Werner D, 1998 Evolución y Variación Transcultural de la Homosexualidad del Varón

Sobre la Evolución y Variación Transcultural en la Homosexualidad del Varón

Dennis Werner

(Traducción española de la traducción inglesa de: Sobre a evolução e variação cultural na homossexualidade masculina. En Joana Maria Pedro e Miriam Pillar Grossi (orgs). Masculino, Feminino Plural. Florianópolis: ed. Mulheres, pgs.99-129,1998)

RESUMEN

 

Las comparaciones de diferentes especies primates sugieren que la homosexualidad del macho evolucionó junto con la cooperación de los machos, que pasó a través de estadios claros y distintos de 1) marcación de territorios, 2) marcación de machos sumisos vía mecanismos previamente usados para marcaciones territoriales, 3) marcación de alianza por vía de gestos mutuos de dominancia y sumisión. Entre los humanos, los homosexuales varones exclusivos están en el máximo extremo de sumisión de un continuo de personalidad dominante/sumisa. Los individuos en los dos extremos de este continuo no se reproducen: los dominantes extremos porque mueren en peleas, y los sumisos extremos porque no intentan la reproducción. Sin embargo, debido a la ventaja selectiva de individuos con genes tanto para la dominación como para la sumisión, los individuos propios de los extremos del continuo continúan apareciendo de acuerdo con las leyes mendelianas.

La investigación sicológica sobre las características de los homosexuales varones y las actitudes generales hacia los homosexuales está de acuerdo con las predicciones provenientes de esta teoría. Las diferencias culturales en los modos en los que se categoriza o concibe la homosexualidad pueden ser explicadas por diferencias en los modos en los que se organizan las jerarquías. Donde la edad trae el mayor prestigio, la homosexualidad toma la forma de relaciones “maestro/aprendiz”, como entre los antiguos griegos, los samuráis del Japón, los azande africanos y varias sociedades de Nueva Guinea. Donde las jerarquías están basadas en criterios impersonales (como los curriculum vitae) y no en conexiones personales, las relaciones homosexuales son generalmente desalentadas, y los que están en el extremo homosexual del continuo recurren al sexo con varones similares (lo que da el sistema “gay” de Europa Septentrional). Donde las posiciones sociales dependen más de lazos personales, las alianzas varón / varón continúan siendo importantes y surgen los “sistemas mediterráneos” (como el sistema brasileño bicha/bofe), en los que varones ordinariamente identificados heterosexualmente mantienen típicamente relaciones sexuales (en rol activo) con varones homosexualmente identificados (que asumen un rol pasivo). En estos sistemas los varones adolescentes ordinarios pueden también típicamente tener relaciones homosexuales los unos con los otros.

 

Biología, Sicología y Antropología

Como marco de referencia para una argumentación evolutiva corresponde hacer una breve reseña de los hallazgos biológicos, sicológicos y antropológicos sobre la homosexualidad del varón.

 

Estudios Biológicos

Los estudios biológicos han documentado diferencias entre los homosexuales varones y los heterosexuales varones en su exposición a hormonas prenatales (Levay 1994; Reinisch et al. 1991), estructuras cerebrales (LeVay 1994), marcadores genéticos (Hamer et al. 1993), y posiblemente otras características tales como patrones de huellas digitales (véase Downtown 1995 en relación con un estudio de la Universidad de Ontario Occidental), posiblemente relacionadas con exposición a la testosterona (Jamison, et al. 1993). Además, se juzga que los chicos afeminados (que tienen una fuerte tendencia a ser homosexuales en la adultez) son más atractivos que otros chicos (Zucker, et al. 1993), lo que corresponde al descubrimiento de Green (1987) sobre que los progenitores de los niños afeminados los evalúan como bebés más “hermosos” que sus otros hijos e hijas.

Probablemente debido a lo recientes que son, se han hecho pocos intentos de replicar estos estudios de diferencias biológicas, así que debemos ser cautelosos antes de aceptarlos. Han sido replicados más a menudo los estudios de familia, de mellizos y de adopción, que sugieren una herencia genética de la homosexualidad (Whitam et al. 1993; Bailey y Pillard 1991; Buhrich et al. 1991; Eckert et alii. 1986; Pillard y Weinrich 1986; Flores 1994). La evidencia anecdótica sugiere que un argumento de herencia puede ser aplicable también a algunas sociedades no occidentales: Wilbert (1972, p. 101) informó que los indios warao de Venezuela piensan que los travestis son más comunes en algunas de sus familias que en otras.

 

Estudios Sicológicos

De lejos el estudio más completo y cuidadoso de las relaciones familiares y la homosexualidad es la comparación de quince años que hizo Green (1987) de niños afeminados y masculinos, que comenzó desde el momento en que los niños tenían cuatro años hasta los doce, y continuó hasta la adultez. Los chicos y los progenitores fueron entrevistados y observados regularmente a lo largo de este período de tiempo, y se administraron tests sicológicos en varios momentos. De treinta niños femeninos acompañados a lo largo de este período y con experiencias sexuales, 24 fueron “más que incidentalmente homosexuales” como adultos. De los 25 controles “masculinos”, solamente 1 fue más que incidentalmente homosexual cuando adulto. Muchos de los niños afeminados fueron sujetos a terapias conductistas o de otro tipo durante su infancia, y aparentemente todas sin efecto sobre sus comportamientos o fantasías homosexuales posteriores. Además, aunque se ha prestado una gran cantidad de atención al papel de los progenitores en el origen de la homosexualidad, ni Green ni otros (Greenstein 1966; Siegelman 1974; Green 1987) han encontrado mucho apoyo para estos argumentos.

Sin embargo, la no conformidad genérica de infancia consistentemente predice orientaciones homosexuales adultas, en Norteamérica y en Europa, así como en otras culturas (Phillips y Over 1992; Cardoso 1994; Green 1987; Whitam y Mathy 1986; Whitam y Zent 1984). Si bien los homosexuales tienen más probabilidad de haber sido afeminados cuando niños, sigue habiendo muchos varones homosexuales que informan infancias más normales (Phillips y Over 1992). Weinrich y sus colegas (citados en LeVay 1994) mostraron que son los homosexuales que prefieren un rol más “pasivo” (como “penetrados”) quienes tienen mayor probabilidad de haber sido niños afeminados. Estos descubrimientos han conducido a investigadores como Green a proponer modelos causales de homosexualidad que comienzan con las influencias de los genes y las hormonas prenatales. Las características de los padres (como desear una niña o un niño) pueden afectar la aceptación o tolerancia del comportamiento femenino en los niños, lo que a su vez podría afectar su feminidad adulta, pero tienen menos efecto sobre su homosexualidad.

 

Estudios Antropológicos

Muchos antropólogos se sienten algo frustrados con el trabajo biológico y sicológico sobre la homosexualidad del varón porque parece explicar muy pobremente la variación transcultural en las relaciones sexuales varón-varón. Esta variación es tan grande que parece imposible incluso definir la homosexualidad de un modo transculturalmente válido. Encontrar causas de homosexualidad que sean Transculturalmente válidas parece descabellado. Por ejemplo, Dickemann (1993) cita el caso de la homosexualidad en la Europa medieval. Esta autora arguye que durante el período de Carlomagno los padres simplemente decidían que su último hijo adoptaría la homosexualidad, y aparentemente las decisiones de los progenitores eran seguidas. Cuando consideramos las todavía más  “exóticas” culturas de Nueva Guinea (Herdt 1993; Kelly 1974), la arbitrariedad de las definiciones culturales de la homosexualidad parece todavía más clara. En sociedades como los sambia o los etoro, de todos los chicos se espera que tengan relaciones sexuales con hombres mayores. A decir verdad, la gente cree que la maduración de los chicos sería imposible si no recibieran semen de los varones mayores. Entre los etoro las relaciones sexuales entre hombres y mujeres son tabú la mayor parte de los días del año, aunque las relaciones homosexuales son constantemente alentadas.

Si en un sentido Transculturalmente válido la “homosexualidad” no existe, ¿entonces cómo debemos entender los hallazgos biológicos? Creo que hay dos posibilidades. Primero, los hallazgos biológicos pueden ser peculiarmente occidentales. Esto es, puede no haber un gen para “la homosexualidad,” sino genes de otras características que nuestra cultura en particular asocia con “homosexualidad.” Por ejemplo, los padres pueden definir ciertas características faciales innatas de sus bebés como “hermoso”. Esto podría llevarlos a tratar a estos bebés como más delicados y “femeninos” que otros bebés. Es la posterior  “femininidad” de estos chicos lo que después se define como “homosexual.”

Una segunda posibilidad es que las diferencias culturales en realidad no sean tan grandes. La aparente incompatibilidad entre los argumentos biológicos y culturales puede simplemente ser una cuestión de que se ocupan de fenómenos distintos. Los biólogos están más interesados en la orientación sexual, esto es, lo que atrae sexualmente a los individuos o está detrás de sus fantasías. Por otra parte, los antropólogos están más interesados en las prácticas sexuales, esto es, quién tiene sexo con quién, y qué hacen en realidad las personas en esas relaciones sexuales. Los antropólogos también están extremadamente interesados en la identidad sexual: es decir, cómo las culturas definen a los individuos, y cómo se ven los individuos a sí mismos. Tanto en las prácticas como en la identidad hay ciertamente una gran cantidad de variación cultural. Pero sabemos mucho menos sobre la variación transcultural en orientación, tal como se la define aquí. Las diferencias entre estos conceptos no siempre están claras en las obras de estudiosos diferentes. Por ejemplo, Herdt (1993 p.xlvii) afirma que “La identidad incluye sentimientos, ideas, metas y sentido del yo” (bastardilla en el original). Money y Ehrhardt (1972) a menudo hablan de “identidad” sexual sin distinguirla de la “orientación” y sin considerar la influencia de la cultura en la formación de estas identidades.

A menudo se cita a Kinsey (1948) por su “audacia” al “relativizar” la homosexualidad tratándola como un punto extremo en un continuo entre heterosexualidad y homosexualidad, en lugar de tratarla como una categoría discreta. Kinsey también tuvo cuidado de distinguir entre prácticas y orientación, porque usó escalas independientes para estas dos. Sin embargo, el criterio de homosexualidad de Kinsey está claramente atado a la cultura. Definió a la homosexualidad en términos de las relaciones sexuales con personas del mismo sexo. Éste es un modo particularmente norteamericano y europeo septentrional de definir la homosexualidad. En otras culturas los pueblos tienen diferentes ideas.

En su análisis de la homosexualidad brasileña Peter Fry (1982) ha clarificado cómo las culturas varían en los criterios que usan para definir la homosexualidad. Como argumenta Fry, las clases medias urbanas y profesionales brasileñas han estado adoptando el modelo norteamericano / europeo septentrional en el que los homosexuales son definidos como aquellos que tienen relaciones sexuales con otros del mismo sexo. El término entendido se usa para identificar a estas personas (Fry denominó “orientación sexual” a este criterio. Yo prefiero llamarlo el criterio “del mismo sexo”, ya que uso “orientación sexual” para referirme a otra cosa.) Los criterios segundo y tercero para definir la homosexualidad son más comunes en las clases bajas. Uno de estos criterios define la homosexualidad por lo que uno hace durante un encuentro sexual. Los homosexuales (i.e. viados) son los que adoptan el rol “pasivo” (penetrado / insertee), en tanto que los que adoptan el rol activo (penetrador/ insertor) son considerados heterosexuales, o posiblemente sus parejas viados les adjudican el término “bofe”. El tercer criterio se refiere a comportamientos de rol sexual, no sexuales.  Aquí los homosexuales (bichas) se definen como varones “afeminados”.

Las diferencias entre los criterios norteamericanos y de Europa Septentrional y los criterios de la clase baja brasileña me fueron clarificados con la máxima espectacularidad observando las reacciones brasileñas ante los filmes pornográficos norteamericanos, y las reacciones norteamericanas ante las películas brasileñas en los cines. En un punto de una película norteamericana una mujer insertaba su dedo en el ano de su pareja varón. La audiencia brasileña enloqueció, gritando “viado” en referencia al actor varón. Por otra parte, en los filmes pornográficos brasileños no es nada fuera de lo común que un hombre tenga relaciones sexuales (rol activo) con varias mujeres, y también con una bicha. Nadie se refiere al varón penetrador como viado en estas secuencias fílmicas. Sin embargo los norteamericanos clasificarían a este varón como “bisexual.” El término bisexual ha encontrado el camino para entrar en el vocabulario de muchos varones de las clases bajas brasileñas. Pero su significado no es el mismo que en los Estados Unidos. A menudo bisexual se refiere a un hombre que tiene tanto relaciones sexuales “activas” como “pasivas”. Un hombre que tiene relaciones sexuales activas con viados y con mujeres no es considerado bisexual.

Ahora, se podría argumentar que el caso brasileño no es tan diferente del caso norteamericano / europeo septentrional. Simplemente necesitamos reconocer que los heterosexuales a veces hacen uso de los homosexuales para satisfacer sus añoranzas sexuales cuando las mujeres no están disponibles (Whitam 1983). Los gays norteamericanos simplemente corresponden a las bichas brasileñas. La diferencia principal es que excepto bajo condiciones muy especiales (e.g. cuando están en prisión) los varones heterosexuales norteamericanos normalmente tienen acceso más libre a las mujeres, y por tanto no tienen relaciones con homosexuales. Pero esta argumentación no llega a dar cuenta de los datos. Cardoso (1994) estudió las relaciones homosexuales en una comunidad pesquera del Estado de Santa Catalina, en Brasil. En esta comunidad la distinción brasileña “estándar” entre “activo” vs. “pasivo” es claramente el criterio usado para definir la homosexualidad. – Las correlaciones entre diferentes codificadores fueron muy altas en relación con su clasificación de los viados de la comunidad. Sin embargo, no hubo acuerdo (correlaciones prácticamente 0) e n relación con los hombres que más tenían relaciones sexuales con estos viados. Ni tampoco había un término especial para referirse a estos hombres. De modo contrario al argumento de “falta de descargas heterosexuales”, los hombres que tenían más sexo con los viados tenían también más acceso a las mujeres. Entonces, su interés en las relaciones del mismo sexo no podía ser atribuido a la falta de alternativas.

En las secciones que siguen, argumento que una mirada más de cerca a las teorías evolucionistas pueden ayudarnos a entender esta pregunta, así como a clarificar las relaciones entre las teorías biológicas, sicológicas y antropológicas.

 

TEORIAS EVOLUTIVAS DE LA HOMOSEXUALIDAD

Como con todas las teorías evolutivas, hay al menos dos preguntas que deben ser respondidas para explicar la homosexualidad. Primero, debemos justificar cómo las orientaciones homosexuales pudieron sobrevivir y / o reproducirse a la luz de las presiones de selección. Ésta es la cuestión de la adaptación. Segundo, cualquier explicación evolutiva debe también justificar cómo un rasgo dado pudo haber surgido. Sin importar cuán adaptativo pueda ser un rasgo, no puede haber surgido de la nada, sino que tiene que tener un pasado. Ésta es la cuestión de la estructura. Examinaré separadamente cada una de estas cuestiones.

Adaptación Biológica y Homosexualidad del Varón

Hay al menos tres niveles diferentes en los que se puede considerar que la homosexualidad es adaptativa, y cada uno de estos niveles tiene sus propias implicaciones en relación con cómo se las arregla la homosexualidad para continuar entre los humanos. En el nivel más concreto, podríamos proponer diferencias genéticas entre homosexuales y heterosexuales. Llamaré a éste el nivel “genético”. Algunos estudios biológicos parecen dar apoyo a esta idea. En un nivel más “abstracto”, podríamos presumir que los homosexuales y los heterosexuales tienen los mismos genes, pero que durante la ontogenia programas universales genéticamente determinados son “activados” o “desactivados” dependiendo de las influencias ambientales. De este modo, las personas pueden tener los mismo genotipos, pero estos genotipos pueden producir diferentes fenotipos en diferentes situaciones. Éste podría ser llamado el nivel “epigenético”. Muchas teorías (incluyendo las ideas freudianas) sobre la dinámica sicológica que hay detrás de la homosexualidad pertenecen a este tipo. En el nivel más abstracto, la homosexualidad puede no estar relacionada con las diferencias genéticas o con programas genéticos universales que determinan la ontogenia. En lugar de ello, la homosexualidad puede estar determinada culturalmente de un modo muy lejano de las influencias genéticas directas. Siguiendo a Dawkins (1976), podríamos llamar a éste el nivel “mémico”.

Se han ofrecido argumentos evolutivos para todos estos niveles. Por ejemplo,  Symons (1979) argumenta que la homosexualidad es resultado de un meme que se aprovecha de la innata propensión del varón a encontrar interesante la variedad sexual. Normalmente esta propensión sería adaptativa porque alentaría a los varones a intentar relaciones sexuales con muchas mujeres, lo que daría como resultado más progenie. Pero un meme podría parasitar esta propensión, redireccionando el interés sexual hacia objetos no adaptativos, como en el fetichismo o la homosexualidad.

Los argumentos epigenéticos han sido inspirados por el trabajo en hormonas prenatales. Dörner y sus colegas (citados  en LeVay 1994) vinculan el estrés durante la preñez a los efectos hormonales en el feto que conducirían a la homosexualidad. Esto podría ser parte de la estrategia reproductiva adaptativa de una madre. Esto es, en épocas de estrés, cuando es difícil criar hijos, puede ser adaptativo tener algunos niños homosexuales que pueden ayudar a sus hermanos y hermanas a criar progenie en lugar de tener progenie propia. Los argumentos mémico y epigenético pueden explicar algunos aspectos de la homosexualidad, tales como las variaciones culturales en prácticas o identidades, o comportamientos específicos de los homosexuales (feminidad, por ejemplo). Sin embargo, los estudios biológicos de la homosexualidad, junto con las extraordinarias similaridades transculturales de los homosexuales exclusivos (Whitam 1983) sugieren que algunos aspectos de la homosexualidad (e.g. orientación) pueden al menos en parte ser determinados por genes. Esta parte requiere explicación.

El problema básico de las explicaciones genéticas de la homosexualidad es dar cuenta de cómo un gene que no conduce a progenie puede sobrevivir a las presiones de la selección natural. Una posibilidad es que un gen maladaptativo para la homosexualidad pudiera reaparecer repetidamente en una población si fuera resultado de la frecuente mutación de un gene que normalmente es adaptativo. Sin embargo, las personas con genes maladaptativos rara vez exceden el 1% de la población, en tanto que la homosexualidad del varón aparentemente se produce mucho más frecuentemente (Whitam y Mathy 1986; Gadpaille 1980; Diamond 1993). Otra posibilidad es que un gene recesivo de homosexualidad pudiera tener ventajas que le permitieran transmitirse a las generaciones futuras. Por ejemplo, los homosexuales podrían ayudar directamente a sus parientes (que comparten el gen recesivo) a criar más niños y niñas. Esta hipótesis de “selección de parentesco” predice más homosexualidad en las sociedades donde los homosexuales más puedan ayudar a sus parientes (por ejemplo, en sociedades endogámicas donde los homosexuales pudieran vivir cerca). Sin embargo, la investigación transcultural muestra que éste no es el caso (Werner 1979). Otra posibilidad es que un gene homosexual en sí mismo, cuando se combina con genes no homosexuales, pueda proveer ventajas reproductivas. Este ultimo guión a veces es conocido como la hipótesis “heterocigota”, aunque en realidad trata de cualquier tipo de combinación de genes (LeVay 1994; Sommer 1990).

La cuestión principal para el argumento heterocigoto es imaginar una posible ventaja de los genes homosexuales cuando se combinan con los genes heterosexuales. Kirsch y Rodman (citados en Sommer 1990) sugieren que esta ventaja puede tener algo que ver con las jerarquías de dominación. El mantenimiento de estas jerarquías presumiblemente ayuda a los animales, incluyendo a los humanos, a vivir pacíficamente juntos, y esta vida pacífica provee ventajas al grupo, y a los individuos del grupo. La clave de este argumento es la desventaja de un animal que solamente tuviera genes de dominación. En tanto que un animal que “lucha y escapa, vive para pelear otro día,” un animal que nunca se rinde a menudo muere joven. Bajo esta luz consideremos el hallazgo de Chagnon (1988) sobre que los varones yanomamos que habían matado más enemigos tenían más progenie que los hombres más moderados. Chagnon usó esta correlación para argüir que la agresividad en realidad exalta el éxito reproductivo. Pero el estudio de Chagnon adolece de un problema de muestreo, porque incluyó solamente hombres vivos. ¡Yo apostaría que los varones más agresivos también tuvieron una mayor probabilidad de morir antes de ni siquiera ser capaces de reproducirse! Por tanto, en promedio, los hombres más moderados pueden tener tanta o más progenie que los hombres agresivos.

El argumento heterocigoto sugiere que la homosexualidad es resultado de genes de comportamiento sumiso. Un animal que poseyese solamente genes de sumisión no llegaría a reproducirse, porque no lo intentaría. Pero un animal que poseyese solamente genes para la dominación tampoco llegaría a reproducirse, porque se haría matar al correr demasiados riesgos. Son los varones “heterocigotos” quienes con mayor probabilidad transmitirán sus genes. Por las leyes de la probabilidad genética, esto dejaría a cada generación con un cierto porcentaje de individuos en los extremos. Por ejemplo, si cada uno de los cromosomas de un par tuviera solamente un locus “homosexual” con solamente dos alelos posibles (uno para dominación y otro para sumisión) esto dejaría a una pareja heterocigoto con el 25% de su progenie homocigota para la sumisión, 50% heterocigoto y 25% homocigoto para la dominación. Sin embargo, si la homosexualidad fuera el resultado de la interacción de 5 loci genéticos, posiblemente esparcidos a través de cromosomas diferentes, entonces solamente el 3.125% (1/22222) de los nacimientos serían homocigotos para la sumisión. Como lo señala Wilson (1994), alguna diversidad genética es valiosa para los individuos porque les permite adaptarse a diferentes nichos dentro del grupo, de modo que diferentes grados de sumisión pueden permitir la ocupación de nichos diferentes.

El argumento heterocigoto todavía necesita ser puesto a prueba. Por ejemplo, predice que los parientes de homosexuales exclusivos deben tener personalidades menos dominantes que la población general, además de predecir que los homosexuales mismos tendrían mayor probabilidad que los heterosexuales de evitar peleas (al menos las físicas), para lo que hay abundante evidencia (Whitam y Mathey 1986).

 

Estructuras Biológicas y Homosexualidad del Varón

Muchos evolucionistas (Gould 1977b; Rieppel 1992; Reichholf 1992; Antinucci 1990) se han quejado por el énfasis que los sociobiólogos colocan sobre la selección natural, en detrimento de las cuestiones de estructura biológica. De acuerdo con estos autores, los sociobiólogos tiene un abordaje de la evolución desembozadamente “atomístico”, y actúan como si los rasgos biológicos específicos pudieran desarrollarse por sí mismos, sin relación con las constricciones estructurales del diseño o con la posibilidad de que cambios estructurales dados puedan o no ser posibles en la historia filogenético. Rastrear las variaciones estructurales es importante porque la selección natural no opera como un arquitecto, dibujando un plano esquemático para una casa, y después construyéndola desde lo más mínimo del modo más eficiente posible. En lugar de ello, la selección natural opera más bien como un “calderero remendón”, que aprovecha los materiales ya disponibles para producir nuevas formas que “sirvan” en ese momento.

La teoría heterocigota de la homosexualidad propone que los genes que afectan la sumisión también afectan la homosexualidad. Esto sugiere que la clave para entender la homosexualidad puede yacer en la evolución de la conducta de sumisión. Es improbable que encontremos muchas claves en el registro fósil, pero una investigación en busca de análogos y homólogos homosexuales en los otros animales puede ser informativa. Las relaciones sexuales entre varones pueden ser encontradas en especies muy simples. En su reseña de la homosexualidad animal, Sommer (1990) menciona el caso de “violación homosexual” en un gusano parasitario (moniliformis dubius). En este caso, la apertura genital del macho violado es bloqueada con un tapón de semen carente de esperma donado por el violador. El macho violado no puede entonces fertilizar hembras. Una variación de este tema es la violación homosexual de la chinche xylocaris maculipennis. En este caso, en lugar de bloques la apertura genital del macho rival, el macho violador inserta su propio esperma en los ductos seminales del macho rival. Esto ocurre también con los caracoles de agua dulce del genus biomphalaria, que son vectores de la esquistosomiasis (Forsyth 1991). Cuando el macho violado copula con una hembra, la fertiliza con el esperma de su rival.

Muy diferente es la conducta “homosexual” encontrada en el pez gasteroesteus pungitius [ten-spined stickleback fish]. Durante las actividades de fertilización el macho debe cortejar a una hembra para conseguir que ella ponga sus huevos. A veces una segunda hembra es invitada al escenario del cortejo, y entonces el macho puede tener éxito en fertilizar los huevos de dos hembras. Pero a veces la segunda “hembra” es en realidad un macho subordinado travesti, el cual, a causa de su disfraz, consigue entrar en el territorio de su rival y fertilizar él mismo los huevos de la hembra, o al menos comerse los huevos ya fertilizados (Sommer 1990). Una variación de este tema se encuentra en el Lepomis macrochirus [bluegill sunfish]. En esta especie hay tres tipos diferentes de machos. El primero es el macho más grande, “parental”, que defiende un nido o territorio de cortejo. Segundo, está el “furtivo” [“sneaker”], mucho más pequeño, que a veces tiene éxito entrando como flecha en el territorio de cortejo de un parental y fertilizas los huevos de la hembra antes de que el macho más grande lo perciba. Tercero están los “travestis” que se parecen a las hembras Lepomis macrochirus [bluegill sunfish], y se las arreglan para ser invitados a entrar al territorio (Wilson 1994). A medida que crecen, los “furtivos” [“sneakers”] gradualmente se vuelven “travestis,” pero los machos “parentales” son genéticamente diferentes. Que este comportamiento “travesti” también puede estar estructuralmente relacionado con actividades homosexuales queda demostrado en el caso del lagarto anolis garmani. En este animal la principal diferencia percibida entre hembras y machos es el tamaño. Los pequeños machos generalmente son expulsados de los territorios de los machos más grandes, pero los machos mucho más pequeños a veces son confundidos con hembras. Al entrar en el territorio de un macho más dominante, estos machos pequeños se portan como hembras y se permiten servir como parejas sexuales de los machos más grandes. Este truco no solamente les da a los subordinados acceso al territorio del dominante y a sus hembras, sino que también tiene éxito en hacer que el dominante “desperdicie” su esperma. Un truco similar es usado por las salamandras de la foresta: los subordinados tienen éxito engañando a los machos dominantes para que se desprendan de sus paquetes de esperma (Sommer 1990), y por las culebras macho de Manitoba [Manitota garter snakes] (thamnophis sirtalis parietalis) que despiden olor de hembra para atraen a otros machos para que se desprendan de su esperma.

Algunos de estos ejemplos de “homosexualidad” en animales filogenéticamente distantes pueden ser análogos y no homólogos de la homosexualidad humana, pero a medida que nos acercamos a los humanos la probabilidad de comportamientos homólogos aumenta. En mamíferos se han observado comportamientos muy diferentes que podrían estar asociados con la homosexualidad del varón. Entre los primates las conductas homosexuales son particularmente diversas. Incluyen prácticas tales como la monta de un macho por parte de otro (e.g. langures, macaco cola de cerdo, babuinos, orangutanes, chimpancés, bonobos) (Sommer 1990; Oi 1991; Lorenz 1963; Yamagiwa 1992; Hayaki et al. 1989), lo que incluye monta con penetración anal (e.g. macacos rabicortos [stumptailed machaques], monos ardilla [squirrel monkeys]) (Sommer 1990; Maple 1977), y monta con penetración anal y eyaculación (macacos japoneses, smacacos rhesus, gorilas) (Sommer 1990; Gadpaille 1980; Edwards y Todd 1991). También se ha informado masturbación de otros machos, incluyendo masturbación mutua (Sommer 1990) así como contactos de genitales a genitales (e.g. bonobos) (Enomoto 1990), que a veces conducen a la eyaculación (e.g. gibones) (Edwards y Todd 1991). Se ha informado también felacio en los stumptailed macaques (Sommer 1990). Otros comportamientos, quizás relacionados, incluyen oler / inspeccionar la región anal / los genitales de otros machos (e.g. macacos rabicortos), (Sommer 1990), “exhibir” un pene erecto ante otros machos (e.g. los monos verdes (cercopithecus aethiops) (Henzi 1985) y orinar unas pocas gotas sobre el otro macho durante la exhibición (e.g. monos ardilla) (Castell 1969). En algunos casos los machos han mostrado preferir a sus parejas homosexuales por encima de sus parejas heterosexuales (e.g. mono rhesus) (Sommer 1990).

Estos comportamientos han sido informados en una diversidad de situaciones, y del modo más notable en despliegues de dominancia y sumisión, en casos de excitación general, y en situaciones más juguetonas entre varones adolescentes y varones adultos que demuestran relaciones afectivas especiales los unos con los otros.

A primera vista las relaciones entre los diferentes comportamientos y las situaciones en las que se producen parecen arbitrarias. Por ejemplo, en algunos casos es el macho dominante o más viejo el que monta al más joven o subordinado (e.g. gorila) (Yamagiwa 1992), en otros casos es la inversa (e.g. macaco cola de cerdo) (Oi 1991). Presentarle la región anal a otro animal puede indicar que se ejerce dominación (e.g. mono ardilla) (Ploog et al. 1963), o puede ser un gesto de sumisión (e.g. babuino) (Lorenz 1963). Puede ser el dominante el que huela / lama los genitales del adolescente subordinado (e.g. monos aulladores) (Young 1983), o el subordinado el que huela / lama al dominante (e.g. Hapalidae) (Epple 1967). Puede ser el dominante el que eyacule (e.g. mono ardilla) (Ploog et al. 1963) o el adolescente subordinado (e.g. gibones) (Edwards y Todd 1991). En algunos casos es el individuo dominante el que orina (e.g. mono ardilla) (Castell 1969). En algunos casos es la inversa (e.g. un lobo subordinado puede orinarse a sí mismo) (Lorenz 1963)…

Las diferentes actividades sexual y sus asociaciones sociales parecen tan diversas que se siente la tentación de sacar como conclusión que los animales más complejos simplemente han evolucionado una sexualidad “flexible” que les permite arbitrariamente encontrar sexualmente atractiva virtualmente cualquier cosa. A decir verdad, los fenómenos como la impronta sexual ocasional en diferentes especies o incluso en objetos parecerían confirmar esta idea (Maple 1977; Lorenz 1963). Sin embargo, creo que es posible encontrar orden detrás de este caos. Simplemente necesitamos fijarnos con más detenimiento para ver las similaridades estructurales.

Sugiero que la homosexualidad del varón puede haber evolucionado a través de varios estadios. El estadio más primitivo se produce en animales sin agrupamientos de múltiples machos, y donde los machos en general son intolerantes de la presencia de cualquier otro macho adulto. Sería de esperar que en su mayor parte los animales no se reconocieran unos a otros como individuos, sino solamente como miembros de categorías. Por tanto no hay relaciones “personales”. En este estadio, la homosexualidad es básicamente una táctica de engaño para conseguir acceso a los territorios de otros (aunque los animales no saben que están practicando el engaño o están siendo engañados). Éste es el estadio de los lagartos y víboras “travestis” descritos más arriba. Posiblemente este comportamiento travesti puede ser una precondición para usar la “monta” sexual como expresión de la dominación en animales más complejos. La conexión puede tener algo que ver con el modo en que los machos son exitosos en su imitación de hembras. Lorenz (1963) da el ejemplo de los peces ciclídeos. Los machos reconocen a las hembras solamente por el hecho de que las hembras pueden mezclar las emociones del miedo y la excitación sexual, en tanto que los machos no pueden. Argumenta que muchos vertebrados distinguen entre los sexos solamente a partir de los modos diferentes en que los machos y las hembras mezclan las emociones básicas. Permitir ser montado sexualmente está por tanto asociado con la sumisión.

Un estadio más complejo de la homosexualidad se produce cuando los grupos de múltiples machos son adaptativos, quizás evitando la victimización por parte de predadores o por otras razones, pero donde los machos no cooperan los unos con los otros en tareas específicas. En esta situación, los machos más poderosos pueden tener algunos incentives para expulsar a otros machos, pero también tienen al menos algo de incentive para dejarlos permanecer. La “solución” a este dilema es el mantenimiento de una clara jerarquía de dominación. Los subordinados pueden permanecer en el grupo, pero deben periódicamente “rendir homenaje” al dominante para clarificar su estatus provisional de “huésped”. Los rituales usados para definir esta dominación pueden derivar de varias fuentes. Una fuente es el comportamiento usado para demarcar territorios. Muchos animaos tienen glándulas odoríferas (a menudo cerca de la región anal-genital) que aprovechan las secreciones de orina y heces para depositar olores en los límites de un territorio o en atraparte. Cuando se les permite a los machos subordinados quedarse cerca de un macho dominante, parte del precio puede ser que estos marcadores territoriales literalmente les sean “refregados en la cara”. Por ejemplo, Epple (1967) describe los despliegues genitales (quizás mejor descritos como “mostrar el culo”) entre machos dominantes en las diferentes especies  callitrichidae. In M.a.argentatus el macho dominante puede, con un rostro amenazante, mostrarle su región anal genital a un subordinado, que se arrastra con gestos de angustia yendo hacia el macho dominante y, mientras emite sonidos de sumisión, pasa a oler los genitales del dominante. Cuando los machos son extremadamente temerosos, los machos sumisos huelen solamente la cola del dominante. A veces el macho dominante retrocede sobre el sometido y refriega sus genitales en el pelo del sometido, con lo que marca directamente al subordinado con sus propios marcadores. A menudo el dominante retira sus testículos, pero muestra una erección durante estos despliegues. La erección del dominante puede servir para poner en claro que él tiene permitido tener una erección (y relaciones sexuales con hembras), y el subordinado debe acostumbrase a verlo. Al subordinado no se le permite esta licencia.

Los monos ardillas tienen rituales de dominación similares, pero algo más complejos. El macho dominante se aproxima a un subordinado, abre sus piernas (a veces mientras toca al subordinado con sus manos y / o pene) y “despliega” su pene erecto en la cara del subordinado, a veces emitiendo en el proceso unos pocos chorritos de orina. El subordinado generalmente se hace un ovillo y puede tener éxito en apartar su cara del despliegue, pero si no se queda lo suficientemente pasivo o si intenta escaparse, el dominante puede volverse furioso y agresivo (Castell 1969; Ploog et al. 1963). La relación entre estos despliegues y la sexualidad involucra más que solamente el  hecho de que se están exhibiendo penes erectos. Entre los ratones lemures [mouse lemurs], por ejemplo, la exposición a la orina de un macho dominante activo reduce el nivel de testosterona de los machos adultos (Stoddart 1990), lo que plausiblemente podría reducir sus actividades sexuales. Los ratones campestres de la pradera machos [male prairie voles], expuestos a orina del macho, demoran su maduración sexual (Forsyth 1991). Al menos para el mono ardilla, hay evidencia clara de que los animales subordinados se involucran en menos actividad sexual (Ploog et al. 1963).

En sus despliegues genitales, el mono ardilla es muy similar al Callitrichidae. Pero el mono ardilla tiene un repertorio más complejo. Además de los despliegues genitales, los dominantes también demuestran su estatus montando a los sumisos, lo que incluye penetración anal. Posiblemente, un sistema ancestral de “engaño travesti” combinado con un sistema de “marcación por olores” produce los rituales de dominación del mono ardilla. O quizás las exhibiciones ancestrales de penes erectos simplemente se vuelven más explícitas. En cualquier caso, el sistema de dominación del mono ardilla también tiene otras novedades. Los machos dominantes a veces les “piden” a otros machos que se queden. Lo hacen rodando sobre sus espaldas y exponiendo sus vientres, mostrando a veces un pene erecto. Animales que normalmente huirían se quedan en el lugar si el dominante ejecuta este ritual. Esto promueve un grupo de machos levemente más coherente que el que se da entre los callichitridae.

Una variante particularmente espectacular del despliegue genital se encuentra en los monos verdes (Henzi 1985). Los monos verdes tienen penes de color rojo brillante con escrotos azul oscuro [powder blue]. Durante los gestos de sumisión, los machos retraen sus penes y sus escrotos dentro de sus cuerpos, en tanto que los dominantes dejan ambos órganos fuera. En un despliegue, el dominante camina o corre hacia el sumiso y entonces gira poniéndose perpendicular a él, para que pueda observar los genitales del dominante, lo que el sumiso hace siempre. En otro despliegue, el dominante anda en círculos alrededor del sumiso mostrando su región anal / genital, a veces. Sosteniéndose en el sumiso durante el despliegue. Además de estos despliegues no buscados, a veces los sumisos buscan a los dominantes para “rendirles homenaje”. Hacen esto corriendo sumisamente detrás de ellos, o arrastrándose hasta ellos, y a veces tomando los testículos del dominante en sus manos y tirando suavemente. Se han observado tanto a los dominantes como los sumisos con erecciones durante estos últimos rituales. Otras especies de varones múltiples también muestran conductas de “rendir homenaje”. Lorenz (1963) describe un incidente en el que un babuino derrotado persiguió a su vencedor “presentándole” el trasero hasta que finalmente el dominante lo montó.

Creo que los diferentes rituales de los Callitrichidae versus los monos ardilla y los monos verdes reflejan diferentes niveles de cooperación macho/macho. Comparados con los callitrichidae, los otros parecen tener jerarquías más claras y estables. Entre los monos verdes los dominantes son suficientemente confiados para dejar sus testículos descendidos durante las exhibiciones, en tanto que los callitrichidae los llevan fuera de peligro. Que los monos ardilla inviten a los subordinados temerosos a quedarse, y les permitan mostrar erecciones también sugiere que hay más valor dado a mantener los grupos de machos múltiples.

Posiciones más estables puede ayudar a explicar algunos de los rituales aparentemente “contradictorios” de los diferentes sistemas de dominación. Por ejemplo, entre los monos cola de cerdo se han observado a los sumisos montando a los dominantes más que a la inversa (aunque es el dominante el que solicita el comportamiento). Sin embargo, inmediatamente después de que un nuevo mono llega a ser jefe, se niega a dejar que los otros lo monten, quizás porque éste es un momento especialmente inestable (Oi 1991). Esto también puede ayudar a explicar por qué entre los gibones de mano blanca se observó a un adolescente pidiendo contacto sexual con el macho adulto de su grupo familiar. Como sugieren Edwards y Todd (1991), el adulto puede haber estado “asegurándole” al macho joven de que seguía siendo bienvenido en la familia.

En muchos de estos primates los machos inmaduros parecen “practicar” estos rituales de dominación, exhibiendo o presentándose unos ante otros y permitiendo que sus compañeros los monten (e.g. monos verdes, rhesus, gorilas, orangutanes). Este juego juvenil puede ser el comienzo de lo que en especies incluso más complejas socialmente se vuelve un tipo afectivo de homosexualidad adulta, en la que ningún miembro de la pareja es dominante en relación con el otro. “Neotenia” es un modo común de que los “nuevos” rasgos aparezcan en una especie (Gould 1977a). Por ejemplo, los bonobos adultas a menudo cementan alianzas con actividades homosexuales (Waal 1989).

A modo de conclusión, hay unos pocos puntos importantes sobre la homosexualidad de los primates que deben remarcarse. El primero es que en todos los casos, el comportamiento homosexual tiene un efecto pacificador: sea evitando la agresión, dando seguridad a los subordinados sobre sus lugares, o cimentando alianzas. También las diferentes formas de homosexualidad parecen “escalonarse”, esto es, los comportamientos y asociaciones encontrados en las especies más simples también se encuentran, bajo ciertas circunstancias, en los animales más complejos. Pero los animales más complejos tienen algunas complicaciones adicionales no presentes en los otros. Si esto es verdaderamente un proceso de escalada, entonces sugiere que la homosexualidad está estrechamente atada a la evolución del comportamiento social más complejo… probablemente por vía de su efecto de reducir las hostilidades entre machos. ¿Qué implica esto, entonces, para la homosexualidad humana?

 

IMPLICACIONES DE LA TEORÍA EVOLUCIONISTA PARA LA HOMOSEXUALIDAD DEL VARÓN

Según Kirsch y Rodman las jerarquías de dominancia parecen ser un elemento importante en muchos comportamientos proto-homosexuales de los primates. Sin embargo, estas jerarquías probablemente deberían ser vistas como solamente un acto en una obra más larga que comienza con la territorialidad y las tácticas “travestis” engañosas y termina con la formación de alianza y el afecto. Es una obra sobre cómo los animales cooperan los uno con los otros, y sobre el origen de la sociedad. No veo razón para no agregar un bis para la homosexualidad humana. Los humanos ciertamente son mucho más cooperativos que los otros animales, y nuestra sociedad es mucho más compleja.

Si la asociación entre cooperación y homosexualidad es correcta, entonces deberíamos esperar que los humanos mostrasen más homosexualidad que la mayoría de los demás animales complejos, con la posible excepción de los bonobos, los cuales, como argumentan Wrangham y Peterson (1996), pueden incluso ser más cooperativos y más homosexuales. Creo que los humanos sí practican más homosexualidad, aunque una sobreconcentración en las culturas europeas septentrionales puede a veces volver el tema confuso. Como señalé en otra parte (Werner 1990), las culturas europeas septentrionales son extremadamente inhabituales al restringir la conducta homosexual a los que son más o menos exclusivamente homosexuales. En el resto del mundo el comportamiento homosexual está mucho más generalizado. Los hombres normales tienen relaciones sexuales con los homosexuales exclusivos, o los unos con los otros a edades diferentes.

¿Qué tipos de evidencia podrían dar apoyo o refutar el argumento de “jerarquía de dominación / cooperación” en pro de la homosexualidad? Hay tres preguntas donde la evidencia puede aparecer. En primer lugar, el argumento “jerarquía de dominación/cooperación” nos permite hacer  predicciones sobre sentimientos profundamente enraizados en todos los humanos. En segundo lugar, esta teoría también puede explicar la variación individual en todas las culturas. En tercer lugar, la teoría también puede ayudar a explicar por qué las culturas varían.

 

Universales

Como se señaló más arriba, los animales más complejos parecen agregar a los repertorios ya existentes de las especies más simples nuevas y más complejas asociaciones con la homosexualidad. Sin embargo, los animales más complejos siguen reteniendo los repertorios más antiguos. Por tanto, deberíamos encontrar pruebas de estos repertorios más antiguos en los humanos. Esto tiene sentido en los términos de la economía de parches y remiendos propia de la selección natural. Como lo han señalado los neurocientíficos modernos (Damasio 1994; Vincent 1990; LeDoux 1996), el cerebro humano está construido en “capas.” Las capas filogenéticamente interiores son más conservadoras y varían menos de una especie a la otra, en conformidad con el gran dictum de la selección natural: “Si no está roto, no lo arregles”. Las capas externas son más recientes, y varían más de una especie a la siguiente y de un individuo al otro (Cairns-Smith 1996). Pensamientos o percepciones organizados en las capas exteriores necesariamente deben producir sus efectos actuando a través de las capas interiores. Por ejemplo, podemos razonar (usando las capas exteriores del cerebro) hasta internarnos en un estado de miedo (producido por las capas interiores) o similarmente podemos razonar para salir de un estado temeroso. Sin embargo, como lo señala Damasio (1994), cuando las diferentes regiones del cerebro están en desacuerdo, los sentimientos pueden ser menos “convincentes.” Cuando todos están de acuerdo, pueden ser percibidos como algo particularmente poderoso o “crudo.”

Las diferencias se ven incluso en el lenguaje. Por ejemplo, la invectiva, a diferencia de otras capacidades del lenguaje, tiene sus orígenes en las partes subcorticales del cerebro, filogenéticamente más antiguas. Los individuos con daños cerebrales pueden perder su aptitud  para virtualmente cualquier lenguaje, pero todavía retienen la capacidad de invectiva (Pinker 1994). Ciertos sicoanalistas (p.e. Arango 1989) y antropólogos (Duerr 1993) se han aprovechado de este fenómeno para analizar las fuentes de nuestras emociones más poderosas. En el caso de las relaciones dominante/sumiso nuestro vocabulario de invectiva es rico y revelador. El comportamiento de monta de los primates se revela en expresiones como “nos quiere romper el culo” o “andá que te cojan” [en el original inglés, “he wants our asses,” y “up yours!”) El uso de estas expresiones de dominación “simbólica” puede ser encontrado también en los primates. Enmoto (1990) informa del caso de un bonobo macho que expresaba su dominio sobre otro usando un gesto normalmente usado para requerir sexo de una hembra en celo.)

Las referencias a individuos sumisos en los diferentes lenguajes se relacionan constantemente con los gestos de sumisión de los primates. En inglés se llama a los individuos abiertamente sumisos “ass kissers” y “brownies.” (marroncitos), [con sus equivalentes rioplatenses “lameculos” y “comemierda”].  En alemán y vietnamés las expresiones son solamente algo diferentes: “Arschkriecher”, y “NimBa”, respectivamente, expresando el acto de arrastrarse hasta el trasero del dominante. Los hablantes españoles dicen “lame culo”, los eslavos meridionales “Dupolizac”, y los rusos “Podliza”, todos refiriéndose a lamer el trasero del dominante.

La expresión brasileña se refiere a otro gesto primate: puxa-saco (el que tironea el escroto: equivale al rioplatense hinchapelotas), en tanto que los uruguayos dicen chupa medias (en inglés sock sucker), refiriéndose a lo que podría ser otro marcador de olor. Los turcos usan un “Dalkavuk”, más suave, que se refiere simplemente a la espalda curvada del subordinado, aunque también tienen una expresión más fuerte, “Kiáimi yala” que se refiere a lamer el culo. Otras expresiones inglesas de gestos de primate usados para humillar subordinados incluyen “rubbing it in”, “smearing it in your face”, “sucker.” [con sus equivalentes rioplatenses “meterla doblada”, “refregártela en la cara”, “chupámela”]. El lector probablemente podrá proveer más ejemplos.

Diferencias Individuales

Las “malas palabras” (“dirty words”) nos ayudan a entender actitudes que pueden estar profundamente enraizadas en todos los individuos. Pero puede haber importantes diferencias también entre las personas. Por ejemplo, en los Estados Unidos algunas de las características transgenéricas que distinguen a los homosexuales varones predominantes de los heterosexuales varones predominantes no son particularmente “femeninas” en un sentido general. En lugar de ello, son simplemente no agresivos. Que los homosexuales varones cuando niños generalmente hayan evitado los juegos bruscos puede tener más que ver con el comportamiento sumiso que con la feminidad. Esto puede ser verdad no solamente para los predominantemente homosexuales, sino también para otros. McConaghy et al. (1991) observaron los sentimientos homosexuales entre machos con atracciones heterosexuales predominantes, y descubrieron que el grado de sentimientos homosexuales está correlacionado con enorme intensidad con la característica infantil de sentir desagrado por los deportes al aire libre o de contacto. No hubo correlaciones de sentimientos homosexuales en esta población con actividades como cocinar o jugar con muñecas en la niñez.

Hacer más comparaciones sistemáticas con otras culturas puede ayudar a clarificar estas cuestiones. La mayoría de los estudios antropológicos se han concentrado en normas, categorías y sistemas simbólicos culturales generales, no en las diferencias individuales. Esto es de lamentar, porque a pesar de los muchos estudios de homosexualidad que se han hecho en las sociedades más simples del globo todavía sabemos poco de la variación individual en las actividades homosexuales de estas sociedades. Incluso afirmar que en alguna de estas sociedades no existen homosexuales exclusivos es algo que resulta difícil. El estudio de Lindholm (1982) sobre los swat pashtan de Pakistán es revelador en cuanto a los problemas implicados. En esta sociedad los varones típicamente cantan alabanzas a sus amantes homosexuales, y argumentan que las relaciones sexuales con muchachos son menos exigentes y más placenteras que las relaciones con mujeres. Y sin embargo todos los hombres se casan, y sus esposas tienen hijos.        A primera vista podría parece que, a pesar de la prevalencia de las actividades homosexuales, no existen homosexuales exclusivos: todos los varones se implican “igualmente” en homosexualidad. Y sin embargo el lenguaje tiene términos desaprobadores para los homosexuales pasivos, y Lindholm documentó casos en los que homosexuales predominantes se casaron con mujeres, pero donde fueron sus amantes varones los que inseminaron a las esposas. La búsqueda de correlaciones entre comportamientos infantiles y adultos en estas sociedades es muy rara (por ejemplo Whitam 1983).

Lo que es más importante, prácticamente nadie ha buscado correlaciones en estas sociedades entre el grado de sentimientos homosexuales entre hombres predominantemente heterosexuales, y sus características sicológicas, biológicas y de desarrollo. El único ejemplo que conozco es el estudio de Cardoso (1994). En su estudio de una comunidad pesquera brasileña, Cardoso descubrió que era más probable (en grado estadísticamente significativo) que los hombres que más se interesaban en tener sexo con los homosexuales exclusivos de la comunidad fueran los que habían evitado jugar al fútbol cuando niños, comparados con otros hombres que tenían menos relaciones con los homosexuales.        Pero estos hombres no eran diferentes de otros hombres en los comportamientos más típicamente transgenéricos (como jugar con muñecas). En suma, los estudios antropológicos de las asociaciones simbólicas, identidades e incluso prácticas de homosexuales en diferentes culturas son muy necesarios, pero sin estudios de variación individual no pueden dar respuesta a la cuestión básica de si una genética similar o factores de desarrollo dan como resultado sentimientos homosexuales en diferentes sociedades. Para dar respuesta a esta cuestión necesitamos estudios mucho más sistemáticos de cuánto y por qué difieren sicológica y biológicamente los varones [en el original inglés, males] en una sociedad dada.

 

Variación Cultural

Creo que la teoría evolucionista también puede ayudarnos a entender por qué las culturas varían en cuanto a las maneras en que organizan la homosexualidad. Pero primero deberíamos reconocer que hay muchos aspectos en cuanto a variación transcultural en la homosexualidad: cómo definen las culturas las identidades sexuales, cuánta actividad se permite, las asociaciones de la homosexualidad con características valoradas o indeseadas, etcétera. Así que hay muchas cosas distintas que deben ser explicadas en relación a la variación transcultural Una explicación que sirve para un aspecto de la homosexualidad (e.g. actitudes en relación con actividades homosexuales, per se) puede no servir para otros aspectos (e.g. formación de identidad o las características sicológicas de los individuos).

También, en todas las sociedades puede haber individuos con grados naturalmente diferentes de sentimientos homosexuales La cultura puede afectar las orientaciones y prácticas de quienes están en la mitad de este continuo, pero puede tener menos efecto sobre los extremos. La variación transcultural en homosexualidad es grande. Si quisiéramos, podríamos mostrar que cada cultura tiene sus propias y únicas identidades, roles, valores y asociaciones simbólicas en relación con la homosexualidad. Pero es también posible hacer algunas generalizaciones. En otro lado (Werner 1990) he sugerido que las sociedades del mundo pueden categorizarse en solamente unos pocos tipos, de acuerdo con quién tiene sexo con quién en relaciones del mismo sexo.

El primer tipo (cultura “gay”) se define por el hecho de que los homosexuales predominantes tienen relaciones sexuales primordialmente con otros homosexuales predominantes. Éste es el sistema de los europeos septentrionales y sus descendientes, y puede estarse esparciendo con los procesos de la globalización económica. Sin embargo, en realidad es el más raro de encontrar, desde el punto de vista etnográfico. En un examen de los registros HRAF no he podido encontrar ni siquiera una cultura “tradicional”  no europeo septentrional (i.e. que no esté influida por los europeos) con este sistema.

El segundo sistema, probablemente el más difundido, puede ser rotulado el tipo “bicha/bofe” (usando los términos brasileños [o sus equivalentes rioplatenses, “mariquita/chongo”]. En este sistema, los homosexuales más o menos exclusivos (no siempre pero muy a menudo travestis o al menos varones afeminados) tienen relaciones sexuales con hombres que no se distinguen culturalmente de otros hombres. Este sistema se encuentra entre pueblos tan diferentes como los europeos meridionales y sus descendientes (e.g. los brasileños), muchas sociedades de nativos de Norteamérica (navajos, sioux, mohaves, utes, zuñis, apaches, shoshones, yurok, pomo, pawnees, mandan, crow, fox, bellacoola, aleutios, etc.), muchas sociedades nativas sudamericanas (guayacos, canela, tupinambá, tapirape, warao, tucano, tobas, tehuelches, mapuches (pre contacto), aymarás y cuna, etcétera), culturas del Lejano Oriente y Asia (bengalíes, burusho, kashmir, karen, birmanos, fiilipinos, semai, malayos, indonesios, chinos, japoneses de clase baja, chuckchee, koryak, etcétera), unas pocas sociedades de Oceanía (iban, toradja, belan, makassar, pukapuka, marquesanos, tonga), y unas pocas culturas del Medio Oriente y africanas (oman, teda, amhara, hausa, twi, tanala, zulúes, etcétera).

El tercer sistema (el sistema de “grados etarios”), algo menos difundido, consiste en relaciones homosexuales entre hombres mayores y muchachos u hombres más jóvenes, a menudo en un tipo de relación “maestro/aprendiz”. Este sistema se encuentra en la Europa tradicional (antiguos griegos), África (azande), el Medio Oriente (siwans), Asia (badaga, monasterios tibetanos, casta samurai/aristocrática japonesa), y en Oceanía (etoro, sambios, malekula, aranda, etcétera).

El cuarto tipo puede ser rotulado el sistema de sexo adolescente, y consiste en relaciones homosexuales entre adolescentes, pero que desaparecen después del matrimonio. Este sistema se encuentra en muchas sociedades de Oceanía (lau, manus, wogeo, ifugao, marquesanos, tikopia), en algunas sociedades africanas (ngonde, hotentotes, shona, mongo), y en algunas sociedades sudamericanas (nambikwara, yanomamo, araucanos). Se pueden clasificar dentro de más de uno de estos tipos a unas pocas sociedades; en especial el tipo de sexo adolescente puede también aparecer junto con el tipo bicha/bofe. Además, una sociedad en particular (como los brasileños o los japoneses) puede tener diferentes sistemas dentro de diferentes clases. Sin embargo, la mayoría de las sociedades se caracterizan primordialmente por uno u otro de los sistemas. Esto no significa que no haya otras importantes diferencias entre las sociedades. Por ejemplo, es muy importante para la gente implicada si se los trata con respeto, se los ridiculiza o se los desdeña, si tienen estatus alto o si son esclavos, si son castigados duramente o si se les dan premios y privilegios, etcétera. Algunas de las sutilezas de estas diferencias han sido documentadas por Williams (1986) en su análisis de las diferencias entre los winkte sioux y los “gays” norteamericanos. Además de cuestionar cómo los gays podían tener sexo con otros gays, los sioux también lamentaron que los gays, a diferencia de los winkte, parecían haber perdido el lado           espiritual que los hace especiales.

La idea de que la homosexualidad del varón está relacionada con jerarquías de dominación/cooperación puede ayudar a explicar por qué las culturas adoptan diferentes sistemas homosexuales. Un primer punto es que la mayor y más estrecha cooperación debe en general ser asociada con más sentimientos y prácticas homosexuales entre la población general. Por ejemplo, en la comunidad pesquera estudiada por Cardoso el trabajo requería que los hombres se observaran los unos a los otros cuidadosamente y que cooperaran estrechamente durante la labor (levantando las redes, por ejemplo) así como que pasasen tiempo juntos.

La idea de que la homosexualidad del varón está relacionada con las jerarquías de dominación / cooperación puede ayudar a explicar por qué las culturas adoptan diferentes sistemas homosexuales. Un primer punto es que la cooperación mayor y más estrecha debe generalmente estar asociada con más prácticas y sentimientos homosexuales entre la población general. Por ejemplo, el trabajo en la comunidad pesquera estudiada por Cardoso requería que los hombres se observaran cuidadosamente unos a otros y cooperaran estrechamente durante el trabajo (recogiendo redes, por ejemplo), así como que pasaran tiempo juntos.

Además, y esto es probablemente más importante, salir adelante o incluso sobrevivir en esta sociedad depende más de “alianzas personales” que de leyes imparciales y abstractas, aplicadas igualmente a todos. Los sistemas adolescente y bicha/bofe permiten mucho comportamiento homosexual entre aliados potenciales, no solamente al comienzo de la vida adulta, sino también después, durante “fiestas,” cuando los hombres pueden tener sexo colectivo con las bichas locales. Entre los tupinambá, por ejemplo, los travestis locales establecen sus casas fuera del anillo principal de la aldea, y reciben visitas de grupos de hombres. Los tapirape llevan con ellos un homosexual preferencial en sus viajes de cacería para dar servicio a los hombres. Los hombres brasileños a menudo hacen sus fiestas más desaforadas en la residencia de una bicha.

Los sistemas de graduación etaria pueden estar relacionados con otras formas de cooperación y poder basadas en la edad más que en alianzas negociadas personalmente. Aborígenes australianos como los aranda, por ejemplo, han sido a menudo descritos como “gerontocráticos” y requieren de los muchachos que tengan relaciones sexuales con mentores que puedan potencialmente ser sus suegros.

Finalmente, donde la cooperación es reemplazada por metas y trabajos más individualizados, y donde el acceso al poder está determinado por criterios más abstractos, como el curriculum vitae o ser un profesional competente, la homosexualidad puede tomar la forma del sistema gay. La importancia del individualismo en la ética protestante de la Europa septentrional, adosada a la aparición de una economía capitalista más profesional, puede haber desalentado la profundización de alianzas del mismo sexo, y consecuentemente de la homosexualidad. La mayoría de los hombres simplemente se adaptaron a esto renunciando a las relaciones homosexuales. Esto significó que los más inclinados hacia la homosexualidad se vieron limitados a tener relaciones sexuales con otros similares a ellos mismos. Esto eventualmente condujo a la formación de ghettos gay y a la cultura “gay”.

El tipo de jerarquía en la que los hombres pasan sus vidas (la que, en sociedades complejas, sería en una unidad más pequeña que en la sociedad total) puede también afectar otros aspectos de la homosexualidad. Por ejemplo, donde las jerarquías están establecidas por lazos personales entre individuos, pero son inestables, las distinciones entre lo que hacen los sumisos y lo que hacen los dominantes deben ser acentuadas (e.g. en  situaciones de prisión). Bajo esta luz, Mendes (1997) llevó adelante una serie de experimentos en los que pidió a estudiantes varones de la Universidad Federal de Santa Catalina que completaran una breve historieta que trataba de una prisión. Mendes varió las historias levemente, para verificar los efectos de estas variaciones en las respuestas de los estudiantes.          Los argumentos que incluían “visitas íntimas con mujeres” significativamente redujeron la probabilidad de que la historia resultase completada con una escena de violación homosexual. Pero incluso con estas visitas, el 40% de los participantes siguieron terminando sus historias con violaciones (otras posibilidades eran la lucha física, la amistad no sexual, y el sexo amistoso). Cuando Mendes introdujo un contraste entre prisiones organizadas sobre la base de lealtades personales con otras basadas en un sistema de evaluación abstracto, hubo una tendencia leve (no significativa) a citar la violación más a menudo en la situación de “lealtades personales” (53.3% versus 33.3% de 60 alumnos). Las diferencias estadísticamente más significativas, sin embargo, se produjeron cuando Mendes combinó la condición de “lealtades personales” con “jerarquías estables” o “inestables” (pocos o frecuentes cambios de compañero de celda). Donde las jerarquías eran más inestables, era mucho más probable que los entrevistados terminaran sus historias con una escena de violación (68.5% contra el 26.7% de quienes respondieron).

Estos resultados sugieren que puede ser útil incluir cuestiones de jerarquía en estudios generales de homosexualidad. Por ejemplo, considérense los resultados de Adams et al. (1996), que halló que la pornografía homosexual excita sexualmente más a los hombres homofóbicos que a los no homofóbicos. La interpretación sicoanalítica estándar es que la homofobia resulta de deseos homosexuales reprimidos. Pero otra posibilidad es que tener un estatus inestable basado en lealtades personales causa a la vez mayor excitación homosexual y más preocupación sobre qué rol juega uno en estas relaciones, donde se denigra el rol pasivo. Pueden hacerse hipótesis sobre muchas otras relaciones entre la homosexualidad y las formas varón/varón de cooperación/jerarquía. Pero espero que estos ejemplos sean suficientes para mostrar el valor de una perspectiva evolucionista al sugerir qué tipo de relaciones es el que hay que buscar.

ADAPTACIÓN BIOLÓGICA, AJUSTE SICOLÓGICO Y MORALIDAD

Las ideas que estuve discutiendo aquí han estado circulando muchos años, pero no se les ha prestado atención, quizás en parte porque muchos las han encontrado políticamente desagradables. Creo que esta actitud resulta de malentendimientos de las relaciones entre la adaptación biológica, el ajuste sicológico y la moralidad. Para decirlo brevemente, muchas personas parecen haber confundido estos conceptos, que en realidad no están relacionados.  Gadpaille (1980:354), por ejemplo, arguye que “la homosexualidad como modo preferencial u obligatorio debe por definición ser una desviación [en el original, deviant],” e implica que la homosexualidad preferencial es patológica. De modo similar, el sicoanalista Arango (1989), al proponer un lazo estrecho entre las jerarquías de dominación y la homosexualidad, argumenta que la homosexualidad no es  “amor” sino “masoquismo.”

Pero seamos claros en esto. La adaptación biológica no es lo mismo que “adaptación sicológica” o “ajuste sicológico.” La adaptación biológica se refiere a la transmisión de genes. Son los genes los que se transmiten, y son ellos los que son adaptativos o no. Los individuos no se transmiten nunca: siempre mueren.

El argumento heterocigoto ha sido a menudo presentado como el argumento de la “célula en forma de hoz”, en analogía con el bien conocido caso de la anemia de las células falciformes. En las áreas de malaria, los individuos homocigotos para las células falciformes mueren de malaria falciforme, y los individuos homocigotos para la ausencia de células falciformes tienen más probabilidad de morir de malaria, así que solamente los individuos heterocigotos transmiten genes al futuro.  Pero vamos, ¡en el caso de la anemia falciforme estamos hablando verdaderamente de una enfermedad! Nadie quiere contraer la anemia falciforme, y la gente se muere de ella. “Enfermedad” y “salud” se definen en términos de bienestar individual, y quizás a veces (e.g. los sicópatas asesinos) en términos de bienestar social. Las personas no necesitan transmitir genes para ser consideradas saludables.

Necesitan sentirse saludables y alegres, y no causar daño a otros. Por supuesto que la homosexualidad debe ser considerada “saludable.” El argumento de Arango de que la homosexualidad es “masoquismo” es también sospechoso, porque da la impresión de que nuestro “verdadero” ser está en cada uno constituido por lo que encontramos en las regiones más interiores del cerebro. Pero la naturaleza humana está basada en la totalidad de nuestro cerebro. Y por supuesto todas las formas diferentes de “amor” humano (no solamente del amor homosexual) tienen su historia evolutiva. ¡Dudo mucho de que Arango reduzca  estas formas de amor a sus homólogos entre los peces ancestrales!

La adaptación biológica tampoco nos dice nada sobre si algo es moral o no. Como lo señala Rachels (1991), los intentos de vincular ambos conceptos cometen la básica falacia filosófica de sacar como conclusión de lo que “es” lo que “debería ser”. Sommer (1990) ha demostrado muy bonitamente el absurdo de usar los criterios de “natural” (adaptativo) o “antinatural” (maladaptativo) para decidir si la homosexualidad es “buena” o “mala”. Encontró ejemplos históricos de eruditos que argumentaron en favor de todas las diferentes posibilidades: 1) que la homosexualidad es natural (se la encuentra en los animales), por lo tanto es buena, 2) que la homosexualidad es natural, por lo tanto es mala, 3) que la homosexualidad es antinatural, por lo tanto es buena, y  4) que la homosexualidad es antinatural, por lo tanto es mala.

Sin embargo, todavía puede existir un vínculo entre la noción de moralidad que tenemos en la realidad (no necesariamente la que deberíamos tener) y la homosexualidad. Para decirlo brevemente, lo que queremos significar con moralidad es rendir nuestro propios intereses a los intereses de otro. Los humanos son capaces de esta entrega porque en su pasado evolutivo aprendieron a ceder a veces, en lugar de defender agresivamente sus propios intereses. Si el argumento heterocigoto es correcto, entonces la evolución de la moralidad dependió de la evolución de la homosexualidad. Esto puede sonar extravagante. Si la homosexualidad está en la base de la moralidad, ¿por qué los varones homosexuales exclusivos son tan maltratados en tantos lugares? Creo que la respuesta es que son fáciles de maltratar: en general ceden más fácilmente que otros.

Esta contradicción en lo que definimos como moral, y cómo tratamos a los que más se conforman, bien puede ser uno de los mayores conflictos de la sociedad humana. Merece un nombre por lo menos tan pegadizo como el Complejo de Edipo, aunque no es un complejo sicológico individual, sino más bien un complejo social. Si es realmente tan importante como sugiere mi argumentación, entonces imagino que este complejo debe aparecer en los mitos humanos. Hay varias posibilidades. Por ejemplo, los indios kayapo tienen una historia sobre un niño que esquivaba el trabajo de los hombres, y que fue sexualmente abusado por un hombre murciélago, lo que lo hizo reír entre dientes: la primera risa en la historia del mundo, indigna de un guerrero, pero necesaria para la vida (Werner 1984). Entre los cashinuaha hay una historia sobre un gran artista travesti que enseñó a los indios cómo dibujar, pero que murió porque fue preñado por un amante, y el bebé no pudo nacer (Lagrou 1996). Pero la historia que mejor se adapta está más cerca de nosotros. La historia de Jesús trata de un hombre que “puso la otra mejilla” en lugar de pelear, que no compitió con otros hombres por mujeres y que, al final, fue maltratado fácilmente. Quizás algún día los humanos aprenderán a reconocer este Complejo de Jesús, y las cosas cambiarán. Entonces quizás se cumplirá la profecía de Jesús: “Bienaventurados sean los mansos, porque ellos heredarán la tierra.”

 

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