Bailey 2004 Es la homosexualidad invención reciente (frag. libro)

¿Es la homosexualidad una invención reciente?

(Capítulo 7 de “El Hombre que sería Loca”, de Michael Bailey, 2004)

¿Qué pasa con los griegos?

Ésta es la otra pregunta (además de la evolución) que se me hace casi cada vez que hablo de homosexualidad. Me la harían más veces, pero mucha gente que cree que ya sabe la respuesta no viene a mi conferencia. Piensan que estoy perdiendo el tiempo intentando conocer la naturaleza de la homosexualidad. Creen que la homosexualidad no tiene naturaleza. Para ellos, la homosexualidad es una “construcción social.”

“Socioconstruccionismo” (or “socio constructivismo”) es una frase que puede ser familiar a cualquiera que haya tomado un curso de humanidades en una Universidad europea o norteamericana desde 1990, pero que si no es así puede sonar extraña. Es difícil explicar el socioconstruccionismo de un modo que satisfaga a los socioconstruccionistas. Ellos creen que esto pasa porque ellos son profundos y gente como yo es simplista. Yo creo que pasa porque ellos no son muy claros, y en la medida en que son claros, están equivocados.

Sin embargo, ésta es una controversia importante, y trataré de ser justo. A través de la historia y la cultura los socioconstruccionistas creen ver tremenda variación tanto en la prevalencia como en la forma del comportamiento homosexual. Tanto, que hablar de orientación sexual como si fuera una parte fundamental de la naturaleza humana en su opinión es erróneo. Creen que preferir el sexo con hombres o con mujeres es más parecido a que a uno le guste o no le guste la ópera que a tener un pene o una vagina. Buscar leyes científicas para explicar a quién le gusta y a quién le disgusta la ópera, sin prestar mucha atención a la cultura en la que uno está, es con toda seguridad un intento absurdo. Los socioconstruccionistas creen que los que estudiamos los orígenes de la orientación sexual también estamos esforzándonos para nada.

Algunos de los fenómenos históricos y culturales en que se han centrado los socioconstruccionistas incluyen:

• La Grecia Antigua, donde era común que los hombres entablasen relaciones con muchachos adolescentes y donde la mayoría de los hombres eran bisexuales (según los construccionistas).

• Los romanos, que eran tolerantes con la conducta homosexual del varón, con tal que los los hombres libres normales estuvieran penetrando a esclavos y prostitutas.

• La Florencia del siglo XI; donde casi la mitad de todos los hombres fueron registrados por las autoridades por comisión de sodomía.

• Los Sambia, una tribu de Nueva Guinea en la que los muchachos viven por años solamente con varones, y practican sexo oral con hombres.

• Los escuelas públicas (internados de varones) de Gran Bretaña, que fueron famosas por su alto nivel de actividad  homosexual.

¿Qué tienen en común estos ejemplos? Primero, estas culturas tenían porcentajes de comportamiento homosexual entre hombre mucho más alto que lo que ahora existe en Occidente. Segundo, los construccionistas aseveran que ninguna de estas culturas pensó en la orientación sexual del modo que lo hacemos nosotros. Los socioconstruccionistas sostienen que la idea de que la gente varía en si prefieren hacer sexo con varones o con mujeres empezó recientemente, durante el siglo XIX. Antes de eso, había solamente actos homosexuals y heterosexuales, pero no personas homosexuals y heterosexuales.

Quizás la afirmación más sorprendente de los socioconstruccionistas es que el modo en que las culturas piensan sobre sexo influye en la realidad sobre los sentijmientos sexuales de sus miembros. En culturas que no clasifican en heterosexuales y homosexuales, los hombres son capaces de sentir atracción sexual tanto por mujeres como por varones.

Los socioconstruccionistas llaman “esencialistas” a quienes no están de acuerdo con sus ideas principales. Los esencialistas creen que la orientación sexual es una parte esencial de la naturaleza humana. Soy un esencialista.

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¿Cómo podemos saber nada sobre las vidas sexuales de griegos que vivieron hace 2,500 años? Ya es bastante difícil enterarse de las vidas sexuales de los norteamericanos de hoy, aunque podemos hablar de la cuestión con al menos algunos de los que hoy en día habitan nuestra cultura. Yendo más allá, los científicos sociales han completado en este tema varias encuestas grandes y ambiciosas durante la década pasada. Esos estudios requirieron millones de dólares y miles de sujetos. Típicamente, los investigadores identificaron una muestra representativa (por ejemplo de norteamericanos) y les telefonearon, pidiéndoles que participen en una encuesta de sexualidad. Se usó una entrevista estándar, que incluía preguntas como: “¿Cuántas parejas sexuales del mismo sexo tuvo durante su vida?” “¿Se considera a sí mismo heterosexual, bisexual u homosexual?” “¿Siente más atracción por miembros de su propio sexo o por miembros del sexo opuesto?” Las entrevistas se hicieron en privado, y se les aseguró a los sujetos que sus respuestas permanecerían en secreto. Sabemos exactamente cuál es el porcentaje de gente que no quiso participar, e incluso algunos estudios intentaron establecer las razones de la no participación. Sin embargo, estos estudios no eliminaron la incertidumbre sobre las vidas sexuales norteamericanas. Sigue habiendo controversia, por ejemplo,.sobre la frecuencia con que se comete adulterio, y la prevalencia estimada de la homosexualidad varía enormemente, de menos del uno por ciento a más del 4 por ciento. Éste es una apertura muy grande, con la estimación más alta que cuadruplica la más baja. El hecho de que no podamos obtener exactitud completa no es demasiado sorprendente, dado lo sensible que es la gente en este tema.

La tarea de los historiadores es mucho más difícil, No pueden volver atrás en el tiempo para preguntarle a la gente lo que sienten y piensan. No tienen acceso a encuestas. En cambio, reciben restos y fragmentos provenientes del arte, la ley, el mito, la ficción, los graffiti, la historia, la filosofía, la política y la poesía. Pueden hacer suposiciones educadas. En la medida que las diferentes fuentes de información transmiten todas una pintura similar, podemos tener más confianza. Sin embargo, no hay duda razonable de que podemos estar mucho menos seguros de los hechos referentes a la vida sexual de los antiguos griegos que de los hechos de la vida sexual de los norteamericanos en nuestro propio tiempo. El trabajo de los historiadores es importante, pero no puede ser ni por aproximación tan concluyente como puede serlo incluso la ciencia social contemporánea. Los mejores historiadores se muestran apropiadamente cuidadosos sobre las conclusiones que extraen. Para decirlo en palabras de un prominente historiador: “Una escena en un vaso puede no decirnos más sobre un ateniense medio que lo que nos dice una porcelana de dibujo Wedgwood sobre un conductor de carruajes victoriano.”

Aquí está lo que sabemos seguro. En partes de la Grecia antigua, incluyendo Atenas durante el siglo XV A. C, algunos hombres formaban relaciones homosexuales de un tipo diferente al que ahora existe comúnmente en Occidente. Típicamente estas relaciones implicaban a un hombre mayor establecido y a uno más joven, adolescente; el menor

(el “eromenos”) estaba cerca de la edad en que le crecería la barba por primera vez, y el mayor (“erastes”) era a menudo un adolescente algo mayor  (barbado o con barba ligera) o un hombre joven soltero. El miembro mayor también podía ser un hombre casado: en Grecia en gran medida el matrimonio era non-companionate. La relación se consolidaba cuando el miembro mayor de la pareja le daba al más joven un regalo, a menudo mostrado en los vasos como un gallito (un gallo joven). Estas relaciones eran sexuales. La actividad sexual principal retratada en los vasos era el sexo intercrural, en el que el miembro mayor insertaba su pene entre las piernas entre los muslos (pero no en el ano) del miembro menor, empujando hasta la eyaculación. Nadie, no importa en qué lado del debate socioconstruccionista esté, niega que esta práctica existía.

Pero las afirmaciones más importantes de los socioconstruccionistas todavía no han resistido el escrutinio estrecho de parte de historiadores y eruditos clásicos. No es sorprendente que los eruditos cuidadosos admitan que hay mucho que no sabemos sobre las prácticas y deseos sexuales de los griegos antiguos. Un problema es que la Antigua Grecia incluye muchas culturas diversas  (Esparta, Atenas y Creta, entre otras) y varios siglos. Hacer cualquier generalización sobre “los griegos” es riesgoso. Lo que sabemos contradice la narración socioconstruccionista. Por ejemplo, lejos de estar ampliamente difundidas, las relaciones “pederásticas” entre hombres y adolescentes eran consideradas como una práctica decadente de la aristocracia. A menudo los padres intentaban evitar que sus hijos entraran en estas relaciones (como el miembro menor). Si había dinero cambiando de manos, el miembro joven podía perder la ciudadanía. Los  griegos eran especialmente intolerantes en relación con el sexo anal receptivo, al que consideraban como una abominación contra la naturaleza.

Y lo que es más importante, los registros que tenemos muestran que algunos griegos reconocían que al menos algunas personas tenían una preferencia homosexual. Por ejemplo, Aristófanes retrató a Agatón como un hombre femenino que disfrutaba del sexo anal receptivo. En el Simposio de Platón, Aristófanes relata un mito de creación en el que originariamente había tres sexos: hombres, mujeres y una combinación de los dos. Zeus cortó a cada sexo al medio, y desde ese momento cada persona tuvo el impulso de encontrar su mitad faltante. De este modo, el hombre creado al cortar un hombre completo al medio era homosexual, en tanto que los hombres y mujeres heterosexuales fueron creados cortando al andrógino originario por el medio. El historiador John Boswell documentó la existencia de personajes obviamente heterosexuales u homosexuales en la literatura griega.

Unos pocos siglos más tarde, los romanos tuvieron una  palabra para describir a estos hombres femeninos, exclusivamente homosexuales: cinaedi. Estos hombres eran tan comunes que el Apóstol Pablo puso la conducta homosexual como su ejemplo principal de la decadencia de la capital. Según parece, tenían un estilo llameante de vestido, peinado y manierismos distintivos, así como lugares de levante habituales, y ocupaciones típicas. A mí todo esto se me antoja muy parecido a los muchachos de la Calle Halsted.

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La Florencia del siglo XV tenía reputación de bastión de

“sodomitas.” (Por esto “Florenzer” en alemán significaba “sodomita.”)

En 1432 la ciudad creó una comisión, “el Oficio de la Noche”, para buscar e investigar acusaciones de sodomía. Se colocaron cajas para que se pudieran hacer acusaciones anónimas. Florencia tenía 40,000 habitantes, y el Oficio de la Noche duró 70 años. Durante ese tiempo quedaron implicados 17,000 hombres. Asumiendo que en cualquier momento hubo 20.000 varones en Florencia y que 70 años significan dos generaciones completas, 17,000 es casi la mitad de los varones de Florencia durante ese tiempo. Los florentinos en general aceptaban la sodomía como una contravención o delito menor, no como crimen serio, que debía ser castigado con una multa.

Menos de 3,000 de los 17,000 acusados fueron condenados.

El historiador primordial de la homosexualidad en la Florencia del siglo XV, Michael Rocke, subrayó la línea socioconstruccionista: que estos hombres no eran considerados “homosexuales.” Sin embargo, es claro que al menos algunos lo eran. Un hombre confesó a su conocido Machiavelli que sis u padre hubiera “conocido mis modos e inclinaciones naturals, [él] nunca me habría atado a una esposa.” Había una minoría medular de “sodomitas notorios” que cometieron una cantidad desproporcionada de infracciones. Y era más probable que los hombres acusados fueran solteros que no hombres casados. Todo esto arguye en el sentido de que algunos hombres preferían hombres a las mujeres.

Florencia parece ser un caso especial en ese período histórico. Otras ciudades de tamaño similar de la región no parecen haber tenido su alto porcentaje de comportamiento homosexual. Hay alguna evidencia de que algunos hombres migraban a Florencia precisamente a causa de su reputación, volviéndola una San Francisco de la era del Renacimiento. Así, resulta poco claro en qué medida las creencias y la cultura de Florencia influían en los deseos sexuales de sus habitantes. Quizás la influencia era exactamente al revés.

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Los sambia viven en un área forestada aislada en el borde de las Tierras Altas de Nueva Guinea. En algún momento entre los siete y los diez años, los muchachos sambia son separados de sus madres y se los lleva a vivir en una casa de hombres solamente en su pueblo. Vivirán allí por los siguientes diez años, aprendiendo la ideología sambia y la práctica sambia.

La ideología subraya la importancia del semen, que es considerado necesario para la virilidad y salud del varón. En contraste, la sustancia esencial de las mujeres es la sangre menstrual, que es potencialmente venenosa para los hombres. Las mujeres nacen con la capacidad de secretar sangre menstrual, aunque no lo hacen hasta la adolescencia. En contraste, los hombres nacen sin semen, que necesitarán para mantener la salud, arriesgarse al sexo con las mujeres, e incluso para ayudar a proveer a las mujeres de leche.

¿Pero cómo consiguen los varones su semen, si no tienen ninguno al nacer? Lo obtienen chupándolo de hombres mayores. Los muchachos más grandes les enseñan cómo hacerlo. Aunque los muchachos más grandes obviamente obtienen bastante placer sexual para permitirles eyacular, todos consideran que les están haciendo un favor a los muchachos más chicos al donarles su semen. Los muchachos más jóvenes que les hacen felacio a los más grandes no dicen generalmente que están sexualmente excitados. Los muchachos más chicos chupan semen de los más grandes algunas veces por semana durante varios años (recuerden que siguen estando segregados de sus familias y de todas las mujeres) hasta que les sobreviene la pubertad.  Este evento les “demuestra” el valor de tragar semen. Pronto los muchachos maduros compenzarán a supervisar el ritual de iniciación de una nueva camada de muchachos de siete a diez años, ahora en el papel del muchacho mayor felado.

En unos pocos años más, un poco antes o un poco después de cumplir los veinte, éstos que ya son hombres jóvenes están listos para casarse con mujeres. En el primer estadio del casamiento, no tienen sexo vaginal, sino sexo oral con sus esposas. También continúan donando semen a los muchachos más jóvenes. Sin embargo, pronto los hombres cesan de tener encuentros homosexuales con muchachos más jóvenes y comienzan a tener relaciones vaginales con sus esposas. La mayoría de los hombres hacen esta transición, de un comportamiento completamente homosexual en su adolescencia  a comportamiento completamente heterosexual durante la adultez, sin ningún problema. Una pequeña minoría de hombres se quedan solteros y aparentemente prefieren a los muchachos. Los demás sambia los ridiculizan y piensan que son gente rara. Podríamos llamarlos “gay.”

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En una conferencia científica estuve hablando con un colega inglés sobre homosexualidad. La impresión que tenía de él era de un heterosexual estricto, pero reveló que había tenido numerosos encuentros homosexuales en su adolescencia en una escuela de internado público. (En Gran Bretaña, “escuela pública” designa la clase de escuela elegante que los norteamericanos llamamos “escuela privada.”) Esta actividad consistían en masturbación mutua, que a él le parecía excitante en aquella época. Lo intrigaba su transición de aquellos días al presente, en el que encontraba “asquerosa” la idea de contacto sexual con otros hombres.

Su experiencia revela tres hechos que pienso pueden ser importantes. Primero, sus experiencias homosexuales se habían producido en un contexto de indisponibilidad de mujeres. Esto era obviamente lo mismo que les ocurría a los sambia, y también era lo mismo, en un grado algo menor, que les pasaba a los antiguos griegos, que apartaban forzadamente a las mujeres hasta el matrimonio. Parece que es más probable que los hombres recurran al comportamiento homosexual si no tienen desahogos heterosexuales.

Segundo, el hecho de disfrutar del comportamiento homosexual era obviamente normal para él; su desaprobación posterior exigió que aprendiera que la homosexualidad es asquerosa. (Sin embargo, no cree que podría haber disfrutado de la felacio o del sexo anal ni siquiera en esa época.) Quizás, entonces, muchos, si no todos, los hombres podrían disfrutar de encuentros homosexuales de algún tipo si no hubieran aprendido a que les diera asco.

Tercero, podría haber algo cierto en la idea de que los muchachos jóvenes o adolescentes son especialmente atractivos para los varones como parejas homosexuales. Son relativamente lampiños y menos musculosos; en estos sentidos parecen mujeres.

Ninguna de estas posibilidades destruye la idea de que la orientación sexual es un concepto significativo. Decir que muchos hombres que no tienen acceso a mujeres tendrán sexo con hombres no es decir que ésa sea su primera elección. Que un alto porcentaje de hombres pueda disfrutar del sexo homosexual si no hubieran sido socializados en sentido contrario no significa que no preferirían los encuentros heterosexuales si se les diera a elegir. Decir que los hombres encuentran que los varones relativamente inmaduros son más atractivos que los varones maduros, pesados y peludos no es decir que prefieran hombres jóvenes a mujeres. Los encuentros sexuales en la prisión son esclarecedores. Los hombres en prisión generalmente no tienen salida heterosexual, excepto a través de la fantasía. Es notable que un alto porcentaje de hombres que han sido siempre heterosexuales fuera de prisión se involucren en sexo homosexual en la prisión, en lugar de confinar su actividad sexual a la masturbación. Evidentemente, hay algo placentero en estar con otra persona, que para algunos hombres es más deseable que simplemente frotarse el pene.  Muchos, si no la mayoría, de los hombres encarcelados tienen la capacidad de disfrutar del comportamiento homosexual.

Las parejas más favorecidas son los jóvenes, débiles y femeninos. Aunque los sociólogos han tendido a interpretar esto en términos de relaciones de poder (los internos más fuertes quieren dominar a los más débiles) a mí me parece más probable que esto sea porque los jóvenes, débiles y femeninos son mejores como sustitutos de la mujer. Hay un tipo de prisionero que prefiere como parejas a los hombres grandes y masculinos. Es el prisionero “loca”, el gay femenino, que recibe Buena cantidad de atención sexual de otros prisioneros.

Cuando dejan la prisión, los hombres que habían sido heterosexuales antes de entrar generalmente retornan a un estilo de vida estrictamente heterosexual. Sus encuentros en la prisión no indican que su preferencia sexual haya cambiado. Simplemente los hombres estaban haciendo lo que mejor podían hacer, dadas las restricciones. Sería importante saber en qué estaban pensando estos hombres cuando otros hombres les estaban chupando los penes, por ejemplo.

¿Estaban pensando en los hombres que les chupaban el pene, o estaban imaginándose a sus novias en casa? La primera posibilidad indicaría más flexibilidad de verdadera preferencia sexual que la segunda.

Los socioconstruccionistas han ofrecido la pederastia griega, los sambia y la experiencia de las escuelas de internado británicas como pruebas de que los hombres son innatamente bisexuales. Aunque en este argumento puede haber algo de verdad, no puede llevarlos tan lejos como quieren ir. No pueden explicar al hombre gay occidental contemporáneo. Todos estos hombres crecieron en una cultura que le daba a la homosexualidad un estatus inferior comparado con la heterosexualidad. Muchos de ellos en algún momento estuvieron altamente motivados para ser heterosexual, y algunos lo intentaron: por medio de plegarias, terapia o matrimonio. Si la bisexualidad (en el sentido de indiferencia a la elección entre parejas sexuales mujeres o varones) hubiera estado presente en ellos, entonces les habría sido fácil conformarse a la norma heterosexual, Pero no fue así.

Recuerden el escepticismo de los gays sobre los hombres que dicen ser bisexuales. (“Uno es gay, o hétero, o mentiroso.”) Mi laboratorio ha estado intentando encontrar hombres bisexuales estudiando las erecciones de hombres ante los estímulos sexuales de varones y de mujeres. Un hombre verdaderamente bisexual debería mostrarse sustancialmente excitado por ambos sexos. De unos aproximadamente treinta hombres que afirmaban ser bisexual, solamente dos tenían las pautas de excitación que podrían ser clasificadas como bisexuales. La mayoría de los restantes tenían una pauta de excitación gay; unos pocos tenían una pauta heterosexual. En la cultura adecuada, la mayoría de los hombres deben ser capaces de algún grado de excitación sexual ante ambos sexos. Sin embargo, esto no significa que no tendrían sentimientos más fuertes por un sexo o por el otro. La mayoría probablemente tendría sentimientos mucho más fuertes por las mujeres, y una minoría tendrían sentimientos mucho más fuertes por los hombres.

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Los socioconstruccionistas han hecho una contribución positiva a la comprensión de la orientación sexual, gracias a su insistencia en que se preste atención a las diferentes culturas, en lugar de dar por supuesto que todos son como nosotros. Hay interesantes diferencias entre los tipos de comportamientos y relaciones homosexuales entre las culturas, y todavía no se las entiende plenamente.

Sin embargo, la afirmación de que la orientación homosexual (distinta del comportamiento homosexual) es un fenómeno reciente y local no tiene base en las pruebas. Hombres que parecen increíblemente parecidos a los que hemos estado describiendo en los capítulos anteriores parecen haber existido a través de las edades y en culturas vastamente diferentes. La negativa o incapacidad de los socioconstruccionistas para ver esto sugiere que están tratando de mantener cerrados los ojos.

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La homosexualidad transgenérica se da cuando un hombre toma un papel femenino  (a menudo vistiéndose como mujer y tomando nombre de mujer) y tiene sexo con hombres masculinos. La homosexualidad transgenérica es probablemente la forma de homosexualidad que más comúnmente se encuentra en diversas culturas. Se da en Occidente (aunque es mucho menos común que las relaciones homosexuales igualitarias), y ha sido documentada en una cantidad de otras sociedades. Una de las tradiciones de homosexualidad transgenérica que más profundamente se ha estudiado es la del berdache, entre algunas tribus norteamericanas. La tradición berdache implicaba a varones que típicamente habían sido identificados en su infancia por su femineidad y habían sido colocados en roles que les permitiesen a la vez liderazgo espiritual y sexo y casamiento con hombres. Como dijo un observador sobre los berdache de los Cuervos de las praderas en 1903: “Se me dijo que cuando eran muy jóvenes, estas personas manifestaban una preferencia decidida por cosas que correspondían a los deberes de la mujer.”

Los hijras de la India son un grupo de hombres muy femeninos que adoran a la Diosa Madre, Bahuchara Mata. La mayoría de estos hombres son homosexuales.

Muchos de ellos se someten a una operación en la que sus penes y testículos son removidos. Esta cirugía es ilegal y puede ser muy peligrosa; la realize un miembro del grupo, o a veces un cirujano con ganas de cooperar. Se paga a los hijras para que actúen en bodas y en la celebración  de los nacimientos de varones, pero este servicio es en realidad más exigido por los hijras que solicitado por las familias. Si una familia no paga, los hijras provocan desorden, quizás incluso mostrando sus genitales mutilados.

Muchos de los hijras también hacen prostitución con varones.

Cuando el capitán Bligh, comandante del Bounty, visitó Tahití, notó que los mahu participaban en las mismas ceremonias que las mujeres. Al principio, su conducta y habla femeninas le hicieron creer que eran castrados, pero se enteró después de que no era así. Observó con repulsión la práctica de que los hombres frotaran sus penes entre las piernas de los mahus. Los mahus contemporáneos les hacen felacio a los hombres con los que tiene sexo, los que no retornan el favor.

Los xanith hacen trabajos de mujer en la altamente segregada Omán, y se los clasifica junto con las mujeres para muchos propósitos sociales. Su vestimenta y presentación física es una mezcla de varón y mujer, quizás porque por ley se les niega el derecho de vestirse como hombres. Su atractivo se juzga con estandards de belleza femenina (piel blanca, ojos grandes y mejillas redondeadas, por ejemplo), y prestan servicio de prostitución de varones.

Las pruebas de la ubicuidad transcultural de los transexuales también están en los periódicos. Tailandia celebra un concurso de belleza anual de transexuales. (La ganadora más reciente, Thanaporn Wongprasert de Bangkok, de  veintidós años, , dijo que gastaría el premio de $1,300 dólares en hacerse todavía más hermosa.) Un artículo reciente en el Bangkok Post decía sobre el exceso de drag queens en la televisión tailandesa: “Sintonice en estos días cualquier canal de televisión abierta, y antes de mucho verá un personaje que es varón, pero cuyo comportamiento es una desatada parodia de los manierismos de la mujer: exagerados melindres de dama, gesticulaciones de drag-queen, acrobacias verbales desfachatadas (campy): todo está en su repertorio. Ninguna mujer podría ni pensar en competir con la versión drag queen de la superfemineidad superexcesiva. Y evidentemente a la audiencia esto le encanta. Los travestis varones son ahora figuras familiares, con las que se garantiza en las comedias televisivas conseguir carcajadas instantáneas en comedias televisivas, novelas, programas de juegos, talk shows, comerciales e incluso películas.”

De Tonga: Trece competidores se inscribieron en el concurso y desfile de belleza transgenérica Miss Galaxy, del 9 al 11 de julio en Nuku’alofa, capital de Tonga, nación del Pacífico Meridional. Al final, salió victoriosa Natasha Pressland, de 18 años. Sus hobbies son “bailar, rezar y conocer gente.” Planea ser azafata aérea en el futuro.

El sociólogo Fred Whitam ha pasado Buena parte de su carrera estuydiando la homosexualidad en culturas no occidentales. Basado en sus observaciones en Brasil, Guatemala, Filipinas, Indonesia, Tailandia y los Estados Unidos, Whitam está convencido de que las drag queens y los homosexuales transgenéricos existen en todas las sociedades. Yendo más allá, Whitam ha descubierto que dentro de las comunidades homosexuales, la distinción más importante está entre los hombres gay tradicionalmente masculinos y las muy femeninas transexuales y las drag queens. A pesar de difíciles variaciones particulares transculturales, Whitam ha reconocido varias características universales transculturales entre entre estas últimas. Invariablemente, las drag queens y transexuales habían sido muchachos altamente femeninos que exhibían bajos niveles de interés en actividades atléticas y altos niveles de interés en actividades consideradas femeninas. Como adultos, usan pronombres femeninos para hablar sobre sí mismas, y adoptan nombres de mujer. Tienden a vestirse de modo teatral, glamoroso. Todas las comunidades, de cualquier dimensión, de drag queens y transexuales producen claras y destacadas formas de entretenimiento, y las ocupaciones más atractivas para los miembros de esas comunidades están relacionadas con el entretenimiento (primordialmente cantar, bailar y actuar).

Los hombres homosexuales transgenéricos a menudo trabajan en ocupaciones que se consideran tradicionalmen te de mujeres o “gay,” tales como la prostitución, la peluquería, costurería, cuidado del hogar o manicuría. Tienen altos niveles de interés en tener sexo con hombres, y sus parejas tienden a ser heterosexuales o bisexuales, más que hombres gay.

Whitam cree que uno de los fenómenos de mayor variación cultural es la gana de los hombres heterosexuales de tener sexo con hombres gays muy femeninos. En Norteamérica esto parece ser una práctica rara. Sin embargo, Whitam dice que en algunas otras culturas es común. Por ejemplo, en las Filipinas muchos varones adolescentes héteros tienen su primer contacto sexual con bayot, o sea, miembros de la tradición de varones gay transgenéricos de allí. Los vínculos sexuales con bayor son considerados como pecadillos adolescentes, no peores que fumar y beber. Ciertamente son más aceptables, en algunos aspectos, que estropear la virgnidad de las  “chicas buenas.”

Las observaciones de  Whitam necesariamente están limitadas a las sociedades contemporáneas, aunque es improbable que ninguna de las culturas transexuales y drag queen haya surgido recientemente (debido, por ejemplo, a la televisación internacional de talks shows diurnos). La regularidad intercultural de los transexuales homosexuales y las drag queens es sumamente sugerente de la existencia de algún influjo biológico fundamental que trasciende la cultura.

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La homosexualidad igualitaria es el tipo de relación homosexual más común en el Occidente contemporáneo. La homosexualidad igualitaria se da cuento dos individuos de edad y clase social similares forman una relación homosexual. Por alguna razón, durante la segunda mitad del siglo XX ésta se ha transformado en la forma predominante de homosexualidad en Occidente, en tanto que la homosexualidad transgenérica se ha vuelto escasa. Sin embargo, estas dos formas de homosexualidad no son tan diferentes como parecen.

Tomemos por ejemplo a Danny Ryan. Las probabilidades son que cuando crezca sera un varón gay que practique la homosexualidad igualitaria. Hay una chance menor de que se vuelva mujer, y si lo hace, su vida sexual será del tipo transgenérico. Si Danny hubiese nacido entre los indios Cuervo norteamericanos durante el siglo XIX, casi seguramente habría sido hecho uno de los berdache. La homosexualidad igualitaria  y la transgenérica son similares porque contienen algunas personas similares.

La homosexualidad transgenérica es rara en la cultura occidental, pero esto no es porque pocos hombres tengan el potencial de ser homosexuales transgenéricos en las circunstancias adecuadas. Mi investigación, que demuestra un alto grado de femineidad en los hombres gay, sugiere más bien que muchos hombres hubieran sido candidadatos a la homosexualidad transgenérica en culturas donde ésta era el tipo principal de homosexualidad.

La diferencia principal entre las homosexualidades transgenérica e igualitaria es que en la homosexualidad transgenérica solamente uno de los miembros de la pareja es verdaderamente gay. El miembro de la pareja don el rol femenino es gay porque “ella” desea hombres. Más todavía: “ella” desea hombres masculinos. ¿Y qué pasa con estos hombres masculinos? Aunque en algún sentido están envueltos en comportamiento homosexual, porque están teniendo sexo con alguien que nació hombre, no ven a la pareja transgenérica como hombre. Algunos “la” ven como una mujer, otros como un miembro de un tercer género, ni varón ni mujer. Los miembros masculinos de la pareja prefieren o bien a mujeres o bien a hombres que imitan mujeres.

Contrastantemente, ambos miembros de la relación gay igualitaria son gays. Ambos desean hombres masculinos. Ninguno de los miembros de la pareja en este tipo de relación estaría entusiasmado con tener una pareja varón que fingiese ser una mujer. Incluso si uno de los miembros disfrutase en realidad tomando el rol femenino (tomando un nombre de mujer, poniéndose un vestido, fingiendo ser una mujer: básicamente, transformándose en una drag queen full time), se abstendría de hacerlo para hacer feliz a su pareja. Si un hombre gay desea atraer a hombres heterosexuales, debería imitar a una mujer. Si quiere atraer a hombres gay, debería permanecer siendo hombre.

Creo que es probable que muchos de los hombres de la calle Halsted podrían haber sido miembros de los berdache o de los hijras. En realidad algunos podrían haber sido más felices si hubieran nacido en una sociedad en la que el papel transgenérico fuera más común. Si Danny Ryan hubiera nacido en una sociedad así, no habría tenido que descartar o esconder su femineidad. Hubiera sido una parte necesaria de su rol. Algunas culturas con una tradición prominente de homosexualidad transgenérica incluso ayudan a los niños femeninos a entrar en el papel transgenérico. Pero en el Occidente contemporáneo, esto no ocurre. Aquí Danny debe aprender a actuar más como un muchacho, y debe volverse un hombre.

A pesar de estas presiones, unos pocos varones resisten. Son reacios a dejar de lado su ambición de transformarse en mujeres, y deciden continuar en pos de su sueño. El resto de este libro trata de ellos.