportamental del prejuicio sexual a través de la violencia, la discriminación y el hostigamiento.

Referencias

  1. Altemeyer. B. (1996 l. The authorítarían specter. Cambridge. MA: Harvard University Press.
  2. Davis. C.M.. Yarber. W. L. Bauserman. R. Sc1rreer, G. & Davis. S.L (Eds). (1998). Handbook of sexuality-related measures. Thousand Oaks, CA: Sage.
  3. Franklin, K. (1998). Unassuming motivations: Contextualizing the narratives of antigay assailants. In G. M. Herek (Ed.), Stigma and sexual orientation (pp. 1 -23). Thousand Oaks, CA: Sage.
  4. Haddock, G., & Zanna, M. (1998). Authoritarianism values, and the favorability and structure of antigay attitudes. In G. M. Herek (Ed.), Stigma and sexual orientation (pp. 82-107). Newbury Park CA: Sage.
  5. Herek. G. M. (1987). Can functions be measured? A new perspective on the 1’unctional approach to attitudes. Social Psychology Quarterly, 50.285-303.
  6. Herek. G. M. (1994). Assessing attitudes toward lesbians and gay men: A review of empirical research  with the ATLG scale. In B. Greene. & G. M. Herek (Eds.). Lesbian and gay psvchology (pp. 206-228). Thousand Oaks. CA: Sage.
  7. Herek G. M.. & Capitanío, J. (1995). Black heterosexuals’ attitudes toward lesbians and gay men in the United States. Journal of Sex Research, 32.95105.
  8. Herek G. M., & Capitanío, J. (1996). “Some of’ my best 1’riends”: Intergroup contact, concealable stigma and heterosexuals’ attitudes toward gay men and lesbians. Personality and Social Psychology Bulletin, 22, 412-424.
  9. Herek. G. M.. & Capitanío, J. P. (1999) Sex differences in how heterosexuals think about lesbians and gay men: Evidence from survev context effects. Journal of Sex Research, in press.
  10. Herek. G. M., Gillis. J., & Cogan.. J. (1999). Psvchological sequelae of hate crime victimization among lesbian. gay and bisexual aduIts. Journal of Consulting and Clinical Psvchology, in press.
  11. Kite. M. B.. & Whitley. B. E. Jr. (l998). Do heterosexual women and men differ in their attitudes toward homosexuality? A conceptual and methodological analysis. In G. M. Herek (Ed.). Stigma and sexual orientation (pp. 39-61). Newburv Park. CA: Sage.
  12. Strand. D. (1998). Civil liberties. civil rights, and stigma: Voter attitudes and behaviour in the politics of homosexuality. In G. M. Herek (Ed.). Stigma and sexual orientation (pp. 108-137). Newbury Park. CA: Sage.
  13. Weinberg. G. (1972). Societv and the healthy homosexual. New York: St. Martín’s.
  14. Yang. A. (1997). Trends: Attitudes toward homosexuality. Public Opinion Quarterly, 61, 477-507.
  15. 15. Yang, A. (1998). From wrongs to rights: Public opinion on gay and lesbian Americans moves toward equality. Washington, DC: National Gay and Lesbian Task Force Policy Institute.

Lecturas Recomendadas

  • Herek, GM. (Ed.).(I998). Stigma and sexual orientation: Understanding prejudiee against lesbians, gay men, and bisexuals. Newbury Park, CA: Sage.
  • Herek, G. M.. & Berrill, K. (Eds.) (1992). Hate crimes: Confronting violence against lesbians and gav men. Thousand Oaks. CA: Sage.
  • Herek, G.M. Kimmel. D. C., Amaro. H.. & Melton G. B. (1991). Avoiding heterosexist bias in psychological research. American Psychologist, 46, 957-963.
  • Herman, D. (1997). The antigay agenda: Orthodox vision and the Christian Right. Chicago: University of Chicago Press.
  • Rothblum, E., & Bond. L (Eds. ).(1996). Preventing heterosexism and homofobia. Thousand Oaks. CA: Sage.

 


[1] Dirigir la correspondencia a Gregory Herek, Department of Psychology, University of California, Davis, CA 95616-8775. La preparación de este paper fue apoyada en parte por un Independent Scientist Award del Nacional Institute of Mental Health (K02 MH01455).

[2] Aunque Weinberg acuñó el término homofobia, fue usado por primera vez en prensa en 1969 por Jack Nichols and Lige Clarke in su columna del 23 de mayo en la revista Screw.  Comunicaciones personales con George Weinberg (30 de octubre de 1998) y Jack Nichols (5 de noviembre de 1998).

[3] Heterosexismo fue usado en fecha tan temprana como el 10 de Julio de 1972, en dos cartas separadas impresas en el Great Speckled Bird, periódico alternativo publicado en Atlanta, Georgia. Agradezco a Joanne Despres de la Compañía Merriam Webster por su gentil ayuda en la investigación de los orígenes de esta palabra.