Kirkpatrick 2000 La evolución del comportamiento homosexual humano

Current Anthropology Volume 41, Number 3, June 2000

La Evolución del Comportamiento Homosexual Humano[1]

R. C. Kirkpatrick

La homosexualidad presenta una paradoja para los evolucionistas que exploran la capacidad de adaptación [adaptedness] del comportamiento humano. Si la capacidad de adaptación se mide por el éxito reproductivo y si la conducta homosexual es no reproductiva, ¿cómo se ha producido? Aquí se revisan tres hipótesis adaptacionistas y se las compara con la literatura antropológica. Hay poca evidencia de que los linajes consigan ventajas reproductivas a través del cuidado de la progenie provisto por miembros homosexuales. Por lo tanto, hay poco apoyo para la hipótesis de que la homosexualidad evolucionó por selección de parentesco [kin selection]. Los progenitores a veces controlan las decisiones reproductivas de los hijos e hijas y a veces los alientan para que adopten conductas homosexuales. Hay por lo tanto más apoyo para la tesis de la manipulación parental. Sin embargo, la base más fuerte de todas es la que tiene la hipótesis de que el comportamiento homosexual proviene de selección individual a favor del altruismo recíproco. Las alianzas del mismo sexo tienen ventajas reproductivas, y a veces el comportamiento sexual mantiene esas alianzas. Los primates no humanos, incluyendo los monos [apes], usan la conducta homosexual en alianzas del mismo sexo, y tales alianzas parecen haber sido claves en la distribución expandida de los ancestros humanos durante el Pleistoceno. La emoción y la conducta homosexuales son, en parte, cualidades emergentes de la propensión humana a la afiliación con el mismo sexo [same-sex affiliation]. Sin embargo, las explicaciones adaptacionistas no explican plenamente la conducta sexual en los humanos; los factores históricos y sociales también juegan papeles de relevancia.

 

R. C. Kirkpatrick es un especialista en biodiversidad del Proyecto de Conservación de la Naturaleza de los Grandes Ríos de la Provincia de Yunnan, República Popular China [rckirkpatrick@mother.com]) y es investigador asociado en el Departamento de Antropología de la Universidad de California, Davis. Nacido en 1959, fue educado en el Pomona College (B.A., 1981) y la Universidad de California, Davis (Ph.D., 1996). Sus intereses de investigación incluyen la ecología de alimentación de los monos comedores de hojas, las influencias ecológicas en la organización y comportamiento social de los primates, la conservación de la biodiversidad en Asia, y la interacción de cultura y biología en la conducta humana. Ha public ado “Ecology and Behavior of the Snub-nosed and Douc Langurs,” in The Natural History of the Doucs and Snub-nosed Monkeys, editada por N. G. Jablonski (Singapur: World Scientific Press, 1998), “Colobine Diet and Social Organization,” en The Nonhuman Primates, editado por P. Dolhinow y A. Fuentes (Palo Alto: Mayfield, 1999) y (with Y. C. Long, T. Zhong y L. Xiao) “Social Organization and Range Use in the Yunnan Snub-nosed Langur, Rhinopithecus bieti” (International Journal of Primatology 17:13–51). El escrito actual fue sometido el 1 04 99 y aceptado el 30 08 99; la versión final llegó a la oficina del editor el 29 11 99.

 

Y con sólo que hubiera algún modo de que un estado o un ejército estuviera compuesto de amantes y sus amados, serían los mejores gobernadores de todos de su propia ciudad (…) y cuando luchara el uno al lado del otro, aunque fueran solamente un puñado, vencerían a todos los hombres.

 

Platón, El Simposio

 

El cuñado es aliado, colaborador y amigo (…) En la misma banda, el cuñado potencial, i.e., el primo político [the cross-cousin], es aquél con el cual, cuando adolescente, uno se permite actividades homosexuales que dejarán por siempre su marca en el comportamiento mutuamente afectuoso de los adultos.

 

Claude Lévi-Strauss, Las Estructuras Elementales del Parentesco

La conducta homosexual ha existido a todo lo largo de la historia humana y en la mayoría, y quizás en todas, las culturas humanas (e.g., Blackwood 1986a, Greenberg 1988, Duberman, Vicinus y Chauncey 1989). Los estudios transculturales e históricos califican la amplitud de la experiencia homosexual, en tanto que los estudios médicos, primordialmente del Occidente contemporáneo, cuantifican su profundidad. El ejemplo melanesio de conducta homosexual es bien conocido, con un porcentaje del 10 al 20% de las sociedades melanesias requiriendo que la totalidad de sus hombres participen en sexo homosexual así como en sexo heterosexual (reseñado en Herdt 1984a). En la China Meridional, a fines del siglo XIX, 100.000 mujeres se unieron a un movimiento de resistencia al matrimonio que incluyó, para muchas, parejas homosexuales de toda la vida (Sankar 1986). Y los mineros Mpondo de Sudáfrica en la primera mitad del siglo XX comúnmente entablaban “casamientos mineros,” abandonando las relaciones sexuales con las mujeres de las aldeas vecinas (Moodie, Ndatshe y Sibuyi 1989).

La conducta homosexual es mucho más sistémica que lo que pudieran sugerir los aislados ejemplos de arriba (tabla 1). En las sociedades de las islas del Pacífico que no son Melanesia, tales como Tahití y Hawai, la conducta homosexual era común antes de la influencia occidental (Gunson 1964, Morris 1990). En la Norteamérica nativa, al menos 137 sociedades tenían roles institucionales para transgéneros (berdaches) comúnmente asociados con conducta  homosexual (Callender y Kochems 1983, Williams 1986, Roscoe 1987, Lang 1998). La conducta homosexual también ha sido común en sociedades de la Sudamérica nativa (reseñado en Greenberg 1988; Murray 1995a, b), Asia (e.g., Hinsch 1990, Leupp 1995), el África precolonial (reseñado en Sweet 1996) y en la Europa premoderna (e.g., Dover 1989, Rocke 1996). En el muestreo mundial de Ford y Beach (1951) la conducta homosexual es normativa en un 64% de las sociedades de las que hay datos disponibles (n = 76), al menos para ciertas clases de individuos.

 

Tabla 1

Resumen General de Distribución Geográfica y Formas de Conducta Homosexual

Continente/Sociedad Forma ¿Varón o mujer? ¿Juvenil o Adulto? ¿Concurrente con Conducta Heterosexual? Frecuencia en población total Referencia
África
Siwah (Libia) Patrón/Cliente[2], incluyendo “préstamo” de hijos entre hombres prominentes V J,A ~95% [¿] 1
Azande (Sudán) V: Patrón/Cliente entre guerreros; M: dentro de casamientos polígamos V,M J,?A Común 2
Dahomey (Nigeria) Entre pares adolescentes, predice el mejor amigo ritual de los adultos V,M A ? Común 3
Mpondo (Sudáfrica Patrón/cliente; el cliente recibe ayuda en la formación de su familia [household] V J,A Común 4
Europa
Atenas Clásica V: patrón/cliente; M: informada, pero poco descrita V,M J,A 5
Imperio Romano Temprano V: casamientos santificados por el estado; M: aparentemente muy similar a los varones V,M J,A Común 6
Dinámicos (Serbia) Dentro de amistades juramentadas V,?M J,?A ? Desconocido 7
Florencia, Siglo XV Patrón/cliente entre clases, también entre pares dentro de los gremios [guilds] V A >50%[¿] 8
Américas
Lakota (EEUU) Hombres en casamientos convencionales son patrones de “berdaches” Transgéneros V A Desconocido 9
Mohave (EEUU) Casamiento del mismo sexo entre transgéneros y personas de género convencional V A Limitado 10
Nambikuara (Brasil) Entre cuñados clasificatorios V J No? Común [¿] 11
Yanomamo (Venezuela) Entre pares, antes del casamiento heterosexual V J No >50% 12
Oceanía
Tahití precolonial Dentro de amistades juramentadas V J,A Común 13
Arunda (Australia) Entre primos políticos, siguiendo las reglas de exogamia de la conducta heterosexual V,M J No Común 14
Grandes Nambas (Melanesia) V: patrón/cliente; M: común pero poco descrita (aparentemente entre pares) V,M J,A ~100% 15
Marind-Anim (Melanesia) El varón adulto cumple funciones de mentor, idealmente del hijo adolescente de la hermana V J,A ~100% 16
Sambia (Melanesia) El varón adulto cumple funciones de mentor, idealmente del hermano más joven de la esposa V J,A ~100% 17
Asia
China, 700-400 AC Patrón/cliente; el cliente recibe prestigio social y poder político V A Desconocido 18
China, 1865-1965 DC Alianzas juramentadas en resistencia al matrimonio de 100.000 mujeres M A No Limitado 19
Japón, S. XVI y XVII V: Patrón/cliente, común tanto en áreas urbanas como rurales; M: poco descrita V,M J,A >50%[¿] 20
Pastún (Paquistán) Más placentera que la conducta homosexual a causa del antagonismo entre mujer y varón V J,A Desconocido 21

FUENTES: 1, Cline (1936); 2, Evans-Pritchard (1970); 3, Herskovits (1938); 4, Moodie, Ndatshe y Sibuyi (1989); 5, Dover (1989); 6, Boswell (1980); 7, Tomasic (1948); 8, Rocke (1996); 9, Williams (1986); 10, Lang (1998); 11,Lévi-Strauss (1943); 12, Chagnon (1966); 13, Gunson (1964); 14, Roheim (1933, 1950); 15, Deacon (1934); 16, van Baal (1966); 17, Herdt (1984b); 18, Hinsch (1990); 19, Sankar (1986); 20, Schalow (1989), Leupp (1995); 21, Lindholm (1982).

 

Los estudios a lo largo de los pasados 70 años en sociedades contemporáneas cuantifican la conducta homosexual a lo largo del tiempo [tabla 2). En una muestra seleccionada de mujeres de los EEUU en la década de 1920 n =

2,200), aproximadamente el 23% habían tenido sexo homosexual (Davis 1929). De modo similar, en la muestra de Kinsey et al.(1953) de mujeres de EEUU en los últimos años de la década de 1940 (n = 2.601), el 20% habían tenido sexo homosexual. En la muestra de Kinsey, Pomeroy y Martín (1948) de varones de EEUU por encima de los 20 años (n = 2.830), el 37% había tenido sexo orgásmico con otros hombres, el 10% habían sido primordialmente homosexuales por tres  años entre los 16 y 55 de edad, y el 4% de los caucásicos eran exclusivamente homosexuales después de la adolescencia. En una muestra representativa de varones norteamericanos de (n = 1.450), el 20% había tenido sexo orgásmico con otros varones, el 7% después de los 19 años(Fay et al. 1989).

En la visión darwiniana de la selección natural, los individuos deberían buscar maximizar el éxito reproductivo. Los humanos son una especie que se reproduce sexualmente, y la progenie resulta solamente del apareamiento con miembros del otro sexo; los actos homosexuales no parecen ayudar a la reproducción. La conducta homosexual está demasiado esparcida para ser un golpe de suerte o una aberración, pero los evolucionistas en particular deben sentirse desconcertados por su ubicuidad. Se puede considerar la actividad homosexual como una actividad libre de valor, como lo es acicalarse, pero pocas sociedades la consideran así. De hecho, se atribuye gran significación a las relaciones homosexuales.

¿Por qué está tan ampliamente esparcido el comportamiento homosexual? ¿Cómo podría haber evolucionado? Los intentos hechos por biólogos evolucionistas de reconciliar la conducta homosexual con la selección natural han asumido que la conducta homosexual es negativa para la aptitud [fitness] individual y que por lo tanto debe ser mantenida por selección indirecta. Las teorías de la selección de parentesco [kin selection] y del conflicto progenitor-progenie [parent-offspring conflict], en particular, han sido el foco de las explicaciones adaptacionistas. En la hipótesis de la selección de parentesco, los homosexuales renuncian altruistamente a la reproducción para asistir a la progenie de parientes (Wilson 1975, Weinrich 1987a). En la hipótesis de la manipulación parental, los infantes son manipulados por los padres para que renuncien a la reproducción, se vuelvan homosexuales y ayuden a la progenie de sus parientes (véanse Trivers 1974, Ruse 1988). Una tercera hipótesis, presentada por Hutchinson (1959) y llamada “del polimorfismo balanceado,” sugiere que la conducta homosexual se retiene porque es concomitante a un Segundo rasgo que está positivamente seleccionado. Hutchinson no describe este Segundo rasgo, aunque sugiere que podría implicar tasas de desarrollo.

Propongo una cuarta posibilidad: que la selección directa y positiva de la conducta homosexual se produce a causa de sus beneficios no conceptivos (véase fig. 1). La conducta heterosexual cumple funciones no conceptivas, tales como el mantenimiento de vínculos de larga duración (Morris 1967, Wilson 1975, Small 1995). Si la conducta homosexual también cumple funciones no conceptivas, tales como el mantenimiento de alianzas del mismo sexo (relaciones de apoyo de larga duración) que ayudan en la competición por recursos o en la defensa cooperativa, entonces la conducta homosexual sería objeto de selección positiva. En términos de la distinción biológica entre reproducción sexual y somática, la conducta homosexual es una estrategia de supervivencia, no una estrategia reproductiva. Si éste es el caso, el mejor modo de explicar la conducta homosexual es con referencia a los costos y beneficios del altruismo recíproco (sensu Trivers 1971).

Después de una breve reseña de correlativos de la conducta homosexual humana, las predicciones de las hipótesis de selección de parentesco, manipulación parental y formación de alianzas son comparadas con la literatura etnográfica. (Aunque mi intención es incorporar el comportamiento homosexual de las mujeres y los hombres por igual, los ejemplos de la literatura tienen sesgo [are biased] hacia los hombres.) Se hace una referencia limitada a los primates no humanos en el curso de una consideración de la evolución del comportamiento homosexual en homínidos. En esta reseña, el comportamiento sexual es definido (siguiendo a Vasey 1995)como contacto genital o manipulación genital por parte de individuos que han comenzado el desarrollo de características sexuales secundarias. Siguiendo esta definición, las interacciones efebofílicas (las que involucran a adolescentes púberes) pueden ser sexuales, en tanto que las interacciones paidofílicas (las que involucran a infantes preadolescentes) no pueden serlo. Un “homosexual” tiene sexo solamente con el mismo sexo biológico, en tanto que un “heterosexual” tiene sexo únicamente con el otro sexo biológico. Una persona con una historia sexual que incluye a ambos sexos es “bisexual.” La bisexualidad tiene tanto interés per se como la homosexualidad; el término  “no heterosexuales” se refiere conjuntamente a bisexuales y homosexuales, y la expresión “conducta homosexual” se refiere a los actos individuales tanto de bisexuales como de homosexuales.

Fig. 1. Curvas de éxito reproductivo proveniente tanto de actividades sexuales como de actividades somáticas (de supervivencia y mantenimiento). La curva de reproducción sexual (línea delgada entera) asume un decrecimiento monotónico en fecundidad con proporción reducida de actividades heterosexuales. La curva de reproducción somática (línea de puntos) asume un incremento sigmoidal en supervivencia y mantenimiento con alianzas incrementadas del mismo sexo en el punto medio, después del cual las alianzas incrementadas del mismo sexo conducen a un decrecimiento en éxito reproductivo. (El decrecimiento es resultado de la incapacidad de mantener alianzas heterosexuales y por lo tanto de sacar ventaja de la división sexual del trabajo y de los vínculos de largo tiempo que son típicamente necesarios para criar progenie con éxito.) El promedio de las dos curvas (línea entera gruesa) muestra que la mejor estrategia para éxito reproductivo neto es alianzas con ambos sexos. Si, dentro de sistemas culturales particulares, la conducta homosexual es útil para mantener alianzas del mismo sexo, entonces es adaptativo incluir un nivel moderado de conducta homosexual dentro del propio repertorio sexual.

 

Proporciones de Comportamiento Homosexual Informadas en Sociedades Contemporáneas, primordialmente de Occidente

Varones

Mujeres

Población de estudio n (var. ) n (muj.) excl.homo bisexual Suma excl.homo. Bisex. suma Ref.
Muestras no azarosas de EEUU
EEUU 2.200 n.r. n.r 23.0 (a) 1
EEUU (b) 111 n.r. n.r. 27.0 (c) 2
EEUU 2.830 (d) 2.601 n.r. n.r 37.0 n.r. n.r. 20.0 3
Nuestras azarosas en EEUU
EEUU 1.450 n.r. n.r. 20.3 4
Los Ángeles 298 1.0 3.0 4.0 5
EEUU 1288 674 0.8 6.2 0.3 3.3 3.6 6
EEUU 3324 1.1 1.2 2.3 7
EEUU 1401 0.7 4.9 5.6 8
Muestras azarosas europeas
Noruega ~3150 ~3150 0.6 2.9 3-5 0.8 2.2 3.0 9
Francia 9928 10127 0.7 2.4 3.1 0.6 2.0 2.6 10
Francia 1506 788 0.7 10.0 10.7 0.1 3.2 3.3 (e) 6
Reino Unido 8384 10492 0.2 5.0 5.2 0.1 2.5 2.6 11
Reino Unido 1.137 696 1.1 3.4 4-5 0.5 1.6 2.1 (c) 6
Muestras no azarosas de otras sociedades
Cercano Oriente árabe 113 n.r. n.r. 38.0 12
Colombia (b) n.r. n.r. 3.09 15.0 (h) 18.0 n.r. n.r. 12.0 (h) 13
Tailandia (b) 173 0.6 16.3 16.9 14
Tailandia 983 1285 0.2 3.1 3.3 0.9 0.3 1.2 15
Tailandia (i) n.r. n.r. n.r. 25.6 16
Mediana 8.5 0.6 2.4 3.3
Media 14.2 0.5 2.3 7.0

FUENTES: 1, Davis (1929); 2, Finger (1947); 3, Kinsey, Pomeroy y Martin (1948), Kinsey et al. (1953); 4, Fay et al. (1989); 5, Essock-Vitale y McGuire (1988); 6, Sell, Wells y Wypij (1995); 7, Billy et al. (1993); 8, Smith en Diamond (1993); 9, Sundet et al. (1988);10, ACSF (1992); 11, Johnson et al. (1994); 12, Melikian y Prothro (1954); 13, Ardila (1986); 14, Whitam y Mathy (1986); 15, Sittitrai et al. en Diamond (1993); 16, Nopkesorn et al. en Sittitrai y Brown (1994).

NOTA: Tanto las cifras de mediana como de media no están sopesadas y por lo tanto causan sesgo hacia las muestras de EEUU y Europa.

(a)Media de muestras de casados y solteros.(b)Alumnos universitarios.(c) sexo orgásmico. (d)Edad 21 años y más.(e)Conducta en los últimos 5 años (i.e., no conducta de toda la vida).(f) 63% de retorno de 10,000 cuestionarios postales; véase también Veierod et al. (1997).(g) Aproximadamente 90% de Líbano, Siria, Jordania e Iraq.(h)Promedio de cuatro ciudades; la muestra seleccionada estima razón homosexual : bisexual. (i) Militares conscriptos, edad 21.

 

Estas definiciones basadas en la conducta son más restrictivas que las que se encuentran típicamente en la literatura. Sin embargo, las categorías basadas en comportamiento son lógicamente defendibles y no menos verificables que asignar a los bisexuales a las categorías homosexual u heterosexual. La conducta también es un mejor clasificador que la autoidentificación. En una muestra de mujeres contemporáneas de EEUU (n = 1.384), el 17% habían tenido sexo homosexual, y sin embargo solamente el 5% se definían a sí mismas como gays o bisexuales; para los hombres (n = 1.335) las cifras eran 22% versus 9% (Janus y Janus 1993). Aunque la intencionalidad puede diferir entre los individuos que se identifican a sí mismos como gays y como héteros, la presunción a priori debería ser que sus conductas surgen de la misma fuente. Las categorías basadas en el comportamiento permiten comparaciones entre culturas (y especies) en tanto que las categorías basadas en la autoidentificación no lo permiten. Las categorías basadas en el comportamiento van más allá, permitiendo una comparación objetiva con la medición de resultado [perfomance] de éxito reproductivo. El uso de definiciones restrictivas en esta reseña a veces conduce a poner a prueba las predicciones sobre homosexuales con datos de no heterosexuales (i.e., homosexuales y bisexuales juntos). Esto es, infortunadamente, inevitable a causa de la inconsistencia entre los investigadores en el tema de dividir el continuo de la conducta sexual humana.

Correlatos de la Conducta Homosexual

Cualquier conducta que deba ser explicada por evolución debe tener componentes heredados. Esto no significa que estemos argumentando a favor de determinantes genéticos directos de la Sexualidad. La cultura puede ser un modo poderoso y consistente de transferir rasgos entre generaciones (Boyd y Richerson 1985); los polimorfismos comportamentales no necesitan tener base genética y pueden ser resultado de estrategias mezcladas dentro de la vida de un individuo (Maynard Smith 1982). La investigación reciente enfoca las posibilidades de las influencias biológicas y culturales en la conducta homosexual. Claramente, la conducta homosexual tiene correlatos estadísticamente significativos, al menos en las sociedades occidentales contemporáneas.

GENES

Los individuos que se identifican a sí mismos como homosexuales o bisexuales se encuentran en líneas familiares particulares (reseñado en Bailey y Bell 1993, Pattatucci y Hamer 1995, Pillard 1996). Los gemelos monocigóticos tienen concordancia para la no heterosexualidad en alrededor del doble de la tasa de los gemelos dicigóticos, lo que sugiere alguna influencia genética en los hallazgos de la agregación familiar [family aggregation] (e.g., Bailey et al. 1993, Whitam, Diamond y Martin 1993; cfr. Hershberger 1997). Yendo más allá, puede haber concordancias cromosómicas en no heterosexuales que son hermanos (Hamer et al. 1993). Los estudios cromosómicos han sido particularmente discutidos (véanse Risch, Squires-Wheeler y Keats 1993, Byne 1995); los descubrimientos iniciales han sido replicados por Hamer y colegas (Hu et al. 1995), pero la replicación eludió a los investigadores independientes (Rice et al. 1999).

Los estudios de gemelos también sugieren la importancia de los factores ambientales. Bailey y Pillard (1991; véase también Buhrich, Bailey y Martin 1991), por ejemplo, encontraron que el 52% de los cogemelos monocigóticos (n = 56) de no heterosexuales varones eran también no heterosexual, en tanto que solamente el 22% de los cogemelos dicigóticos (n = 54) eran también no heterosexuales. El 11 % de los hermanos adoptados (n = 57) eran no heterosexuales, comparados con el 9% de los hermanos de parentesco no gemelos (n = 142). Una gran porción de la conducta homosexual debe por lo tanto estar libre de la influencia de los genes y del medio uterino, o los gemelos monocigóticos hubieran tenido mayor concordancia y los hermanos no gemelos adoptivos y no adoptivos (que no comparten material genético) hubieran tenido mayores diferencias en conducta homosexual.

HORMONAS

Los datos son contradictorios en relación con las diferencias hormonales y de desarrollo entre quienes se involucran en conducta homosexual y quienes no lo hacen (reseñado en Small 1995, Byne 1995, LeVay 1996). Las diferencias en hormonas prenatales entre los hombres homosexuales autoidentificados y los hombres heterosexuales están implicadas por pequeñas diferencias estadísticamente significativas en las huellas digitales(Hall y Kimura 1994). (Las huellas digitales completan su desarrollo en el cuarto mes de preñez y son muy heredables.) Sin embargo, no hay diferencias evidentes entre los receptores de andrógeno de los hombres autoidentificados homosexuales y los hombres heterosexuales, y esto debilita el caso en favor de las diferencias de exposición hormonal (Macke et al. 1993). Puede haber diferencias en la morfología cerebral y diferencias asociadas en la capacidad visuoespacial entre homosexuales y heterosexuales (reseñado en LeVay 1996, Sanders y Wright 1997), pero cualquiera de estas diferencias es muy pequeña y tiene casi completa superposición en rango (Byne 1995, 1996; Wegesin 1998). Small le da un tratamiento equilibrado a la falta de conclusividad de la evidencia disponible en cuanto a los correlatos hormonales de la conducta homosexual Small (1995).

Varios estudios longitudinales sugieren que los infantes genéricamente atípicos, al crecer, se demuestran homosexuales (e.g., Green 1987, Zuger 1988). En algunas sociedades occidentales, los niños identificados por sus padres como genéricamente atípicos tienden a identificarse a sí mismos como homosexuales a medida que llegan a la adolescencia; muchos homosexuales autoidentificados recuerdan una infancia genéricamente atípica (Whitam y Mathy 1986, 1991; Zucker 1990). Sin embargo, los estudios de gemelos sugieren que la orientación sexual no es una covariable de la no conformidad genérica(Bailey y Pillard 1991). Yendo más allá, muchas poblaciones conocidas por conducta homosexual de varones no tienen reputación de afeminamiento (e.g., los samurai del Japón feudal[Leupp 1995], los caballeros de la Europa feudal [Greenberg 1988; cfr. Gilmour-Bryson 1996], los yanomamo de Sudamérica [Chagnon 1966]).

Sigue siendo posible que la orientación sexual tenga con el desarrollo de la identidad genérica una relación compleja y dependiente. Las hormonas prenatales contribuyen a las diferencias en caracteres de género, y ciertos caracteres de género puede tender a copresentarse con conductas homosexuales(reseñado en LeVay 1996). Si existe un vínculo entre la orientación sexual y la identidad genérica, sin embargo, sabemos notablemente poco de sus detalles. Es típico que los estudios de identidad genérica y orientación sexual carezcan de controles estrictos sobre sus grupos de studio. La determinación de causa y efecto se confunde por las preconcepciones sociales de la identidad genérica (Corbett 1998), por ejemplo, en tanto que muchos homosexuales autoidentificados recuerdan una infancia genéricamente atípica, también recuerdan ese tipo de infancia muchos heterosexuales autoidentificados (Byne en Small 1993). La no conformidad genérica no es condición ni necesaria ni suficiente para el comportamiento homosexual.

AMBIENTE

La conducta homosexual se correlaciona con variables sociales y demográficas. El servicio militar incrementa la probabilidad de comportamiento homosexual en un 50%(19% de 570 varones versus 12% de ~80 males, corregido Yates χ2= 12.6, d.f. = I, p < 0.001 [Fay et al.1989:348 n. 30]). Haber sido alumno de una escuela pública en Inglaterra[3] duplica la probabilidad de comportamiento homosexual adolescente (Johnson et al. 1994). La conducta homosexual también se correlaciona con el orden de nacimiento, por lo menos en varones de los EEUU y el Canadá: la probabilidad de que un varón se involucre en sexo homosexual aumenta con el número de hermanos varones mayores que tenga(reseñado en Blanchard y Bogaert 1996a, b). Blanchard y Bogaert (1996a, b) formulan la hipótesis de que las hormonas prenatales son mediadoras de este efecto, con la respuesta inmunitaria de la madre volviéndose cada vez más fuerte ante cada hijo varón. Sin embargo, el ambiente postuterino también puede influir la correlación entre el orden de nacimiento y el comportamiento homosexual. Las diferentes oportunidades que se les presentan a niños varones en distintas posici8ones dentro de las jerarquías familiares es para esta correlación una explicación sicológica alternativa (Sulloway 1996:488 n. 36).

La conducta homosexual humana se acumula en linajes particulares, se relaciona con el orden de nacimiento, y depende en parte de la red social que tenga el individuo, y algunas culturas la alientan mientras otras no lo hacen. Lo que es más sorprendente sobre los correlatos de la conducta homosexual es la pequeña cantidad de variación explicada por un solo factor por sí mismo, sea el que sea. Los genes, las hormonas, la experiencia de infancia y la experiencia adulta son multivariadas e interactúan para producir historias de vida multivariadas. La evidencia presente sugiere que la conducta homosexual está débil aunque significativamente correlacionada con numerosos rasgos, algunos genéticos, otros de desarrollo, y algunos provenientes de la experiencia. Los sutiles aumentos de propensión al comportamiento homosexual en una amplia gama de frentes crean una distribución ordenada [array] de experiencia humana. Puede haber ciertas constelaciones de rasgos que conduzcan a una propensión mayor o meno para que un individuo participe en una proporción mayor o menor de los actos homosexuales. El comportamiento sexual y la emoción son variables continuas y no variables dicotómicas (Ellis, Burke y Ames 1987, McConaghy, Buhrich y Silove 1994). Concentrarse en leves diferencias en tendencias modales debidas a factores individuales y aislados obscurece la continuidad fundamental entre la experiencia homosexual, bisexual y heterosexual.

Esto sugiere implícitamente que es un error dividir a los individuos en homosexuales “constitucionales” versus “facultativos” (e.g., Bell, Weinberg y Hammersmith 1981). Una tal división es, en esencia, un a posición extrema en el debate general “natura” versus “nurtura”. Para la mayoría de los mamíferos, los comportamientos sociales están basados en una gama de propensiones facultativas que interactúan con una gama de oportunidades facultativas; las conductas son dependientes de las condiciones, y no están típicamente fijadas en individuos dentro de poblaciones, sino que son fluidas, a medida que las historias de vida de los individuos se acumulan. La orientación sexual no es bimodal (contra LeVay 1996; e.g., véase Johnson et al. 1994). Hay que admitir que los datos no son claros en relación con si hay un tipo de Sexualidad humana que se despliega en una gama de homosexual o heterosexual, o si hay dos tipos de sexualidad (homosexual y heterosexual) que borran sus límites solamente cuando las oportunidades facultativas no se adecuan a los deseos constitucionales. Sin embargo, si9 bien no resulta claro que la orientación sexual sea una variable dicotómica, es claro que la conducta sexual es una variable continua. Y, como lo advierte Small (1995:149), “[Una] estrategia no es una estrategia si se implementa rara vez; es solamente un deseo no cumplido. Y la evolución no reconoce los deseos no cumplidos. En otras palabras, lo que la gente dice que quiere no es importante; lo que tiene verdadera significación [para la selección natural] es lo que obtienen.”

Selección de Parentesco y Manipulación Parental:

Predicciones y Evidencia

Los humanos tienen poca descendencia a lo largo de toda su vida e invierten intensamente en cada infante. El éxito reproductivo y la supervivencia del linaje, por lo tanto, dependen más de la calidad y cantidad de cuidado infantil que del número total de hijos e hijas. Si una persona homosexual incrementa suficientemente el éxito reproductivo de su parentela, entonces el material genético transmitido a la siguiente generación vía parientes que lo tienen en común con la persona homosexual en virtud de estar relacionados, puede compensar la falta de progenie de esa persona homosexual. Esto puede producirse por apoyo directo a la progenie, apoyo directo del linaje, o apoyo indirecto al no producir competidores de los herederos designados del linaje.

Wilson (1975) sugiere que si los homosexuales en sociedades no tecnológicas funcionan como ayudantes [helpers], la selección de parentesco puede mantener genes para la homosexualidad. Alternativamente, los individuos no reproductivos pueden incrementar los éxitos reproductivos de los progenitores, pero las ganancias de aptitud inclusiva [inclusive-fitness gains] pueden no ser suficientes para compensar las pérdidas de los individuos no reproductivos por sí mismos (Alexander 1974, Trivers 1974). Si esto es así, los progenitores pueden manipular la progenie seleccionada para que abandonen la reproducción sexual, se vuelvan homosexuales y asistan en la crianza de sus hermanos o hermanas [siblings]o en la progenie de sus hermanos o hermanas. Una presunción implícita de los proponentes de ambas hipótesis ha sido que la mayoría de los individuos que se involucran en conducta homosexual son homosexuales, y que por lo tanto la homosexualidad es la conducta que hay que explicar.

La selección de parentesco y la manipulación parental se confunden en relación con la homosexualidad por las dos hipótesis tienen una cantidad de predicciones en común. Dickemann (1995) junta ambas hipótesis bajo la más general de “aptitud inclusiva” [“inclusive fitness”] y sugiere que ya que no se necesita ser homosexual para asistir a los parientes, “la hipótesis de la aptitud inclusiva es una hipótesis sobre el celibato y la no reproducción. Si los célibes son homosexuales y cuándo lo son (…) son preguntas subsidiarias” (Dickemann 1995:174). Tres predicciones centrales de ambas hipótesis son(1) que la conducta homosexual reduce el éxito reproductivo del individuo, (2) que los linajes con homosexuales tienen mayor éxito reproductivo que los linajes sin homosexuales, y (3) que la conducta homosexual típicamente se ve en individuos de bajo potencial reproductivo.

ÉXITO REPRODUCTIVO INDIVIDUAL REDUCIDO

La información presente es equivoca en la predicción de éxito reproductivo reducido para los individuos. Los homosexuales, por definición, no tienen progenie, pero la mayoría de la gente que se involucra en conductas homosexuales son bisexuales (véase, e.g., tabla 2). Todavía no hay evidencia convincente de que la cantidad de progenie superviviente o incluso la fecundidad esté limitada por la conducta homosexual, como se la ve en la mayoría de los individuos que la practican.

Muchos individuos que se involucran en conducta homosexual tienen hijos e hijas. En un muestreo de mujeres británicas contemporáneas (n = 3,180), los bisexuales tienen una fecundidad significativamente más alta hasta los 25 años de edad y ninguna diferencia significativa en fecundidad a lo largo de la vida cuando se los compara con heterosexuales (Baker y Bellis 1995). De aproximadamente 265 varones homosexuales y bisexuales de más de 30 años de edad en el Japón contemporáneo, el 83% tienen progenie (Isomura y Mizogami 1992). Quinn (1996) provee datos sobre fecundidad en toda la vida (dentro de los límites del matrimonio) para 13 varones, todos ellos mormones del siglo XIX de los que se sabe que participaron en sexo homosexual consentido. En promedio, estos hombres tuvieron 2.1 hijos e hijas, en una gama de 0 a 9. (La comparación de estos números con una muestra general de mormones del siglo XIX podría ser el test de diferencias estadísticas.) En algunas sociedades, muchos individuos (probablemente la mayoría de los individuos) que generan hijos e hijos también se involucran en sexo homosexual (e.g., Florencia del Siglo XV [Rocke 1996], el Japón del siglo XVII [Schalow 1989, Leupp 1995], Melanesia [Herdt 1984a]).

Hay datos limitados en apoyo de esta predicción, sin embargo. En la muestra de Davis (1929) de mujeres casadas de EEUU (n = 1.000), las que tenían “relaciones emocionales intensas” con otras mujeres tienden a no tener hijos con más frecuencia que las mujeres sin relaciones de este tipo (39% de 18 mujeres versus 21% de 982 mujeres, corregido Yates χ2 = 2.40, d.f. = I, p = 0.121). (Solamente de 8 de las 18 mujeres que informaron “relaciones emocionales intensas” se sabe que hayan tenido sexo homosexual [véase Davis 1929: cap. 11, tabla 4].) En una muestra al azar de mujeres contemporáneas de EEUU (n = 298), la media [mean number] de progenie tenida por mujeres con experiencia homosexual es de 1.2 versus una media de 2.2 para mujeres sin experiencia homosexual (significación no informada [Essock-Vitale y McGuire 1988]). En algunas sociedades la conducta homosexual es tolerada solamente en la medida en que se cumpla con los derechos reproductivos (e.g., en la provincia china de Fujian en el siglo XVII [Ng 1989], en la Tailandia contemporánea [Jackson 1989]), lo que sugiere que los progenitores pueden oponerse a la conducta homosexual cuando reduce el éxito reproductivo de un linaje.

EXITO REPRODUCTIVO INCREMENTADO PARA LINAJES

Si la homosexualidad se da en razón de los beneficios al linaje a expensas de los homosexuales mismos, habrá más supervivencia de progenie en los linajes con homosexuales. Aunque no hay estudios que demuestren estas diferencias en ultimo término, el mecanismo aproximado presumiblemente sería ayuda a la progenie del parentesco, provista por los homosexuales más o mejor que la de los heterosexuales o célibes.

Los datos aquí son débiles y no van directamente al punto. Lo más que puede decirse es que los individuos que se involucran en conducta homosexual a veces ayudan a sus familias. En el movimiento de resistencia al matrimonio de China meridional, dos o tres individuos a veces jurarían amistad, y esto a menudo conducía a conducta homosexual (Sankar 1986). Las mujeres del movimiento eran relativamente ricas a causa de su trabajo en la industria de la seda y regularmente enviaban dinero de sus salarios a sus familias natales; algunos progenitors alentaban a las hijas a unirse a la sororidad [sisterhood] como medio de aumentar los ingresos del linaje. Una fuente diferente de apoyo para el linaje puede ser los pagos de dotes en [betrothal payments] en los casamientos homosexuales (e.g., en la Fujian del siglo XVII [Ng 1989], y entre los Azande de Sudán [Evans-Pritchard 1970]). Entre los Siwah de Libia, los muchachos recibían un precio de dote más alto que las muchachas (Maugham en Murray 1997). En la Norteamérica nativa, las personas transgéneros podían proveer apoyo al linaje a través de sus papeles como casamenteras y como mediadoras de disputas; también tenían acceso a tecnologías restringidas tales como la confección de canastas y la alfarería y esto los proveía de ganancia material (e.g., los Navajo de Norteamérica [Hill 1935]).

Sin embargo, no se dispone de datos sobre la cantidad de cuidado dado por los homosexuales a la progenie de su parentela. Los argumentos en apoyo de esta predicción se apoyan en el potencial de los homosexuales de ayudar a sus linajes. Incluso si esto pudiera ser demostrado (por ejemplo, que los Transgéneros norteamericanos recibieran beneficios por sus roles, esto no es lo mismo que dar beneficios a su parentela(Dickemann 1995).

APARICIÓN TIPICA EN INDIVIDUOS DEE BAJO POTENCIAL REPRODUCTIVO

Si los individuos abandonan la reproducción en beneficio de parientes (altruísticamente con la selección de parentesco, forzados bajo manipulación parental), estos individuos deben ser aquellos con una baja probabilidad de producir progenie directamente. Los factores asociados con el potencial reproductivo incluyen el orden de nacimiento, el sexo biológico y las razones demográficas de sexo [demographic sex ratios]. Los datos proveen alguna base para esta predicción, El orden de nacimiento claramente tiene implicancias para el rol que uno toma (o que a uno le es asignado) en el propio linaje. También resulta armónica con esta predicción la información actual que sugiere que hay más conducta homosexual en el varón que en la mujer. Sin embargo, todavía no hay estudios sistemático para mostrar que los sesgos demográficos [demographic skews} conducen a conducta homosexual.

Orden de Nacimiento. Particularmente en sociedades con unigenitura, la reproducción sancionada está reservada para aquellos de orden de nacimiento alto (e.g., Portugal de los siglos XVI y XVII[Boone 1988]). Los individuos de orden de nacimiento bajo presumiblemente tienen menos oportunidad para la reproducción exitosa (e.g., en el sacerdocio, en la milicia). Los homosexuales varones autoidentificados de los Estados Unidos y el Canadá tienden a tener más hermanos mayores que los que tienen los heterosexuales varones autoidentificados (Blanchard y Bogaert 1996a, b) y esto implícitamente da apoyo a la predicción de que la homosexualidad se correlaciona con bajo potencial reproductivo. La “reversión” de rol de género de algunos individuos que se involucran en actos homosexuales es común en algunas sociedades, aunque esta reversión de rol no se aplica a sus parejas, heterosexualmente casadas (e.g., Norte y Sudamérica [Williams 1986; Murray 1995a, b; Lang 1998], Hawai antes del contacto con los europeos [Morris 1990]). Por lo tanto, es de interés que entre los Lache de Colombia y en sociedades de las Indias Occidentales en los años del 1800, los hijos de muy bajo orden de nacimiento a veces eran criados como hijas (Métraux y Kirchhoff 1948, Waitz en Greenberg 1988). Yendo más allá, las mujeres de nacimiento tardío aparentemente tienen más probabilidades de ser criadas como hijos entre los kaska de Norteamérica (Honigmann 1954). Tales informes están potencialmente en armonía con la predicción de que el orden de nacimiento bajo está correlacionado con la conducta homosexual, particularmente para los varones.

Sexo biológico. Los hombres tienen mayor variación en éxito reproductivo que las mujeres (Trivers 1972), y si la homosexualidad es resultado de un bajo potencial reproductivo debería haber más homosexuales hombres que mujeres. Éste parece ser el caso. A grandes rasgos, el doble de hombres informan conducta homosexual que de mujeres en los Estados Unidos contemporáneos, El Reino Unido y Francia (Sell, Wells y Wypij 1995; véase también tabla 2). Transculturalmente, el comportamiento homosexual del varón se informa con más frecuencia que el comportamiento homosexual de la mujer (e.g., Atenas clásica [Dover 1989], Japón de los siglos XVI y XVII [Leupp 1995], la Norteamérica nativa [Callender y Kochems 1983, Lang 1998]). Esto puede deberse en parte al sesgo de información (Herdt 1984a, Blackwood 1986b). La conducta homosexual reducida en las mujeres puede también ser resultado de mayor control social de la sexualidad de la mujer (Small 1995). En la Gran Bretaña contemporánea , mujeres y varones informan niveles similares de atracción homosexual, pero las mujeres informan solamente la mitad del nivel de comportamiento homosexual(Johnson et al. 1994). El control de la sexualidad de la mujer es variable a través de las culturas, sin embargo, y todavía no hay datos que indiquen una correlación negativa entre la conducta homosexual de la mujer el control de la sexualidad de la mujer.

Demografía. Varios escritores sugieren que los varones menos poderosos se involucran en sexo homosexual primordialmente porque los varones más poderosos tienen esposas múltiples y por lo tanto reducen la disponibilidad de parejas del otro sexo (e.g., Lévi-Strauss 1943, Wilson 1959, Evans-Pritchard 1970). Un estudio de 70 culturas extraídas al azar de los Archivos del Área de Relaciones Humanas [the Human Relations Area Files (HRAF)], sin embargo, no encuentra que la poliginia esté correlacionada con el comportamiento homosexual del varón (Barber 1998). También ha sido sugerido que el comportamiento homosexual organizado en Melanesia puede relacionarse con las razones de sexo desbalanceadas [imbalanced sex ratios] o con la segregación especial de los sexos, pero no se han hecho comparaciones sistemáticas (Davenport 1977, Herdt 1984a; véase también Knauft 1987, España 1992). La presunción implícita es que los actos homosexuales se dan solamente cuando están ausentes las oportunidades heterosexuales, pero los datos no dan apoyo a esta presunción. Los varones políginos de las Grandes Nambas de Melanesia tienen muchos amantes varones, y a veces los prefieren sexualmente a sus esposas (Deacon 1934). También está registrado que la conducta homosexual es más mandatoria que el comportamiento heterosexual en numerosas sociedades, incluyendo los Pukhtun de Pakistán, los mineros migrantes de varias sociedades de Sudáfrica y los atenienses de la Atenas clásica (Lindholm 1982, Moodie, Ndatshe y Sibuyi 1989, Dover 1989).

Diferenciando las Hipótesis de Selección de Parentesco y de Manipulación Parental

Las hipótesis de selección de parentesco y de manipulación parental difieren en los mecanismos que incluyen (Trivers 1974). Con la selección de parentesco, los individuos deberían volverse homosexuales por su propia voluntad. Con el conflicto progenitores-progenie, la homosexualidad es inducida cuando los progenitores canalizan recursos o socializan la progenie de modos que los vuelven menos competitivos en roles reproductivos.

Hay solamente apoyo anecdótico para la predicción de que los progenitors manipulan a progenie seleccionada para tomar papeles no reproductivos y volverse homosexual. Es claro que los progenitores juzgan el valor reproductivo de sus hijos e hijas (e.g., la India colonial [Dickemann 1979], la Alemania de los siglos XVII a XIX, [Voland 1989]) y que a veces alientan en sus niños o niñas la conducta homosexual. Los progenitores de la Florencia del siglo XVI  alentaban las relaciones homosexuales entre sus hijos y los líderes de linajes influyentes, aparentemente para incrementar su poder político(Rocke 1996). Esto resulta similar al involucramiento paternal en la selección de protectores varones [male patrons] para los hijos varones en la Atenas clásica y en Melanesia. Los progenitores también manipulan a progenie seleccionada para que tomen roles no reproductivos: castrando a los hijos varones para calificarlos para posiciones de eunuco en la corte bizantina, por ejemplo (Ringrose 1996). En la Norteamérica nativa, los progenitores jugaban roles significativos en la selección de niños y niñas para que fueran aprendices de chamanes transgéneros, aunque típicamente afirmaban que tal selección era una respuesta a la disposición innata del infante (Williams 1986; cfr. Callender y Kochems 1983). Las personas Transgéneros mohaves eran predichas por los sueños de sus madre, por ejemplo (Devereux 1937). Entre los araucanos de Sudamérica, los varones transgéneros chamanes son “generalmente elegidos para este oficio cuando son niños, y siempre hay una preferencia [mostrada] en ellos, que en una edad temprana de la vida descubren una disposición afeminada” (Falkner 1935:117 [1774]). Sin embargo, carecemos de datos sobre si los niños homosexuales no reproductivos ayudan significativamente a los otros niños de sus linajes.

Formación de Alianzas: Predicciones y Evidencia

La hipótesis de formación de alianzas a través de altruismo recíproco provee predicciones que la distinguen claramente tanto de la selección de parentesco como de la manipulación parental. Como fue señalado por Trivers (1985:198), “el lado sexual y romántico de las relaciones homosexuales parecería interferir con el altruismo dirigido a los parientes [kin-directed altruism]: en la medida en que uno está sexualmente atraído a otro individuo, uno naturalmente se sentirá inclinado a invertir algunos recursos en la competencia intrasexual para ganar los favores de ese individuo. Si la relación floreciese en una relación de amor, será natural dedicar algunos de los mismos recursos y energía que irían a una relación heterosexual amorosa.”

La competencia por los recursos en juego en la competición intrasexual (tales como bienes materiales o apoyo social) permite que la selección directa actúa sobre la propensión hacia la conducta homosexual. Las predicciones de esta hipótesis incluyen (1) que las alianzas del mismo sexo ayuden a la supervivencia y a la reproducción sexual subsiguiente, (2) que la conducta homosexual ayude en la formación de alianzas, y (3) que la bisexualidad sea más común que la homosexualidad. (Una presunción implícita en esta hipótesis es que la bisexualidad es el comportamiento que debe ser explicado.)

IMPORTANCIA PARA LA SUPERVIVENCIA INDIVIDUAL

Si la conducta homosexual tiene beneficios de adaptación debidos a las alianzas del mismo sexo, estas alianzas deben ayudar a los individuos a establecer y mantener sus casas [households] y, por consiguiente, a ayudar a su progenie a alcanzar la edad reproductiva. Hay datos limitados en cómo las alianzas del mismo sexo influyen en el éxito reproductivo. Sin embargo, los individuos que se involucran en actos homosexuales reciben beneficios aplicables a sus vidas reproductivas. Esta predicción está fuertemente apoyada por el hecho de que las alianzas del mismo sexo son importantes en las redes de ayuda a la supervivencia y, potencialmente, de intercambio matrimonial.

Entre los K’ekchi’ Mayans de Belice, los hombres con alianzas del mismo sexo en trabajo agrícola tienen significativamente más infantes que sobreviven pasados los seis meses de vida a causa de la productividad incrementada(Berte 1988). (Berte no especifica los mecanismos por los cuales los varones K’ekchi’ Mayan mantienen sus alianzas, aunque la cultura precolonial Mayan sancionaba favorablemente la conducta homosexual entre hombres no casados y todavía puede seguirlo haciéndolo así hoy en día [Greenberg 1988; véanse también Reina 1959, Gossen 1974, Sigal 1997].) En relación con los Azande y otras sociedades africanas con matrimonies polígamos, Blackwood (1986b) sugiere que la conducta homosexual de la mujer ayuda a negociar alianzas que extienden las redes de comercio y realzan la seguridad económica. Las alianzas en el movimiento de resistencia al matrimonio de la China meridional tenían fundamentalmente que ver con el apoyo económico mutuo (Sankar 1986); las uniones del mismo sexo de la era cristiana temprana se hacían con el designio de crear unidades socioeconómicas, solemnizadas por votos religiosos y contratos civiles (Boswell 1994). (Es claro que la conducta sexual era una parte de algunas de estas alianzas, aunque las proporciones de población se desconocen.) Los vínculos de pareja [Pair-bonds] entre varones (no transgenéricos) en muchas sociedades de la Norteamérica nativa reducían la variación en consumo de alimento y proveían a la defensa cooperativa. Como lo describió el misionero del siglo XVIII Lafitau (en Katz 1976:289), “se vuelven compañeros [companions] en la caza, en la guerra, y en la fortuna [y] tienen derecho a comida y alojamiento el uno en la cabaña del otro.”

Dentro de las alianzas del mismo sexo graduadas por edad “(protector/ pupilo)” [(“patron/client”) en Melanesia, el cliente más joven provee trabajo en los campos (y servicios sexuales) en tanto que el protector, que es mayor, provee alimento y educación (Marind-anim [van Baal 1966]; Grandes Nambas [Deacon 1934, Guiart 1953], Kiman [Serpenti 1984]). En las Tahiti y Hawaii precoloniales, los pupilos de protectores poderosos ganaban prestigio (Gunson 1964, Morris 1990), como lo hacían los pupilos en la Atenas clásica y en la Forencia del siglo XV (Dover 1989, Rocke 1996). En la antigua Creta, los hombres sin parejas del mismo sexo estaban en desventaja social (Boswell 1980). Las parejas sexuales del mismo sexo de los samurais japoneses ganaban a la vez entrenamiento militar y tierra (Leupp 1995). En la Atenas clásica y en el Japón de la dinastía Tokugawa, se creía que las alianzas del mismo sexo eran más peligrosas para los intereses arraigados que las alianzas de mujer y varón (Boswell 1980, Leupp 1995).

Las alianzas del mismo sexo con comportamiento homosexual a menudo tienen reglas de exogamia y rituales similares a los casamientos heterosexuales (e.g., Roheim 1933, Gunson 1964, Evans-Pritchard 1970, Ernst 1991). Esto sugiere que las alianzas del mismo sexo y los casamientos heterosexuales son complementarios. Lévi-Strauss (1943) trata como equivalentes a las alianzas basadas en los “servicios sexuales recíprocos” de casamiento de intercambio de hermanas y a las alianzas basadas comportamiento homosexual por cuñados clasifactorios [classifactory brothers-in-law]. Tanto el casamiento de intercambio de mujeres como el comportamiento homosexual vinculan en Melanesia a los “individuos y grupos en complejas cadenas de dependencia y obligación mutua” (Lindenbaum 1984:345). Entre los etoro, por ejemplo, el pupilo ideal de un protector [a patron’s ideal client] es el hermano más joven de su esposa, con lo que se vinculan efectivamente la esposa y el pupilo [wife and client] en un casamiento “polígino” sororal/fraternal en el que solamente un co-consorte es activo reproductivamente (Kelly 1977).Tanto entre los jaqaj como entre los  onabasulu de Melanesia, las alianzas homosexuales incrementan los derechos de intercambio de casamiento con las mujeres controladas por la propia pareja varón [by one’s partner (Boelaars 1981, Ernst 1991; véase también Herdt 1984a).

AYUDA EN LA FORMACION DE ALIASNZAS DEL MISMO SEXO

La predicción de ayuda en la formación de alianzas del mismo sexo recibe apoyo, con la fuerte advertencia de que la conducta homosexual no se requiere para la formación de alianzas. En algunas culturas, las relaciones del mismo sexo que implican derechos y responsabilidades y son solemnizadas por ceremonias públicas o intercambio de riquezas parecen ser célibes (e.g., los Lovedu de África Meridional [Krige 1974], la mayoría de los mormones del siglo XIX [Quinn 1996]). Sin embargo, las alianzas del mismo sexo a menudo realmente involucran comportamiento homosexual. La conducta homosexual de los adolescentes parece predecir alianzas cuando se hacen adultos, entre los Dahomey de Nigeria, los Nambikuara de Brasil y los Barasana de Colombia (Herskovits 1938, Lévi-Strauss 1943, Hugh-Jones 1979; véase también Sorensen 1984). La conducta homosexual también se produce como parte de las amistades juramentadas entre los Khoisan de Sudáfrica y los dináricos de Serbia (Schapera 1930, Tomasic 1948).

La emoción sexual puede reforzar relaciones de apoyo de largo tiempo (e.g., los Azande [Evans-Pritchard 1970]). Entre los Kiman de Melanesia, el comportamiento homosexual se detiene después de la adolescencia pero  “sin embargo, una relación emocional de toda la vida es a menudo el resultado de las relaciones homosexuales” (Serpenti 1984:305); este parece también ser el caso de los Onabasulu (Ernst 1991). (Sin embargo, la conducta homosexual no parece influir los vínculos emocionales en East Bay en Melanesia [Davenport 1977].) Entre los Sambia, la conducta homosexual se produce entre iniciados en una cohorte regional de milicias muy débilmente cohesionadas. Los Sambia son cazadores de cabezas, y a menudo están en guerra con grupo vecinos; Herdt (1984b) argumenta que su comportamiento homosexual solidifica vínculos que resultan vitales para la defensa mutua.

BISEXUALIDAD MAS COMUN QUE LA HOMOSEXUALIDAD

Si bien la hipótesis de formación de alianzas predice que la conducta homosexual automotivada típicamente realza la supervivencia, también predice que la homosexualidad per se será mal adaptativa en términos darwinianos. La hipótesis de formación de alianzas por lo tanto predice que los bisexuales deben superar en número a los homosexuales.

Los datos dan un fuerte apoyo a esta predicción. La mayoría de los individuos que se involucran en conducta homosexual son, en la práctica, bisexuales (e.g., Melanesia [Herdt 1984a], la Fujian del siglo XVII [Ng 1989], Atenas clásica, [Dover 1989], Estados Unidos contemporáneos [Kinsey, Pomeroy y Martin 1948, Kinsey et al. 1953). Las fuentes literarias y biográficas del Japón del siglo XVII y los registros de la corte sobre acusaciones de sodomía en la Florencia del siglo XV sugieren que la mayoría de los hombres en estas dos sociedades pueden haber sido bisexuales (Schalow 1989, Leupp 1995, Rocke 1996). A lo largo de dos milenios de registros de China, los individuos conocidos por la actividad homosexual son típicamente también conocidos por su actividad heterosexual (Hinsch 1990). En la Norteamérica nativa, la mayoría de los que se involucraban en sexo homosexual no eran transgéneros (cuya sexualidad sigue sin ser clara) sino individuos genéricamente típicos que eran claramente bisexuales  (Callender y Kochems 1983; Williams 1986, 1992a); lo mismo es verdad en lo que respecta a Tahití (Herdt 1997).

También concuerda con esta predicción el hecho de que la emoción homosexual exista aparte de la conducta homosexual. Entre 8 y 12% de los varones y mujeres occidentales tienen atracción homosexual, aunque no conducta, después de los 15 años de edad (Sell, Wells y Wypij 1995; véase también Davis 1929; Laumann et al. 1994: fig. 8.2; Pattatucci y Hamer 1995). Tanto entre los estudiantes de medicina australianos como entre los estudiantes de medicina malayos, la mayoría de la atracción homosexual es sentida por aquellos cuyo comportamiento es predominante o exclusivamente heterosexual (Mc-Conaghy, Buhrich y Silove 1994). Este continuo de experiencia está implícito en las  “efusiones sentimentales” informadas por Lévi-Strauss (1943) y otros (e.g., Hugh-Jones 1979) cuando se discurre sobre la conducta homosexual que parece, para estos investigadores, no estar relacionada con la gratificación sexual.

Discusión

COMPORTAMIENTO HOMOSEXUAL EN HUMANOS

En un sentido popperiano, las hipótesis no pueden ser probadas, solamente pueden ser sanamente desaprobadas [soundly disproven]. Yendo más allá, incluso si se demuestra que un comportamiento en particular es adaptativo, esto de ningún modo alcanza para decir que se ha demostrado que es el producto de la selección natural (Caro y Borgerhoff Mulder 1987). En el análisis final, la evidencia disponible no permite el rechazo de ninguna de las tres hipótesis reseñadas aquí (tabla 3). La selección de parentesco y la manipulación parental siguen siendo, sin embargo, las menos satisfactorias, y esto sería así aunque la única razón fuera que los datos son inadecuados para poner a prueba sus predicciones centrales. No hay evidencia fuerte de que la conducta homosexual, tal como se la ve en la mayoría de los individuos que la practican, reduzca el éxito reproductivo promedio.

Tabla 3

Predicciones y Apoyo de las Tres Hipótesis Evolucionistas de la Conducta Homosexual Humana

Predicción Apoyo
Selección de parentesco y manipulación parental
1. El comportamiento homosexual reduce el éxito reproductivo individual. Equívoco
2. Los homosexuales proveen más ayuda o mejor para criar a la progenie que los heterosexuales o los célibes. Datos insuficientes
3. La conducta homosexual se encuentra predominantemente en individuos de bajo potencial reproductivo. Moderado
Manipulación Parental
1. Los progenitores manipulan a progenie seleccionada para que dejen de lado la reproducción, se vuelvan homosexuales y ayuden en la crianza de hermanos y hermanas o de la progenie de hermanos y hermanas. Limitado.
Formación de alianzas (altruismo recíproco)
1.Alianzas del mismo sexo ayudan a la supervivencia individual. Fuerte
2. Comportamiento homosexual ayuda a la formación de alianzas del mismo sexo. Moderado
3. La bisexualidad es más común que la homosexualidad. Fuerte

No hay evidencia de éxito reproductivo incrementado en linajes con miembros homosexuales. Aunque la información actual no permite la refutación, estas dos hipótesis claramente no tienen un poder explicativo fuerte. En particular, no hay evidencia de que los homosexuales provean mayor servicio que los célibes. Una cuestión fundamental sigue siendo por qué la selección natural seleccionaría no reproductivos homosexuales, cuando no reproductivos asexuales parecerían más eficientes (Trivers 1985, Dickemann 1995). (Los procesos de desarrollo puede hacer que un cambio de “homosexual” a “heterosexual” sea más fácil que un cambio de “asexual” a “sexual.”)

La progenie no reproductiva que sea altruista con hermanos y hermanas siempre será beneficiosa para el éxito reproductivo de sus progenitors antes de llegar al umbral del beneficio a los suyos propios (Trivers 1974). La manipulación parental tiene por lo tanto más probabilidades que la selección de parentesco, aunque solamente fuera porque el umbral es más bajo. Los progenitores manipulan a los hijos e hijas para que acepten roles no reproductivos; los individuos que aceptan roles no reproductivos potencialmente ayudan a su parentela. Sin embargo, con la posible excepción de los transgéneros nativos americanos, hay pocas pruebas de que los individuos (presuntamente) no reproductivos sean predominantemente homosexuales. La clerecía de la era cristiana temprana probablemente se involucraba en comportamiento homosexual en grado no mayor que el laicado, por ejemplo (Boswell 1980, Greenberg 1988). La información actual más bien sugiere que la evaluación parental del éxito reproductivo potencial de su progenie da como resultado otros comportamientos, tales como el infanticidio con sesgo de sexo [sex-biased infanticide], desviar a la progenie seleccionada a estrategias de alto riesgo (e.g., servicio militar), o aliento para formar familias poliándricas [polyandrous households] (Dickemann 1979, 1993; Voland 1989; Durham 1991).

La formación de alianzas es la hipótesis que mejor explica las observaciones en la literatura histórica y etnográfica. No depende de que el comportamiento homosexual sea en detrimento del éxito reproductivo y ni siquiera requiere que los linajes se beneficien. Las alianzas del mismo sexo ayudan a los individuos a sobrevivir y subsecuentemente reproducirse, las alianzas del mismo sexo se expresan a veces sexualmente, y la bisexualidad es más común que la homosexualidad. Yendo más allá, la formación de alianzas es lo que mejor explica la curiosa disyunción entre la expresión facultativa de la conducta homosexual y sus correlatos genéticos y de desarrollo. En muchas sociedades, las personas se involucran en conductas homosexuales primordialmente en ciertos estadios de la vida, tales como durante la adolescencia o antes del casamiento heterosexual, y después cambian a un comportamiento heterosexual relativamente exclusivo cuando son adultos, o poco después de la formación de la casa [household formation]. Esto puede ser porque las alianzas del mismo sexo dirigidas a la reproducción somática son más importantes en la parte temprana de la vida, y las alianzas de mujer y hombre dirigidas a la reproducción sexual son más importantes más tarde. También hay que agregar que la hipótesis de formación de alianzas es relativamente parsimoniosa, porque no postula una separación entre el comportamiento homosexual de los humanos y el de los primates no humanos, en el que la conducta homosexual se ve como un componente de las historias de vida adaptativas (e.g., de Waal 1995).

El altruismo recíproco a menudo se desarrolla en animales de larga vida, mutuamente dependientes, que tienen contacto recíproco (Trivers 1971). Cuando hay competencia para los recursos sociales, es importante prevenir que los rivales formen alianza con las parejas de uno (Harcourt 1989). Los vínculos que implican intercambio recíproco de miembros del linaje, ceremonias rituales y emoción sexual puede ayudar a negociar derechos exclusivos en relación con las parejas de alianza —lo que puede explicar los intensos celos que se encuentran en las parejas sexuales del mismo sexo (e.g., los khoisan [Schapera 1930], los grandes nambas [Deacon 1934], el Japón del siglo XVII [Schalow 1989]). Layton (1989:435) sugiere que “el altruismo recíproco [explica](…) gran parte de la acción humana conducida en el idioma de parentesco” y que los términos de parentesco social identifican miembros de parejas [partners] para intercambio recíproco. Esto se corresponde bien con los términos de parentesco social que regulan las parejas homosexuales [homosexual partnerships] en muchas sociedades (e.g., los nambikuara [Lévi-Strauss 1943], los Marind-anim [van Baal 1966]).

Los medios de cambio, y los costos y beneficios del altruismo recíproco son complejos. Hay restricciones del valor reproductivo específicas de la edad, específicas del sexo y específicas de la cultura, y variarán con las condiciones demográficas y ecológicas. Los costos y beneficios de los actos altruistas también son influidos por limitaciones asimétricas de éxito reproductivo. Las alianzas dentro de y entre clases de edad/de sexo pueden por lo tanto tomar formas diferentes. En alianzas entre pares, los medios de cambio del altruismo recíproco parecen ser los mismos, y los repagos probablemente ocurren dentro de períodos cortos (i.e., en una cantidad de años). En alianzas entre protectores mayores y pupilos más jóvenes, los medios de cambio parecen ser asimétricos, y los repagos pueden tener períodos de generaciones. El protector recibe trabajo, el prestigio de mantener una institución social y gratificación sexual; el protector, presumiblemente, ya ha establecido una familia [household] y está dentro de un sistema reproductivo diseñado para asegurar el potencial para fertilizaciones. El pupilo está limitado por el acceso tanto al conocimiento como los recursos que le permitirían establecer una familia [household]. El sexo no reproductivo es de bajo costo porque es improbable que el pupilo sea aceptado socialmente como miembro de la población reproductiva. El hecho de que las alianzas protector/pupilo sean más comunes en varones que en mujeres (Herdt 1997) puede reflejar la mayor competencia intrasexual entre los varones, con alianzas que mantienen obligaciones recíprocas tales como el acceso a parejas  (e.g., los yanomamo [Chagnon 1982]).

La presión selectiva en favor de alianzas podría darse cuando el trabajo asistido aumenta la productividad individual o cuando hay una fuerte competencia por recursos defendibles. La fecundidad incrementada puede ir en detrimento del éxito reproductivo producir infantes adicionales ahora provee menos beneficio que invertir en progenie ya producida o en amasar recursos para dar apoyo a los infantes que uno tiene alta probabilidad de producir en el futuro (e.g., Hill y Kaplan 1988). Esto conduce a la predicción de que las alianzas del mismo sexo aparecerán en sociedades donde la inversión en la progenie esté más fuertemente correlacionada con el éxito reproductivo que lo que está correlacionado con ese éxito el mero número de infantes. Estas sociedades incluyen aquellas con fuertes sanciones en contra de la ilegitimidad, las que tienen ambientes predecibles, y las que tienen ambientes al tope de su capacidad de ser habitados.

La cultura es probablemente una influencia sobre el comportamiento homosexual más inmediata que la ecología, pero la expresión del comportamiento homosexual puede ser influida, en parte, por variables ecológicas (cfr. Dickemann 1993). En las sociedades donde el trabajo incrementa la productividad, las alianzas del mismo sexo pueden estar basadas en consideraciones de trabajo (e.g., los Grandes Nambas [Deacon 1934]). En sociedades donde el estatus es relativamente destacado, las alianzas pueden estar estructuradas por diferenciales de estatus (e.g., Florencia del siglo XV [Rocke 1996]). Lindenbaum (1987) sugiere que la conducta homosexual en Melanesia está correlacionada positivamente con baja densidad de población, un  marcador de hábitat de baja productividad. En 70 culturas sacadas al azar del HRAF, la conducta homosexual se produce significativamente más a menudo en sociedades agriculturales que en sociedades de cazadores-recolectores y más a menudo en grupos sociales más grandes (Barber 1998). Esto implícitamente da apoyo a la predicción de Dickemann (1993) de que la conducta homosexual se verá más a menudo cuando las redes políticas, y no los individuos independientes, sean la fuerza social primordial. Si las pautas de organización social y formación de alianzas son predichas por variables ecológicas (Dickemann 1979, Flinn y Low 1986), entonces el comportamiento homosexual debería variar predeciblemente con la ecología. Si, por ejemplo, ciertas formas de casamiento de primos son predichas por las condiciones ecológicas que regulan las necesidades de coaliciones de los varones (Flinn y Low 1986), la conducta homosexual del varón debería ser predicha por tales condiciones (cfr. Layard 1959, Lindenbaum 1987). Más todavía: si la poliginia es predicha por las condiciones ecológicas y si la conducta homosexual de la mujer fortalece la seguridad económica dentro de los casamientos políginos, la conducta homosexual de la mujer debería ser predicha por tales condiciones.

En algunas instancias, las alianzas pueden no ser entre el protector y el cliente sino entre el protector y el progenitor del cliente, particularmente si el protector tiene un estatus alto (véase Harcourt 1989). Los progenitores en la Florencia del siglo XV y en Siwah, Libia, a comienzos del siglo XX, pueden haber usado la sexualidad de sus hijos adolescentes para establecer vínculos con casas [households] más poderosas (Rocke 1996, Murray 1997; véase también Cline 1936). Entre los azande, el amante del mismo sexo cumplía con las obligaciones de parentesco hacia los padres del amante (Evans-Pritchard 1970). Cuando las alianzas dan como resultado la transferencia de riqueza a los progenitores (e.g., los pagos de compromiso en la Fujian del siglo XVII [Ng 1989]), los progenitores tienen un incentive para manipular las alianzas de su progenie; usan a los niños o niñas para sus propios propósitos. Como lo advierten Hart y Pilling (1960:15), “en la cultura Tiwi las hijas eran un activo para su padre, y éste invertía estos activos en su propio bienestar. Por lo tanto, entregaba su hija recién nacida a un amigo o a un aliado, o a alguien que quería como amigo o como aliado.” Los progenitores en el Japón de los Tokugawa vendían tanto a sus hijos como a sus hijas para dedicarlos a la prostitución por contrato (Leupp 1995). En algunas sociedades melanesias, la iniciación comienza antes de la pubertad y se la considera más propiamente paidofílica que efebofílica, por lo menos en sus estadios iniciales (e.g., los sambia [Herdt 1984b]).

En muchas sociedades, las alianzas son mantenidas sin comportamiento sexual. La sexualización de alianzas puede ser anticipada cuando el compromiso de los miembros sociales de la pareja [social partners] es particularmente importante o la competencia por parejas particularmente severa. El sexo puede ser un modo de conferir placer —presumiblemente un medio de cambio de relaciones de apoyo de largo tiempo— y puede significar para la pareja de uno y para los otros un alto nivel de afiliación y exclusividad. En la medida en que mantener una alianzas tiene costos significativos en términos de tiempo, los despliegues de compromiso son adaptativos a causa del costo (cfr. Zahavi 1975). Los actos homosexuales se vuelven poderosos símbolos de lealtad y afiliación. Sigue siendo poco claro por qué se usa el sexo para negociar alianzas que no sostienen beneficios conceptivos directos. Sin embargo, para algunos primates —incluyendo los humanos— el sexo raramente es para la procreación (Wrangham 1993, Small 1995, Manson, Perry y Parish 1997). Wrangham (1993) estima que para los bonobos solamente el 1% de las copulas son conceptivas. El comportamiento sexual y la emoción por lo tanto pueden ser confiscadas [appropriated] para establecer y mantener alianzas. El comportamiento homosexual no es indispensable para las alianzas del mismo sexo. El comportamiento homosexual, sin embargo, no está en desventaja selectiva, en tanto que en última instancia los apareamientos heterosexuales se produzcan, en promedio, lo suficiente para proveer al individuo con la cantidad promedio de progenie sobreviviente. Particularmente en sociedades que requieren el casamiento heterosexual, es improbable que el comportamiento homosexual de cómo resultado un decrecimiento neto en el éxito reproductivo de un individuo (Weinrich 1987b).

COMPORTAMIENTO HOMOSEXUAL EN EL ANCESTRO HUMANO

El comportamiento homosexual humano muestra similitud a lo largo y ancho de amplias regiones geográficas. Se piensa que el comportamiento homosexual organizado en Melanesia se originó en una cultura que alcanzó Melanesia quizás 10.000 años atrás (Herdt 1997). Culturas ampliamente divergentes a todo lo largo de las Américas tienen un modo a grandes rasgos similar, aunque de ningún modo unitario, de incorporar comportamiento homosexual transgenérico (Williams 1986, Lang 1998), y esto sugiere que los humanos originarios que emigraron a las Américas hace 12.000 años tenían culturas similares. La conducta homosexual parece haber sido parte del repertorio conductual al menos desde el comienzo del Holoceno.

En algunas especies de primates no humanos, la conducta homosexual se produce al menos tan frecuentemente como la conducta heterosexual(reseñada en Vasey 1995). Las condiciones anormales de cautividad pueden inducir a conducta homosexual pero no explican la mayoría de las observaciones. La explicación adaptativa más fuerte de la conducta homosexual en primates no humanes es el mantenimiento de relaciones sociales(Vasey 1995). En los babuinos oliva de Gilgil, los machos usan alianzas en disputas agresivas; una forma primaria de expresión de estas alianzas es sostener los testículos de los miembros de la alianza (Smuts y Watanabe 1990). En los macacos japoneses de Arashiyama, los desbalances de la razón de sexo demográfico explican algo del comportamiento homosexual hembra-hembra, pero este comportamiento también predice alianzas (Wolfe 1986, Vasey 1996). (Estas alianzas parecen primordialmente mantener acceso sexual exclusive a parejas del mismo sexo [Vasey, comunicación personal].)

En los bonobos, la conducta homosexual es integral a las redes de intercambio que vinculan el sexo con la comida (White 1989, Parish 1994). Las hembras bonobos inmigrantes también usan el sexo para solidificar alianzas con las hembras residentes de alto rango (Idani 1991). En los gorilas de Virunga, la conducta homosexual (incluyendo la penetración anal) se da entre parejas graduadas por edad en conjuntos formados totalmente por machos; los bonobos de lomo plateado defienden a sus parejas sexuales de lomo negro de los avances de otros bonobos de lomo plateado (Yamagiwa 1987). Esta competencia intrasexual por parejas del mismo sexo es precisamente del mismo tipo previsto por Trivers (1985).

La interpretación de la evidencia actual que concierne a los homínidos tempranos sugiere que su éxito estuvo basado en alianzas con individuos de ambos sexos (Foley 1989). El genus Homo ha expandido extensamente su distribución geográfica a lo largo del tiempo evolutivo, en parte, presumiblemente, a causa de comportamientos tales como la cacería y la recolección cooperativas, la separación de esferas de machos y hembras, y la transferencia de conocimiento, grandemente reforzada de conocimiento entre generaciones. Si esta especulación es razonablemente correcta, entonces las alianzas del mismo sexo casi con certeza fueron claves en la evolución homínida. Esto debería dar como resultado, a lo largo del tiempo evolutivo, una predisposición sicológica para la afiliación del mismo sexo (cfr. Trivers 1971). En los primates no humanos, el comportamiento homosexual es parte de una compleja red de intercambio recíproco. Los grandes monos y los humanos muestran todos comportamiento homosexual (Vase 1995). Nunca podremos conocer las conductas sociales específicas de los homínidos extintos, pero es seguro especular que la conducta homosexual fue parte de su repertorio social. Si la conducta sexual en verdad fortalece la afinidad y si el sexo en los primates antropoides es raramente para la procreación, no hay razón a priori para asumir que el comportamiento sexual estará confiando a un tipo de alianza o a otro.

FUERZAS SOCIALES Y COMPORTAMIENTO SEXUAL FACULTATIVO

En términos de selección natural, el comportamiento homosexual es un rasgo benigno en la mayoría de las instancias y se vuelve adaptativo dentro de ciertos contextos sociales. Las condiciones sociales en amplios frentes históricos alterarán los costos y beneficios de comportamientos tales como formación de alianzas y conducta homosexual. Esto explica, por ejemplo, por qué la conducta homosexual es adaptativa primordialmente en sociedades melanesias con una historia de usar esta conducta en formación de alianzas (cfr. Herdt 1984a). La conducta homosexual ha sido adaptativa en la Atenas clásica, en el Japón del siglo XVII, entre los nambikuara de Brasil y los azande de Sudán, y en muchas otras culturas, porque ha sido una institución social con pocas sanciones en contra, si es que tuvo alguna. Los costos y beneficios de alianzas y de sexualidades en particular dependerán de las jerarquías de dominación dentro de las familias y dentro de las sociedades.

La mayoría de los individuos se conforman a las normas sociales y hay una gran variación transcultural en el nivel y la forma del comportamiento homosexual. Esto no es sugerir que el sexo es totalmente maleable. Los estudios que intentan “enseñar” excitación sexual a los adultos occidentales solamente han modificado débilmente los objetos de deseo (resumidos en O’Donohue y Plaud 1994; véase también Letourneau y O’Donohue 1997). La socialización genérica prepuberal (e.g., de los varones biológicos criados como mujeres) típicamente no contrarrestan los cambios hormonales puberales que conducen a la atracción hacia el otro sexo (resumidos en LeVay 1996; cfr. Byne 1996). Y aunque la asistencia a la escuela pública en Gran Bretaña duplica la probabilidad de conducta homosexual adolescente, no predice el comportamiento homosexual adulto; la socialización en las escuelas públicas británicas no tiene efectos comportamentales de larga permanencia (Johnson et al. 1994). Y con todo, los humanos son bastante plásticos al conformarse a las instituciones sociales. En algunas sociedades de Melanesia, en el Japón del siglo XVII y en la Atenas clásica, de los hombres se esperaba que encontraran sexualmente atractivos a los hombres y en conjunto así lo hicieron (Herdt 1984b, Schalow 1989, Dover 1989). El Japón de los Tokugawa y la China de los Ming tuvieron tradiciones homosexuales ricas y que duraron siglos. Estas tradiciones fueron suplantadas lentamente después de un extenso contacto con culturas extranjeras (Hinsch 1990, Leupp 1995). La relación entre procesos de aprendizaje y comportamiento sexual es algo pobremente comprendido. Los individuos con una fuerte propensión o bien hacia la homosexualidad o bien hacia la heterosexualidad (e.g., los escasos hombres sambios que no se casan [Herdt y Stoller 1990]) pueden encontrar difícil o imposible conformarse a las normas sociales. Sin embargo, Freud (1905) sostiene que ni la homosexualidad ni la heterosexualidad son aprendidas; lo que se olvida es la bisexualidad.

Dedicarse a averiguar cómo o si la bisexualidad es “olvidada” requeriría una comprensión mayor del desarrollo de la identidad sexual, de cómo se aprende la erótica, y de por qué los deseos sexuales pueden llegar a estar desconectados de las prácticas sexuales. La hipótesis de que el comportamiento y la emoción homosexual son instrumentos para la formación de alianzas sugiere que la sexualidad humana tiene elementos en común con la sexualidad de todos los primates. El interjuego de las propensiones biológicas hacia los deseos sexuales en particular, con las influencias sociales hacia prácticas sexuales en particular, bien puede conducir a áreas que son distintivamente humanas.

Conclusión

En el momento presente, no podemos descartar ninguna de las tres hipótesis sobre los orígenes evolutivos del comportamiento homosexual. Esto será posible solamente después de que se recolecten datos sobre cómo influyen en el éxito reproductivo los variables grados de bisexual y sobre cómo influyen en el éxito reproductivo de los linajes con miembros homosexuales. Las hipótesis sobre la evolución de la homosexualidad seguirán, sin embargo, teniendo poco poder explicativo mientras sigan enfocándose en las funciones reproductivas del acto sexual. La conducta sexual resulta útil en escenarios distintos a la producción de niños y niñas. La conducta homosexual es una forma de intercambio y,  más allá de la concepción, se intercambia con los mismos medios de cambio que el comportamiento heterosexual.

Parece dudoso que haya genes especiales, niveles de hormonas o dinámicas familiares que sean exclusivas de los homosexuales o de los heterosexuales. De modo similar, no hay correlatos fijos sociales o ecológicos. Hay diferentes constelaciones de experiencia humana, y estas constelaciones conducen a propensiones mayores o menores para formar alianzas de largo tiempo con miembros del mismo sexo. Las amplias restricciones sociales y culturales influyen todavía más en las decisiones de si usar o cómo usar el comportamiento sexual como medio para asegurar y mantener esas alianzas. Dentro de un potencial básico bisexual, algunos individuos pueden caer en los extremos homosexual y heterosexual. El hecho de que las condiciones sociales jueguen un rol tan fuerte en el comportamiento sexual demuestra que la cultura influye a la Sexualidad en modos que la biología evolucionista no ha incorporado todavía en plenitud. Un marco de referencia adaptacionista es útil para explicar algunos aspectos de la conducta sexual, pero no todos.

La evolución de la homosexualidad está atada a los beneficios de la afiliación del mismo sexo. La selección natural favorece el afecto del mismo sexo; debe ser fundamental para ambos sexos desear ataduras [bonds] con parejas de ambos sexos. Todos los hombres, en grados variados, tienen la capacidad y el deseo de formar vínculos afectuosos con otros hombres. Las mujeres tienen una capacidad correspondiente y desean formar vínculos afectuosos con otras mujeres. La atracción a miembros del mismo sexo y la expresión de esa atracción de ningún modo es contraria a la atracción por miembros del otro sexo, o una alternativa a esa otra atracción. La homosexualidad es una cualidad emergente de la selección individual par alas afiliaciones del mismo sexo, y ha sido parte de la experiencia human, quizás de toda la experiencia primate, desde sus comienzos.

Comentarios

Evelyn Blackwood

Department of Anthropology, Purdue University, West Lafayette, Ind. 47907, U.S.A. (harwood2@gte.net). 7ii00

El análisis de Kirkpatrick ofrece una ponderosa hipótesis en relación con los orígenes evolutivos de la conducta homosexual y fortalece el argumento en favor de los “orígenes” culturales de las sexualidades humanas. Típicamente, los antropólogos subrayan que el casamiento, el parentesco y los vínculos heterosexuales son la “goma” social de las sociedades preindustriales, en tanto que se piensa que las alianzas del mismo sexo son de poca importancia para los procesos culturales mayores. Estas alianzas merecen mucha más atención. La antropología cultural todavía no ha explorado la idea de si hay diferencias entre las alianzas del mismo sexo y las amistades sexuales íntimas. Sin embargo, esto no va en detrimento del argumento de Kirkpatrick sobre la importancia de las amistades intimas en relación con los procesos culturales mayores. Al efectuar una comparación entre los miembros de la pareja conyugal y las alianzas del mismo sexo, Kirkpatrick remarca la idea de que las relaciones en los dos casos surgen por alguna de las mismas razones (i.e., para fortalecer el vínculo entre dos individuos y mejorar sus posiciones en la comunidad). Este argumento es importante porque sugiere que la conducta homosexual es simplemente una forma de sexualidad, no un comportamiento aberrante o “negativo”. Yendo más allá, desmiente el modelo bimodal de Sexualidad y debería alentarnos a evitar pensar en términos de “o esto o lo otro”.

Una cuestión sobre la proposición de Kirkpatrick es si las relaciones del mismo sexo entre mujeres encajan en el modelo. Kirkpatrick afirma correctamente que la literatura tiene sesgo en relación con los hombres. Entre las muchas razones para esto figura que los observadores varones asumieron que las mujeres heterosexualmente casadas solamente se involucraban en conducta heterosexual; también, en general, eran incapaces de descubrir si la realidad era distinta (véase Blackwood y Wieringa 1999). Al argumentar en contra del modelo de Manipulación parental, Kirkpatrick señala que “la mayor parte de la gente que se involucra en comportamiento homosexual” son bisexuales y producen hijos e hijas. La sexualidad de las mujeres es extremadamente pertinente en este punto, ya que la evidencia cultural sugiere que en la mayoría de los casos las relaciones del mismo sexo entre mujeres se producen dentro del contexto del casamiento (Blackwood 1986b). En las sociedades matrilineales las mujeres no reproductivas son fuertemente desalentadas, y la conducta bisexual es común en tanto que los vínculos heterosexuales largos producen herederos (véase Blackwood 1998). Se necesita hacer más trabajo sobre la relación entre las ideologías culturales de la reproducción y la conducta heterosexual de las mujeres. Varios ejemplos que se ajustan al modelo de las alianzas del mismo sexo, además del que menciona Kirkpatrick, son las relaciones “mamá y la nena” [mummy-baby relations] de las muchachas adolescentes de Lesotho (Gay 1986) y las amistades vinculares [bond friendships] (motsoalle) de las mujeres de Lesotho (Kendall 1999, Nthunya 1997), así como las relaciones de mujer mayor-mujer menor (protectora-protegida) [senior-junior (matron-client)] de las mujeres de clase obrera afrocaribeñas en  Surinam (Wekker 1999).

Habiendo dicho esto, quiero señalar algunos problemas.

Kirkpatrick toma datos apenas bosquejados y desparejos para construir una base empírica para su proposición. Los datos culturales sobre prácticas sexuales, según es desdichadamente bien sabido, están sesgados e incompletes, especialmente en relación con las mujeres, lo que significa que cualesquiera conclusiones que se extraigan de ellos deben ser necesariamente provisionales, como lo reconoce Kirkpatrick. Incluso más problemático es que la conducta sexual no es en todas partes culturalmente significativa, del modo en que Kirkpatrick asume que lo es. Un hombre trans (mujer-a-varón) [transman (female-to-male)] en los Estados Unidos no se considera a sí mismo como una persona que se involucra en comportamiento “homosexual” cuando le hace el amor a una mujer (véase Cromwell 1999). De modo similar, la persona dos espíritus de los americanos nativos (“berdache” en la literatura más vieja) no puede ser subsumida dentro de un modelo “del mismo sexo”, ya que en muchos casos los dos individuos involucrados están generizados diferentemente [differently gendered] (véase Jacobs, Thomas y Lang 1997). Entre otras cosas, este problema hace surgir cuestiones sobre su rastreo de la conducta “homosexual” hasta el comienzo del Holoceno, que está basado en la evidencia de comportamiento transgenérico entre los americanos nativos.

Si las relaciones del mismo sexo son una “estrategia de supervivencia” para el éxito reproductivo sigue siendo para mí una pregunta. Kirkpatrick no menciona ningún estudio que haya comparado grupos con alianzas del mismo sexo versus grupos sin alianzas de ese tipo. Yendo más allá, la predicción de que las alianzas del mismo sexo serán más probables en sociedades donde la inversión material en progenie es alta está contradicha por los ejemplos de las sociedades forrajeras tales como los aborígenes australianos y los !Kung San. Lo que es del más grande valor en el ensayo es su énfasis en la importancia que los procesos culturales tienen en la formación de las conductas sexuales. Sea que los individuos sean o no capaces de sobrevivir y reproducirse a causa de alianzas del mismo sexo, es claro que los grupos sociales y las comunidades sobreviven y se vuelven más estables y productivas a causa de estas relaciones. El argumento de Kirkpatrick ofrece una visión refrescante que mueve el studio de los orígenes sexuales sacándolo de una obsesión miope con los actos sexuales y sus productos y lo lleva hacia las dimensiones culturales de las relaciones sexuales.

Jeffrey M. Dickemann

2901 Humphrey Ave., Richmond, Calif. 94804, U.S.A. 13 i 00

¿Cómo pudo ocurrir que un vicio que, si fuera general, destruiría a la humanidad, y que es una infame ofensa contra la naturaleza, sin embargo sea tan natural?

Voltaire, Dictionnaire Philosophique, 1764

El bien investigado paper de Kirkpatrick es un avance considerable sobre otros intentos “darwinianos” previos de explicar la “homosexualidad.” En particular, su foco en los comportamientos más que en las identidades es de gran ayuda. Sin embargo, el paper sufre de cierta esquizofrenia. Por un lado, el compromiso del autor con la investigación en busca de una sola y única función adaptativa y un origen único, que resulte de la selección directa, lo pone en alianza con los patólogos tempranos como Krafft-Ebing y sus modernos descendientes sexólogos. Todos ellos cometen la falacia reificadora, asumiendo que cada rótulo indica la existencia de una entidad discreta en la realidad, con naturaleza y orígenes unitarios. Del mismo modo, Kirkpatrick reifica los actos comportamentales, en tanto que en contraste la mayor parte de sus datos y muchas de sus conclusiones apuntan en una dirección precisamente opuesta.

No hay evidencias de que los actos sexuales del mismo sexo per se estén bajo presión selectiva directa, o no más que lo que están la masturbación, el sexo anal, el bestialismo, la paidofilia, la penetración vaginal por el frente o por atrás, o cualquier otra práctica sexual. El deseo sexual, la excitación, el orgasmo (especialmente en los varones) y la eyaculación del varón, todos ellos capacidades básicas de los mamíferos, están mantenidas selectivamente a través de la producción de progenie. Pero estas capacidades no son específicas de la reproducción, como lo admite Kirkpatrick. El alto impulso sexual, humano y especialmente del varón, mantenido por su garantía de reproducción, está disponible para su elaboración en formas socialmente condonadas, prohibidas o ignoradas para satisfacción social, emocional y fisiológica. No es necesario que cada individuo se involucre en “suficientes apareamientos heterosexuales”, en tanto que algunos progenitores y su parentela lo hagan. No hay necesidad de postular (y absolutamente no hay ninguna evidencia para ello) una prehistoria separada de la homosexualidad humana. Nuestra herencia mamífera y primate de alto impulse sexual y falta de temporada es patente. Las especulaciones prehistóricas de Kirkpatrick revelan una carencia de comprensión de los movimientos de población prehistóricos y de la naturaleza de las áreas de cultura.

Es una falacia “darwiniana” común asumir que todos los componentes de un acto comportamental están bajo igual presión selectiva. Esto conduce a tratar los actos comportamentales como unidades adaptativas discretas, cuando en realidad generalmente tienen tanto componentes adaptativos como no adaptativos o neutrales. Por ejemplo, el lenguaje ayuda en la supervivencia y la reproducción, pero no todos los actos lingüísticos proveen ganancia re3productiva directa. No hay selección directa para la creación de poesía, ni hay genes para ello. Los componentes directos y genéticamente heredados de la homosexualidad son los listados más arriba, comunes a todos los actos sexuales.

De este modo, la búsqueda de una hipótesis predictiva está en el lugar equivocado, y el análisis presente se hunde en una serie de resúmenes de algunos de los modos en que se emplean las relaciones del mismo sexo para fines familiares y sociales. (Los actos casuales y sub rosa reciben menos atención [cfr. Reeves, citado en van Praunheim 1980:164–66; Zeeland 1996].) Tales investigaciones son llevadas a cabo de modo más efectivo bajo las rúbricas familiares de “parentesco y casamiento,” “formación de alianzas,” etcétera, siempre reconociendo que la forma del impulso sexual innato en cada sexo juega algún role en la determinación de su expresión y uso sociales. Más allá de esto,  y de ellas aquí nos ocupamos sólo brevemente, están las clases generales de estructura socioeconómica, que muestran elementos comunes en formas de relaciones del mismo sexo y actitudes sociales que están actualmente bajo active investigación de parte de historiadores y antropólogos del sexo y el género. En la medida en que la propensión individual siga siendo un misterio, se la entenderá mejor a través de avances en el estudio de las dinámicas familiares internas, el área de la sicología del desarrollo más difícil y de la que más necesidad se tiene.

Franz Boas insistía, sin duda a causa de su preparación académica en las ciencias físicas, en que todos los eventos humanos tienen causación múltiples, y Freud insistía en que los estados síquicos humanos están “sobredeterminados.” Nos hemos olvidado de nuestros ancestros. El contexto social en el que la mayor parte de la investigación “científica” occidental sobre homosexualidad (en contraste con el trabajo histórico y antropológico cultural) se ha producido es un contexto de creencia en mecanismos genéticos que gobiernen gran parte de la diversidad comportamental humana, y de una consecuente búsqueda de esos mecanismos ; un sesgo que se fuerza por las hipótesis “darvinianas” a menudo ingenuas y vastamente popularizadas, a menudo enmascaradas como hechos, que disminuyen la importancia de las profundas influencias ambientales sobre las capacidades comportamentales humanas. Esto se agrava por la tendencia de algunos individuos de identidades variantes de afirmar diferencias genéticas como medio de autovalidación. Entre tanto, los “darwinianos” heterosexuales encubiertamente asumen que la “heterosexualidad” es natural, esencial, seleccionada y por lo tanto genéticamente basada. Evitando la afirmación abierta de esta presunción oculta, evaden la necesidad de buscar un gene de la heterosexualidad. ¿Qué pasaría si no se pudiera encontrar algo así?

Una vez que se ha despejado el camino hacienda a un lado las presunciones que nos distraen acerca de “la evolución y el origen” de las practicas sexuales específicas, podemos concentrarnos en un hecho mucho más intrigante y significativo: la reproducción sexual (i.e., actos heterosexuales) y de aquí que el éxito reproductivo de los humanos dependa no de algún instinto innato, sino solamente del impulso hacia el alivio sexual, no dirigido, “de perverso polimorfo”, con sus capacidades concomitantes, las rarezas de la formación de identidad de sexo/género en la infancia, el deseo de relaciones emocionales, los cálculos emocionales y estratégicos de los futuros progenitores y la fuerza social coercitiva de las reglas y conceptos sociales. Para decirlo brevemente, la continuación de nuestra especie depende del impulso sexual y de los procesos sociales solamente. (Esta afirmación resulta sobresimplificada, ya que algunas propensiones subsidiarias, tales como la atracción a los niños y niñas pequeños, pueden desempeñar un papel.) Los datos de primates no humanos resumidos por Kirkpatrick señalan claramente en esta dirección, Con toda seguridad, ya es tiempo para que, finalmente, los antropólogos evolucionistas consideren este hecho.

Doug Jones

260 Greenstone Dr., Reno, Nev. 89512, U.S.A. (douglas.jones@anthro.utah.edu). 2ii00

Las teorías de alianza de parentesco como la de Lévi-Strauss se preocupan de saber cómo los varones hacen alianzas con otros varones más allá de su parentela inmediata, dando o intercambiando mujeres. Kirkpatrick le da un nuevo giro a este argumento al argumentar que las alianzas del mismo sexo pueden también mantenerse unidas de modo más directo dejando al individuo que intermedia y que pertenece al sexo opuesto, fuera del trato y dando o intercambiando servicios homosexuales.

Aquí son relevantes tanto la evidencia transcultural reunida por los etnógrafos, especialmente en sociedades que alientan algunas formas de comportamiento homosexual, como la evidencia reunida por los sicólogos y otros en relación con la variación en la orientación homosexual. Creo que hay algo de apoyo para la tesis de Kirkpatrick en el primer cuerpo de evidencia, pero muy poca en el segundo. Una conclusión razonable sería que la homosexualidad es (al menos) dos fenómenos diferentes, con causas diferentes.

Kirkpatrick mismo se acerca mucho a esta conclusión cuando advierte “la curiosa fractura entre la expresión facultativa de la conducta homosexual y sus correlatos genéticos y de desarrollo,” pero en la mayor parte del escrito intenta impulsar una expiación única del comportamiento homosexual, y el exceso de alcance explicativo debilita su argumento.

La investigación en orientación sexual hecha por sicólogos y otros ha producido un fuerte consenso en varios puntos. La orientación homosexual, especialmente en los varones, es un aspecto relativamente inmutable de la personalidad cuyas raíces a menudo pueden ser rastreadas a mucho antes del inicio de la pubertad. El mejor predictor de una orientación homosexual futura es la no conformidad genérica de infancia. Los muchachos femeninos (que prefieren jugar con niñas y jugar los juegos de las niñas, que evitan jugar con niños o jugar los juegos de los niños, a los que les puede gustar travestirse y que se son comúnmente reconocidos por los otros niños y por adultos como no conformistas genéricos) tienen una probabilidad de ser homosexuales al crecer vastamente mayor que la de otros niños, y algo similar ocurre con las niñas masculinas (Bailey y Zucker 1995). En el estudio prospectivo de Green(1987) alrededor del 80% de los muchachos marcadamente femeninos resultaron ser homosexuales o bisexuales al crecer (pero no necesariamente marcadamente femeninos), habiendo cumplido 18 años, y ese 80% se compara con solamente un muchacho del grupo de control no femenino, que al crecer resultó ser bisexual. Hay también una componente heredable sustancial en la orientación sexual (Bailey y Pillard 1991, Bailey et al. 1993), y mientras hay también un componente no heredable, debe ser recordado que este componente incluye cosas como la fisiología uterina (que podría explicar los efectos de orden de nacimiento) y la simple casualidad, y que los esfuerzos para identificar causas ambientales sistemáticas postnatales de la orientación sexual (en cuanto opuesta a la conducta homosexual situacional temporaria) han dado como resultado virtualmente nada.

Kirkpatrick formula argumentos varios pero débiles para minimizar la importancia de la no conformidad genérica de infancia en la ontogenia de la homosexualidad. Afirma que los varones en culturas que promueven comportamiento homosexual no son notablemente femeninos, lo cual incluso si fuera cierto es irrelevante en relación con la variación intracultural, y cita la imposibilidad que tuvieron Bailey y Pillard en encontrar correlaciones entre feminidad y homosexualidad entre pares de mellizos, lo que es también de relevancia marginal. Su comentario de que “la no conformidad genérica no es ni necesaria ni suficiente para el comportamiento homosexual” es simplemente otro modo de decir que la correlación entre los dos hechos es menos que 1.0, lo que no es sorprendente dada la naturaleza de mosaico del desarrollo sexual.

Kirkpatrick no resulta convincente cuando argumenta que sea lo que sea lo que las ventajas selectivas agrega como ganancia a las alianzas reforzadas homosexualmente es suficiente para explicar el mantenimiento de la homosexualidad heredable. En los Estados Unidos, entre la cantidad del 1 al 3% de los varones adultos que informan relaciones del mismo sexo con otros varones en los últimos 12 meses, la mayoría han tenido poca o ninguna experiencia heterosexual adulta (Rogers y Turner 1991). El 2 al 4% de los hombres que se identifican a sí mismos como homosexuales o bisexuales informan tasas mucho más bajas de paternidad que los otros varones (27% vs. 60% en una encuesta reciente de gran envergadura) (LeVay 1996). Estos hombres son solo una fracción –aunque es una fracción grande- del 4–8% de varones con alguna experiencia homosexual adulta (quizás 10–20%, si se incluye la experiencia adolescente) (Rogers y Turner 1991), pero no hay evidencia de que los varones con experiencia tanto homosexual como heterosexual tengan aptitudes [fitnesses] sustancialmente mayores que los hombres completamente heterosexuales :de que la bisexualidad se mantenga estabilizando la selección natural en contra de orientaciones extremas heterosexual y homosexual. Asociaciones similares entre no conformidad genérica de infancia, orientación homosexual adulta y bajas tasas de casamiento y paternidad se advierten en muchas sociedades (Williams 1986, Whitam y Mathy 1986).

Dada la evidencia sobre la no conformidad genérica de infancia y la orientación homosexual, una explicación evolutiva de la persistencia de la homosexualidad heredable que resulte más probable es la selección sexualmente antagónica. Aunque se presume comúnmente que la selección natural optimiza independientemente los rasgos de hembra y de macho, esto a menudo no es el caso: la selección de rasgos óptimos en las hembras a menudo favorece genes que incidentalmente bajan la aptitud cuando se expresan en machos, y viceversa (Rice 1992, Lessells 1999). Hamer advierte evidencia preliminar consistente con la selección sexualmente antagómoca entre hombres gays y sus hermanas (Hamer y Copeland 1998). Sea que esto explique o no alguna homosexualidad, hay poca evidencia –tomada como lo contrario de meras aseveraciones— de que el comportamiento homosexual socialmente alentado que muestran muchos hombres y mujeres bajo algunas circunstancias en algunas culturas tiene las mismas causas que la orientación homosexual profundamente arraigada que persiste en una minoría pequeña pero significativa incluso en culturas fuertemente antihomosexuales, e incluso enfrentando grandes penalidades sociales.

Frank Muscarella

Department of Psychology, Barry University, Miami Shores, Fla. 33161, U.S.A. (fmuscarella@mail.barry.edu). 21 i 00

La teoría de Kirkpatrick es seminal e importante. Ayuda a llenar una gran brecha en la literatura sobre la evolución del comportamiento homosexual, y contribuirá al ímpetu necesario para generar más trabajo teórico y empírico en esta área. Estoy de acuerdo con su recomendación de una definición basada en la conducta en el studio evolutivo de la conducta homosexual. Es parsimoniosa y separada del concepto variadamente definido de orientación sexual (Shively, Jones y DeCecco 1984), que ha sido descrito como carente de validez de constructo (Gonsiorek y Weinrich 1991). Incrementará la confiabilidad de la información de la conducta en calidad de homosexual y, como lo afirma  Kirkpatrick, hará más fáciles las comparaciones entre especies y culturas. Una vez que se entienda la evolución de una disposición a involucrarse en conducta homosexual, puede contribuir al estudio de la orientación sexual.

Kirkpatrick puede ser criticado por su falta de datos para dar apoyo a las predicciones 1 y 2 de su teoría: que las alianzas del mismo sexo son importantes para la supervivencia individual y que el comportamiento homosexual ayuda en la formación de alianzas del mismo sexo. Sin embargo, en este momento este tipo de crítica no puede ser interpretada confiablemente como una genuina debilidad en la teoría.

En lugar de ello, la falta de datos que den apoyo puede ser considerada como el resultado de una larga historia en las ciencias sociales y biológicas durante las que se desalentó reunir tales datos. Trabajos recientemente publicados han documentado el prejuicio, la distorsión y la supresión activa de datos concernientes al comportamiento homosexual y otros tipos de diversidad sexual en la biología (Bagemihl 1999), primatología (Vasey 1995), antropología cultural (Herdt 1997), antropología física y arqueología (Taylor 1996) y sicología evolutiva (Muscarella 1999).

La tercera predicción de la teoría de Kirkpatrick en relación con la mayor incidencia de la bisexualidad, en comparación con la homosexualidad, tiene el apoyo de una vasta y creciente literatura en historia, antropología y sexología. Hay una pauta consistente e invasiva de comportamiento bisexual en humanos a lo largo de la historia de las especies; sin embargo, este comportamiento puede tener orígenes distintos de los hipotetizados por  Kirkpatrick.

En mi propio trabajo de sicología evolucionista (Muscarella 1999, n.d.) he propuesto que los homínidos juveniles y los adultos jóvenes pueden haber pasado por un período de periferalización social segregada por sexo, como les ocurre a los jóvenes de otros primates. Una capacidad para involucrarse en comportamiento homosexual con pares y conespecíficos [conspecifics] de mayor estatus puede haber sido adaptativa porque, como también lo formula Kirpatrick en calidad de hipótesis, reforzaba alianzas que contribuían directamente a la supervivencia individual e indirectamente a los éxitos reproductivos. Las opiniones de Kirkpatrick y las mías son consistentes con la especulación de Vasey (1995) sobre que el comportamiento homosexual puede haber evolucionado como una exaptación [exaptation]: esto es, que se originó como una variación neutral y que la selección natural actuó sobre ella porqués  reforzaba el éxito reproductivo.

Kirkpatrick especula que la mayor incidencia de la conducta homosexual en los varones puede ser debida a una relación entre mayor variación en el éxito reproductivo del varón y menor éxito reproductivo, que da como resultado homosexualidad. Yo especulé (Muscarella n.d.) que puede haber habido mayor presión selectiva sobre los varones para que se implicaran en conducta homosexual porque el éxito reproductivo del varón homínido probablemente estaba muy estrechamente vinculado al estatus de dominación en la jerarquía social (Fox 1971, Zillman 1984). Los machos que podían usar el comportamiento homosexual como Manipulación social en la formación de alianzas pueden haber trepado en la jerarquía social más efectivamente, y de este modo habrían obtenido acceso mejor y quizás más rápido a las hembras. Sin embargo, estoy de acuerdo con  Kirkpatrick en que no podemos descartar los efectos del control social en el comportamiento homosexual de la hembra.

Kirkpatrick advierte que se puede esperar que las alianzas dentro de y entre clases por edad y por sexo puedan tomar formas diferentes. A través de la historia documentada, la vasta mayoría del comportamiento homosexual ha sido transgeneracional (Greenberg 1988, Rind 1998) y, cuando ha sido del tipo de pares, predominantemente entre subadultos (Greenberg 1988). Estos patrones pueden estar relacionados con la historia evolutiva del comportamiento y ser útiles para guiar las hipótesis evolucionistas.

Estoy de acuerdo con Kirkpatrick en que tanto las fuerzas culturales como las ecológicas pueden actuar sobre la disposición comportamental para crear una variedad de manifestaciones del comportamiento homosexual. El comportamiento homosexual puede ser más probable bajo condiciones similares a aquellas bajo las cuales se desenvolvió, y esta presunción podría ser incorporada en los tests empíricos de las hipótesis evolutivas. Contrariamente a lo que podría ser predicho por la teoría de Kirkpatrick, se sabe que muchas organizaciones de hombres, y organizaciones estrechamente constituidas, exhiben altos niveles de homofobia. Sin embargo, la investigación sugiere que los altos niveles de homofobia en los varones pueden ser una defensa contra sus sentimientos homoeróticos no reconocidos (Adams, Wright y Lohr 1995). En el contexto de la teoría de Kirkpatrick, un alto nivel de homofobia expresada en grupos de varones podría ser interpretado como una manifestación cultural única en su género de homoerotismo evolutivamente motivado.

Kirkpatrick advierte que el comportamiento homosexual no es necesario para la formación de alianzas, y su teoría puede ser criticada por no explicar la preponderancia de formación de fuertes alianzas sin comportamiento homosexual. Sin embargo, Kirkpatrick solamente está tratado de concentrarse en los orígenes evolutivos de la conducta homosexual. La atracción y el comportamiento homosexuales pueden haber jugado un rol mucho mayor en la formación de alianzas entre los homínidos prelingüísticos. Los modelos del chimpancé y el bonobo sugieren que los homínidos probablemente se apoyaban en interacciones intensa y altamente físicas, conducentes a la excitación sexual, para establecer y mantener alianzas. Las alianzas humanas se basan predominantemente sobre conceptos lingüísticamente mediados y reforzados, tales como el propósito compartido, la fidelidad y la responsabilidad, que vuelven reiterativa la necesidad de expresión física de motivos y sentimientos.

Paul L. Vasey

Center for Studies in Behavioral Neurobiology, Department of Psychology, Concordia University, 1455 de Maisonneuve Blvd. West, Montreal, Quebec, Canada H3G 1M8 (vasey@csbn.concordia.ca). 21 i 00

Aplaudo el intento de Kirkpatrick de examinar la conducta homosexual dentro de un marco [framework] evolucionista. Sin embargo, sigo sin estar convencido de la validez de su hipótesis de que la conducta homosexual humana está bajo selección directa y positiva porque funciona de modo facultativo para reforzar las alianzas del mismo sexo.

Al evaluar cualquier hipótesis adaptativa, debe establecerse si las característica bajo consideración es un rasgo claro y distinto o simplemente una expresión de un rasgo más generalizado (Futuyma y Risch 1984). En relación con este punto, Kirkpatrick comenta que los “datos no son claros sobre si hay un tipo de Sexualidad humana que cubre la gama de homosexual a heterosexual.” Si la sexualidad humana es una variable “continua” y “fluida”, cojo él argumenta, entonces quizás su intento de compartamentalizar la conducta homosexual y explicarla dentro de un marco de referencia adaptacionistas es inapropiado.

Dejando aparte este tema, la conducta homosexual y la formación de alianzas bien pueden ser correlacionadas sin que la primera sea una adaptación para la segunda. En los macacos japoneses, por ejemplo, las hembras que se involucran en comportamiento homosexual frecuentemente forman alianzas. Sin embargo, no se involucran en conducta homosexual por el propósito expreso de la formación de alianzas. En lugar de ello, la atracción y gratificación sexual mutua parecen ser la base sobre la que adquieren y mantienen parejas del mismo sexo (Vasey 1996, Vasey, Chapais y Gauthier 1998). Para algunos, el tema de qué motive el comportamiento homosexual puede parecer una cortina de humo [red herring]. Después de todo, la selección natural debería favorecer el comportamiento homosexual, sin tomar en cuenta la motivación de los participantes, si la conducta promueve alianzas que mejoren la aptitud [fitness-enhancing alliances]. Sin embargo, si los seres humanos, como los macacos japoneses hembras, típicamente eligen parejas del mismo sexo tomando como base la “emoción sexual”, como parece implicar Kirkpatrick, entonces las asociaciones con aliados útiles, para no hablar de las asociaciones con aliados poderosos, se producirían solamente con la frecuencia en que existiera entre tales individuos una atracción sexual mutua. La variabilidad inherente en un tal sistema de elección de aliados parecería indicar que la conducta homosexual en humanos no fue diseñada por la selección natural como una adaptación para la formación de alianzas.

En contraste, entre los bonobos las hembras jóvenes que inmigran a una nueva comunidad parecen enfocarse en las hembras dominantes residentes (i.e., aliadas potencialmente poderosas) para el sexo homosexual (Idani 1991). La especificidad de esta elección de pareja sugiere que el comportamiento homosexual, tal como lo manifiestan las hembras bonobos inmigrantes, puede ser modificado por la selección natural para que actúe como una adaptación a favor de la formación de alianzas.

Las diferencias entre el comportamiento homosexual humano y bonobo que hemos trazado más arriba subrayan un punto importante: el comportamiento homosexual de los primates no es un fenómeno uniforme. En lugar de ello, subyacen en este comportamiento múltiples motivaciones, funciones y efectos, y éstos varían tanto dentro de la especie como entre especies. Cualquier intento de explicar comportamientos homosexuales primates en términos de un “primer

motor” tal como la formación de alianzas probablemente terminará resultando una quimera.

En mi opinión, una explicación más unificadora y parsimoniosa del comportamiento homosexual humano es que es un subproducto neutral y concomitante de la selección directa de un rasgo más generalizado (Futuyma y Risch 1984, Vasey 1995) tal como el placer sexual (Abramson y Pinkerton 1995). En línea con este razonamiento, frecuentemente se manifestará por ninguna otra razón que la gratificación sexual. En tales casos, la conducta homosexual no tendrá “función” evolutiva (sensu Gould y Vrba 1982). En la medida en que tales interacciones no interfieran con los esfuerzos reproductivos de los actores, no habrá selección en contrario para ellos. Como parte de un pozo común [pool] de variación neutral de comportamiento, la conducta homosexual podría, sin embargo, ser cooptada para que preste servicio en cierta cantidad de papeles sociosexuales (e.g., formación de alianzas, reconciliación) que podrían incidentalmente aumentar la aptitud de los participantes. En tales casos, la conducta homosexual podría ser mejor descrita como una “exaptación,” esto es, una característica que no fue incorporada por la selección natural en favor del papel mejorador de aptitud [fitness-enhancing role] para el que está prestando servicios en el momento, sino que en lugar de ello fue cooptada para ese papel (Gould y Vrba 1982). Aunque las exaltaciones no son productos de la selección directa, eventualmente pueden caer bajo selección positiva a causa de sus efectos beneficios para la aptitud, momento en el cual ocurrirán modificaciones adaptativas secundarias.

En varios puntos de su artículo Kirkpatrick parece abrazar elementos de esta “hipótesis del subproducto.” Por ejemplo, afirma que “la conducta y la emoción sexuales pueden (…) ser confiscadas para establecer y mantener alianzas” y que “en términos de la selección natural, la conducta homosexual es un rasgo benigno en la mayoría de las instancias y se vuelve adaptativo dentro de ciertos contextos sociales” (énfasis mío). Creo que la validez de la “hipótesis de la alianza” de Kirkpatrick se fortalecería grandemente si el autor hubiera enfocados sus méritos relativos a la “hipótesis del subproducto” presentada aquí y en otros lugares (Futuyma y Risch 1984, Vasey 1995, Abramson y Pinkerton 1995).

Walter L. Williams

Department of Anthropology, University of Southern California, Los Angeles, Calif. 90089-0032, U.S.A. 14 i 00

Y por fin después de tanto la profesión antropológica está comenzando a prestar atención al amor del mismo sexo, una forma de comportamiento humano que está muy extendida a través de las culturas, pero que ha sido singularmente ignorada en la escritura antropológica. Kenneth Read, al analizar la evitación [avoidance] de los estudios culturales de la homosexualidad, sacó como conclusión que esta evitación provenía de la incomodidad personal de muchos antropólogos con el tópico. O bien conscientemente o bien inconscientemente (escribió), los antropólogos aceptaban “las actitudes occidentales hacia el comportamiento homosexual como un tema sensible que, aunque es probablemente tan prevaleciente como la brujería, es moralmente desagradable” (1984:215–17). Read postuló que, en contraste con la situación en relación con otros comportamientos “salvajes”, los antropólogos no podían encontrar en lo cultural una “justificación del comportamiento homosexual. Era mucho más fácil, por ejemplo, excusar el infanticidio (una costumbre también aborrecible de acuerdo con las normas occidentales) ya que podía demostrarse que tiene una base racional en algunas situaciones demográficas: ‘producía’ algo. Pero la homosexualidad no ‘producía’ nada.”

Esto nos trae a los esfuerzos de académicos más recientes, que quieren mostrar que la conducta homosexual humana, de hecho, produce algo de valor par alas culturas. Kirkpatrick hace una contribución sustancial a este esfuerzo, y esto de acuerdo en que todas las hipótesis que sugiere para el origen evolutivo de la homosexualidad pueden ser pertinentes. Una hipótesis u otra puede explicar de la mejor manera algunos individuos en particular. Estas alternativas de selección de parentesco, de manipulación parental o de promoción de alianzas no son opuestas y una o más de ellas pueden estar presentes en ciertas culturas. Sin embargo, lo que se pierde en todo este discurrir sobre la ventaja evolutiva es el hecho simple de que, para los primates, la estimulación de los genitales es placentera.

Advertir que el placer es un principio para la conducta humana parece exceder las capacidades de algunos antropólogos, al menos en la medida en que esto se refleja en los escritos antropológicos. La mayor parte de las veces el comportamiento sexual está relegado al lenguaje de alcantarilla [“gutter” language] que no puede ser parte de un discurso serio. Que el placer sexual es un interés fundamental de la vida humana y que subyace a gran parte de las relaciones sociales dentro de los grupos y entre ellos es por lo tanto algo que se pasa ampliamente por alto.

Lo que falta en el análisis de Kirkpatrick es el simple deseo. No todo tiene que ser explicado en términos de la función social. Los deseos individuales en asuntos no sexuales varían enormemente; algunas personas prefieren huevos revueltos con café, en tanto que a otros les gusta el té con huevos poché. Dada esta realidad de la variación, ¿por qué deberíamos esperar que los deseos sexuales sean todos lo mismo? Si hay una ventaja evolutiva en acción aquí, es la ventaja de la variación.

La pregunta, entonces, no es por qué ciertos individuos disfrutan de participar en el placer sexual con otra persona del mismo sexo, sino por qué ciertos individuos llegan a limitar esta actividad placentera de estimulación genital solamente al otro sexo. Como lo remarca Kirkpatrick, si la evidencia sugiere que la mayor parte de las personas en la mayor parte de las culturas (para lo cual tenemos información) pueden disfrutar del sexo con ambos sexos, entonces un potencial bisexual es la verdadera norma humana. Si la estimulación genital es agradable, en sí misma y por sí misma, ¿entonces por qué nos gusta  que sea cierto tipo de personas la que nos haga eso, y no otro tipo? Necesitamos mucha más investigación sobre la variabilidad del deseo sexual antes de que puedan responderse estas preguntas.

Lo que es incluso más importante que entiendan los antropólogos es por qué una minoría de culturas estigmatizan esta placentera estimulación genital entre personas del mismo sexo. De este modo, como he escrito en otra parte (Williams 1997), no es el comportamiento homosexual lo que más necesariamente debe ser analizado por los antropólogos, sino la homofobia. Hemos pasado por alto nuestra responsabilidad y nuestro rol de pinchar las burbujas de las presunciones sobre lo que es el comportamiento “normal” propuesto por los otras ciencias sociales, que basan sus análisis solamente en la moderna cultura occidental. Estamos ignorando nuestra responsabilidad profesional si no publicitamos la realidad de la variación humana individual y cultural en las actitudes hacia el amor del mismo sexo.

En la sociedad contemporánea los hombres de iglesia fundamentalistas, católicos y protestantes, comúnmente afirman que “el único propósito del sexo es la reproducción.” Los antropólogos, sobre todos los demás, necesitan publicitar la falsedad de esta afirmación. Hay muchos propósitos del sexo, mucho más complejos que los intereses procreativos. Como lo enfatiza Kirkpatrick, un factor principal en el involucramiento sexual es la formación de alianzas. En tanto que los teóricos del parentesco han demostrado cómo el casamiento heterosexual conduce a círculos que se van ampliando de mutua dependencia y obligación de reciprocidad, resulta simplemente razonable que el sexo entre los varones y entre las mujeres también puede producir vínculos íntimos que ayuden a la supervivencia. El involucramiento sexual con amigos y con parientes produce círculos superpuesto de involucramiento íntimo que complementan las redes de reciprocidad (Williams 1992b, c).

Si Kirkpatrick tiene razón sobre la importancia de la formación de alianzas como motivador para la conducta sexual, entonces las implicaciones son asombrosas. En primer lugar, como lo señala Kirkpatrick, la idea occidental moderna de categorías separadas innatas de personas, homosexuales y heterosexuales, no explica la Sexualidad de muchos humanos y primates no humanos. Si relacionarse sexualmente tanto como varones como con mujeres ofrece una ventaja por encima de la orientación exclusive a solamente un sexo, ¿cómo entonces vamos a explicar el establecimiento de la heterosexualidad compulsiva in las culturas premodernas norteamericano y euroamericana, y después el surgimiento de la homosexualidad exclusiva en el mundo moderno?

Permítanme sugerir otra hipótesis para explicar el surgimiento de la heterosexualidad compulsiva: ayudó a maximizar el incremento de población para las naciones-Estados europeas que competían entre sí y querían expandir su dominación política y económica en Europa y hacia los imperios coloniales en todo del mundo. En este sistema de valores expansionista cualquier forma de sexo no procreativo (por ejemplo, la masturbación, el control de la natalidad, el aborto, el sexo oral) se transforma en algo estigmatizado, para favorecer el sexo penil-vaginal como la única forma aceptable de sexo para todos y cada uno. Esta hipótesis podría explicar por qué los estados-naciones modernos más expansionistas (por ejemplo, los Estados Unidos, la Alemania nazi y la Unión Soviética) y las iglesias cristianas más orientadas hacia los misioneros (por ejemplo, católicos, mormones y protestantes fundamentalistas) están asociadas con severa discriminación hacia la homosexualidad. Esto es, la homofobia es, en una gran medida, un producto del imperialismo misionero expansionista. Esta hipótesis podría también por qué Japón, que fue una vez una de las culturas del mundo que más aceptaba el amor del mismo sexo (Watanabe y Iwata 1989), se ha vuelto tan homofóbico en el período desde que comenzó su imperio expansionista. La presión social para reproducirse también explica por qué tan altos porcentajes de bisexuales y homosexuales japoneses se casan heterosexualmente y tienen hijos e hijas. En el mundo post 1945, a medida que los imperios coloniales han empezado a desintegrarse y el crecimiento de la población ya no es la primera necesidad, las sanciones contra el sexo no procreativo han declinado. Las naciones europeas no imperialistas como las de Escandinava y (después de  1950) Holanda han sido de un modo nada sorprendente las líderes en el camino que lleva a repeler las leyes contra la homosexualidad.

Dada la heterosexualidad compulsiva del mundo contemporáneo dominado por Occidente, la homosexualidad exclusive puede ser una reacción en contra de ella. Mucha gente reprime sus deseos del mismo sexo y se identifican a sí mismos como heterosexuales, pero otros que sienten intensas atracciones del mismo sexo o bien se deprimen, o se vuelven suicidas, o se rebelan contra la represión. Los  rebeldes se van bruscamente al otro extreme y se identifican a sí mismos como  homosexuales /gays /lesbianas/ transgéneros/ “queers”. Hay muchas razones para que individuos en particular construyan identidades de minorías sexuales, pero en la anonimidad de las grandes ciudades volverse miembro de un submundo [underground] sexual puede ofrecer identificación subcultural que puede ayudar al funcionamiento sicológico.

Lo que esto sugiere es que, para ir más allá de una división binaria de la sociedad, será necesario que las personas desestigmaticen la bisexualidad. Los antropólogos pueden estar en la vanguardia de este esfuerzo, derribando prejuicios al enseñar la realidad de la variación sexual humana. Por supuesto, debemos ser cuidadosos para no colocar en lugar de lo actual una bisexualidad compulsiva para todo el mundo, ya que incluso las culturas no homofóbicas tienen una minoría de individuos que permanecen totalmente orientados hacia el otro sexo o totalmente orientados hacia el mismo sexo (véase Williams 1986). El mensaje debe ser la realidad y ventaja de la variación humana.

Otra sorprendente perspectiva es la sugerencia de Kirkpatrick de que las atracciones del mismo sexo fortalecen las capacidades de guerrear [warriorhoods]. Contrariamente a las afirmaciones hechas por las Fuerzas Armadas de los EEUU, que dicen que la homosexualidad es incompatible con el servicio militar, una perspectiva transcultural sugeriría que la vinculación íntima del mismo sexo conduce a una defensa mutua más fuerte. Aunque muchas naciones están abandonando la discriminación contra los soldados gays y lesbianas, puede necesitarse un antropólogo para sugerir que las políticas que suprimen el sexo entre soldados pueden de hecho ser contraproductivas en relación con la efectividad de defensa. El reconocimiento de que el sexo es un medio de construir alianzas más fuertes puede ser aceptado tácitamente, y esto evitaría el gran gasto actualmente soportado por las fuerzas armadas norteamericanas en sus esfuerzos por investigar y expulsar a los homosexuales de sus filas. La perspectiva de Kirkpatrick también confronta con el prejuicio occidental contra la vinculación sexual intergeneracional entre hombres y muchachos. No es sorprendente encontrar que las relaciones intergeneracionales entre varones son sumamente comunes entre las culturas que muestran aceptación del amor del mismo sexo, porque institucionalizar tales pautas de edad conduce a que el miembro más joven de la pareja tenga mayor acceso a recursos y a la adquisición de conocimiento. Si bien infortunadamente se sabe poco sobre las relaciones sexuales entre mujeres y muchachas, las reseñas exhaustivas de pautas de la relación hombre-muchacho incluyen las de Bullough (1976), Greenberg (1988), Gregersen (1983), Karsch-Haack (1975[1911]), Murray (1992), Weinrich y Williams (1991)y Williams (1998). Las culturas individuales que aceptaron las relaciones entre hombre y muchacho incluyen la Grecia antigua (Dover 1978), la China feudal  (Hinsch 1990), Melanesia (Herdt 1981, 1984c, 1987) y África Oriental(Evans-Pritchard 1970).

De hecho, estos vínculos íntimos a menudo fueron la base del sistema educativo de una cultura. En lugar de educar a los jóvenes en escuelas, muchas culturas han estructurado la educación en términos de aprendizados individuales [apprenticeships]. Por ejemplo, en el Japón premoderno los monjes budistas y sus novicios estudiantes comúnmente desarrollaban relaciones sexuales que eran aceptadas socialmente (Watanabe e Iwata 1989). De igual modo, en el Asia sudoccidental medieval, los mamelucos de los gobiernos de los sultanatos tenían prohibidor tener sexo con mujeres, pero comúnmente tenían muchachos como parejas sexuales. El mameluco adulto educaba a su muchacho como su aprendiz, para que se encargara de sus deberes administrativos cuando él llegara a la vejez. Por más de mil años, este sistema fue en gran medida responsable de la administración de gobierno en áreas que iban de Egipto a Turquía, a medida que cada sucesiva generación de aprendices maduraba y tomaba muchachos como sus pasantes [trainees] y parejas sexuales (Hardman 1990, Williams 1998).

Para aquellas culturas que se preocupan de controlar la preñez de las mujeres fuera del matrimonio, alentar a los varones jóvenes a establecer relaciones del mismo sexo tiene la ventaja agregada de permitir una descarga sexual [sexual outlet] a la vez que también se previenen los nacimientos fuera del matrimonio y la prostitución. Que muchas culturas permitan una salida o descarga sexual para varones adultos púberes, adolescentes y jóvenes en el pico de su impulso sexual también parece ser una medida realista tomada para preservar el orden social (Williams 1986, 1992b, c, 1996, 1998). Quizás ésta sea la razón por la cual las relaciones intergeneracionales están hasta tal punto más institucionalizadas para los varones que para las mujeres. En el actual clima de grandes incrementos de población a lo largo y ancho de gran parte del mundo, parece plausible que los antropólogos publiciten estos antiguos mecanismos indígenas de control de la población, cuya función es demorar el casamiento heterosexual hasta la adultez madura.

Lo que es de máxima importancia es que los antropólogos tomen un papel de conducción en enfrentar y contrarrestar [countering] las ignorantes aseveraciones de que el único propósito del sexo es la reproducción. Si no decimos una y otra vez que la conducta sexual tiene múltiples propósitos y es altamente variable, entonces estaremos permitiendo que continúe una distorsión de la realidad de gran envergadura. Como lo señala Kirkpatrick, la evolución homínida implica más que simplemente transmitir genes; también requiere estrategias de supervivencia por medio de alianzas con otros. Por destacar el importante rol de las relaciones sexuales en la promoción de alianzas entre individuos del mismo sexo, Kirkpatrick merece nuestro agradecimiento.

Réplica

R. C. Kirkpatrick

Kunming, China. 22 ii 00

En la amistad de la que hablo, nuestras almas se mezclan y se funden la una con la otra tan completamente que borran la juntura que las unió, y no pueden encontrarla otra vez. Si me presionas para que diga por qué lo amé, siento que esto no puede ser expresado, excepto respondiendo: Porque era él, porque era yo (…) ninguno de los dos se reservó nada para sí mismo, ni nada fue o de él o mío.

M. de Montaigne, “De la Amistad”

¿No es razonable anticipar que nuestra comprensión de la mente humana recibiría una gran ayuda si supiéramos el propósito para el que fue diseñada?

G. C. Williams, Adaptación y Selección Natural

Agradezco a los comentadores por sus perceptivas reseñas de las fortalezas y debilidades de mi argumento. A medida que leo sus comentarios, veo que tienen tres preocupaciones principales: (1) debilidad de los datos y de mi metodología, (2) falta de atención a las explicaciones alternativas y (3) el papel de la autoridad científica en las políticas sociales [social policy].

Datos y metodología. Blackwood alaba el artículo por demostrar que las alianzas del mismo sexo son importantes en los procesos culturales mayores. Sin embargo, esta autora piensa que los datos en general son débiles, y concuerdo en que el artículo es una aseveración provisoria [an interim assessment]. Muscarella también considera que los datos son débiles para las predicciones de que las alianzas del mismo sexo son de ayuda para la supervivencia individual y que la conducta homosexual es parte de las alianzas del mismo sexo. Sugiere generosamente que la razón de esto es que los datos sobre comportamiento homosexual son primordialmente cualitativos. Dickemann advierte que yo me concentro en relaciones de largo término, con poca reseña de las relaciones “casuales y sub rosa,” pero las relaciones de largo término son las que más prevalecen en la literatura transcultural e histórica.

Blackwood, Muscarella, Williams y Vasey describen todos ellos los límites de mi análisis de la formación de alianzas. Blackwood sugiere un test crucial: comparar sociedades con alianzas del mismo sexo y sociedades que carecen de ellas. Melanesia provee un “experimento natural”; las sociedades con comportamiento homosexual sistémico existen al lado de las sociedades sin tal comportamiento, y no son superadas en competencia por éstas. (También quiero hacer resaltar la certera idea [insight] de Blackwood, que afirma que mi expresión “protector/protegido” [“patron/client”] no es suficientemente inclusiva.) Muscarella señala que la hipótesis de formación de alianzas no es capaz de predecir la homofobia que vemos en algunos grupos de varones estrechamente entretejidos [close-knit groups]. Estoy de acuerdo en que ésta es una debilidad de la hipótesis y creo que Muscarella puede estar en lo correcto al formular la hipótesis de que esto surge, en parte, de homofilia reprimida (expuesta tan convincentemente en Adams, Wright y Lohr 1996). La conducta homosexual puede también promover los vínculos de pares (sin que esto obste a los vínculos casuales y sub rosa) que pueden amenazar la cohesividad del grupo mayor. Muscarella también hacer surgir la tentadora idea de que el sexo es un símbolo y por lo tanto análogo al lenguaje. Si éste es el caso, entonces el sexo no procreativo pueden haber sido relativamente importante para los humanos prelingüísticos; yo no había pensado en llevar mi argumento tan lejos, o en alinearlo tan estrechamente con la sexualidad de los bonobos. (Dickemann tiene razón, por supuesto, al señalar la conexión entre el comportamiento no procreativo de los humanos y el de otros mamíferos; mi reseña y discusión sobre los primates no humanos no tenía la intención de implicar “una prehistoria separada de la homosexualidad humana.”) Williams hace surgir la interesante predicción que deberían ser los poderes coloniales los que más reprimieron la homosexualidad; por lo tanto, de modo típico, en su máximo nivel de saturación (Crosby 1986, Ponting 1991), pueden forzar a la procreación para alimentar la expansión colonialista. Su predicción difiere de la mía en que las sociedades que han llegado a su máximo nivel de saturación pueden ser relativamente tolerantes de la conducta homosexual. Los poderes coloniales a menudo son agresivos en su expansión, y si la homofilia incrementa la efectividad militar que puede contrabalancear esto podría contrabalancear el empuje hacia la heterosexualidad compulsiva. Vasey hace surgir un punto más fundamental: encontrar una correlación entre la conducta homosexual y la formación de alianzas no es lo mismo que mostrar que la conducta homosexual resulta de los beneficios adaptativos de las alianzas. Esto lo reconozco y así lo digo en el párrafo de apertura de mi discusión.

Jones sugiere que la conducta homosexual es “al menos” dos fenómenos, con dos causas separadas. En esencia, mi posición difiere de la de él solamente en el número de sendero que vemos que conducen a la conducta homosexual. Lógicamente, hay una diferencia entre la conducta homosexual que se interrumpe cuando están disponibles parejas del otro sexo, y la conducta homosexual que continúa cuando las parejas del otro sexo están disponibles. A mi juicio, sin embargo, categorizar la conducta homosexual como o bien “facultativa” o “constitucional” es una reducción injustificable. La evidencia, en lugar de ello, la evidencia apunta a una amplia gama de factores interactuantes que producen innumerables senderos hacia la conducta homosexual. Blanchard y Bogaert (1997), por ejemplo, describen las contribuciones potenciales separadas de solamente dos de estos factores: la agregación en familias y la cantidad de hermanos mayores. Aislando los aspectos facultativos y constitucionales de la conducta homosexual e ignorando la interacción entre ellos y la variación en sus components parecería ser la razón principal por la cual los modelos de la conducta homosexual han fallado en abordar la riqueza que observamos. El análisis costo/beneficio de la conducta homosexual hecho por Posner (1992) da todavía más apoyo a la idea de que el comportamiento sexual resulta de una gama de predisposiciones individuales que interactúan como una gama de circunstancias individuales. Creo que el comentario de Williams sobre este tema es fundamentalmente correcto: la bimodalidad de la identidad homosexual y heterosexual en las sociedades occidentalizadas es el resultado de la presión social.

Mi insatisfacción con la dicotomía facultativo/ constitucional condujo a una ambivalencia sobre incorporar temas de no conformidad genérica en mi argumento, que también fue notada por Jones. Al rechazar la mayoría de los usos de la no conformidad genérica en la comprensión del comportamiento homosexual (e.g., Green 1987, Zucker 1990), no estoy negando la importancia del género en relación con la sexualidad. En lugar de ello, estoy expresando mi insatisfacción con las técnicas que este abordaje ha utilizado. Incluso si la conducta sexual estuviera estrechamente atada a las predisposiciones femeninas o masculinas, sigo sin sentirme convencido de que un foco en los extremos explicará mucho sobre toda la gama. Un marco de referencia que reduce el comportamiento homosexual a un debate sobre los muchachos “femeninos” y las muchachas “masculinas” es incompleto. La feminidad de infancia y adolescencia del varón y la masculinidad de infancia y adolescencia de la mujer [boyhood femininity and girlhood masculinity] puede darse concomitantemente con identidad homosexual posterior. Como advierte Corbett (1998), sin embargo, todavía tenemos que enterarnos de cómo es la no conformidad genérica de infancia no problemática; solamente sabemos lo que sabemos sobre niños y niñas llevados a clínicas de identidad genérica por sus progenitores. Zucker dice que la razón primordial por la cual los progenitors llevan a sus niños a su clínica —una de las más grandes del mundo— es que “no quieren que sus nenes sean gays” (citado en Burke 1996:100). Muchos investigadores de la no conformidad genérica parecen equivocarse tomando la conformidad por salud. Green, por ejemplo, dice: “Uno tiene que sacar a estar madres del camino. Los nenes femeninos no necesitan tener a sus madres alrededor” (citado en LeVay 1996:100). Mi temor, quizás injustificado, es que la ciencia que rodea la no conformidad genérica esté coloreada por el activismo contra la homosexualidad.

En contraste con Jones, quien sugiere que yo debería dividir más finamente el comportamiento homosexual, Dickemann y Vasey sugieren que ya he dividido la conducta sexual demasiado finamente. Consideran que mis categorías de  “homosexuales,” “bisexuales,” y “heterosexuales” son inadecuadas. Tal como entiendo sus comentarios, sugieren que mi análisis seria más fuerte usando las categorías “comportamiento procreativo” y “no procreativo.” Este punto está bien señalado: los tema de los niveles apropiados de análisis y de si debemos categorizar individuos o comportamientos son algo común en los diálogos que ciernen a las explicaciones evolucionistas del comportamiento; y sin embargo me parece que “gente que tiene sexo con el mismo sexo” es una categoría lógicamente distinta de “gente que tiene sexo con el otro sexo” y que ambas son distintas de  “gente que tiene sexo con ambos sexos.” Ciertamente, habrá superposición entre varios esquemas. Dentro de las categorías “heterosexual” y “bisexual” habrá individuos que también tengan sexo no procreativo. No alcanzo a ver una contradicción entre estos dos esquemas, sin embargo, y sigo sin convencerme de que un esquema debiera ser valorado por encima del otro.

Dickemann y Vasey sugieren que, habiendo reificado la conducta homosexual, post hoc he intentado explicaciones adaptativas post hoc.  Por supuesto, algo de verdad hay en esto. Las explicaciones adaptativas son siempre  “narraciones históricas” (Mayr 1983); esto es simplemente el modo en que se hace este tipo de análisis. Solamente después de haber fracasado en explicar un fenómeno adaptativamente tenemos la justificación para usar explicaciones que sean menos testeables. Las hipótesis que usé fueron elegidas por su mérito teórico; no fueron diseñadas, post hoc, para reflejar (débilmente) la compleja realidad del comportamiento homosexual. Estoy de acuerdo con Vasey en que la exaptación puede ser un concepto útil para analizar el sexo no procreativo y que la conducta homosexual no evolucionó “para” la formación de alianzas de largo tiempo, no más que el comportamiento heterosexual evolucionó “para” vínculos de pareja de largo tiempo. Sin embargo, la intuición de que la selección natural actúa sobre predisposiciones para las relaciones sociales del mismo sexo es algo que permanece. Me parece a mí que esto es una de las “propensiones subsidiarias” al que hizo referencia en general Dickemann. (I would not expect selection for alliance formation without regard to the partner’s sex. Gender differences—weakly biological and strongly social—make women and men very different types of partners.) Humans are complex, as are other organisms, but it remains the goal of science to “cut nature at its joints.” Es válido inferir causas adaptativas para el comportmaiento. El desafío es, en palabras de Mayr (1983:329), trazar un curso “entre un atomismo reduccionista seudoexplicativo y un holismo estupidificador y no explicativo [stultifying nonexplanatory holism].”

Hipótesis alternativas. Mi objetivo ha sido usar el testeo de hipótesis para comparar las alternativas múltiples, en lugar de defender cualquier hipótesis o teoría. De modo casi universal, los comentadores piensan que he fracasado en esta tarea. Después de reflexionarlo, estoy de acuerdo en que puedo haber promovido la hipótesis de la formación de alianzas con demasiada fuerza. Sin embargo, la selección de parentesco, la Manipulación parental y el altruismo recíproco son las tres explicaciones adaptativas más poderosas para el comportamiento social de los mamíferos (Wilson 1975, Trivers 1985). La selección de parentesco y la Manipulación parental ya ha sido exploradas en relación con la homosexualidad (e.g., Weinrich 1987a, Ruse 1988, Dickemann 1995, McKnight 1997 [el argumento freudiano sobre la homosexualidad también está estrechamente ligado con la hipótesis de la manipulación parental]). El altruismo recíproco no ha sido objeto del mismo trato, y por lo tanto sentí que era útil explorar sus fortalezas.

Dickemann, Jones y Vasey señalan que buscar por una causa única del comportamiento homosexual es buscar, usando el término de Vasey, una “quimera.” Williams advierte que las hipótesis adaptativas no son mutualmente excluyentes y que diferentes individuos estarán sujetos a diferentes presiones selectivas. Los modelos interactuarán al nivel de la circunstancia individual. Abordo este tema, brevemente, en la sección de discusión del artículo, cuando se menciona el interés de los progenitores en alianzas. Sin embargo, Jones tiene razón en que mi intento de explorar el altruismo recíproco plenamente h limitado la complejidad y por lo tanto la fuerza de mi argumento tomado en conjunto.

Comprendo que hay muchos caminos para avanzar la puesta a prueba de las hipótesis que presento. Por ejemplo, si los homosexuales trabajan para beneficiar a su parentela, entonces puede esperarse que el comportamiento homosexual del varón y de la mujer se divida con pauta de residencia (esto es, podríamos esperar más comportamiento homosexual en el sexo filopátrico, aunque esto podría posiblemente ser refrenado por mecanismos de evitación del incesto). El altruismo recíproco predeciría que la conducta homosexual debería ser más común en el sexo no filopátrico (cfr. Manson, Perry y Parish 1997). Werner (en Greenberg 1988) a decir verdad encuentra una correlación pobre (r2= 0.25) entre la aceptación de la homosexualidad del varón y la patrilocalidad de 20 sociedades seleccionadas, aunque Greenberg cuestiona severamente los métodos de  Werner.

Tomé la decisión consciente de concentrarme en las tres teorías centrales de la evolución social. En la medida en que este abordaje tiene límites, es legítimo y tiene importantes beneficios. Esto no tiene la intención de disminuir la importancia de los caminos de investigación detallados por los comentadores. Estaría de acuerdo con jones, por ejemplo, en que hay apoyo para la hipótesis de la selección sexualmente antagonista, tanto teóricamente (e.g., Getz 1993) como en el mundo real (e.g., los descubrimientos de Hamer et al. 1993 sobre que la homosexualidad del varón puede ser transmitida a través de la línea de las mujeres). Aunque es algo más complejo que la hipótesis de Hutchinson (1959) sobre el polimorfismo balanceado, la selección sexualmente antagonista está en perfecta armonía con aquélla. (McKnight 1997 resume hipótesis adicionales aliadas del polimorfismo balanceado.)

Dickemann, Vasey y Williams formulan la hipótesis de que el placer sexual explica gran parte de la variación [variance] del comportamiento sexual. “El simple deseo,” en las palabras de Williams, es el rasgo bajo selección y confiere ventaja evolutiva. Esta “hipótesis del placer” es claramente una importante línea de investigación que debe seguirse. Sin embargo, Jones sugiere que los individuos tienen orientaciones sexuales; Williams también hace surgir la cuestión de la preferencia por parejas en particular. La preferencia no se explica, ni se la espera, a partir de una respuesta sexual generalizada. Tal como entiendo la hipótesis del placer, deberíamos esperar proporciones relativamente iguales de actos heterosexuales y homosexuales dentro de las historias de vida individuales, dentro de las sociedades, o, en ultimísimo término, dentro de largas colecciones de sociedades. Sin embargo esto no es el caso.

Dickemann y Vasey reconocen claramente que la selección a favor de una respuesta sexual generalizada es una explicación incompleta. La hipótesis del placer comienza con la premisa de que todo lo que cualquiera quiere en realidad es buen sexo. Bueno, sí. ¿Pero qué es “buen sexo”? ¿Y cuál es la relación entre un buen sexo “aproximado” [proximated] y un buen sexo “insuperable” [“ultimate”]? Blackwood advierte que el sexo es parte de procesos culturales más amplios; Dickemann señala que la dinámica familiar y las preocupaciones sociales influyen fuertemente en los caminos permitidos para el placer sexual. Posner (1992) sugiere divider la categoría de “sexo no procreativo” en dos subcategorías: “hedonístico” y “sociable.” Estas distinciones pueden agregar muchgo a la hipótesis del placer.

En su forma más escueta, la hipótesis del placer es limitada porque ignora toda la literatura de elección de pareja. ¿Por qué encontramos que algunas parejas son más atrayentes que otras? La elección de pareja es un sistema de valoración; las parejas más valuables a menudo son aquellas que potencialmente incrementarán el propio éxito reproductivo (Betzig 1988, Borgerhoff Mulder 1988). La elección de pareja es claramente una parte de muchas, si no de todas, las relaciones homosexuales. Por ejemplo, las reglas de exogamia regulan la elección de parejas en relaciones homosexuales entre los sambia de Melanesia y los nambikuara del Brasil (Herdt 1984b, Lévi-Strauss 1943). En las alianzas de protector/protegido y protectora/protegida [patron/client and matron/client alliances], el protegido o protegida está, en efecto, eligiendo un “modelo” (sensu Boyd y Richerson 1985); los protegidos deberán evitar los modelos deficientes practicando la elección de pareja [mate choice]. Esto es fundamentalmente lo que ocurre en los “tests” que los posibles protectores toman a los posibles protegidos, como los describen Ihara (1972 [1687]) y Ng(1989). Creo que esto expresa la idea de Vasey de que los “subproductos” de una respuesta sexual generalizada pueden llegar a estar bajo selección positiva. Tanto Muscarella como Vasey advierten que la exaptaciòn no tiene un conflicto fundamental con las hipótesis exaptativas presentadas en el artículo.

La hipótesis del placer es una explicación aproximativa y no logra explicar por qué se maximiza el placer. Parecería que la selección natural debería en último término favorecer la energía sexual que haya estado agudamente concentrada, no dispersada ampliamente. Los mecanismos genéticos, la dinámica familiar y las fuerzas sociales también son explicaciones aproximativas. En general yo estoy de acuerdo con los comentadores en las respuestas aproximativas [proximated], pero sigo sintiéndome reacio a renunciar al intento, a algún intento, de analizar resultados definitivos [ultimate]. La pregunta que me interesa no es tanto cuánta variación sexual se produce, sino por qué persiste.¿Es porque el placer sexual tiene beneficios generales o porque el comportamiento sexual no procreativo tiene beneficios específicos? Soy escéptico en el sentido de que el comportamiento sexual pueda ser reducido solamente a respuestas aproximativas [proximote] responses, tanto como soy escéptico de que pueda ser explicado solamente por medio de resultados definitivos [ultimate]. La dinámica familiar y las fuerzas sociales son la suma de las acciones individuales, y debemos tener alguna relación (por más débil que sea) con las funciones adaptativas y evolutivas. Esta es la razón por la cual los seres humanos han sido sorprendentemente exitosos a lo largo del tiempo evolutivo. Mi argumento sobre la formación de alianzas resume las funciones potencial de las alianzas del mismo sexo y por lo tanto razona que se puede esperar una sicología de la afiliación del mismo sexo. Esto de ningún modo entra en conflicto una respuesta sexual generalizada que conduce a una variedad de relaciones sexuales. El mejor curso, en mi opinión, es usar la conducta homosexual como un ejemplo de sexo no procreativo que identifica y da forma a los temas de comportamiento sexual en general, tales como los variados procesos por los cuales la energía sexual es puesta al servicio de la ganancia evolutiva.

Ciencia y sociedad. Williams es sumamente explícito en advertir que, para usar una frase feminista, lo personal es político. He sees the article in the context of efforts to show that homosexual behavior produces “something of value.” Blackwood finds that it supports the view that homosexuality is not “aberrant.” Other commentators also find a political edge in the article, allying it with the work of “early pathologists” (Dickemann) or finding that it uses “mere assertions” (Jones) instead of judgments. The conventional wisdom is that any inquiry into homosexual behavior must be tied to a political agenda.

Un punto clave del artículo, reconocido por Blackwood y Williams, es que para los seres humanos el sexo no es solamente para la procreación. Esto, según creo, es un hecho científico, no una afirmación política por sí misma. Sin embargo, las preguntas de cómo y por qué las sociedades llegan a hacer un fetiche de la procreación son, en parte, análisis políticos. Otro punto clavo reconocido por Blackwood y Williams es que los beneficios no procreativos de los actos homosexuales y heterosexuales son idénticos. Esto subsume la conducta homosexual dentro de la discusión más general de, en las palabras de Williams, los “muchos propósitos del sexo, muchísimo más complejos que las preocupaciones procreativas.” Esto también tiene implicaciones políticas.

Como lo ilustra la anterior cita de Green, todos tenemos ideas preconcebidas y nuestras propias agendas. Categorizar a la gente de acuerdo con sus prácticas sexuales es típicamente no un a descripción neutral, sino una decisión política o social de priorizar comportamientos particulares. Tales decisiones influyen el comportamiento tanto en modos groseros como de modos sutiles, exactamente como las propensiones biológicas influyen en los comportamientos de modos tanto groseros como sutiles. Hay una zona mal definida en la cual lo social y lo biológico son indistinguibles. Las preguntas se transforman en éstas: bajo qué condiciones sociales ciertas diferencias biológicas se transforman en las características salientes del sexo y cómo las condiciones sociales alteran nuestras percepciones de las diferencias biológicas. Tales cuestiones surgen de tanto en el nivel de la sociedad como en el nivel del individuo. Pero esto no hace perder de vista el hecho fundamental de que la investigación biológica es un cimiento inadecuado par alas actitudes y políticas sociales.

La investigación no puede ser separada del contexto social en el que se produce; estoy consciente del discurso sobre usos políticos de la autoridad científica (e.g., LeVay 1996, Laslett et al. 1996, Rosario 1997, Murphy 1997). Es claro que una identidad gay influye mis percepciones. Pero esto no debería alterar el análisis científico de mis ideas. La idea de que la sexualidad humana no está impulsada solamente por el placer o que no es un resultado ciego de predisposiciones genéticas puede al principio parecer enfrentarse a nociones preconcebidas. Sin embargo, mi lectura de la evidencia conduce a la hipótesis de que gran parte del comportamiento homosexual está impulsado por la emoción, y que esta emoción se mantiene por sus consecuencias adaptativas. (Esto no significa la implicación de que los vínculos emocionales dan como resultado relaciones igualitarias.) Creo que el análisis científico, del que este escrito es un comienzo imperfecto, dará apoyo a esta hipótesis. Y con todo ciertamente estoy de acuerdo con Futuyma y Risch (1984:157) cuando escriben: “La ciencia no es ciencia a no ser que sus conclusiones se examinen con igual espíritu crítico cuando estén conformes a nuestras creencias personales y cuando se oponen a ellas.”

Al final, creo que mis argumentos son más modestos que lo que sospechan mis comentadores. En el artículo, digo claramente que pienso que las explicaciones adaptativas son incompletes. Implícito en el artículo está mi sensación de que el comportamiento homosexual puede estar sujeto a “evolución cultural” (sensu Boyd y Richerson 1985) tanto como a “evolución biológica.” Mis descubrimientos pueden ser reducidos a varias oraciones cortas. Las mujeres son afectuosas con otras mujeres y los hombres son afectuosos con otros hombres. Hay procesos biológicos y sociales que influyen la variación [variance] en afiliación y la sexualización de la afiliación. Las alianzas homosexuales y heterosexuales son equivalentes biológicos en términos de sus usos no procreativos. Algunas alianzas crecerán hasta el punto en que pares de individuos se vuelven, para seguir la metáfora de Montaigne, “almas unidas sin rastro de sutura [seamless souls].” En el contexto de la evolución, esto fundamentalmente hace que la selección vire apartándose del individuo y se dirija hacia la pareja vinculada [the bonded pair]. Para el individuo, este viraje es profundamente adaptativo.

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[1] Versiones previas de este manuscrito se beneficiaron de la lectura crítica de  M. Borgerhoff Mulder, J. M. Dickemann, A. Fuentes, J.Gilardi, A. H. Harcourt, S. Hrdy, D. Judge, M. Small, K. Stewart, P. Vasey, y tres árbitros anónimos, así como de los comentarios de S. Connor, P. Coppolillo, y J. Scheib. Las ideas aquí expresadas tuvieron su origen en un seminario de apareamiento humano conducido por S. Hrdy hace muchos años. Estoy agradecido a su aliento continuo y al aliento de P. S. Rodman para desarrollar estas ideas.

[2] Patrón/Cliente es traducción de la frase inglesa Patron/Client,  donde “patrón” señala a quien paga y protege, y “cliente” a quien protegido y recibe pago o favores. Podría haber sido traducida como “protegido/protector”, pero me parece mejor reservar esta expresión para una forma específica de la homosexualidad del varón de las sociedades modernas, particularmente en los siglos XIX y XX. (N. del T.)

[3] “Escuela pública” en Inglaterra es una escuela privada de alumnos internos, que en Argentina solía llamarse  “de pupilos”. N. del T. χ