Shepperd, P 1993 Sexo en el cielo

The Expository Times, 1993; 104; 332

¿Sexo en el Cielo?

POR EL REVERENDO  PETER  SHEPHERD, MA, MIDDLESBROUGH

El sexo está en todas partes. Vivimos en una sociedad loca de sexo. El Arzobispo de Canterbury ha dicho que estamos demasiado obsesionados con temas de sexualidad y no suficientemente preocupados por otros temas como la justicia y la pobreza. Las cuestiones de ética sexual están constantemente ante nosotros, hacienda surgir difíciles decisiones y juicios en todo tipo de áreas de la vida humana, especialmente para las personas jóvenes. El poder del sexo se usa de un modo u otro todo el tiempo en la publicidad, la cultura popular y los medios. ’Sexy’ as la palabra más repetida hoy en día.

Este diluvio de sexo hace más difícil, no más fácil, que pensemos adecuadamente sobre su significación. Necesitamos encontrar nuestro camino entre todas las palabras e imágenes con las que nos bombardean constantemente para reflexionar sobre el significado de la sexualidad humana. Es sorprendente lo raro que es hacer esto. Tenemos mucha enseñanza cristiana sobre la ética de la conducta sexual, pero no mucha sobre la significación subyacente del sexo en el propósito de Dios para la humanidad. Incluso algunos libros que tratan de antropología cristiana no miran hacia este propósito.

La sexualidad humana as un tema difícil de tratar, no solamente porque hay tanto en ella sobre lo que no podemos pensar rectamente, sino también a causa del poder del sexo en las vidas de todos nosotros. Todos somos personas sexuales y estamos atrapados en sus pasiones, tentaciones, conflictos, frustraciones y alegrías. Ninguno de nosotros puede ser verdaderamente objetivo, y eso hace problemática cualquier discusión. Se dice del sexo y de la muerte que ninguno de los dos puede ser descrito, sólo experimentado. Al tratar con la sexualidad tenemos que tratar de mirarnos de un modo más profundo y personal que en cualquier otro tema. Podemos distanciarnos con más éxito de cualesquiera otras materias de conducta personal tales como propiedad, poder, vida familiar, política o salud. Con la sexualidad tocamos algo que es todavía más fundamental para nuestra humanidad íntegra y nuestra calidad de personas.

Otra dificultad muy real al tratar de sexo as el lenguaje. El vocabulario sexual generalmente es impreciso y está lleno de dobles sentidos y jerga. Parece como si el sexo desafiara al lenguaje y se rehusara a ser limitado al análisis racional.

Otra vez, está la cuestión íntegra de evitar insultar. Vincular el sexo y el cielo, o considerar un tema como la sexualidad de Cristo, es pisar en terreno muy sensible. El sexo y nuestra fe son compañeros muy incómodos. En la Ciudad de Dios Agustín luchó para tratarlo sin ofender a sus lectores. En la traducción de 1888 de Marcus Dod,  una  sección particularmente explícita es dejada en latín, sin traducir, presumiblemente para evitar los sonrojos de los menos educados que no pueden entenderlo.(1). A pesar de estas dificultades, necesitamos reflexionar teológicamente sobre el tema de la sexualidad human. Y lo necesitamos especialmente hoy en día a causa de dos muy significativos desafíos a los que estamos enfrentándonos como cristianos en esta área.

Feminismo

El primer desafío es el Feminismo.  Es posible dejar de lado al Feminismo por ser un movimiento más bien extravagante limitado a unas pocas mujeres estridentes, asertivas y de mente política. En mi opinión esto sería equivocado y miope. El feminismo representa un serio desafío no solamente para la iglesia sino para la Cristiandad misma. Para citar a una teóloga: ’El Feminismo parecería ser el desafío más profundo que el pensamiento occidental ha conocido. Ciertamente es la perturbación más inquietante con la que se han topado las extraordinariamente viriles tradiciones judía y cristiana.’ (2) No es solamente una cuestión de la ordenación de las mujeres, o del rol de la mujer en la iglesia, o la relación de esposos y esposas en el casamiento cristiano, por más importantes que sean estos temas. Es cuestión de un remoldeo fundamental de la base íntegra de la Biblia y la vida de la iglesia. Déjenme darles uno o dos ejemplos de lo que quiero decir.

Una perspectiva Feminista del Viejo Testamento mantendría que en todo aspecto está cargado con una visión patriarcal y androcéntrica de Dios y la experiencia religiosa. Todo se considera desde el punto de vista del hombre, y las mujeres no son consideradas o son excluidas. Las mujeres, por causa de su sexo, son impuras en lo que respecta al culto y no se les permitía compartir la adoración de Israel; son consistentemente consideradas desiguales en relación con los hombres en las esferas social y legal. De modo más profundo, la estructura íntegra de la religión y el concepto de Dios de Israel es sexista, con imágenes y categorías masculinas, tales como la racionalidad, la dominación y la agresión, predominante y reflejando la superioridad percibida del varón sobre la mujer. Las perspectivas y experiencias de las mujeres son ignoradas casi totalmente.  La razón de esto, argumentan las feministas, no as que as algo natural o algo correcto o mandado por Dios, sino simplemente porque los hombres han sido los jefes, se han sentido amenazados por las mujeres, y han construido una religión que deliberadamente las excluye y oprime.

Una perspectiva feminista del pecado y la salvación en el Nuevo Testamento y la enseñanza de la iglesia asevera que también ellos son términos dominados por conceptos y lenguaje sexista. Los hombres, no las mujeres, han escrito la mayoría de los escritos cristianos a lo largo de los siglos y han dominado el pensamiento cristiano, estableciendo la agenda de todos los aspectos de la creencia y práctica. ¿Cómo podrían nuestros conceptos de pecado y salvación ser diferentes si se los mirase desde el punto de vista de una mujer? A menudo nos confrontan hoy por causa de nuestros sesgos y prejuicios culturales cuando estamos involucrados en trabajo misionero o evangélico con personas de culturas no occidentales. El Feminismo nos confronta de modo similar para que tomemos en serio los sesgos y prejuicios sexista de los que nosotros, como hombres, somos culpables, y para que nos hagamos algunas preguntas sumamente indagatorias sobre ellos.

Las escritos feministas sobre la cristiandad cubren un amplio espectro, yendo desde los de Mary  Daly  que querría una reestructuración total de la religión y la fe, rechazando la Biblia por ser patriarcal e instrumento de la opresión de las mujeres, a los que siguen dentro de la tradición evangélica y aceptan la Biblia como la Palabra de Dios, pero sin embargo quieren que pensemos cuidadosamente sobre el modo en que consideramos nuestra fe. Tomados en conjunto, nos desafían a enfrentarnos al tema de la sexualidad y lo que significa para nosotros, como cristianos nuevos.

Homosexualidad

Un Segundo desafío contemporáneo para nosotros es el de la creciente apertura y asertividad de los homosexuales. La homosexualidad siempre ha existido, pero en años recientes ha llegado a presentar una vigorosa amenaza a las visiones tradicionales bíblicas y cristianas de la sexualidad. Iba caminando junto al Edificio de la Unión de Estudiantes de la Universidad de Durham hace unas pocas semanas, y me sorprendió un gran estandarte colocado a través de la fachada del edificio que decía ’La heterosexualidad no es normal, es solamente común’. El mensaje no es simplemente que los homosexuales tienen igual derecho a expresar su sexualidad que los heterosexuales, sino que la homosexualidad es igualmente válida y natural. El Informe de la Casa de los Obispos sobre Sexualidad Humana contradijo esto afirmando que la homosexualidad ’no  constituye una forma paralela y alternativa de la sexualidad humana tan completa con los términos del orden creado como la heterosexualidad’.(3)  Sean las que fueren nuestras ideas sobre la incompletad, anormalidad o pecaminosidad de las relaciones y actividades homosexuales, todavía seguimos necesitando oír el desafío del lobby homosexual para ver cuál es la naturaleza de ese desafío, para entenderlo y responderle. Como con el Feminismo, hay un fuerte desafío que viene tanto de dentro de la iglesia como de fuera de ella. Si queremos responder eficazmente a ese desafío necesitamos primero que todo tener en claro el origen y propósito de la sexualidad humana.

Sexualidad Humana

Lo primero que debemos comprender as que el sexo as fundamental para nuestra identidad personal. No podemos tratar aquí con las dimensiones sicológicas de la sexualidad humana, aunque parece (aunque uno no esté en un todo de acuerdo con Freud) que el tema más importante por sí mismo en nuestro desarrollo sicológico es nuestra sexualidad. La diferenciación sexual as claramente básica para el significado de la humanidad. No podemos hablar de lo que significa ser humano sin reconocer inmediatamente que existimos en una dualidad sexual. No existe una persona no sexual. Todos somos o bien varones o bien mujeres  [either  male or  female]. Cada relación, cada experiencia, cada percepción que tenemos está determinada por el hecho de que somos o bien varones o bien mujeres. A medida que nos desarrollamos y crecemos hasta llegar a la madurez  maduramos o bien como hombres o como mujeres –  no como alguna persona ideal en la que la diferencia sexual queda trascendida. Muchos teólogos han visto en esta dualidad sexual un reflejo de la existencia de Dios en relación dentro de la Trinidad. Han visto significación en el hecho de que inmediatamente después de la creación del Hombre por Dios   ’a su propia imagen’ la dualidad sexual sea subrayada  – ’hombre y mujer los creó’.

Es importante enfatizar, sin embargo, que hombre y mujer constituyen una humanidad juntos.  No son dos variedades diferentes de seres humanos, sino una. Corresponden a la misma categoría. Al mismo tiempo que subrayamos la importancia de la dualidad sexual debemos subrayar la unidad de los dos sexos juntos. Es esta combinación de diferencia y sin embargo unidad lo que yace en el corazón de la sexualidad humana. Ni varón ni mujer pueden estar completos el uno sin el otro. La sociedad sexual es esencial para nosotros en todo aspecto de la vida.

Hay en algunas partes de la iglesia una actitud que no as saludable porque no llega a entender esta naturaleza básica de la humanidad como personas sexuales en asociación. Eso se ve en ese abordaje al desarrollo personal y espiritual donde los sexos están separados  – donde los hombres son enseñados y liderados por hombres en compañía de hombres, y las mujeres son enseñadas por mujeres en compañía de mujeres. Por supuesto hay algunas cosas que se hacen mejor en grupos de sexo único, pero sugerir que la separación de los sexos es de algún modo una cosa buena o las cosas normales en la crianza (nurtura) cristiana me parece que es una negación de algo fundamental en el modo en que Dios no ha hecho. Esto conduce a otra pregunta, que es cómo vemos a las organizaciones de sexo único dentro de la iglesia. Sin duda tienen su lugar y valor, pero tenemos que estar conscientes de la incompletad de tales organizaciones, y alentarlas a encontrar modos de expresar la relación básica varón-mujer para la que Dios nos creó.

Algunos podrían argumentar que el significado de la diferenciación sexual no se corresponde con nuestra existencia y naturaleza como seres humanos, sino que es sólo, o principalmente, biológico. Dirían que el sexo en primer lugar y del modo más importante es para los propósitos de reproducción. Dios nos hice varón y mujer para permitirnos ’crecer y multiplicarnos’. La implicación de esto as que la sexualidad as algo que compartimos con el mundo natural que no tiene nada que ver con nuestra calidad distintiva de ser seres humanos. Esto ha sido una visión común del sexo a lo largo de los siglos, pero implica malentender el significado de Génesis  1 y 2,  y no alcanza a hacerle justicia al verdadero significado de nuestra sexualidad, dada por Dios. La bendición de Dios en Génesis 1 sobre todas las criaturas vivientes que Él hizo incluía la bendición del ser fructíferos y de multiplicarse, pero solamente en el caso de los seres humanos la diferenciación sexual se menciona específicamente. En el caso de los seres humanos, el sexo tiene una significación mayor que la que tiene para el mundo animal o vegetal. Es el medio de reproducción, pero de un modo más significativo as una expresión de la bendición y unción especiales que Dios le da a la humanidad en cuanto personas en asociación. Esto es, por supuesto, todavía más claro en el Génesis 2, donde la reproducción ni siquiera se menciona. Aquí la diferencia sexual existe para ser compañeros. Se ha dicho que ’la procreación no as el significado de la sexualidad, sino la promesa adjunta a ella si no se pierde de vista su verdadera significación como diferenciación’. ’’ (4)

Si as verdad que la sexualidad as una de las claves centrales del significado de la vida humana, quizás incluso la más importante, entonces nos ayuda entender la clase de extravagantes anhelos y experimentación sexuales que vemos en derredor de nosotros hoy en día. Vivimos en un mundo técnico e impersonal donde parece más y más difícil encontrar relaciones personalmente genuinamente significativas. La comunidad, sea en familias o vecindarios, ya no existe para muchas personas. Ellas anhelan un redescubrimiento de la comunión genuina y personal, donde las necesidades, las alegrías y las experiencias puedan ser compartidas. No es de asombrarse que busquen esto en experiencias sexuales de una clase u otra, porque en su mejor expresión de esto es lo que trata el sexo. La tragedia es que el acto físico de relación sexual ha llegado a estar separado de su verdadero significado en una relación con compromiso, y de este modo el resultado as todavía más frustración e insatisfacción.

Cuanto más entendemos el verdadero lugar de la sexualidad en el propósito de Dios para nosotros, más querremos celebrarlo. Por encima de todo, el lugar de la celebración as dentro de la relación de un hombre y una mujer comprometidos el uno con el otro en casamiento, y la garantí bíblica de tal celebración se encuentra como mejor ejemplo en el Cantar de los Cantares.  El Cantar de los Cantares es erótico, y expresa en lenguaje colorido y exuberante la alegría del sexo. Por supuesto que es posible verlo en términos metafóricos como una descripción de la relación espiritual entre Dios y la humanidad, pero no puede dudarse de que su mensaje primordial está relacionado con la sexualidad humana. Podemos celebrar la sexualidad también dentro de la familia, en relaciones entre padres, madres, hijos e hijas; dentro de amistades; en la Sociedad en su conjunto; dentro de la iglesia. En todas estas áreas debemos reconocer que nuestra experiencia y goce del amor de Dios es algo que nos viene en nuestra condición de seres sexuales, en cuanto personas llamadas a una clase especial de asociación. Celebramos y nos alegramos en nuestra sexualidad porque es el medio por el que entramos en la experiencia humana plena de ser los hijos de Dios. El casamiento es el foco y el punto alto de esa celebración, pero no as el único lugar donde reconocemos su efecto enriquecedor.

As claro que en esta comprensión del sexo hay una fuerte rechazo de la Homosexualidad. Si la asociación sexual entre el hombre y la mujer, esta diferencia que sin embargo as unidad, as básica para nuestra humanidad y una parte fundamental de la bendición de Dios sobre nosotros en cuanto pueblo, entonces considerar las asociaciones del mismo sexo como igualmente válidas es una negación de nuestra naturaleza humana dada por Dios. Karl Barth lo expresó así: ’No existe de ningún modo una vida de varón o una vida de mujer autocontenida y autosuficiente. La vida del varón, está prescrita, relacionada y dirigida a la de una mujer, y la de la mujer a la del varón… la Palabra decisiva de la ética cristiana debe consistir en alertar contra la entrada en un modo de vida total que solamente puede terminar en la tragedia de la homosexualidad concreta. La verdadera perversión…  [en la homosexualidad,  es el hombre]  regodeándose en sí, en su autosatisfacción y autosuficiencia’. (5) Algo hay aquí que debe serles dicho a las Feministas, que a menudo ven a la sexualidad como un medio de opresión. Considerado correctamente, demuestra la igual insuficiencia e incompletitud de hombres y mujeres, y nos llama a celebrar la completitud y logro pleno que solamente podemos conocer juntos. El sexo correctamente consideradlo es liberador para hombres y mujeres.

Sexo y  Fe

No podemos relacionarnos personalmente con Dios, ni conocer la vida en Cristo, sino como hombres y mujeres.  Solamente como personas de un sexo en particular podemos ser cristianos. En la medida en que estamos involucrados como personas individuales, esto necesariamente tiene importantes implicaciones.

No solamente nosotros existimos en la limitación de una particularidad sexual, Cristo también. Jesús fue un hombre. Había otros aspectos en la particularidad de Jesús: era un judío, que vivía en un tiempo particular de la historia en una parte en particular del mundo, compartiendo su lenguaje y cultura, y vivió durante un número particular de años. Todas estas cosas afectan el modo en que nos relacionamos con él, pero ninguna lo hace tanto como el hecho de que era un hombre. Todos los hombres a través de la historia de la Iglesia se relacionan con Cristo como con alguien con quien se tiene en común el sexo, y todas las mujeres se relacionan con Cristo como con alguien del sexo opuesto.

Algunos han buscado sobrepasar esta aparente inequidad en modos diversos. Por ejemplo, Paul Avis escribe que si bien as verdad que Jesús fue un hombre, en la resurrección ’el género as transcendido’ (6) ‘Se puede concebir, sin demasiado trauma, un Cristo que sea uno con nosotros en nuestra humanidad, de modo andrógino, como si contuviese en sí mismo las mejores cualidades de hombres y mujeres’.’  En otras palabras, no se necesita pensar del Cristo resurgido como si fuera un hombre, sino algo así como un divino ser exaltado que está más allá del sexo. Esto es completamente insatisfactorio por una cantidad de razones. ¿Cómo podría el hombre terrenal Jesús ’perder’ su sexualidad en la resurrección?  ¿Acaso los discípulos no lo experimentaron como hombre después de la resurrección? ¿No se habla del Cristo resurgido y exaltado en términos de varón? ¿Acaso no daña la idea íntegra de que Cristo comparte nuestra humanidad concebirlo como un ser que no es ni hombre ni mujer? Otros se han contentado con aceptar el hecho de que Cristo es varón, tanto en su vida terrenal como en su estatus glorificado, pero han subrayado que, como hombre, poseía tanto cualidades femeninas como masculinas. Esto bien puede ser cierto, pero no es lo que se quiere demostrar. Jesús poseía lo mejor de las cualidades que nosotros podemos considerar femeninas o masculinas en su humanidad, pero sin embargo era un hombre. No podemos separar y descartar el hecho de que Cristo era un ser sexual, como todos lo somos. El punto más importante, pos supuesto, es que él compartía la humanidad de todos nosotros, varones y mujeres, pero también es importante que él la compartiera como hombre, y no como mujer.

Como hombre, necesito reconocer que mi relación con el Señor en algunos aspectos está moldeada y limitada por el hecho de que soy un hombre. Comparto algo importante con los hombtres que no comparto con las mujeres al relacionarme con jesús como con alguien  que as del mismo sexo que yo. A causa de nuestra diferenciación sexual habrá, incluso en nuestra humanidad común, una diferencia en nuestra experiencia cristiana. Tratar de tipificar o generalizar sobre la naturaleza de esa diferencia es una empresa tan difícil, y probablemente tan infructífera, como tratar de definir la masculinidad y la femineidad. En diferentes culturas, y de persona en persona variará enormemente. Lo importante no es analizar la estructura y contenidos precisos de nuestra diferente experiencia espiritual como si fuera algo dado y estático, sino escuchar (quizás con nuevo interés y humanidad) las intuiciones y experiencias del sexo opuesto. Y es correcto que los qu4 somos pastores y maestros estemos alertas contra el peligro de ignorar la importancia del género cuando hablamos de la experiencia cristiana.

¿Es demasiado hipotético preguntarnos cómo nuestra comprensión de nuestra relación con Cristo se alteraría si Él fuera, antes y ahora, mujer?  Sería una perspectiva demasiado difícil o perturbadora para incluso imaginarla, pero hacer el intento de preguntárnoslo podría ayudarnos a comprender la importancia espiritual y el poder del sexo.

¿Sexo en el Cielo?

La razón por la que le di a este artículo el título ’ ¿Sexo en el Cielo?’ fue porque me parecía que expresaba lo que yace en el corazón de mucho de lo que he estado diciendo. En nuestro pensamiento cristiano, a menudo tendemos a relegar el sexo a una posición de importancia secundaria, considerándolo como algo que no tiene nada que ver o tiene que ver muy poco con lo espiritual. El sexo pertenece a la tierra, no al cielo; a los asuntos del hombre en su naturaleza carnal y mortal, no al Reino de Dios. La Caída, as verdad, trajo una sensación de vergüenza a esta parte de la vida humana, estropeando el buen propósito de Dios para la sexualidad y dañando su bendición sobre ella, pero esto no altera el hecho de que la sexualidad es parte del plan original del Creador para la humanidad, y que Jesús redime esa parte de su esclavitud al pecado tanto como cualquier otra parte.

Espero que lo que he dicho hasta aquí haya dejado bien en claro que creo que el sexo y el cielo sí van juntos, y que una sexualidad perfeccionada y redimida as parte de nuestra no quebrada hermandad [fellowship] con Dios en la eternidad. Ha habido ocasiones en el pasado cuando esto ha sido negado específicamente por autores cristianos. Agustín, en La Ciudad de Dios, pasa algun tiempo discurriendo en contra de la idea de que cuando las mujeres sean criadas, serán criadas como hombres. Esto indica que esta idea debe haber sido sostenida al menos por algunos en esa época. Más de uno de los Evangelios Apócrifos hablan de una obliteración de la distinción entre varón y mujer en la resurrección. Una respuesta más común a este problema hoy en día as permanecer en silencio, aunque sigue existiendo una sensación de inquietud con ello. ¿Qué puede significar, sexo en el cielo?

Como dijo el Informe de la Casa de los Obispos, en la vida por venir, ’la expresión física de la sexualidad’, ahora requerida a causa de nuestra mortalidad, ya no será necesaria .(8) La sexualidad ya no estará restringida por la particularidad de la carne. La función biológica y reproductiva del sexo ya no será necesaria Además, Jesús dijo que no habría necesidad de casamiento en la vida por venir (es significativo que no haya denegado la existencia continuada de la sexualidad). Fuera de los límites de la mortalidad y la fisicalidad, el compromiso exclusive y permanente de una mujer y un hombre el uno al otro ya no sería apropiado.

Sin casamiento o expresión física, ¿qué queda de la sexualidad? ¿Qué queda del propósito original del Creador, un medio de dirigirnos hacia el otro en busca de compañía y asociación, de reconocer nuestra incompletitud e insuficiencia individuales, de permitirnos conocer algo de la profundidad del mutuo compartir y la intimidad que es característica de la Trinidad. Si vamos a tomar seriamente las imagines del cielo como un banquete, o una ciudad, o un reino, entonces tenemos que aceptar que tendrá una dimensión social, y no estará limitado a personas individuales en relación con Dios. Parte de la riqueza de esta sociedad celestial será nuestra sexualidad humana que continuará.

Esta perspectiva celestial, si todos le permitimos que coloree y dirija nuestras vidas terrenales, enriquecerá nuestra comprensión y experiencias presentes del sexo. El sexo no es primordialmente un asunto de experiencia física sino de relaciones: relaciones de todas las clases, que radian hacia afuera desde esa relación especial del casamiento; no as primordialmente para la reproducción sino para la compañía, convocándonos a mirar más allá de nuestros seres individuales para la plena satisfacción. Su poder de oprimir y dañar, cuando ha sido estropeada por el pecado, es muy real, pero nunca debe cegarnos al poder con que se la concibió de guiarnos hacia la comprensión de lo que significa ser humanos y tener una compresión de la vida de Dios mismo. Pueda Él ayudarnos a celebrar rectamente este gran don del sexo.

  1. St Augustine’s Works, Volume  II:  The  City  of God  (Volume 2), trans. Marcus  Dods  (T&T  Clark [1888]), 45.
  2. Daphne  Hampson,  ’Where  Do  We  Go  From  Here?’  ( Theology Vol xcii, pp. 373f, and  p. 378).
  3. Report  on  Issues  in Human  Sexuality  of  the  House  of  Bishops of  the General Synod  of  the Church  of  England (Church House Publishing [1991]), section 5:2.
  4. Eric Fuchs,  Sexual  Desire  and  Love  (James  Clark [1983],  39.
  5. Karl  Barth,  Church  Dogmatics III:4 § 54:1, Man  and  Woman (T&T Clark  [1961]), 163.
  6. Paul Avis, Eros  and  the Sacred  (SPCK  [1989]), 43.
  7. Ibid., 45
  8. Op. cit.,  section 3:26.