Bailey 2000 Diferencias individuales en sociosexualidad

Journal of Personality and Social Psychology

2000, Vol. 78, Nro. 3, 537-545

¿Las diferencias Individuales en Sociosexualidad Representan Estrategias Genética o Ambientalmente Contingentes? Evidencia del Registro Australiano de Mellizos

J. Michael Bailey

NorthwesternUniversity

Michael P. Dunne

Queensland University of Technology

Katherine M. Kirk y Gu Zhu

Queensland Institute of Medical Research and University of Queensland

Nicholas G. Martin

Queensland Institute of Medical Research and University of Queensland

J. Michael Bailey, Department of Psychology, Northwestern University; Katherine M. Kirk. Gu Zhu y Nicholas G. Martin, Epidemiology Unit, Queensland Institute of Medical Research, Brisbane, Queensland, Austra­lia, y Joint Genetics Program, University of Queensland, Brisbane, Queensland, Australia; y Michael P. Dunne, School of Public Health, Queensland University of Technology, Brisbane, Queensland, Australia.

This research was supported by Grant MH47227 from the National Institute of Mental Health and by a CommonweaIthAlDS Research Grant (Australia). We thank John Pearson for data management and Olivia Zheng, Anna Eldridge, Sue Mason and Theresa Pangan for their work in administering the questionnaire. We thank MartieHaselton and Joan Lin­senmeier for comments on an earlier version of the article. Most of alI, we thank the twins for their cooperation.

Correspondence conceming this article should be addressed to J. Mi­chael Bailey, Department of Psychology, Northwestern University, 2029 Sheridan Road. Evanston, Illinois 60208-2710. Electronic mail may be sent to jm-bailey@nwu.edu

Resumen:

Aunque los hombres están sustancialmente más interesados que las mujeres en el sexo casual, hay una amplia variación en este rasgo (sociosexualidad) dentro de ambos sexos. Una teoría formula la hipótesis de que la variación sociosexual dentro de cada sexo es resultado de variación genética mantenida por la selección dependiente de la frecuencia. Si es así, la sociosexualidad debería ser sustancialmente heredable. Una teoría compitiente es que los niños y niñas adquieren su estrategia de emparejamiento después de observar la relación de sus progenitores. De acuerdo con esta teoría,  la sociosexualidad debería revelar un fuerte componente ambiental compartido. Los autores estudiaron las influencias genéticas y ambientales sobre la sociosexualidad usando una muestra de mellizos grande y representativa. La inestabilidad marital de los progenitores estuvo modestamente asociada con la sociosexualidad,  pero esto pudo haber sido debido o bien a factores genéticos o bien a factores ambientales. De modo consistente con la teoría genética, el parecido de familia parece deberse primordialmente a factores genéticos aditivos y no a factores ambientales compartidos.

En promedio, los hombres están más deseosos que las mujeres de  involucrarse en sexo casual. Esta diferencial entre sexos es grande para los estándares convencionales, casi una desviación estándar (Oliver & Hyde, 1993). En años recientes, la teoría predominante ofrecida para explicar este hecho ha sido evolucionaria (Buss, 1994; Symons, 1979; Trivers, 1972; Wright. 1994). La teoría de inversión progenitorial (Trivers, 1972) subraya la diferencia de sexos en la inversión mínima que los progenitores hacen en sus hijos e hijas. Como los sexos difieren enormemente tanto en su mínima inversión reproductiva como en su máxima producción reproductiva, los hombres tienen más que ganar y menos que perder evolucionariamente al tener sexo con alguien fuera de los confines de una relación de compromiso. En principio, un hombre podría generar un descendiente extra por poco más que el costo del tiempo para copular. Incluso un hombre con una pareja podría aumentar grandemente su éxito reproductivo copulando con otras mujeres, si el costo fuera bajo. En contraste, una mujer debe mínimamente invertir nueve meses de preñez y típicamente muchos años de crianza del niño (porque ella está allí cuando el bebé nace) para reproducirse exitosamente. Los hombres, entre los primates machos, son inusuales por el alto grado de inversión que típicamente hacen en sus hijos y parejas (Diamond, 1998). Una mujer soltera que tuviera sexo casual se arriesgaba a quedar preñada antes de asegurarse esta inversión. Además, era improbable que una mujer con una pareja fértil aumentara su producción reproductiva esperada mediante un flirteo casual. En lugar de ello, arriesgaba perder la inversión de su pareja.

Un importante desafío empírico para esta explicación evolucionaria es el hecho de que hay tanto variación sustancial dentro de cada sexo como superposición sustancial entre los dos sexos en la propensión a involucrarse en sexo casual (sociosexualidad; Simpson &Gangestad, 1991). Si las oportunidades de sexo casual han sido tan favorables para los hombres. ¿por qué algunos hombres las rehúsan? Siempre ha ido en tan gran detrimento del éxito reproductivo de las mujeres, ¿por qué algunas mujeres lo aceptan. o incluso buscan encontrar tales oportunidades?

Dos teorías evolucionarias principales han intentado explicar la variación sociosexual dentro de cada sexo. Una teoría subraya los factores ambientales y biológicos (Gangestad& Simpson. 1990; Gangestad&: Thomhill.l997). y la otra los factores ambientales sociales (Belsky, Steinberg, &: Drapef. 1991) en la causación de diferencias sociiosexuales entre las personas. Ambas teorías formulan la hipótesis de parte de la variación es organizada y estratégica: estas teorías la variación sociosexual existe porque las estrategias de emparejamiento óptimo dependen de las circunstancias que varían entre a través del tiempo.

De acuerdo con la teoría genética, los hombres difieren en su cualidad genética. (Esta variación es mantenida en parte por una corriente lenta y constante de mutaciones en su mayor parte deletéreas, y n parte por la dinámica de resistencia a los parásitos; véanse Cronin, 1991; Gangestadt & Thornhill, 1997.) Los hombres con genotipos favorables tienen mejor capacidad para resistir las infecciones y otros estreses de desarrollo, y las mujeres pueden preferirlos como parejas sexuales por esas razones  En primer lugar, estos hombres proveen mejores genes a la progenie de las mujeres. En segundo lugar, los hombres pueden ser más saludables y así estar mejor capacitados para invertir emocionalmente en sus parejas y progenie. En tercer lugar, los hombres pueden tener menos probabilidad de albergar parásitos e infectar a sus parejas y progenie. Como las mujeres deberían preferir a los hombres con genotipos favorables, tales hombres podrían ofrecer menos inversión y compromiso emocional a cambio de oportunidades sexuales. Estos hombres deberían tener una probabilidad especial de desarrollar una orientación sociosexual irrestricta (i.e., tener un alto interés en sexo casual). En contraste, los hombres con menos favorables genotipos deberían tener menos oportunidades de apareamiento, y así deberían ofrecer más compromiso a una pareja potencial. Así, deberían tener menos probabilidad de desarrollar una orientación sexual restringida (i.e. tener menos interés en sexo ca­sual).

La teoría genética formula la hipótesis de que la variación sociosexual de la mujer refleja las “decisiones” de las mujeres relativas a cuánto compromiso intercambiar por calidad genética. Las mujeres que valoran el compromiso mucho más que la calidad del varón tienen una orientación sociosexual restricta, y las mujeres con preferencias opuestas tienen orientación sexual irrestricta. Se ha formulado la hipótesis de que esta variación es mantenida por la selección dependiente de la frecuencia (Gangestad& Simpson. 1990). Esto es, el éxito de los genes que favorecen una estrategia restricta o irrestricta es máximo cuando no son comunes, y como resultado ninguna de las dos estrategias reemplaza completamente a la otra.

Hasta la fecha, dos resultados principales han dado apoyo a la teoría genética. Primero, los hombres con bajos niveles de asimetría fluctuante [fluctuatingasymmetry] (AF=FA) tienen sexo en edad más temprana, con más parejas, y con menos inversión, comparados con otros hombres (Cronin, 1991; Gangestad&Thornhill, 1997). La baja AF= FA es un marcador de estabilidad de desarrollo, lo que es un marcador de “buenos genes” (Gangestad&Thornhill, 1997). Segundo, cuando se evalúan las parejas potenciales, las mujeres con orientación sociosexual irrestricta tienden a enfatizar más que las otras mujeres los rasgos que probablemente reflejen calidad genética, incluyendo atracción y dominancia (Mikach& Bailey, 1999; Simpson &Gangestad, 1992).

En contraste, la teoría social (Belsky et al., 1991) formula la hipótesis de que los ambientes familiares tempranos señalan el final del sistema de emparejamiento que los hijos e hijas probablemente tendrán que enfrentar como adultos, y así ajustan su fisiología y sicología de emparejamiento de modo acorde. (La teoría se ha concentrado primordialmente en la sociosexualidad de la mujer y el desarrollo sexual, pero parecen deducirse para los hombres predicciones análogas.) Específicamente, de acuerdo con la teoría social, las muchachas cuyos padres han abandonado la familia o aquellas que tienen progenitores cuya relación es conflic­tiva “infieren” que la inversión paternal (en su propia progenie eventual) es improbable. Como resultado, su desarrollo se altera de varios modos: maduran más temprano, adoptan una actitud suspicaz ante los hombres, y se vuelven más sociosexualmente irrestrictas. La evidencia en favor de la teoría social incluye el sorprendente descubrimiento de que los aspectos de las relaciones progenitoriales tales como la ausencia paterna y el conflicto familiar están correlacionados con la menarca más temprana de las hijas (Moffitt, Caspi, Belsky, & Silva. A, 1992; Steinberg, 1988). Se ha prestado menos atención a la covariación entre sociosexualidad y estrés familiar o sociosexualidad y despertar puberal [pubertalonset]. En un estudio, las mujeres con muchas parejas sexuales no difieren de otras mujeres en su edad de menarca (Mikach& Bailey, 1999).

Genética Comportamental y Variación Sociosexual

Las teorías sociales y geneticas generan expectativas bastante diferentes en cuanto a la arquitectura genética de la sociosexualidad. En primer lugar, consideremos la teoría social. Varias presunciones bastante Fuertes son necesarias para que la variación sociosexual de la mujer haya evolucionado del  en que está formulada la hipótesis de la teoría social. Primero, en los ambientes ancestrales deben haberse producidos frecuentes deslizamientos de un sistema de apareamiento de baja inversión paternal a otro de alta inversión paternal y viceversa (cada sistema llamado, respectivamente, “Dads” [=Papás] y  “Cads” [=“Desaprensivos”] [Wilson, 1994]). Estos deslizamientos de uno a otro serían necesarios para la evolución de una adaptación contingente tan compleja. Segundo, aunque deben haberse producido frecuentes cambios de un sistema a otro dentro de las poblaciones a lo largo del tiempo, en general el comportamiento de los padres debe haber sido un indicador confinable de inversión paternal en la edad de reproducción de las hijas; los cambios transgeneracionales en sistema de emparejamiento producirían una disrupción en el señalamiento de padre-hija. Tercero, dentro de las poblaciones ancestrales de hibridación, [ancestral breeding populations], los hombres deberían haber necesitado ser bastante homogéneos en sus estrategias sexuales (casi todos “Papás”=”Dads” o casi todos “Desaprensivos”= “Cads”). De otro modo, tendría poco beneficio que una hija extrayese inferencias a partir del comportamiento de su padre sobre la probabilidad de inversion paternal.

Por la teoría social, el determinante predominate de la variacion sociosexual de la mujer debería ser el ambiente que hubieran compartido hermanos y hermanas al ser criados juntos (ambiente compartido). Si la conducta de un padre ha sido una señal confinable del ambiente de emparejamiento para una hija o hijo, entonces tiene también que haber sido una señal confliable para otros. La teoría social tendría dificultades para explicar sea la variación genética sustancial o la variación de sociosexualidad en contexto de ambiente no compartido .

En contraste, la teoría genética require que la variación sociosexual sea al menos parcialmente heredable (Buss y Greiling, 1999). De acuerdo con esta teoría, la variación heredable de cualidad genética impulsa la variación sociosexual del varón, y la variación heredable en intercambios estratégicos, sujetos a selección dependiente de la frecuencia, impulsa a la variación ociosexual de la mujer. Además, las mujeres irrestrictas deberían buscar a hombres irrestrictos (porque estos últimos tienen buenos genes), con lo que se asegurarían una correlación genética entre la sociosexualidad del varón y e la mujer. Así, la teoria genética predice la heredabilidad de la sociosexualidad en ambos sexos así como una correlación positiva entre la sociosexualidad de los parientes del sexo opuesto.

A diferencia de la teoría social, la teoría genética tendria poca dificultad en explicar influencias ambientales no compartidas..Esto es porque la señal próxima de calidad genética es la estabilidad de desarrollo (de la cual un indicador es AF=FA), y la estabiliad de desarrollo es afectada tanto por factores genéticos como ambientales. De hecho, los genetistas conmportamentales han especulado que la variación ambiental a menudo se atribuye a factores biol´goicos que idiosincráticamente afectan la estabilidad del desarrollo (Molenaar, Boomsma. & Dolan, 1993).Consistentecon la importancia del ambiente no compartida para la estabilidd del desarrollo, un studio recientemente mostró una fuerte correlación entre diferencias de mellizos monocigóticos (MZ) en asimetría fácil y diferencias en atractivo facial (Mealey, Bridgstock. & Townsend, 1999).Las diferencias de mellizos MZ se deben al ambiente no compartido, y las diferencias en atractivo facial plausiblemente están relacionadas con la estabilidad de desarrollo. La teoría genética también tiene lugar para efectos ambientales compartidos, si los factores que afectan la estabilidad de desarrollo varían entre familias. Sin embargo, en contraste con la teoría social, la teoría genética no requiere de estos efectos

Hasta la fecha ningún estudio genéticp comportamental se ha enfocado en la sociosexualidad per se, aunque ha habido al menos tres studios que sos indirectamente relevantes. Martín y Eysenck (1976) estudiaron “libido,” que incluía items altamente relevantes para la sociosexualiad (e.g., “El sexo es más excitante con un desconocido’). Sacaron la conclusion de que la libido era primariamente genética en macho y primariamente ambiental en hembras. Sin embargo, los tamaños de sus muestras (que iban de 93 para pareja monocigóticas de mujeres MZ pairs a solamente 11 para parejas dicigóticas de varones [mate dizygotic [DZ] pairs]) eran demasiado pequeños para encontrar diferencias confiables. Gan­gestad y Simpson (1993) descubrieron heredab ilidad significativa y sustancial de un rasgo de personalidad latent que, según argumentaban ellos, está genéticamente relacionado con la sociosexualidad. Este apoyo para su teoría, sin embargo, estaba limitado en varios aspectos. Primero, y lo más obvio, es que no examinaron sociosexualidad directamente. Segundo, no examinaron a hombres y a mujeres por separado, y así no fue claro sis u estcala era heredable en ambos sexos. Además, su muestra contenía solamente mellizos del mismo sexo, y así la correlación familiar entre sociosexualidad del varón y la mujer no puedo ser examinada. Un tercer studio examine las influencias genéticas y ambientales en  “estilos de amor” romantico y descubrió que en contraste con la mayoría de los otros rasgos que han sufrido análisis genéticos comportamentales, éstos parecian estar fuertemente influidos por el ambiente compartido (Waller & Shaver. 1994). Sin embargo, aunque el patron de correlaciones de mellizos era consistente con una interpretación ambiental compartida, las estimaciones de parámetro ambiental compartido no eran estadísticamente significativos. Así, los studios genéticos comportamentales disponibles han provisto evidencia conflictive e indefinida.

El Estudio aquí Presentado

Administramos una escala de sociosexualidad a 4.901 mellizos australianos, comprendiendo 1.890 parejas de varones, de mujeres y de sexos opuestos, así como  1.121 mellizos cuyos comellizos no participaron. Como nuestra medición era nueva, examinamos su validez de constructo replicando la diferencia sexual y explorando sus asociaciones con varias conductas sexuales relevantes autoinformadas.

La teoría social predice que la inestabilidad marital de los progenitors deb3ería estar relacionada a la sociosexualidad de cada uno. De este modo, examinamos si los participantes cuyos progenitores no estaban casados, o que estaban divorciados o separados, tenían más orientación sociosexual no irrestricta.

La meta primaria del studio aquí presentado era examiner la arquitectura genetic de la sociosexualidad. Específicamente, la teoría social predice que la variación sociosexual debería primordialmente reflejar las influencias ambientales compartidas. En contraste, la teoría genetic requiera algna variación heredable en sociosexualidad, pero también permite invluencias ambientales compartidas y no compartidas.

Metbod

Participantes

Los ´participantes fueron extraídos del Registro de Mellizos del Consejo Nacional Australiano de Investigación Médica y de Salud [Australian Twin Register] (ATR). El ATR es un registro de voluntaries comenzado en 1978 y tiene en sus planillas alrededor de 25.000 parejas de mellizos de todos los tipos de cigosidad y todas las edades, y en varios estadios de contacto activo.. (Pafra más detalles de la muestra, véase Bailey, Dunne, et  Martín. 2000; Dunne el al., 1997.)

During 1992 we asked aU ATR twins between ages 18 and SO years and who had completedl a postal heaIth and lifestyle surwvey (HLQ) between ,’-,19&hnd 1990 (N -9, 112) aIJoutIbeirwiUiagDessro rave a questioa­naire ‘llepldiDg sex. AD diose who said “Yes” we mailed the sex q~WbeIlparticipant.sravcd the sex questioDDaire, tbey were asked ro c:ompIere a c:oaseut form with IbeirJIlIIDe, date of binb, and signatuR. androreCUm this separarelyro indicate whetber 01′ not tbey bad coosenredro complete tbe sex questionnaire. Anonymity was assured. Approximately 2 weeks after initial mailing of the sex questionnaire, all twins were sent a reminder letter.

Twenty-eight percent of those approached explicitly refused to partici­pate, and 54% (4,901) comp1eted questionnaires. 1be remainder (18%) initially agreed to participate but did not respond when contacted (follow­ing the letter or one pbone call). Our response rate was not substantially lower than that of other rec:eatIarge-scale mail sex surveys, which have typically achieved responses rates between 55 and 65% (Biggar&: Melbye.1992; Johnson et al, 1989; Sundet, Magnus, Kvalem. Samue!sen. &Bakketeig, 1992).

Participants’ ages ranged from 19 to Sl. with a mean of 31 years for both men and women (SD = 8 years). Half the women were currently married, compared with 42% of the meno

Measures

Zygosiry.Zygosity of rwins was establisbed at che time of cheir com­

pleting the HLQ, from their response to standard items about physical

similarity and being mistaken for each other. Such items nave been shown

by ourselves and by others to be at least 95% accurate when Judged against

genotyping results (e.g., Kasriel&: Eaves. 1976; Manin&Manin. 1975,_

We further improved on chis by selecting for further investigation any pair

whose answers were not completely consistent, wichin or berweenca­

twins, with either mono-or dizygosity. These pairs were telephoned to

detectche source ofany confusion. and about 80% were readily decided on

the phone. Those still equivocal were asked to send us photographs at

severa! slages of their lives and most were then assigned with little

besitation by the proiect staff, leaving but a few genuinely doubtful cases.

Where possible.blood was subseq.endy obtained for genotyping these few

uncertain pairs. We recendy genotyped 329 same-sex pairs whose zygosity

had been assigned using the aboye procedures, with 11 independent highly

polymorphic markers. Of 131 pairs wboreponed themselves to be DZ. S

(3.8%; 4 femaie, 1,maie) were concordant at allloci, with a probability of

monozygosity of over ,9999. Of the 198 pairs who reponed themselves lO

be MZ, none was found to be DZ. The accuracy overa1l was 98.5% (Duffy.

1994).

La Escala de Sociosexualidad [Sociosexualily Scale] (SS). La medición primaria usada en este estudio consistía en 20 items, incluidos en el Apendice. Siete de los ítems fueron adaptados del Inventario de Orientación en Sociosexualidad  [Sociosexuality Orientation Inventory].de Simpson and Gangestad  (1991)

Los item adicionales fueron tomados del estudio de Eysenck (1976) sobre la genética de la conducta sexual. Los últimos fueron seleccionados tomando como base

facenlidity. Quince de los items estaban en formato de respuesta “sí” o “no” y los ocho remanentes usaron una escala de evaluación de ocho puntos. Cada item fue estandarizado y después los 20 items fueron sumados para formar el puntaje total de la variable dependiente. A los ítems faltantes de la SS. Se les asignó un valor igual a la media de los items no faltantes del participante, y se permitía un máximo de seis ítems faltantes para cada individuto antes de que el puntaje de la escala se pusiera en faltante. Los puntajes más altos de nuestra escala representan una orientación sociosexual más irrestricta.

Separate scree tests for men and women c:ontirmedtbeimponance of

oniyODe factor accounting fOl’ sbared item variance. The full scale com­

laredbigbly with the items adapted from the Sociosexuality Orientation

Inventory (.89 for both men and women), but its reliabilities were higher

(coefficient a of .88 fOl’ men and .85 fOl’ women, vs..74 and _70. respec.

tively). Porbodl men and women, tbe item with the bigbest item-total

coneIaIioawu ‘1t would be difficult for me to enjoy baving sex with someone 1did not lmow very-well (scoredfalse).

·Sawd history ~In onIertuexamiDe the construct validity of our.~ua1ity lDCISUIe, we uses-severa! variables c:oocenüDg Idcvaat sexual history. Thcsc ‘i~ro;. ~whetber re1¡)OOdeDlS bad CVCl’ bad scxwitbsomeoaetbcy bad met tbe same day or wbcthertbey bad CV~bad.a sexually transmitted discasc.lbese variables wcre not part of tbcsociosCxuafuy measure.

Demographic variables.Tbe following variables were asscssed: sex, age. social class (worláng. middle. or upper c1ass. with lower. q¡iddle, or upper gradation; mus, a 9-point scale was used), marital status (currentIy married vs. divorced, sepanted, or ncvcr married), and parent’s marital status. Regarding tbeIast variable, we considered parents’ marriages to be stable ifthey were cunentlymanied or widowed, ami unstable ifthey were divorced, separated, or had nevcr married. Fourteen pcrccnt of men and 18% of women reported that meirparcnts’ marriages had becn unstable. by our definition.

Data Analysis

Sociosaualíty as an ordinal variable. It is well known that me distri­bution of a scale depcnds primarily on the characteristics of its items including meir difficulty and response type (i.e., dicbotomous or ratiog­scale) (Lord &Novick. 1968; NunnaUy&Bcrnstein. 1994). Tbus.me distribution of a scale dOC’s not revcal the intrinsic distribution of a trait

Bccause some of our analyses, and especiaUy our bebavior genetic analyses, are sensitive to distribuúonalassumpúons, we bave made me following a priori assumptions. whicb are bom highly plausible and in­creasingly used in similar studies (Lyons et al., 1997). First, we considered SS to be an ordinal, ramer man an interval, scale. Sccond, we assumed mat me true underlying traie distribution was normal. Tbis assumption is plausible if mere are at lease several causes of trait variation, each of which has a roodesteffcctOn me population (Falconer, 1989; Gottesman&Carey, 1983; Reich, Cloninger, &Guze, 1975). If so, according to tbe Central LimítTbcorem, tbe trait will be approximately normal.

Thc most important data analytic consequence of the ordinal assumption concerns tbeappropriare index of correlation. Strictly speaking, tbe Pear­son correIation requires interval-Ievel measurement and is mus inappropri­ate for ordinal analyses. 1’lStead, we u.sed the polychoric correlation, which is me correIation between ordinal variables.Tbus, for example, me corre­lation between parental marital status and participant’ s SS score assumed that bom variables were mcasuredordinaUy, and mus, tbat parental marital status a!so depended on an underlying normal distribution (in this case, me üability to marital instability).

In order to compute polychoriccorreIations, tbe SS was first transformed into a 100point ordinal scale . .Bccausemeo and women had such different distributions, this transformation was done within sex, wim approximately equal numbers of male or female participants with each score. Thcpoly­choric correlation is computed from the full contingency table cross­classifying two ordinal variables using tbc PRELIS program (JOreskog&SOrbom, 1993). Confidence intervals of polychoric correlations (and pa­rameter estimatcs derived from them) may be asymmctric under some circwnstances, and mes we provide confidencc intervals rather than stan­dard crrors.

Regression analyses. In arder to investigaretbe association between parental marital status and ss scores, we performed simultaneous multiple regression analyses. Covariares included sevcral variables that might pIau­sibly be related to SS, including participant’s age, marital status, and social cIass. Becausc co-twins are noni.ndepcndentobscrvations (and bcncc can infla1c Type 1erron), we adopted tbe following approach. F”ust.we divided the entire sample into two subsamples, by spliUing each complete twin pair randomly and tben by assigning singletons randomly to onc or the other subsamplc. Next, each simultaneous multiple regrcssioo analysis waa per­formed separately OD each subsamplc. Bccausc each subsample was so large (Ns = 2,319 and 2,327), and thus had substantial stati.stical power, we elccted to tate a CODSerVative approach with respcct to statistialsignifi­canee. In arder to be considered significant, a paramcter would bavetu be significant (p <; .OS) in both subsamplcs. We report the biger probability

i=-~~Z.~’f-~total~”:.and

Gmfiit: tmd ~mod.eljiItUt,. .We fitted two genetic and cnviromilcntalstrUétmImodelabyma:lI:íÍmmi likelihood estimaIion using tbe MX program (Ncale, 1995).. 1’bacmodeIs used as their input tbepolychoric: correlatiODS and associated asymptolic covariance matrices for both same-sex pairs ami opposite-sex pairs. F”ust, a full model was fitted to meo and women. Using the model, we examined the relative effects of additive genetic (A), shared environmeDtal (e; i.c.. between family or common cnvironment>, and nonsbaredcnvironmental CE; Le., within faro­Uy or individual-speci6c environmcnt, ncluding measurement error) fae­ton on tbeIatcnt normal variable underIying variation in SS scores. In tbe full model, we aUowedseparare parameter estimatcs for both sexes. We also examined tbe possibility that different genes affcct male and female sociosexuality (i.e., sex limitation), by aUowingtbe opposite-sex DZ pairs to bave a genetic correlation of less than .5 (Ncale, 1995). Finally, we includcd age as a pa.rameter, to control for age-reIated variation in SS scoces.

In the sccond, reduced model, we did not aUow sex limitation, and we constrained paramcterestimatcs to be equal across the sexes. Bccause me second model is a nested subset of me first modeL we tested whether its fie was significantly worse using a likelihood ratio chi-square test. A rough guide to a model’ s fit and parsimony is provided by me Akaikelnformation Criterion (AlC; Ji” -Uf; Akaike. 1983). Models with negative Ale values are preferred.

Results

Raw SS scores (obtained by summing the standardized items) were available for 1,794 men and 3,029 women. The mean for men (M = 6.7) significantly exceeded that for women (M = -3.9). t(4821) = 35.2, p < .001. The effect size for the sex difference (d = 1.0) was large by conventional standards (Cohen, 1987). The male variance (S:Z = 146.2) also significantly exceeded the female variance (S:Z = 76.7), F(l793, 3028) = 1.9, P < .00l.

Tabla 1 Comparison of Top and Bottom Quintiles on Self-Reported Behavioral orrelates of the Sociosexuality Seale Scores (in Percentages)
Women

Men

ltem

Top

Bottom

Top

Bottom

Had sex with somconethe same day

59

6

78

12

you met

Got pregnant, or gOlsomeooe

32

9

31

8

pregnant, before marriage

Had sex aftcrbaving a IOl to drink

Was unfaitbful to a steady partner

Had sex wim two people in a 24 hour

TI 48 29

25 3 1

88 63 50

34 5 2

perlod

Evcrbad a scxually transmitted discase

19

4

24

4

Note. All differencces were significant (p < .001) even with conservative coreections for statistical non-independencc (i.e.• dividing the sample size in half).

In order to examine the construct validity of our sociosexuality measure, we compared the highest and lowest quintiles on the measure, separately for men and women, on severa! relevant sexual history items. These results are presented in Table 1. There were marked, highly significant differences between high and low seorers, for both men and women.

Variable

fi2

Mf

Estatus marital progenitorial

.002·

.001·

Edad

.006·

.003*

Estatus Marital

.032*

.035*

Clase socials

.002

.003

Table 2: Simulttmeous Regression of Sociosexuality Scale Scores on Parental Marital Status and Covariates .

Note. N = 4,547. AR?-is the incremental contribution of each variable.

• p< .05 in both random subsamples.

Table 2 gives the results of our regression analyses of SS on parental marital stability, controlling for age, marital status, and social class. Parameter estimates did not differsignificantIy by sex, and thus Table 2 reports results for the combined sample. Signif­icant predictors included marital status, age, and parental marital status. Participants whose parents had had unstable marriages had higher SS scores, as did currentIy unmarried participants and older participants. The social class measure did oot meet our signifi­cance criteria !although it was significant in one subsample), but its coefficient indicated that higher social class participants had higher SS scores.

pairs, 1(1785) = 3.7, P < .001. This difference was primarily due to unpaired DZ twins, whose average seore was approximately one fourth of a standard deviation higher than the other twins. This suggests tbat there was some ascertain­ment bias among male DZ twins, although it is difficult to Imow how such bias affected genetic and environmental parameter esti­mates without Imowing the seores of the missing twins.

Equal environment assumption. A fundamental assumption of the classical twin method that we have adopted is that the trait­relevant environments are no more similar for MZ than for DZ twins. There are some environmental respects in which MZ twins are typically more similar than DZ twins (e.g., they are more likely to have been dressed similarly as children), but it is an empirical question as

Testing Methodological Assumptions

Ascertainment bias. Because our twin sample (like most twin samples) consists of volunteers, it is conceivable that self-selection or ascertainment bias may affect results. For example, if twins who were most similar to each other tend to volunteer more readily, this would inflate correlations. This would be particularly worrisome if such bias occurred more (or less) often among MZ than among DZ twins. Examination of means and variances in complete versus incomplete pairs provides one means of investigating whether a twin sample suffers from ascertainment biases (Neale & Eaves, 1993). Neither raw means nor variances in SS seores differed significantIy by zygosity for either men or women. For women, SS seores among twins in complete pairs did oot differ significantly from twins whose co-twins did not participate (p > .90). For men, however, twins in incomplete pairs obtained significantly higher seores than those in complete 10 whether these are trait-relevant respects. If they are, then similarity for the putative environmental influences should predict trait similarity. We used íour standard ítemsoí similar childhood experiences (whether twins shared the same room. had the ,same playmates, were dressed alike, and were in the saIneélaSses~ sehaol). Por same-sex twin pairs we summed the ítems to create an index’of similarity in childhood experiences. Coeffi­cient alpha for the composíte ranged between .63 for male DZ twins to .69 for female MZ twins. Correlations between co-twins’ composites ranged from .49 for male DZ twins 10 .66 for female MZ twins, suggesting that the twins’ memories were fairly reli­abIe. Thus, we summed co-twins composites to form an overall index of similar childhood experiences, and used it in a subsequent analysis to determine whether similar childhood experiences could explain similarity in same-sex co-twins’ SS seores.

In order to examiñe the equal environments assumption, we correlated absolute intrapair differences in SS with the Equal Environments composite, our measure of how similarly twins were treated in childhood, separately for male MZ, male DZ, female MZ, and female DZ pairs. The frrst three correlations (respec­tively, .oI, -.11, and -.02) were small and nonsignificant (p > .10). Although the correlation for DZ female pairs was significant, it was trivial in magnitude, r(357) = -.12, p < .05, accounting for less than 2% of the variance in intrapair differences. Thus, the equal environments assumption did not appear ro have been seri­ously violated.

Genetic and Environmental Influences on Sociosexuality

Table 3 contains the polychoric correlations to which gene tic and environmental models were fincd. The MZ correlations were higher than DZ correlations, consistent with a genetic effect. The opposite-sex DZ correlation significantly exceeded zero, suggest­ing that some similar familial influences affect both male and female sociosexuality. On the other hand.the fact that this corre­lation was lower than the harmonic mean of the sarne-sex DZ correlations was consistent with some sex-limitation (Cloninger, Christiansen, Reich, &Goncsman. 1978).

Table 4 gives parameter estimates for the full model with sex limitation and sex-specific parameters, as well as for the reduced model with no sex limitation and equal parameter estimates for both sexes. Botb models could be rejected on formal grounds because their associated chi-square values were significant. How­ever, with sufficient sample size, any interesting model will be rejected because all seientific models are appro::rimations, and hence have error (Browne &Cudeck. 1993). The more important issue of statistical inference, then, concerns whether a given mod­el’s particular components are stéltistically necessary. For the full model, the estimates for male heritability (.26) and shared envi­ronmentality (.24) were similar, but neither was significant. For

Table 3

Polychoric Correlations and Confidence lntervaLr

N Polychoric 95% confidence Zygosity group pairs correlation interval

304 .52 .42-.56 Male OZ 179 .35

MaleMZ

.21-.48 Female MZ 650

.55 .49-.60 Female DZ 364 .32

.23-.42 Opposite-sex OZ 346 .16 .05-.27

Table4

PfJ1’tI1Ml4r &tbtiotu (and 9S’IJ Conjidence 11114rva1s) for tIr4 Full and Reduced MOtkIs

Modella Model2b

Menand Parameter Men Women WOIIICD

Al Estímate 0.26 0.43 0.49 ConfidenceÍDterval .00-0.57 .19-0.58 .33-.56 Cl Estímate 0.24 0.09 0.02 CoDfideDCeÍDterval .00-.50 .00-.31 .00-.16

El

Estímate 0.49 0.46 0.47 Confidence ÍDterval .37-.60 .38-.54 .~.53 AgeC

Estímate 0.02 0.02 0.02 ConfidenceÍDterval .00-.04 .01-.04 .01-.03 rtoz 0.04 0.50 0.00-1.00 fixed parameter ~ 14.3 21.5

dI i 11 N 1497 1497

p

0.046 0.029 Akaike’sInfonnation Criterion .3 -0.5

Note. A = additive genetic; C = shared environmenral; E = nonsharedenvironmenral. a Modell had sex 1imitations and sex-specific parameters. b Mode12 did nOl have sex 1imitations and had the same parameters for men and women. C Proportion of variance accounted for by age. 4 Sex 1imitation parameter, which represents the correlation of additive genetic deviations for opposite-sex dizygotic (DZ) twins. The parameter is fixed to 0.50 if no sex 1imitation is assumed.

Women, heritability was the mucb larger estimate (.43 vs..09). and it was significant For both men and women, nonsbared environ­ment accounted for an appreciable proportion of variance (.49 and .46, respectively) and was significant

1be fit of the more parsimonious reduced model was not signiticantly worse than that of the full modelo ,r .7. By the reduced model, wbicb con­strained parameter es~to be equal across the sexes, berita­bility (.49) was substantial and significant, and sbared enviran­mentality (.02) was I:mall and nonsignificant. As with the full model, non sbared environmentality (.47) remained large. Tbus, the simplest interpretation of tbe data (as evidenced by the reduced model’ s lowAlC) is that genetic influences are the $Ole cause of familial aggregation in sociosexuality, that the same genes operate in males and females, and that they account for 49’IJ of the variation in both sexes.

Discusion

La sociosexualidad estaba asociada con grandes diferencias en conducta sexual autoinformada, tanto para hombres como para mujeres. Considerando la naturaleza y magnitud de estos correlatos, la sociosexualidad parecería potencialmente importante para considerer en estudios de fenómenos tales como el casamiento y divorcio, preñez no buscada, infidelidad y enfermedades de transmisión sexual. Ha habido recientemente un borbotón de interés en la posibilidad de que los humanos se involucren en competición de esperma (Baker &: Bellis. 1993). Nuestro descubrtimiento de que la sociosexualidad está fuertemente relacionada a una historia de “dobles emparejamientos,” o a a una mujer que tiene sexo con dos hombres durante un período de tiempo suficientemente corto para que ella pueda ser inseminada simultáneamente por los dos, sugiere que los investigadores interesados en la competencia de esperma deberían incluir la sociosexualidad como una variable moderadora potencial.

Las mujeres del quintil de mujeres más alto de la SS estuvieron casi tan elevadas en sus experiencias sexuales relevantes como los hombres del quintil de varones más alto aunque  solamente el eventhoughthe 80th femalepen:entile was equivalent to on Iythe 39th male percentile. Esto provee todavía más apoyo a la idea considerada en otra prte (Bailey, Gaulin. Agyei. &: Gladue. 1994; Symons, 1979) de que la la sexualidad de la pareja mujer constriñe la sexualidad de la pareja. Esto es, dados una mujer y un hombre con incliniaciones similares al sexo casual la mujer realizará sus ambiciones con más disposición y rapidez que el hombre.

Las causas y correlatos de las diferencias individuales en sociosexualidad parecen ser similares en hombres y mujeres. Las variables demográficas no interactúan con el sexo en la predicción de la sociosexualidad, lo que sugiere que relaciones similares son válidas para los dos sexos. El encaje del modelo genético y del modelo ambiental no revela diferencias significativas entre sexo ni en la naturaleza o magnitud de las influencias ambientales que se ejercen sobre la sociosexualidad, aunque hay alguna indicación de limitación sexual. Específicamente, la correlación DZ de sexo opuesto fue alrededor de la mitad de las correlaciones DZ del mismo sexo. El test de limitación sexual en el estudio clásico de mellizos no es muy poderoso (Prescon & Gottesman, 1993), y por lo tanto es possible que incluso un estudio mayor, estadísticamente más poderoso, habría revelado una diferencia sexual significativa en la arquitectura causal.

Teoría Social Versus Teoría Genética

Nuestros resultados tienen influencia directa sobre la competencia entre las explicaciones sociales y genéticas de la variación sociosexual. Aunque nuestros resultados no oueden excluir la posibilidad de influencias sociales en la sociosexualidad, son difíciles de reconciliar con la particular teoría social abrazada por Belsky et al. (1991). Primero, la mera existencia de variación sustancial en sociosexualidad, como lo evidencian las diferencias de historia sexual de las diferencias de historias sexuales de los quintiles superior e inferior, es un problema para la toería social. Si nuestras culturas ancestrales eran tan variables en conducta sociosexual, con un gran subconjunto de hombres que tenían probabilidad de ser parejas poco confiables y un gran subconjunto con probabilidad de ser confiables, ¿entoncés qué propósito tendría para una hija sacar inferencias sobre la cultura a partir de la conducta de su padre? Es posible que las culturas ancestrales fueran menos variables en sociosexualidad que la muestra australiana, pero la teoría de Belsky et al. (1991) no provee explicación de por qué la variación debería haber aumentado.

De modo consistente con la teoría social, encontramos una asociación entre la inestabilidad marital progenitorial y la sociosexualidad, Sin embargo, la magnitud de la asociación (~ = .001) era trivial. Advertimos que este análisis no era un tést óptimo de la teoría social porque la estabilidad marital progenitorial se medía acumulativamente en el tiempo de nuestra encuesta y no en el período teóricamente crítico de la infancia. Así, por ejemplo, un casamiento progenitorial que fue feliz hasta que uno de los partícipes cumplió treinta años habría contado como inestable con tal que el participante indicara que los progenitores se habían divorciado.

Entonces, lo más relevante fueron nuestros análisis gen´ticos y ambientales. Las estimaciones de parámetros para ambiente compartido, que la teoría social predice que debería ser preeminentes, fueron no significativas y, con una excepción (para los varones en el modelo ppleno) relativamente pequeñas.

Esto result cierto a pesar del hecho de que el apareamiento asortativo [selective] para un rasgo infla las estimaciones ambientales compartidas (Neale &: Cardan. 1992), y hay evidencia de que las personas se emparejan de modo asortativo en relación con la sociosexualidad (Simpson & Gangestad. 1992). En contraste y en concordancia con la teoría genetic las estimaciones de heredab ilidad fueron moderadas y con una excepción (nuevamente los varones del modelo completo) significativas. Además, como hemos advertido, la teoría genética es más capaz que la teoría social de explicar las influencias ambientales no compartidas que encontramos.

Una limitación potencial de nuestros resultados concierne a los factores genéticos no aditivos, tales como la dominancia. Presumimos que los factores genéticos no aditivos eran inexistentes porque el método de gemelos no puede detectarlos bien. Cuando sin embargo tanto los factores genéticos no aditivos como los aditivos son importantes, el método de mellizos subestimará la importancia de las influencias ambientales compartidas y sobreestimará la influencia de los fractores genéticos aditivos (Gray­son, 1989). Para efectuar el control de esta posibilidad, sería deseable estudiar la correlación de sociosexualidad entre medio hermanos, o entre progenitors y progenie, cuyo parecido genético refleja los factores genéticos aditivos pero no la dominancia.

Nuestros resultados aumentan las probabilidades anteriores de que la teoría genética esté correcta y disminuyen las anteriores probabilidades de que la teoría social sea correcta, aunque no resuelven concluyentemente el tema. Ambas teorías pueden estar equivocadas, por ejemplo. Una consecuencia clara de nuestro estudio, sin embargo, es que los investigadores deben ser cuidadodos en extraer conclusiones ambientales a partir de estudios correlaciónales de conducta progenitorial y de progenie en cuanto a emparejamiento. De este modo, por ejemplo, nuestro descubrimiento de que la inestabilidad marital progenitorial está modestamente asociada con la sociosexualidad de los participantes es fácilmente interpretable como un efecto genético. Los progenitors con patrones no restringidos de sociosexualidad tienen a la vez más probabilidad de estar en casamientos no permamentes y de transmitir gentes relevantes a sus hijos, causando elevados puntajes de SS en estos últimos. De este modo, por ejemplo, aproximadamente la mitad de los hombres y las mujeres en los quintiles superiors (dentro de cada sexo) de spcopsexualidad han sido sexualmente infieles a una pareja estable; esto fue un aumento de más de diez veces sobre la tasa correspondientes para personas en los quintiles de la base. La infidelidad sexual es una causa común de divorcio transculturalmente (Buss, 1994). Para nosotros, dada la evidente influencia genetic aditiva de sociosexualidad, que causa parecido incrementado entre progenitors y progenie, parece más probable que la correlación entre el estatus marital de los progenitors y la sociosexualidad de la progenie se deba primariamente a factores genéticos. Esta interpretación también es consistente con el resultado de que el divorcio es moderadamente heredable moderately heritable (McGue &  Lykken, 1992). En contraste con nuestro razonamiento,dos estudios recientes que encontraron asociaciones similares las interpretaron de acuerdo con el medio (Barber, 1998; Waynforth. Hurtado, &: Hill. 1998). Nuestro studio prove muy poco apoo para tales interpretaciones.

La teoría social ha encontraro apoyo primordialmente en estudios que vinculan la menarca con aspectos de la relación progenitorial (Belsky et al.,1991), o de la relación padre-hija (EIlis, McFadden, Ketchum, Dodge, Penit, & Bates, 1999). Aunque nuestros resultados argumentan en contra de la amplia teoría que abrazaron Belsky et al. (1991), una hipótesis evolucionaria diferente podría explicar la asociación entre menarca y una relación progenitorial o relación padre e hija desfavorable (véase, e.g., Ellis &: Dahl, 1999). Si, por ejemplo, los padres dan señal de su intención de no invertir en ciertas hijas en particular por medio de aspectos de la relación padre-hija, entonces podría ser adaptativo que las hijas cuyos padres no invirtieran en ellas comenzaran a reproducirse más temprano, en lugar de esperar a una inversión paterna que no vendrá. (Una relación progenitorial pobre también es plausiblemente predictive de una baja inversion paterna). Esto difiere de la teoría social esbozada por Belsky et al. (1991) porque en la nueva hipótesis las muchachas están infiriendo la probabilidad de la inversion paterna en ellas mismas, y no la probabilidad de la inversión paterna dentro de una cultura. La nueva hipótesis se reconcilia más fácilmente con influencias ambientales no compartidas. Sigue todavía, sin embargo, por especificarse cuáles circunstancias conducirían a que un padre no invirtiera en una hija en particular.

Variación Dentro de Cada sexo Versus Variación Entre Sexos

El foco de este studio estuvo en los orígenes de las diferencias de sociosexualidad dentro de los sexos. En principio, los orígenes rasgo sexual de las diferencias entre sexos pueden ser completamente diferentehers de los orgínes de las diferencias dentro de cada sexo, y en el nivel genético esto debe ser así. Los sexos difieren solamente en sus cromosomas sexuales, y no hay razón para pensar que los genes de la sociosexualidad tiene mayor probabilidad de estar en los cromosomas sexuales que en los autosomas.

Nuestro estudio sin embargo puede no ser íntegramente irrelevante a los orígenes de la diferencia sexual. En la selección sexual (y en particular en el caso de la sociosexualidad) lo óprtimo para un rasgo frecuentemente difiere entre hombres y mujeres. En tales casos, los alelos que benefician a los varones pueden ser dañinos para las mujeres y vice versa. Esta situación ha sido llamada “selección sexualmente antagonista” (Rice, 1999). Esto impide la fijación de alelos relevantes (porque, por ejemplo, un alelo puede ser favorecido cuando está en un cuerpo de varón y desfavorecido cuando está en un cuerpo de mujer), lo que mantiene una variación heredab le en el rasgo. Esto parte de la presunción de que los alelos relevantes tienen efectos fenotíícos similares en hombres y en mujeres. De este modo, nuestros hallazgos sobre heredabilidad para la sociosexualidad del hombre y la mujer, asíi como el hecho de que la sociosexualidad del hombre y la mujer estaban correlacionadas, provee algún apoyo indirecto para la explicación evolucionaria de la diferencia sexual en sociosexualidad. Al mismo tiempo, se debe ser cauteloso al extraer inferencias sobre los orígenes de las diferencias entre sexos a partir de datos sobre las diferencias dentro de cada sexo.

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Appendix

Sociosexuality Scale Items and Endoersement Frequencies

  1. It is better not to vave sex relations until you are married.• (R)

.18 .23

  1. Virginity is a girl’s most valuable possession. a (R)

.32 .32

  1. Sex without love (impersonal sex) is highly unsatisfactory.a (R) .

SI .74

  1. I believe in taking my pleasures where 1 find them.a

.43 .25

  1. Absolute faithfulness in one’s partner throughout life is nearly as silly as celibacy.a

.21 .13

  1. Sometimes sexual feelings overpower me. A

.52 .33

  1. Group sex appeals to me. A

.24 .04

  1. If I were invited to take part in an orgy, I would accept •

.28 .03

  1. I can imagine myself being comfortable and enjoying “casual” sex with different partners.b

.48 .12

  1. I would have to be closely attached to someone (both emotionally and psychologically) before I could feel comfortable and fully enjoy having sex with him or her.b

.52 .83

  1. It would be difficult for me to enjoy having sex  with someone 1 did not know very well. a (R)

.48 .83

  1. I could enjoy having sex with someone I was attracted to, even if 1 did not feel anything emotionally for him or her.a

.69 .29

  1. The thought of an illicit sex affair excites me.”

.52 .24

  1. Sex Without love is OK
.64           .37

15. The thought of a sex orgy is disgusting to me.· (R)

.30 .66

16. During your entire life, how many partners of the opposite sex have you had sexual contact with?”

17. With how many partners of the opposite sex have you had  sexual intercourse within the past year?”

18. With how many partners of the opposite sex do you foresee having sexual intercourse during me next five years?”

19. With how many partners of the opposite sex have you had sexual intercourse on one and oo1y one occasion ?”

20. How often do you fantasize about having sex with someone other than your current dating partner/spouse?”

Note. Endorsement frequencies represent the proportions of male and female participants, respectively, who responded “yes / agree” with me original wording of the question, and are provided after each dichotomously­ scored item. ltems 16-20 were scored on a rating scale, and endorsement frecuencies are not provided for them.

a From Sex and Personality, by H. 1. Eysenck, 1976, Austin: University of Texas Press. Copyright 1976 by the University of Texas Press.Adapted with permission.b Adapted from Simpson &Gangestad (l991).

*Reverse scored.

Received April28, 1999 Revision received August 21, 1999 Accepted October 25, 1999