Harris 2002 Celos Emocionales y Románticos en adultos homosexuales y heterosexuales

Psychological Science, VOL 13. Nro. 1, Enero 2002

Artículo de Investigación

CELOS SEXUALES Y ROMÁNTICOS EN ADULTOS HETEROSEXUALES Y HOMOSEXUALES

Christine R. Harris

Universidad de California en San Diego

Correspondencia a Christine R. Harris, Department of Psychology, University of California, San Dlego 9500 Gilman Dr. La Jolla. CA e-mail charris@psy.ucsd.edu.

Resumen

Varios teóricos han aseverado que los hombres innatamente se molestan más ante la infidelidad de una pareja y que las mujeres se perturban más por la infidelidad emocional de una pareja porque los sexos enfrentaron diferentes problemas adaptativos (para los hombres, ser cornudos; para las mujeres, perder los recursos de una pareja). El trabajo aquí presentado examinó esta teoría de los celos como un módulo específico innato en 196 hombres y mujeres adultos de orientaciones homosexual y heterosexual. Como en un trabajo previo, las respuestas de los heterosexuales a una pregunta de respuesta forzada sobre la infidelidad hipotética arrojaron una diferencia de géneros. Sin embargo, no se encontraron diferencias de género cuando los participantes recordaban experiencias personales con la infidelidad real y concreta de una pareja. Hombres y mujeres, sin que importara la orientación sexual, en promedio se concentraron más en la infidelidad emocional de una pareja que en la infidelidad sexual de una pareja. Las respuestas ante la infidelidad hipotética no estuvieron correlacionadas con las reacciones ante la infidelidad real y concreta. Este descubrimiento pone en duda la validez de las mediciones hipotéticas usadas en la investigación anterior.

 

Varios sicólogos evolucionarios (Huss, 1995: Daly, Wilson. & Weghorst. 1981: Symons. 1979) han teorizado que los hombres deberían ser más perturbados por la infidelidad sexual de una pareja  y las mujeres perturbarse más por la infidelidad emocional de una pareja, porque los sexos enfrentaron diferentes amenazas a su aptitud inclusiva en su historia ancestral. Como la fertilización se produce internamente dentro de la hembra, un hombre ancestral nunca podía saber de seguro si un hijo o hija era de él. La infidelidad sexual de una pareja podía conducir a que el hombre gastara recursos en niños no emparentados genéticamente, con lo que disminuiría su aptitud inclusiva. Por lo tanto, se ha formulado la hipótesis de que los hombres desarrollaron un mecanismo específico innato que responden a la amenaza de infidelidad con celos intensos y por tanto impide el ser cornudo. Una mujer ancestral no enfrentaba la amenaza de ser cornuda porque siempre sabía que el niño era suyo propio y por lo tanto no estaba bajo presión selectiva para formar un módulo de celos sexuales. En lugar de ello, se enfrentaba a una amenaza diferente: su hombre podría gastar sus recursos en los hijos de otra mujer. Por lo tanto, de acuerdo con esta teoría, las mujeres desarrollaron un mecanismo sicológico innato que responde específicamente a la infidelidad emocional de una pareja (bajo la presunción de que un hombre que está enamorado de una mujer tiene probabilidad de gastar recursos en ella).

A este análisis de las diferencias de género en celos se hace alusión frecuentemente como la visión evolucionaria de los celos. Sin embargo, esta frase induce a error. Lo que está en realidad en cuestión no es la evolución, sino si la selección natural moldeó diferentes mecanismos específicos de celos en hombres y mujeres. La selección natural pudo haberlo hecho, pero también pudo haber moldeado mecanismos más o menos sexualmente dimórficos (i.e. véase Eagly & Wood, 1.999: Harris & Pashler. 1995: y Miller& Fishkin: 1997). Por lo tanto, un nombre más preciso para esta hipótesis sería   “celos como módulo innato específico” (J·SIM: Harris, 2000).

INVESTIGACIÓN PREVIA DE DIFERENCIAS DE GÉNERO EN CELOS

La evidencia citada para dar apoyo a las diferencias de género en celos viene primordialmente de estudios en los que estudiantes universitarios imaginan la infidelidad hipotética de una pareja. A los participantes se les pide que imaginen una relación romántica y que elijan cuál de las siguientes posibilidades sería más perturbadora: imaginara a su pareja teniendo relación sexual penetrativa con otra persona o enamorándose de otra persona. En los Estados Unidos, se han encontrado diferencias de género consistentes con este formato de elección forzosa (e.g. Buss. Larsen. Westen. & Semmelroth. 1992: De Steno & Salovey. 1996a.: Harris & Chrissenfeld. 1996a.). A través de estos estudios la mayoría de las mujeres predicen que la infidelidad emocional sería más perturbadora que la infidelidad sexual.  Los hombres tienden a dividirse más parejamente en sus respuestas: el 40% predice, contra el 60%, que la infidelidad sexual sería peor que la infidelidad emocional. Las respuestas a la pregunta de elección forzosa también han revelado diferencias de género en algunos países europeos y asiáticos (Buunk. Angleitner, Oubaid. & Buss, 1996: Geary. Rumsey, Bow·Thomas. & Hoard. 1995). Hasta la fecha, se han publicado al menos 10 estudios que emplean este método de elección forzosa.

Los artículos de revistas, los libros de texto de sicología (e.g. Atkinson. Atkinson. Smith. Bem & Nolan-Hoeksema. 2000), y libros para el público general (e.g. Pinker, 1997: Wright, 1994) han presentado frecuentemente estos resultados de diferencias de género en reacciones ante la infidelidad y muestran que el apoyo para la hipótesis J-S1M está bien establecido. Sin embargo, la evidencia para la presunta diferencia de género es debatible.  Primero, varios estudios que han empleado mediciones distintas de la pregunta de elección forzosa no han podido encontrar evidencia a favor de la J·SIM entre alumnos universitarios ni tampoco han revelado contraevidencia (DeSteno & Salovey, 1996a: Harris. 200lb: Hupka & Bank. 1996). Por ejemplo, un estudio (Harris. 2000b) encontró que tanto las mujeres como los hombres consideraban que una hipotética noche única de encuentro sexual de su pareja con otra persona era más perturbadora que su equivalente emocional.

Segundo, incluso la más robusta evidencia en favor de diferencias de género en celos por infidelidad (respuestas a preguntas

Hipotéticas de elección forzosa) no da apoyo inequívoco a J-SIM.  A través de los estudios, la mayoría de las mujeres encuestadas predijeron que la infidelidad emocional sería peor que la infidelidad sexual. Sin embargo, contrariamente a J-SIM. La mayoría de los hombres también habían predicho que la infidelidad emocional sería peor. Por ejemplo, más del 70% de los hombres de China, Alemania y Holanda informaron al menos en una pregunta que la infidelidad emocional sería más perturbadora que la infidelidad sexual (véase De Steno & Salovey, 1996b. and Harris & Chrissenfeld, 1996b, para mayor discusión).

Tercero, en contraste con un estudio sicofisiológico ampliamente citado de Buss et al. (1992),[1] dos estudios recientes no pudieron encontrar evidencia de que los dos géneros difieren en la cantidad relativa de reactividad fisiológica liberada al imaginar las dos formas de infidelidad (Grice & Seely. 2000: Hams. 2000). Por ejemplo, de modo contrario a las predicciones de J-SIM, as mujeres con experiencia en relaciones sexuales mostraron patrones de reactividad fisiológica similares a los de los hombres (Harris. 2000).

Finalmente, aunque Daly el al. (1982) describieron evidencia ostensiblemente convincente en favor de J-SIM, sosteniendo que los hombres sienten que los celos sexuales los motivan a cometer asesinato y abuso conyugal mucho más a menudo que las mujeres, una reciente reseña de la literatura (Harris. 2000a) sugiere que en el mejor de los casos los datos de abuso y homicidio conyugal son equívocos, porque los hombres cometen más crímenes violentos de todo tipo. Como máximo estos datos simplemente demuestran que los celos sexuales son muy prevalecientes. Como no están consideradas las tasas base de violencia, los datos no pueden indicar si los celos sexuales motivan desproporcionadamente la violencia en hombres,   relación con las mujeres. Además, Mullen y Manin (1994) descubrieron que, en contraste con las predicciones de J-SIM, los hombres y mujeres de Nueva Zelandia “tenían igual probabilidad de informar que habían sido atacados por una pareja celosa” (p. 38).[2] Otros dos estudios descubrieron que más mujeres que varones predecían que la infidelidad sexual de una pareja los conduciría a agredir al rival o a la pareja (de Weenh & Kalrna. 1993: Paul & Galloway, 1994). En suma, a pesar de las afirmaciones en contrario, los datos ofrecidos en apoyo de J-SIM están lejos de ser bien claros y distinguibles.

La investigación anterior sobre diferencias de género en celos ha estado limitada en la mayoría de los aspectos importantes. Primero, la mayor parte del trabajo ha sido conducido por alumnos universitarios, la vasta mayoría de los cuales están por debajo de los veinte o en los primeros de su veintena.  Es difícil saber si informes de individuos con más experiencia de vida producirían resultados similares. Segundo, casi todos los estudios existentes se han apoyado en respuestas de personas que imaginan infidelidades hipotéticas. Los investigadores han asumido que los juicios hipotéticos son indicadores válidos de la a respuesta real y concreta a la infidelidad. Ningún trabajo publicado ha examinado tanto las respuestas a la pregunta de elección forzosa sobre infidelidad hipotética y las respuestas ante la infidelidad real y concreta. Unos pocos estudios incluyeron participantes algo mayores de los primeros años de la veintena (Bailey. Gaulin. Agyei. & Gladue. 1994a). pero no exploraron si sus participantes habían experimentado la infidelidad y, si les había acontecido, cómo habían reaccionado ante ella. Por lo tanto, se desconoce si los resultados previos, sobre los cuales se han basado la mayor parte de las teorías, son reflejos válidos delo que los hombres y las mujeres sienten cuando se ven realmente confrontados con la infidelidad sexual y la infidelidad emocional. La tercera limitación de la literatura existente es que la mayoría de los datos han sido recolectados de individuos heterosexuales. No se sabe cómo estos resultados podrían generalizarse a personas con orientación homosexual, particularmente a aquellos que han tenido experiencias reales y concretas de infidelidad. La información sobre estos grupos no solamente es valiosa por sí misma sino que puede proveer claves sobre el origen de las diferencias de género en los celos sexuales.

HOMOSEXUALIDAD Y PROBLEMAS TEORICOS RELATIVOS A LOS CELOS

Algunos  prominentes sicólogos evolucionarios, particularmente Symons (1979) han argumentado que aunque los homosexuales difieren de los heterosexuales en su elección de objeto sexual, en otros aspectos sus inclinaciones sexuales en generales son un paralelo de las de los heterosexuales de su propio sexo. Por lo tanto, de acuerdo con Symons (1979), el estudio de las relaciones homosexuales puede informarnos sobre la naturaleza de las diferencias de género:

No hay razón para suponer que los  homosexuales difieren sistemáticamente de los heterosexuales de ningún que no sea su elección de objeto sexual…. la sexualidad del varón y la de la mujer son fundamentalmente diferentes y … las relaciones sexuales entre hombres y mujeres deben encontrar un punto medio entre estas diferencias: si es así, las vidas sexuales de los hombres y mujeres homosexuales (que no necesitan encontrar sexualmente el punto medio con miembros del sexo opuesto) deberían proveer una comprensión espectacular de la sexualidad del varón y la sexualidad de la mujer en sus estados no diluidos. Los homosexuales son la prueba de fuego de las hipótesis de las diferencias entre sexos en sexualidad (p. 292)

Symons continuaba sugiriendo que los celos sexuales son una razón primordial para que los hombres homosexuales presuntamente no tuvieran éxito en mantener relaciones sexuales comprometidas y de largo plazo. Razonaba que todos los hombres, sin que importase la orientación sexual, están innatamente dispuestos a desear variedad sexual. La diferencia entre los hombres héteros y los hombres gays es que estos últimos pueden encontrar más fácilmente parejas deseosas de sexo casual y por lo tanto satisfacer este deseo innato de variedad sexual. Sin embargo, de acuerdo con Sy­mons, los hombres gays, como los hombres héteros, también están preequipados para ser sexualmente celosos de sus parejas. La combinación innata de deseo de variedad sexual y tendencia a los celos sexuales da como resultado relaciones inestables. En esta perspectiva, los hombres gays, como los héteros, deberían estar más perturbados por la infidelidad sexual que por la infidelidad emocional y las lesbianas, como las mujeres heterosexuales, deberían sentirse más preocupadas por la infidelidad  emocional que por la infidelidad sexual.

Solamente tres estudios han comparado las reacciones ante la infidelidad entre individuos con orientaciones homosexuales versus orientaciones heterosexuales (Bailey et al 1994; Bringle, 1995; Hawkins. 1990). Estos estudios dejan sin respuesta algunas preguntas importantes. Por ejemplo, Bailey el al. no se concentró primordialmente en los celos y la infidelidad, y ni Bringle ni Hawkins incluyeron mujeres en sus estudios. Además, ninguno de estos investigadores específicamente inquirió sobre las experiencias reales y concretas de los participantes con la infidelidad. Bailey el al empleó la pregunta hipotética de elección forzosa usada en la investigación previa y encontró que, contrariamente a la hipótesis J-SIM, la mayoría de los hombres gays y las lesbianas predecían que la infidelidad emocional sería peor que la infidelidad sexual. Sin embargo se podría argumentar que las indagaciones sobre situaciones hipotéticas no proveen una prueba justa de la hipótesis de  Symons (1979). Quizás los informes concernientes a la infidelidad real y concreta revelarían que los hombres verdaderamente se concentran en la infidelidad sexual de una pareja

Sin embargo las diferencias de celos entre homosexuales y heterosexuales no necesariamente surgen directamente de  posibles diferencias sicobiológicas subyacentes entre homosexuales y  heterosexuales. En lugar de ello, podrían reflejar cuasi-racionales ante las conductas de parejas potenciales y reales, así como actitudes diferentes sobre lo que es aceptable en las relaciones. Como los heterosexuales, la mayoría de los varones gays y las lesbianas informan que tener una pareja permanente de convivencia es importante para ellos (Bell & Weinberg. 1978), y valoran el afecto como uno de los rasgos más importantes de una pareja. Sin embargo, alguna investigación sugiere que homosexuales y heterosexuales difieren en la importancia que asignan a la exclusividad sexual. Usando muestras emparejadas, Peplau y Cochran (1980, citados en Peplau & Cochran. 1983) pidieron a heterosexuales y homosexuales que evaluaran la importancia de diversos aspectos de la relación romántica. Aunque se encontraron pocas diferencias grupales, sí emergió una diferencia que asombra: la exclusividad sexual era mucho más importante para los hombres y mujeres heterosexuales que para los varones gays y las lesbianas. Esta diferencia se apoya en predicciones referentes a los celos. Los teóricos que adoptan una perspectiva sociocognitiva sugieren que las personas son proclives a los celos en dominios que son especialmente importantes para ellos y que los celos surgen particularmente en respuesta a amenazas contra las recompensas de la relación o el autoconcepto (Salovey & Rodin. 1984; Salovey & Rothman, 1991; White & Mullen, 1989). Por lo tanto, los individuos homosexuales pueden anticipar que se sentirán menos perturbados por la infidelidad sexual que los individuos heterosexuales porque es menos relevante para sus autoconcepto o porque no presenta los mismos tipos de implicaciones amenazantes para sus relaciones primordiales.

La investigación aquí presentada fue un intento de sobreponerse a las limitaciones de la investigación anterior examinando las respuestas a infidelidad imaginada y real en adultos homosexuales y heterosexuales de edades variadas. Los resultados debieron ser muy informativos en relación con la teoría J·SIM, que predice que hombres y mujeres deberían diferir en sus reacciones ante diferentes formas de infidelidad, sin tomar en cuenta la orientación sexual.

METHOD

Partlcipants and Procedure

Participants were recruited in southern California through newspapers, weekly periodicals and flyers. In addition questionnaires were handed out in public places (e.g. parks and beaches). Homosexual individuals were also recruited from the San Diego Lesbian and Gay Men Community Center, as well as from various other organizations. Participants were mailed or given an anonymous questionnaire with a preaddressed return envelope so that they would fill out the questionnaire in the pnvacy of their own homes. The Iack of face-to-face contact with researchers helped ensure that panicipants would feel comfortable answering the personal questions honestly.

­A total of 210 individuals participated. Sexual orientation was determined by participants’ own categorical classifications. Ten women and 4 men reported having a bisexual orientation and were excluded from all analyses. The remaining sample consisted of 48 homosexual women, 50 homosexual men, 49 heterosexual women and 49 hetero­sexual men. The groups did not significantly vary in age, with means of 36.9 years (SD = 11.1). 36.7 years (SD = 13.1),36.4 years (SD = 10.5). and 38.5 year; (SD = 13.5). respectively.

Measures

Hypothetical reactions to infidelity

Participants were asked Ihe following (taken from Buss et al, 1992):

Please think of a serious romantic relationship vou´ve had in the past, currently have or would like to have. Imagine that you discover that your romantic partner has become interested in someone else. What would upset you more? (a) Imagining your partner trying different sexual positions with other person (b) Imagining your partner falling in love with another person.

Experience with infidelity

­Participants were asked: “Have you had any experiences in which someone you were romantically involved with cheated on· you?'” If they answered ··yes· they were instructed to recall the most recent experience of this sort and to answer the following questions using a 5-point scale (1 = not at all; 5 = completely): ·”To whal degree did you focus on the emotional aspects of your partner’s infidelity”‘ and ” to what degree did you focus on the sexual aspects of your partner’s infidelily?” In addition, the heterosexual participants were asked, “Did your relationship with your partner end over this infidelity?” and “If yes, who ended it?”

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Infidelidad hipotética

Los resultados de la pregunta de infidelidad de respuesta forzosa son desplegados en la Figura 1. En línea con trabajos anteriores, los hombres heterosexuales tenían más probabilidad que las mujeres heterosexuales de elegir la infidelidad sexual como más perturbadora que la infidelidad emocional, X’ ( 1. N = 94) = 3.6, p < .06. Un examen de las respuestas por orientación sexual reveló que un porcentaje mayor de la muestra homosexual predecían que la infidelidad sexual sería peor que la infidelidad emocional, x:(1. N= 187) = 3.70, p = .05.

Dos resultados de la indagación hipotética son consistentes con el modelo J-SIM: (a) virtualmente todas las lesbianas predijeron que la infidelidad emocional sería peor que la infidelidad sexual, y (b) más hombres heterosexuales que mujeres heterosexuales predijeron que la traición sexual sería la forma más perturbadora de infidelidad.

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Fig. 1. Porcentaje de participantes que predijeron mayor angustia ante una infidelidad sexual que una infidelidad emocional, en la pregunta hipotética de respuesta forzada.

Sin embargo, los datos hipotéticos son inconsistentes con el J-SIM de varios modos. Primero, a pesar de la diferencia de género de los heterosexuales en cuanto a respuestas a la cuestión hipotética, la mayoría de los varones heterosexuales (74%) eligió la infidelidad emocional como más perturbadora que la infidelidad sexual. Esto es acorde con muchos de los resultados de la literatura, aunque no todos (Buunk el al 1996: Geary el al., 1995). Segundo, cuando se los obligaba a elegir, los hombres gay abrumadoramente decían que la infidelidad emocional sería más perturbadora que la infidelidad sexual. De este modo, los datos de ninguno de los dos grupos de varones dan apoyo a las afirmaciones de los proponentes del J-SIM sobre que el módulo de celos sexuales es ubicuo y poderoso. Finalmente, la orientación sexual era casi tan buena como el género en la predicción de respuestas hipotéticas. Esto es, más individuos heterosexuales que homosexuales elegían la infidelidad sexual como algo peor que la infidelidad emocional. Si la explicación J-SlM es correcta, no resulta claro por qué la orientación sexual afectaría las respuestas de este modo.

A primera vista, el descubrimiento de que pocos hombres y mujeres homosexuales habrían predicho mayor perturbación ante la infidelidad emocional que ante la infidelidad sexual podría parecer razonable desde una perspectiva J-SIM porque, como mujeres heterosexuales, ninguno de estos grupos enfrenta el  problema adaptativo de ser cornudos. Esta explicación asume que las personas están conscientemente intentando razonar qué aumentará o disminuirá su aptitud inclusiva y se perturban de acuerdo con ello. Sin embargo, una tal visión está (muy  razonablemente) desautorizada por la mayoría de los sicólogos evolucionarios contemporáneos (e.g .Daly & Wilson, 1983).[3] Por ejemplo, si la gente estuviese conscientemente intentando aumentar su aptitud inclusiva, entonces el uso de control natal sería raro. En lugar de ello, los sicólogos evolucionarios argumentan que la selección natural ha moldeado diferentemente las respuestas emocionales de los hombres y mujeres ante las dos formas de infidelidad. Estas emociones fueron seleccionadas favorablemente porque producían conductas que, en promedio, tendían a aumentar la aptitud inclusiva en el ambiente ancestral

Experiencia Real de Infidelidad

 

Aproximadamente el 70% de los participantes informaron haber experimentado el ser engañados por una pareja (79.2% de las mujeres homosexuales, 75.5% de los hombres ho­mosexuales, 65.3% de las mujeres heterosexuales, 58.3% de los hombres heterosexuales). Ejecutamos un análisis mixto de 2 (aspecto de infidelidad) x 2 (orientación) x 2 (género) de variación para determinar si el grado de concentración que informaban los participantes difería entre grupos. Hubo un efecto significativo de aspecto de infidelidad, F (1. 128) = 8.50. p < .01. Todos los grupos en promedio informaron concentrarse más en el aspecto emocional que en el aspecto sexual de la infidelidad (véase Fig. 2). Este efecto principal no interactuaba con el género ni con la orientación sexual (Fs < 0.04). Esto es, cuando se les pedía que recordaran experiencias reales, a diferencia de imaginar guiones hipotéticos, hombres y mujeres no mostraban diferencia en el grado en que estaban perturbados por la infidelidad emocional versus la infidelidad sexual. El hecho de que la infidelidad emocional fuera más perturbadora para ambos géneros pone en seria duda la validez de la hipótesis de que hombres y mujeres tienen mecanismos sexualmente dimórficos para responder a diferentes formas de infidelidad.

Los datos adicionales de los participantes heterosexuales también son inconsistentes con la idea de que los dos géneros tienen mecanismos de celos sexualmente dimórficos. Cantidades similares de mujeres (58%) y hombres (57%) informaban que su relación terminó por causa de la aventura amorosa de su pareja. Sin embargo, hubo una significativa diferencia de género en quién puso fin a la relación: 94% de las mujeres dijeron que fueron ellas quienes la dieron por terminada, pero solamente el 43% de los hombres dijeron que habían sido ellos, X'(1. N = 32) = 1 1.2. p < .01 Teóricos como Daly y Wilson (1993) han descrito gráficamente la rabia que según se dice es una reacción universal del varón ante la  ante la infidelidad sexual, lo que sugiere que las mujeres carecen de tales reacciones. Esta explicación parece inconsistente con el descubrimiento de que tantos hombres estaban deseosos de continuar una relación con una pareja infiel.

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Fig. 2 Reacciones a la infidelidad real de una pareja: Grado Medio (1= para nada 5 = completamente) al cual los participantes informaron concentrarse en los aspectos sexuales y emocionales de la infidelidad. Las barras de error representan errores estándar

El análisis final usó una correlación biserial de puntos para examinar la relación entre las respuestas a la infidelidad hipotética y la real (se obtuvo puntaje de diferencia para la infidelidad real restando el grado de concentración en los aspectos sexuales del grado de concentración en los aspectos emocionales). No se reveló insinuación de correlación, r (126)= .X.3. n.s, sugiriendo que las respuestas

al guión de infidelidad hipotética tienen poco que ver con las reacciones de los la idea participantes ante la infidelidad real de una pareja. Las personas que eligieron la infidelidad sexual como peor en la pregunta de elección forzada no eran meramente indiferentes en su concentración relativa en los dos aspectos de la  verdadera aventura amorosa de una pareja. Este grupo, como la muestra en su conjunto, informó concentrarse en un grado mayor en los aspectos emocionales que en los aspectos sexuales de la infidelidad de sus parejas (diferencia media en concentración relativa fue .39). Esto sugiere que incluso si no se hubiera usado un formato de elección forzosa para estudiar las reacciones a la infidelidad real, los resultados hubieran sido inconsistentes con las respuestas a la pregunta hipotética[4].

Aunque las instrucciones para el guión hipotético incluían la opción de la en una relación pasada, aparentemente los participantes no extrajeron conocimiento de sus experiencias con la infidelidad real de una pareja cuando respondían al guión hipotético. En general, puede ser que cuando las personas leían una pregunta hipotética sobre infidelidad no gastaban mucho tiempo en intentar verdaderamente recuperar el recuerdo de una relación real o en pensar en experiencias pasadas con la infidelidad. Una pregunta hipotética de elección forzosa puede desatar varias actitudes y creencias que tienen poco que ver con las reacciones emocionales verdaderas de la gente cuando son confrontadas con la infidelidad real. En el estudio aquí presentado, la pregunta de infidelidad hipotética precedía a las preguntas de infidelidad real.[5] Se podrían haber esperado características de demanda que hubieran conducido a los participantes a hacer consistentes con sus respuestas a la pregunta hipotética hecha minutos antes con sus informes relativos a la infidelidad real y concreta. Evidentemente esto no ocurrió. Por supuesto, las respuestas a las preguntas hipotéticas pueden ser más maleables que las respuestas a las experiencias reales: quizás si el orden de presentación hubiera sido revertido, entonces las personas habrían hecho que su respuesta a la pregunta hipotética fuera más consistente con sus respuestas a las preguntas sobre infidelidad real. Sin embargo, presentar la pregunta hipotética primero está acorde con la investigación anterior en esta área, que solamente había examinado respuestas a preguntas hipotéticas con personas que o bien no habían tenido experiencias con la infidelidad de una pareja o a las que no se les había pedido específicamente que pensaran en sus experiencias con la infidelidad real. Estos resultados arrojan dudas sobre la validez de la medición hipotética que se ha estado usando en la mayoría de la investigación previa.

Debe reconocerse que, como en la mayoría de la investigación, esta muestra no fue seleccionada al azar de la población general, y por lo tanto su generalizabilidad es limitada. Sin embargo, varios aspectos de mi estudio sugieren que sus resultados son probablemente más generalizables que los resultados típicos de estudiantes universitarios  Los participantes fueron extraídos de una amplia gama etaria. Fueron reclutados a través de varios medios y en diversas locaciones y tenían experiencia sustancial en relaciones sexuales. Durante el ­reclutamiento los participantes no sabían que el foco principal del estudio eran las reacciones ante la infidelidad. Aunque no hay sustituto para la elección azarosa de participantes (una imposibilidad práctica), estos aspectos del estudio deberían al menos haber reducido su validez externa. Este trabajo también se recostaba en las memorias de las personas relativas a las experiencias con infidelidad. Aunque no se puede descartar el sesgo de memoria, la recordación de sucesos reales parece preferible a mediciones de eventos puramente hipotéticos. No obstante estas limitaciones, las conclusiones aquí presentadas están también apoyadas por varios de los resultados discutidos en introducción.

El modelo J-SIM hace fuertes predicciones sobre las reacciones emocionales de varones y mujeres, y su atractivo se apoya en su intento de descubrir el mecanismo sexual innato de cualquier diferencia de género que exista en celos. Infortunadamente, la evidencia que se va acumulando constantemente sugiere que tanto hombres como mujeres son perturbados tanto por la infidelidad sexual como por la infidelidad emocional, minando seriamente el modelo J-SIM. Si los celos emocionales fueron seleccionados para ayudar a las mujeres a prevenir la pérdida de los recursos de una pareja, ¿entonces cómo llegó este mecanismo a los hombres? Además, si los hombres tienen un mecanismo de celos sexuales y las mujeres no, ¿entonces por qué esta diferencia no fue evidente en los adultos que participaron en el estudio aquí presentado?. En suma, cuanto más uno se aleja de formular a estudiantes universitarios la pregunta de elección forzosa sobre la infidelidad hipotética y más se acerca uno al estudio de la verdadera infidelidad en adultos, menos apoyo se encuentra para la hipótesis J-SIM.

Dado que los celos son el tercer o cuarto motive líder en homicidio y abuso conyugal, es claramente una emoción digna de ser investigada. Sin embargo, el modelo J-SIM crea lo que ahora aparecer como una falsa dicotomía, al alegar que los hombres son celosos en lo sexual y las mujeres celosas en lo romántico. Otros abordajes parecen tener más probabilidad de ser fructíferos. Es claro que los individuos varían en su susceptibilidad a sentimientos de celos. Desde una perspectiva sociococognitiva, el grado de celos será determinado por las apreciaciones que la gente haga en cuanto a la seriedad de una amenaza. En esencia, la gente se hace a si misma preguntas sobre temas tales como la motivación de una pareja para tener una aventura amorosa y las implicaciones que la aventura amorosa tiene para ellos (e.g.. “¿Está ella hacienda esto porque yo no la satisfago sexualmente?” o “¿Esto significa que él ya no me ama?”) Las respuestas a estas preguntas probablemente tendrán un fuerte impacto en la respuesta emocional ante la infidelidad. La investigación futuro se beneficiará de la exploración de este tipo de apreciaciones más plenamente.

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Received 11/1/00; REVISION ACCEPTED 3/6/01

 


[1] Este trabajo asumió que la reactividad mayor era  indicativa de mayores celos: véase Harris (2000) para una discusión de interpretaciones alternativas.

[2] Cuando se les preguntó sobre sus propios celos, hombres y mujeres tampoco difirieron en su preocupación por la pérdida de la exclusividad sexual

[3] Como lo señaló un reseñador anónimo, J-SIM no niega que el razonamiento puede jugar un rol en la determinación de si está produciéndose la infidelidad (e.g. interpretando las marcas de lápiz labial),pero esto no debe ser igualado con el cálculo de la aptitud inclusiva

[4] Además, en un análisis que agrupaba a los participantes de acuerdo con su respuesta a la pregunta hipotética de elección forzosa, el porcentaje de personas que se concentraron más en los aspectos sexuales de la infidelidad real versus el porcentaje de quienes se concentraron más en los aspectos emocionales no difirió entre los dos grupos.

[5] Las respuestas al guión hipotético fueron analizadas separadamente para quienes no habían experimentado infidelidad de una pareja y quienes sí la habían experimentado. No emergieron diferencias significativas.