EXPOSICIÓN DEL PROFESOR RAFAEL FREDA, en la Mesa de Expertos sobre Diversidad Sexual del 4 de Diciembre del 2014 en el Décimo Quinto Congreso Internacional de SOGBA, Sociedad de Obstetricia y Ginecología de la Provincia de Buenos Aires.
Es un prejuicio habitual que la sexualidad y sus variantes son elecciones o construcciones sociales adquiridas consciente o inconscientemente. Hasta a los profesionales de la salud los sorprende la existencia de sustratos biológicos en homosexuales y transexuales, y en todos los grados intermedios de bisexualidad o subgrupos de identidad de género.
El hecho que permite esta explicación es que los genitales se forman en el primer tramo del embarazo y el cerebro en el último. El resultado habitual de esta formación es que genitales y cerebro concuerdan en cerca del 98% de los casos. Si en la gestación la hormonización ha estado entre límites máximos y mínimos que habitualmente dan como resultado un cerebro concordante con los genitales formados anteriormente, no hay consecuencias para la orientación sexual ni la identidad de género; la gran mayoría de esos procesos darán bebes y bebas que se desarrollarán como adultos heterosexuales: es decir, mujeres atraídas sexualmente por varones y varones atraídos sexualmente por mujeres.
El feto con gónadas de mujer tiene adrenales que producirán testosterona y sus metabolitos, fundamentalmente dihidrotestosterona, que formarán los sistemas reproductivos internos y externos. Si acaso los niveles de hormonización son muy altos y exceden los habituales en la gestación de mujeres, puede nacer una beba en adultez será lesbiana y sentirá la atracción sexual de las mujeres.
El feto con gónadas de varón suma a la acción de sus adrenales el funcionamiento a partir del tercer mes de sus propios testículos, lo que eleva enormemente los niveles máximo y mínimo de testosterona y dihidrotestosterona en la gestación de un sistema reproductivo interno y externo de varón. Si el cuerpo del bebé en gestación recibe esa testosterona y sus derivados, y suma a esa hormonización la producida por sus propios testículos, que entran en funcionamiento pleno a partir del tercer mes, esa hormonización será muy superior a la habitual en el cuerpo de una beba, y formará un bebé que con los años será un adulto que sentirá la atracción sexual de las mujeres. Pero si la hormonización intrauterina de testosterona y sus metabolitos tiene niveles por debajo de los habituales en fetos varones, el bebé que nazca tendrá altas posibilidades de sentir la atracción sexual de los varones en mayor o menor grado, lo que resultará en un homosexual o algún grado de bisexualidad.
Esta hormonización intrauterina influye en el desarrollo del cerebro, que muestra en algunas estructuras un dimorfismo entre heterosexualidad y homosexualidad. La hormonización intrauterina determina, específicamente en el INAH3 (tercer núcleo insterticial del hipotálamo anterior), la formación de estructuras anatómicas cerebrales detectables en adultos que son en los homosexuales varones similares en tamaño a las de las mujeres heterosexuales. Hay indicios de que existe un proceso inverso en las lesbianas, con formaciones del INAH3 similares a las de los varones heterosexuales, pero nunca hubo en las morgues suficientes cerebros de lesbianas disponibles para su estudio, como sí los hubo en la década de 1990 en San Francisco cuando llegó el pico de la epidemia de SIDA.
Con métodos de investigación nuevos, fundamentalmente diagnóstico por imágenes de resonancia magnética, en el Instituto del Cerebro de Amsterdam Dick Swaab pudo estudiar algo más de una treintena de cerebros de trans VaM y uno de MaV. Las personas trans son el caso extremo de formación de un cerebro de características sexuales contrarias a los genitales. En ellas Swaab y sus colegas encontraron un dimorfismo de identidad de género en una estructura en los lechos de la estría terminal que en las trans de VaM era similar a las de las mujeres biológicas, y que en los trans de MaV era similar a los varones biológicos.
El ambiente, la construcción sociocultural y las distintas historias de vida epigenéticas y sicológicas de cada individuo después edifican personalidades sobre estas bases biológicas, acentúan diferencias y procederes y se suavizan o se encrespan con la educación y la experiencia. Pero toda esa construcción sociocultural está hecha sobre las estructuras cerebrales creadas por la hormonización intrauterina, y ésta a su vez está asentada en una estructura genómica que actúa o bien haciendo posible la hormonización inhabitual o actúa por sí misma, pero que es bien detectable en la heredabilidad de la homosexualidad del varón y la recientemente confirmada aglomeración de marcadores referentes a la homosexualidad del varón en el sector q 28 del cromosoma X, y los picos de vinculación detectados en el cromosoma 8.
Existe sin duda en la conciencia de la humanidad un binario compuesto de percepciones de entidades platónicas correspondientes a varón y mujer, pero ese binario se apoya en la realidad de las gónadas que determinan quién fecunda y quién gesta. Esas gónadas dan origen a estructuras reproductivas que en la enorme mayoría de los casos son concordantes con el cerebro que se forma en los últimos meses de gestación y se aloja en el mismo cuerpo que cada tipo de gónadas: pero en los transexuales de mujer a varón, el cuerpo es propio de un varón pero su cerebro, o alguna región o parte decisiva en ese cerebro, manifiesta anhelo de ser varón; la transexual posee cuerpo de varón pero su cerebro o alguna región de él donde se aloja su identidad de género anhela y lucha por afirmarse como mujer.
No se conocen los mecanismos biológicos que determinan la elección de parejas, pero el cerebro posee una imagen de varón o mujer como objeto de deseo. Esto es la orientación sexual. También en alguna parte del cerebro el sujeto tiene una imagen de sí mismo como varón o mujer. Esto es la identidad de género. Lo que en anatomía cerebral el INAH3 es para la orientación sexual parece serlo la estría terminal para la identidad de género. La can tidad de neuronas en el lecho de la estría terminal de las trans de VaM es similar a las mujeres biológicas, y para los trans de MaV la cantidad es similar al varón biológico.
Una consecuencia de esta formación de la sexualidad es la necesidad de reasignación quirúrgica del sexo ambiguo. Los genitales pueden ser intervenidos como pene y vagina, pero no sabemos qué dirección ha tomado el cerebro del bebé. En algunos tipos de intersexualidad la tasa de fracasos es altísima: el 25% de los casos de PAIS (síndrome de insensibilidad androgénica parcial) reasignados quirúrgicamente fracasa, y en otros síndromes el porcentaje sube hasta el 60%. Excepto en los casos donde la casuística indica éxito, el equipo de salud no debe ceder a la presión de los padres y tratar de convencerlos de que esperen hasta que comportamiento del bebé indique qué dirección, si varón o mujer, tomaron las regiones cerebrales referentes a la sexualidad.