Peplau&Garnets 2000 Comprensión de las sex y OS de las mujeres, intr

Comprensión de las Sexualidades y Orientaciones sexuales de las Mujeres: Una introducción.

Journal of Social Issues, verano del 2000, por Linda D. Garnets [1], Letitia Anne Peplau [2], [3]

Los investigadores y teóricos que intentan hacer generalizaciones sobre la sexualidad y la orientación sexual tanto de hombres como de mujeres simultáneamente a menudo toman las experiencias del varón como norma y pasan por alto aspectos únicos y sin comparación de vida de las mujeres. El propósito de este número es concentrar la atención en la teoría e investigación científicas sobre aspectos de las sexualidades de la mujer, con énfasis especial en la orientación sexual. Se presenta un nuevo paradigma, que reconoce la gran diversidad de las experiencias eróticas de las mujeres y los muchos factores socioculturales que dan forma a la sexualidad y orientación sexual de las mujeres a lo largo de su tiempo de vida. Este artículo introductorio destaca los temas principales y provee un breve resumen de los artículos de este número. Se discuten cuatro tópicos centrales: (1) la compleja naturaleza de las sexualidades y orientaciones sexuales de las mujeres; (2) la importancia de los contextos históricos, sociales y culturales para entender adecuadamente las sexualidades de las mujeres; (3) el desarrollo de la orientación sexual en las mujeres; y (4) las implicaciones para investigación y políticas.

En los años recientes, los norteamericanos han centrado creciente atención en la sexualidad y la orientación sexual de las mujeres. Aunque muchos una vez consideraron que la heterosexualidad era el estado “natural” de las cosas, hay ahora controversia sobre los orígenes de la orientación sexual y sus implicaciones en relación con la tolerancia hacia las minorías sexuales. Las discusiones de los derechos civiles de lesbianas, hombres gays y otras minorías sexuales son habituales: temas tales como gays en las fuerzas armadas y beneficios de seguro par alas parejas domésticas son frecuentemente debatidos. Las discusiones públicas también han cuestionado el significado mismo de conceptos presumiblemente básicos como “sexo.” En 1998, cuando el Presidente de los EEUU, Bill Clinton, le dijo al público norteamericano que nunca había tenido relaciones sexuales con la que había sido pasante de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky, muchos dieron por supuesto que su relación había sido platónica. Después Clinton explicó que se habían involucrado en sexo oral, pero insistió en que esto no constituía “relaciones sexuales”. Un estudio reciente descubrió que el 59% de los alumnos universitarios, como Bill Clinton, no dirían que “habían tenido sexo” con alguien si su conducta más íntima hubiera sido sexo oral (Sanders & Reinisch, 1999).

Cada una de las instituciones sociales de envergadura en Estados Unidos, desde los militares hasta la religión organizada, ha enfrentado el desafío de volver a pensar creencias y políticas establecidas desde hace largo tiempo en relación con el comportamiento sexual y la orientación sexual. Acalorados debates sobre educación sexual en las escuelas ofrecen un ejemplo. ¿Deben los niños y niñas de escuela primaria aprender que hay familias no tradicionales con dos mamás? ¿Deben los adolescentes heterosexuales recibir educación detallada sobre sexualidad y anticoncepción, o es preferible un currículo minimalista que abogue por la abstinencia? ¿Deben las experiencias de los adolescentes lesbianas, gays y bisexuales ser incorporadas en los programas escolares, o simplemente hay que ignorarlas? Todos los norteamericanos están siendo tocados de un modo u otro por la creciente discusión pública sobre sexualidad y orientación sexual.

La aumentada visibilidad de lesbianas, hombres gays y bisexuales ha tenido consecuencias sociales mezcladas. Un resultado ha sido expandir la conciencia del público sobre una amplia gama de estilos de vida personales. Los estereotipos simplistas son puestos a prueba a medida que las personas contemplan retratos cada vez más realistas de personajes gays y lésbicos en shows de televisión y en películas, y a medida que individuos de las minorías sexuales son más abiertos con los amigos, compañeros de trabajo y vecinos sobre sus vidas. Esto puede conducir a algunos a poner en cuestión sus presunciones no examinadas sobre la heterosexualidad y su forma institucionalizada en el casamiento. Hay signos de tolerancia en aumento hacia los homosexuales, como se ve, por ejemplo, en las actitudes cambiantes sobre la discriminación en el empleo. A lo largo de los pasados 20 años, el porcentaje de norteamericanos que apoyan los derechos a igual empleo de los homosexuales ha aumentado del 56% en 1977 al 71% en 1989 y al 84% en 1998 (Berke, 1998, p. 3).

Al mismo tiempo, la creciente presencia pública de los homosexuales y otras minorías sexuales ha desafiado a la indisputada dominio del de la heterosexualidad y condujo a un poderoso golpe de retroceso. Un ejemplo es el provisto por el caso presentado ante la corte suprema del Estado de Hawaii para legalizar el casamiento del mismo sexo (Goldenberg, 1996). La corte decidió que el estado no había mostrado ninguna razón convincente de la prohibición existente para las uniones gays y lésbicas. En respuesta a esta victoria de los derechos gays y lésbicos, se montó una campaña en Hawaii y otros estados para poner en vigencia leyes que impidieran el reconocimiento de estas leyes. Además, en 1996 la Cámara de Diputados de los EEUU aprobó la “Ley de Defensa del Matrimonio [Marriage],” que definía el casamiento [marriage] para los programas federales como la unión legal  entre un hombre y una mujer. Esto también permitía a los estados el derecho de no reconocer los casamientos del mismo sexo celebrados en otros estados. Además, los votantes de Hawaii recientemente cambiaron la constitución del Estado para definir el casamiento como unión legal entre un hombre y una mujer, con lo que así se aseguró que los casamientos del mismo sexo no pudieran celebrarse en  Hawaii.

La mayor visibilidad de la gente gay también ha aumentado las expresiones públicas de animosidad. Para dar un ejemplo, una coalición de grupos religiosos recientemente colocaron avisos de página completa en diarios de gran circulación condenando la homosexualidad. Trent Lott, líder de la Mayoría Republicana del Congreso, públicamente asemejó la homosexualidad a la cleptomanía y el alcoholismo (Berke, 1998, p. 3). Por todo el país hay trabajando grupos para enmendar las constituciones estatales y así prohibir las leyes que protegen los derechos civiles de las personas gays. Los crímenes de odio, tales como el aborrecible asesinato del estudiante universitario Matthew Sheppard, continúan. Eventos como éstos hacen resaltar la persistencia de la hostilidad y discriminación contra las minorías sexuales.

¿Cómo puede la investigación científica contribuir a la comprensión que el público tenga claros estos temas? Los descubrimientos de la investigación han jugado un rol vital en los calos legales y en las políticas públicas. Para dar un ejemplo, la Asociación Sicológica Americana  (APA) ha influido en las políticas públicas al reseñar la evidencia científica sobre progenitores gays y lésbicos por casos legales concernientes a la custodia de niños. En un caso que involucra a una madre lesbiana (Bottoms v. Bottoms), la APA presentó un escrito de amicus curiae que sacaba la conclusión de que la presunción de que el progenitor en una relación abiertamente gay o lésbica es un custodio inepto no tiene base en la investigación de ciencias sociales. Aplicar una tal presunción excluye una evaluación plena del mejor interés del niño. La orientación sexual de un progenitor no debería, si hay ausencia de evidencia específica de daño al niño, ser considerada un factor que pesa en contra de dar la custodia a un tal progenitor. (Brief of amici curiae, 1994, p. 41)

Este y otros escritos de la APA se han basado en investigación que demuestra consistentemente que el ambiente de hogar provisto por progenitoras lesbianas tienen tanta probabilidad como el provisto por padres heterosexuales para promover el desarrollo sicosocial y el bienestar sicológico de los niños (e.g., Patterson & Redding, 1996). Específicamente, no se han encontrado diferencias sustanciales entre progenitoras lesbianas y sus contrapartidas heterosexuales en términos de capacidad de paternidad o abordaje de la crianza de niños. La investigación científica no encuentra diferencia en la identidad de género, el desarrollo de rol de género, las relaciones sociales o la salud mental de niños criados por progenitores homosexuales o heterosexuales. Estos resultados han contribuido a los esfuerzos de dar seguridad a los derechos legales de las personas lesbianas y gays en cuanto progenitores.

Más allá de la corte, los descubrimientos de la investigación pueden ayudar a reemplazar los estereotipos defectuosos con información precisa. En última instancia, las preguntas sobre las causas de la orientación sexual, las experiencias de vida de los individuos de las minorías sexuales, y las ligazones entre la orientación sexual y el bienestar sicológico no son asuntos de opinión, sino más bien tópicos de investigación científica. En otras palabras, hay ligazones esenciales entre los descubrimientos básicos de la investigación e importantes temas sociales del día.

Metas de Este Número

Este número se enfoca en la Sexualidad y la orientación sexual de las mujeres por dos importantes razones. Primero, hay una creciente evidencia científica de que la naturaleza y el desarrollo de la orientación sexual y la sexualidad pasan por lados diferentes para hombres y mujeres (e.g., Baumeister, 2000; Garnets & Kimmel, 1991). Cuando los teóricos intentan generalizar sobre los dos sexos simultáneamente, tienden a poner como norma la experiencia del varón y pueden delos aspectos únicos en su género de las sexualidades de las mujeres (Peplau, Garnets, Spalding, Conley, & Veniegas, 1998). Segundo, una comprensión  de la orientación sexual de las mujeres requiere un reconocimiento de la posición de las mujeres en la sociedad. La experiencia de mujeres y hombres son diferentes en parte a causa de las desigualdades en sus actitudes sociales y estatus económicos en cuanto a los roles y conductas “propias” de las mujeres (Hyde & Durik, 2000; McCormick, 1994). Moldeadas por el contexto cultural  étnico de las vidas de las mujeres.

Este número del  Journal presenta la investigación y teoría científica que documenta la complejidad y diversidad de la Sexualidad y orientación sexual de las mujeres. Aunque el público comúnmente categoriza a las mujeres como heterosexual, lesbiana o quizás bisexual, las mujeres vivieron experiencias que a menudo desafían estos esquemas netos de clasificación. Algunas mujeres se consideran a sí mismas heterosexuales pero reconocen Fuertes atracciones hacia otras mujeres. Muchas lesbianas de mediana edad han tenido relaciones sexuales con hombres en su juventud. Dos mujeres con historias personales similares pueden definir su sexualidad diferentemente. Para algunas mujeres, la sexualidad explícita no es particularmente importante; lo que cuenta es el eslabonamiento emocional con una pareja. En este número, usamos términos plurales tales como las “sexualidades” y “orientaciones sexuales” de las mujeres para señalar la importancia de abarcar la plena gama de los deseos y relaciones de las mujeres.

Los artículos de la Sección 1 de este número se concentran en la compleja naturaleza de las sexualidades y orientaciones sexuales de las mujeres. Esther Rothblum hace surgir preguntas básicas sobre los significados sociales actuales de términos que se dan por descontados, que son  “lesbiana,” “heterosexual,” “bisexual,” y “sexo,” y examina las implicaciones investigativas de los abordajes científicos para definir estos conceptos.  Paula Rust presenta la investigación sobre bisexualidad en las vidas de las mujeres. La reciente emergencia del “bisexual” como identidad personal y social agrega todavía más complejidad a los esfuerzos para  categorizar [pigeonhole] a las mujeres en categorías rígidas. La bisexualidad es un desafío a la presunción de que la heterosexualidad y la homosexualidad son mutuamente exclusivas y que el género es el criterio primario para elegir una pareja sexual.

Contextos Históricos y Sociales para entender las Sexualidades de las Mujeres

Una comprensión adecuada de las sexualidades de las mujeres requiere un examen de los contextos históricos, sociales y culturales que influyen en las experiencias de las mujeres. Para las mujeres norteamericanas, tres importantes perspectivas son los cambios históricos en el estatus económico y legal de las mujeres, la influencia de las creencias de los expertos en sexo sobre la sexualidad, y el impacto de los movimientos de derechos civiles feminista y gay/lésbico/bisexual.

Tendencias Históricas

Durante el siglo XX, las vidas sexuales de las mujeres occidentales fueron profundamente moldeadas por los cambios sociales que extendieron la ciudadanía plena a las mujeres y las proveyeron de mayor control personal en la toma de decisiones sobre la reproducción y el aborto. Aumentos espectaculares en la participación de las mujeres en la educación superior y en el empleo pago han permitido a las mujeres llevar vidas que son económica y socialmente independientes de los hombres. Para dar un ejemplo, el aumento en hogares encabezados por mujeres fue resultado, en parte, de la capacidad aumentada de las mujeres de mantenerse a sí mismas y a sus hijos sin un marido. La sexualidad de la mujer también ha sido afectada por los cambios en tecnología. La llegada de formas más confiables de control del nacimiento ha conducido a una mayor separación del sexo y la reproducción. Nuevas tecnologías reproductivas capacitan a las mujeres para que sean madres de modos no tradicionales tales como la utilización de un donante anónimo sin derechos progenitoriales legales.

La sexualidad crecientemente ha ido saliendo del dominio del comportamiento privado para volverse un componente importante de la identidad social de un individuo. Como lo han notado los historiadores John D’Emilio y Estelle Freedman (1988):

A lo largo de los últimos tres siglos y medio, el significado y lugar de la sexualidad en la vida norteamericano ha cambiado de un sistema sexual reproductivo y centrado en la familia, propio de la era colonial, a una sexualidad romántica, íntima, y sin embargo conflictuada, en el casamiento del siglo XIX, hasta una sexualidad comercializada en el período moderno, donde se espera que las relaciones sexuales provean identidad personal y felicidad individual, aparte de reproducción. (pp. xi–xii)

Como lo demuestran los artículos de este número, hoy en día hay importantes vínculos entre sexualidad e identidad social.

Las Opiniones de los Expertos en  Sexo

Las vidas de las mujeres también están influidas por las creencias de los expertos en sexo. En la sociedad occidental, la herencia de las actitudes victorianas fue considerar a las mujeres como seres sexualmente desinteresados. Como lo observó Sandra Bem (1993, p. 86), tanto la ciencia como la opinión popular del siglo XIX dieron por supuesto que las mujeres “carecían totalmente de motivación sexual hasta que y a menos que fuesen estimuladas por los hombres; una sexualidad autónoma de la mujer era inconcebible.” Se pensaba que el sexo “real” requería un pene. Como resultado, muchos consideraban que el sexo entre mujeres era imposible. En 1885, se aprobó en Inglaterra una ley que hacía crímenes de los actos homosexuales. La reina Victoria se rehusó a firmar esta ley hasta que se borrasen todas las Referencias a las mujeres, insistiendo en que la homosexualidad de la mujer no existía y que la ley “mancharía la honorable tradición del amor de las mujeres” (Butler, 1990, p. 62). Como lo ilustra esta anécdota, las creencias sobre la orientación sexual de las mujeres están intrínsecamente vinculadas a las creencias sobre la sexualidad de las mujeres.

La visión Victoriana de la Sexualidad de las mujeres coloreaba el pensamiento de los sexólogos de principios del siglo XX, tales como Richard von Krafft-Ebing (1908/1950) y Havelock Ellis (1897/1928). Estos teóricos razonaban que si las mujeres son inherentemente asexuales, entonces las mujeres que están sexualmente atraídas a otras mujeres no deben ser mujeres “reales”. A través de un defecto biológico, deben tener algún elemento masculino esencial. La categoría de “invertido sexual” fue creada para describir a estas lesbianas hombrunas [these mannish lesbians]. La teoría de la inversión de la orientación sexual promovió tres ideas que han influidos en las visiones de la Sexualidad de las mujeres a lo largo del siglo XX (Peplau, Spalding, Conley, & Veniegas, 1999). Una primera idea fue que las mujeres heterosexuales son femeninas y las lesbianas son masculinas. Una segunda idea fue que la heterosexualidad es normal y que la homosexualidad es una perversión o una condición patológica. Finalmente, las teorías de la inversión aseveraros que la orientación sexual está biológicamente determinada, y que la homosexualidad refleja una anormalidad biológica.

El siglo XX fue testigo de muchos cambios importantes en las creencias de los expertos sobre la sexualidad de la mujer. Sigmund Freud (1905/1938) se enfrentó a la idea de que la orientación sexual tiene base biológica, argumentando en cambio que tanto la herencia como el ambiente, particularmente las primeras experiencias de infancia en la familia, son factores significativos en el desarrollo de la orientación sexual. La ampliamente publicitadas investigaciones sexuales de Kinsey, Pomeroy, Martin y Gebbard (1953) y Masters y Johnson (1966) se enfrentaron a la idea de que las mujeres son asexuales; en lugar de ello, ofrecieron evidencia de la capacidad de excitación sexual de las mujeres, demostraron que la las relaciones sexuales penetrativas [sexual intercourse] son solamente una de las formas de sexualidad potencialmente satisfactorias para las mujeres, y comenzaron a documentar la diversidad de las experiencias sexuales de las mujeres. Gradualmente, teorizar sobre la sexualidad y la orientación sexual de las mujeres cambió de una confianza en las impresiones clínicas y los estudios de caso hacia el uso de métodos científicos más rigurosos.

En 1973, se produjo otro suceso que fue hito histórico. Como resultado de que la nueva investigación científica mostró que la orientación sexual no está inherentemente vinculada a la salud mental, esto, combinado con los esfuerzos de los activistas gays, hizo que la APA borrara la Homosexualidad per se de su lista de desórdenes mentales (Bayer, 1981). En 1975, El Concejo de Representantes de la APA [APA’s Council of Representatives] adoptó una resolución que afirmaba que la Homosexualidad per se no implicaba lesión o dificultad ninguna en el juicio, la estabilidad, la confiabilidad o las capacidades general sociales o vocacionales; además, la Asociación Sicológica Norteamericana urge a todos los profesionales a ponerse a la vanguardia del movimiento para borrar el estigma de enfermedad mental que por largo tiempo ha sido asociado con las orientaciones homosexuales. (Conger, 1975, p. 633)

En las dos últimas décadas, los profesionales cada vez más han llegado a considerar a la homosexualidad como una vaciante natural en el desarrollo y la expresión de las atracciones y compromiso eróticos. Esta perspectiva ha provisto la base de nuevos abordajes afirmativos de lo gay en la investigación y la práctica. Además, la APA ha diseminado la evidencia científica demostrando que la orientación sexual del mismo género no es patológica; ha trabajado para educar a los sicólogos, a otros profesionales y al público sobre la realidad de las vidas de gays y lesbianas, y ha participado en escritos de amicus curiae concernientes a los derechos legales de lesbianas y gays.

Movimientos Sociales

El feminismo ha sido caracterizado como “el primer movimiento político de la historia que se concentra en el deseo sensual… en el erotismo personal, tomados como cuestiones políticas” (Ehrenreich, Hess, & Jacobs, 1982, P. 88). Las feministas han destacado los modos en que los estándares convencionales de la sexualidad femenina mantienen sistemas de inequidad de género. Han subrayado las fuerzas sociales que dan forma a las vidas de las mujeres y se han enfrentado a las presunciones habituales sobre la “naturalidad” de los roles de género contemporáneos. Las eruditas feministas (e.g., Blumstein & Schwartz, 1990; McCormick, 1994) han demostrado modos en los que los estudios de la sexualidad de las mujeres se han mostrado sesgados por confiar en teorías y modelos basados en la sexualidad de los varones, y han argumentado en favor del valor de análisis derivados de las experiencias de las mujeres.

Además, las modernas feministas han sugerido que el afecto de las mujeres por otras mujeres debería ser conceptualizado como un amplio continuo. Adrienne Rich (1980) explicó que el “continuo lésbico”  incluye

Una gama…–a todo lo largo de toda la vida de cada mujer y a lo largo de la historia- de experiencia identificada con la mujer; no simplemente el hecho de que una mujer ha tenido o ha deseado conscientemente la experiencia genital con otra mujer. Si expandimos [el continuo] para abrazar muchas más formas de intensidad primaria entre mujeres y dentro del grupo de las mujeres [between and among women]…comenzamos a entender la amplitud de la historia y sicología de la mujer, que quedaba fuera de alcance como consecuencia de definiciones limitadas, en su mayoría clínicas, de  “lesbianismo.” (pp. 648-649)

Esta idea subraya lo que hay en común entre las mujeres sin tomar en cuenta su orientación sexual.

En 1969 se3 lanzó en los Estados Unidos un movimiento de derechos civiles gays y lésbicos que pisó los talones de los poderosos movimientos de derechos civiles y feminista. Este movimiento ha trabajado para asegurar algunos derechos legales mayores para lesbianas y hombres gays, incluyendo las políticas de no discriminación en el lugar de trabajo y en las fuerzas armadas y la paridad legal con los heterosexuales en el casamiento, la custodia, adopción y cuidado adoptivo de niños. Estos esfuerzos se fortalecieron en 1996 cuando la Corta Suprema de los Estados Unidos sentenció que los hombres gays y las lesbianas no podían ser señalados como objeto de discriminación  oficial simplemente a causa de la hostilidad o el prejuicio hacia su orientación sexual (Savage, 1996). Esta decisión histórica marcó la primera vez que la alta corte había tratado a los derechos gays como un tema de derechos civiles. En conjunto, este movimiento ha ayudado a identificar fuentes de prejuicio contras las minorías sexuales, trabajado para cambiar las instituciones sociales que mantienen la marginalidad de las lesbianas y los gays, y ha promovido una identidad colectiva entre lesbianas, gays y bisexuales como miembros de un grupo minoritario (véase D’Augelli & Garnets, 1995).

Además, los activistas y las eruditas han resaltado las asociaciones entre heterosexismo, sexismo y las actitudes hacia la Sexualidad de las mujeres. Para dar un ejemplo,  existe una correlación significativa entre dar aval y apoyo [endorsement] a los roles genéricos tradicionales y el prejuicio contra las lesbianas y los hombres gays (Kite & Whitley, 1996). Para quienes defienden los patrones tradicionales de femineidad y privilegio del varón, las lesbianas son vistas como personas que violan los roles adecuados de las mujeres y que desafían la estructura de poder patriarcal (Pellegrini, 1992). Desde este punto de vista, la independencia económica y social de las lesbianas en relación con los hombres es un desafío al tradicional estatus subordinado de las mujeres y rechaza la costumbre de definir la identidad social de una mujer tomando como base su relación con los hombres.

En la Sección II de este número, tres artículos hacen resaltar la importancia de los contextos sociales. La antropóloga Evelyn Blackwood reseñas la investigación que documenta gran diversidad transcultural en las relaciones sexuales y románticas entre mujeres. Su análisis ilustra cómo la formación de patrones en los deseos y relaciones del mismo sexo en las mujeres son moldeadas por las ideologías de género, los sistemas de parentesco y las distinciones de clase. Beverly Greene examina las experiencias únicas de las mujeres afroamericanas lesbianas y bisexuales. En un artículo final de esta sección,  Gregory Herek ataca otra influencia contextual: el difundido prejuicio contra las minorías sexuales en los Estados Unidos. Herek extrae una intensa reseña de investigación extensiva para determinar las actitudes de los heterosexuales hacia las lesbianas y los hombres gays y analizar cómo el género influye en el prejuicio sexual.

Desarrollo: El Rompecabezas de la Orientación Sexual

Hasta hace muy poco, la investigación y la teoría sobre el desarrollo de la orientación sexual se concentraban en la homosexualidad; la heterosexualidad era considerada algo normativo y que necesitaba poca explicación (Kitzinger, Wilkinson, & Perkins, 1992). Hoy es claro que un análisis adecuado de la orientación sexual debe explicar la gama total de patrones afectivos y eróticos. Los artículos de la Sección III de este número se centran en el desarrollo de la orientación sexual en mujeres. (Véase también Bohan, 1996.)

Las explicaciones biológicas de las causas de la Homosexualidad ganaron prominencia en el trabajo de sexólogos tempranos tales como Krafft-Ebing y Ellis. Actualmente, la investigación biológica se concentra en la influencia posible de las hormonas y la genética progenitorial en el desarrollo de la orientación sexual, A pesar del actual entusiasmo de los medios por las teorías biológicas sobre la conducta humana, la evidencia científica no ha podido hallar vínculos clares entre los factores biológicos y la orientación sexual de las mujeres. Esta investigación es reseñada en un artículo de Rosemary Veniegas y Terri Conley en este número. Las opiniones públicas muestran que el determinismo biológico y las implicaciones de políticas de la evidencia científica disponibles también deben ser considerados.

Una segunda respuesta favorita al enigma de la orientación sexual es que las experiencias tempranas en la familia son cruciales. Ésta fue la idea de Freud y de muchos teóricos sicoanalíticos que consideraron que el lesbianismo resultaba de una fijación o detención en el desarrollo sicosexual (Magee & Miller, 1997). Para las mujeres, la homosexualidad estaba ligada a la envida del pene y a las relaciones con los progenitores, tales como una madre dominante y un padre débil. La investigación empírica disponible provee muy poco apoyo para las predicciones sicoanalíticas (e.g., Bell, Weinberg, & Hammersmith, 1981). En lugar de ello, las experiencias familiares infantiles de las lesbianas parecen ser diversas.

Más recientemente, la visibilidad incrementada de progenitores lesbianas y gays ha hecho surgir una nueva pregunta. ¿Cómo influye la orientación sexual de los progenitores, si es que tiene alguna influencia, en la orientación sexual de sus hijos e hijas adultos? Ya sabemos que la mayoría de las lesbianas y los hombres gays tuvieron progenitores heterosexuales, de modo que la influencia de la orientación sexual de los progenitores no puede explicar plenamente la orientación sexual de sus hijos e hijas. Sin embargo, tanto las perspectivas genéticas como de socialización podrían predecir una probabilidad incrementada de Homosexualidad o bisexualidad entre la progenie de progenitores gays o lésbicos (Bailey & Dawood, 1998). Varios estudios han comparado a niños criados por madres lesbianas y padres gays con hijos e hijas de progenitores heterosexuales en situaciones por demás comparables en otros aspectos (véanse las reseñas de Allen & Burrell, 1996; Patterson, 1997). En un estudio ilustrativo, Golombok y Tasker (1996) compararon  25 hijos ya crecidos de madres lesbianas con 20 hijos ya crecidos de madres heterosexuales solas. No encontraron diferencias significativas en la proporción de progenie que informaba atracción sexual del mismo género o que se identificaban como lesbianas/gays/bisexuales. Sin embargo, los hijos adultos de las lesbianas tenían más probabilidad de tener una relación gay o lésbica y más probabilidad de haber tenido una relación de este tipo en el pasado, especialmente si el ambiente de su familia estaba caracterizado por la apertura y aceptación de las relaciones gays y lésbicas. En conjunto, sin embargo, éste y otros estudios demostraron que la vasta mayoría de los hijos de progenitores gays y lesbianas son heterosexuales.

Una tercera perspectiva de desarrollo que se puede rastrear a los primeros teóricos de la inversión apunta al posible rol de la no conformidad de género en la infancia. ¿Las niñas que disfrutan de actividades tradicionalmente masculinas y juegan con niños (motejadas de “varoneras” [so-called tomboys] crecen y llegan a ser lesbianas? De acuerdo con la teoría de orientación sexual de Daryl Bem (1996), lo “exótico se vuelve erótico”, la respuesta es sí. El apoyo empírico para esta tesis en relación con las niñas es débil (Peplau et al., 1998; Peplau et al., 1999). Si ser varonera es un precursor del lesbianismo, que caracteriza a no más del 3% de las mujeres adultas de los Estados Unidos (Laumann, Gagnon, Michael, & Michaels, 1994), podríamos esperar que el ser varonera fuera algo raro. De hecho, aproximadamente la mitad de las niñas y mujeres de Estados Unidos informan ser o haber sido varoneras (e.g., Burn, O’Neil, & Nederend, 1996; Plumb & Cowan, 1984). Los estudios que comparan las experiencias recordadas de infancia en lesbianas adultas y mujeres heterosexuales encuentran informes significativamente más altos de ser varoneras entre las lesbianas, pero la diferencia en tamaño es moderada. Además, estos estudios están basados en relatos retrospectivos que pueden estar sesgados por las experiencias del momento. En un metanálisis de 16 estudios retrospectivos Bailey y Zucker (1995) encontraron que la abrumadora mayoría de las varoneras se vuelven heterosexuales adultas, incluyendo aquellas con puntajes extremos en las mediciones de no conformidad genérica. La no conformidad genérica de infancia no provee una explicación adecuada para el desarrollo de la orientación sexual en la mayoría de las mujeres.

En este número se presentan dos nuevas perspectivas sobre el desarrollo de la orientación sexual de las mujeres. Estos artículos se concentran en las experiencias de las muchachas adolescentes y sistemáticamente investigan los senderos que condujeron a algunas muchachas hacia la heterosexualidad y a otras hacia una orientación lesbiana o bisexual. Janet Hyde y Sara Jaffee analizan las presiones que reciben las muchachas adolescentes para adoptar roles de género tradicionales y para volverse adultas heterosexuales. Consideran que las influencias de la familia, los pares, las escuelas y los medios, y examinan los mensajes interrelacionados que las muchachas reciben sobre la femineidad, la sexualidad y la orientación sexual. Lisa Diamond y Ritch Savin-Williams presentan resultados de un programa de investigación que mapea las exploraciones sexuales de las mujeres adolescentes y adultas jóvenes. En lugar de encontrar una única secuencia de desarrollo que conduce a algunas mujeres hacia las relaciones lésbicas y a otras mujeres hacia las relaciones y la identidad heterosexuales, encuentran patrones complejos y no lineares.

Implicaciones para la Investigación y la Fijación de Políticas

Nuevos modos de conceptualizar la sexualidad de las mujeres y su orientación sexual y nuevos descubrimientos empíricos tienen importantes implicaciones para la investigación científica y las políticas públicas. Los artículos de la Sección IV de este número se concentran en estas implicaciones. Suzanna Rose considera cómo la inclusión de las lesbianas en la investigación de las relaciones personales presenta un desafío a las presunciones heterosexistas sobre la amistad y el romance. Anne Peplau y Linda Garnets reseñan el estado actual de la evidencia científica sobre el desarrollo de la orientación sexual en mujeres y hacen resaltar las brechas del conocimiento existente. Argumentan a favor de un cambio de paradigma alejándose de los viejos modelos que igualan la Homosexualidad con enfermedad o inversión sexual. En su lugar, proponen un nuevo paradigma que reconoce la gran diversidad de las experiencias eróticas de las mujeres y subraya los muchos factores socioculturales que moldean la Sexualidad de las mujeres y su orientación sexual a lo largo del curso de vida.

En el artículo de conclusión, la diputada de la Asamblea del Estado de California Sheila Kuehl se concentra en la interfase entre ciencia, temas sociales y políticas públicas, en el escenario de la orientación sexual. Subraya el valor de la investigación y el análisis científicos en la información de los hacedores de políticas e identifica nuevos temas para políticas que probablemente ganarán prominencia en los próximos años. En una pequeña sección de Palabras Últimas, la ex editora del Journal, Jacqueline Goodchilds, comenta sobre este número y sobre el papel que el Journal de Temas Sociales ha jugado al dar visibilidad a la investigación de las ciencias sociales sobre género, sexualidad y orientación sexual.

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[1] LINDA D. GARNETS ha sido conferencista en los Departqamentos de Sicología y de Estudios de las Mujeres en la Universidad de California en Los Angeles  desde 1987, donde dicta un curso llamado  “Sicología de la Experiencia Lésbica.” Es conocida en toda la nación por sus publicaciones y presentaciones sobre sicología lésbica y gay, incluyendo una antología coeditada llamada Perspectivas Sicológicas sobre las Experiencias lésbica y de Varones Gays. Actualmente está en las juntas editorials de Professional Psychology: Research and Practice, Lesbian and Gay Psychology y en el Journal of Gay and Lesbian Psychotherapy. Garnets es la última Presidenta de la Mesa para el Progreso de la Sicología en el Interés Público de la Asociación Sicológica Norteamericana [American Psychological Association’s (APA)] y del Comité de Interés Gay Lésbico de la APA. Ha sido miembro del Consejo de la SPSSI y presidio tanto el Comité de Educación Continua y el Comité de Acción Social de Internos. Garnets es consultora de organizaciones y sicoterapeuta especialidad en organizaciones con propósito social sin fines de lucro y en clients gays y lesbianas.

[2] LETITIA ANNE PEPLAU es Profesora de Sicología Social en la Universidad de California en Los Ángeles. Ha sido miembro de la SPSSI por 2 décadas y coeditó (con Connie Hammen) an earlier Journal issue on “Sexual Behavior: Social Psychological Issues” (1977). A past president of the International Society for the Study of Personal Relationships, Peplau was the 1997 recipient of the Distinguished Scientific Achievement Award from the Society for the Scientific Study of Sexuality. She has published many empirical papers on gender and close relationships, including studies of heterosexual, lesbian, and gay male relationships. Her other books include Gender, Culture and Ethnicity (coedited with Debro, Veniegas, and P. Taylor), Sociocultural Perspectives in Social Psychology (coedited with S. Taylor), and Loneliness (coedited with Perlman).

[3] Agradecemos a Kristin Beals, Jacqueline Goodchilds, Nicole Hastings, Emily Impett y Daniel Perlman por sus valiosos comentarios sobre una version anterior de este artículo. La correspondencia relative a este artículo debe ser dirigida a Linda D. Garnets o a Letitia Anne Peplau, Department of Psychology, Box 951563, University of California, Los Angeles, CA 90095-1563 [e-mail: lgarnets@ucla.edu or lapeplau@ucla.edu].