Money, John 1991 Sexologia y o Sexosofia

SIECUS REPORT

Vol 19, No. 3 February / March 1991

Sex Information and Education Council of the U.S.

 

SEXOLOGÍA Y / O SEXOSOFÍA

La Escisión entre Investigadores y Reformadores Sexuales

En la Historia y la Práctica

John Money, PhD

Profesor Emérito de Sicología y Pediatría Médicas

Universidad y Hospital Johns Hopkins, Baltimore, Maryland

La Escisión

Quienes hoy practican la medicina y la pedagogía sexuales y se miran en el espejo de la historia sexológica, ven que son reencarnaciones de sus antecesores del siglo XIX, cuyo personaje profesional estaba escindido. En un lado de la escisión está el investigador sexual; del otro lado, el reformador de la ley sexual. Al investigador le pertenece la sexología, cuyos conceptos derivan de los principios de la ciencia; al reformador le corresponde la sexosofía, cuyos conceptos derivan de una filosofía de la sexualidad

Ciencia y Reforma

La escisión entre investigación sexual y reforma sexual ya era evidente en los escritos de Karl Heinrich Ulrichs en la década de 1860. Aunque estaba educado como jurista, Ulrichs se mantuvo al tanto de los más nuevos avances científicos en la embriología de la diferenciación sexual. En 1864, aplicó el principio del hermafroditismo primordial del embrión mamífero a la reforma de la ley sexual. Este principio no había sido establecido más allá de disputas hasta 1852, cuando Karl T. Thiersch demostró que el embrión inicialmente tiene dos conductos mullerianos y dos conductos wolffianos, que son los precursores embriónicos de la anatomía sexual interna de la mujer y del varón, respectivamente. [1] En las mujeres, solamente los dos conductos mullerianos se desarrollan para volverse útero y trompas de Falopio, y los conductos wolffianos se atrofian. En los varones, los conductos mullerianos se atrofian, y los conductos wolffianos se transforman en la anatomía reproductiva interna del varón.

Ulrichs traspuso el concepto de bipotencialidad prenatal al cerebro y lo aplicó a una explicación embriológica de un sentido mujeril [womanly] de amor sexual en un hombre, como él mismo. El nombre para un hombre así, homosexual, todavía no existía. Por ello  Ulrichs acuñó el término, urning, modelado sobre el nombre Uranus, que engendró partenogenéticamente y carente de madre a Afrodita, a partir de la espuma del mar producida por los fuertes golpes que daba a su alrededor después de haber sido castrado y arrojado al océano por su hijo. Ulrichs tuvo la falsa esperanza de que, en razón de su explicación embriológica, los legisladores serían más tolerantes legalmente con los urnings.

Publicó su primer tratado de reforma legal en 1864, bajo el título Inclusa. En él escribió:

En cada embrión, hasta aproximadamente la duodécima semana de su existencia, hay un doble principio generativo, uno de varón y, al mismo tiempo, uno de mujer. Hasta ese momento, el principio generativo es capaz de desarrollar las partes sexuales del varón, los testículos, etcétera, y al mismo tiempo es capaz de de desarrollar las partes sexuales de la mujer, los ovarios, etcétera… Nosotros los Urnings hemos sido equipados cuando éramos embriones con el principio generativo femenino que podría haberse desarrollado en ovarios, labias mayores (vientre) etcétera; y particularmente con el principio generativo de las glándulas de lactancia y de los pezones… El principio generativo femenino con el que fuimos equipados cuando embriones en el sustrato corporal corresponde a nuestro desarrollo de un sentido mujeril [womanly] del amor sexual… Es erróneo dar por supuesto que los testículos natural e innatamente siempre coexisten con el amor sexual del varón… o que el amor sexual de la mujer es algo que se produce naturalmente sólo cuando hay ovarios. Quizás el lugar donde pueda encontrarse el amor sexual este íntegramente en una parte distinta de los testículos, ovarios o cualquier otra parte sexual, y esa parte es el cerebro.[2]

De modo epigramático, Ulrichs resumió sus ideas en un precepto tomado de los diarios de un autor suizo del siglo XIX, Jacob Stutz: anima muliebris corpore virili inclusa, un alma de mujer incluida o atrapada en un cuerpo de varón.[3]

Aquellos para los cuales Ulrichs buscaba tolerancia social eventualmente incluirían a los designados como homosexuales, término acuñado por K.M. Benkert (también conocido como Kertbeny) en 1869, y resucitado por Magnus Hirschfeld en  1905.[4] De acuerdo con la política homosexual y sexosofía de hoy, la explicación biomédica que Ulrichs hizo de la homosexualidad es considerada como una capitulación ante la medicina, y ante un siglo de patologización siquiátrica de la homosexualidad en cuanto perversión. De hecho, la medicalización de la llamada perversión sexual fue en el siglo XIX, y sigue siendo hoy en día, un paso intermedio hacia su decriminalización en última instancia. La progresión va de pecado a enfermedad a estatus social.

Después de Ulrichs, el siquiatra forense Richard von Krafft-Ebing, famoso por su libro de 1886, Psychopathia Sexualis, abrazó la causa de la decriminalización de la patología sexual. La decriminalización tuvo muy pocos avances, sin embargo, incluso en el caso de crímenes tan inocuos como la copulación en una posición distinta de la del misionero, tener sexo oral o anal, y cometer adulterio.

La decriminalización estaba en desventaja, porque no tenía técnicas de prevención que satisficieran a la sociedad como sustituto de la detención y el castigo, y no tenía cimientos científicos. Los diversos intentos teóricos de explicar lo que se definía como perversiones del instinto sexual compartían el pesimismo determinista de conceptos tales como la degeneración hereditaria, el defecto constitucional, la regresión atávica y el desarrollo detenido.

Polarización

La polarización de determinismo pesimista versus determinismo optimista entre los reformistas sexuales del siglo XIX terminó por alinearse con la polarización de natura versus nurtura, o innato versus adquirido, respectivamente. La natura, en cuanto herencia, era vista de modo fatalista como destino inmutable, en tanto que nurtura era considerada de modo discrecionalista  como mudable, o incluso reversible.  El concepto de una codependencia entre natura y nurtura, ambos interactuando en un período crítico de desarrollo y dejando un resultado inmutable, no había sido formulado… y todavía no ha sido ampliamente asimilada entre los reformistas sexuales de hoy.

Desde fines del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, la rama fatalista del movimiento de reforma sexual levantó las banderas de la eugenesia social: purificación racial por medio de castración o esterilización de los ineptos. En la seguridad de su propia y elitista convicción de estar en lo moralmente correcto, los eugenistas sociales no tuvieron premonición de que, con un cambio en los criterios, también ellos podían ser marcados “ineptos”. Pero eso es exactamente lo que les ocurrió a los que se transformaron en víctimas del holocausto de Hitler. Esto podría ocurrir de nuevo entre los reformadores del maltrato físico sexual, que dan por descontada la seguridad de la convicción de estar en la elite de los moralmente correctos.

La rama discrecionalista del movimiento de reforma sexual abrazó la causa del cambiar la sociedad a su propia imagen por medio, no de controlar policialmente y eliminar al inepto, sino a través de la difusión de información y a través de confrontar con la autoridad adversaria de la ley. En lugar de victimizar a otros, los reformistas discrecionales se martirizaron a sí mismos… una política a menudo epitomizada en la imagen de Margaret Sanger, la campeona de tamaño diminuta y mágica como un elfo del derecho de la mujer a la planificación familiar, al ser atacada por los gigantescos y monstruosos oficiales de la Policía de Nueva York, que estaban arrestándola.

Tecnología y Demografía

La ideología de la reforma, sexual o de otro tipo, no nació plenamente formada como Atenea de la cabeza de Zeus, sino como respuesta o bien a los préstamos tecnológicos, a las invenciones, o a los cambios demográficos que acarreaban una reprogramación de las reglas de la coexistencia social y personal. A mediados del siglo XX, tres cambios tecnológicos infundieron nueva vida en la reforma sexual:

1. El advenimiento y, al llegar la década de 1950, la disponibilidad comercial ampliamente difundida de  penicilina para la prevención y cura de dos de las más temidas enfermedades sexualmente transmitidas, la sífilis y la gonorrea.

2. La síntesis de las hormonas esteroidales, su uso para control de la natalidad y, al llegar la década de 1960, su disponibilidad comercial ampliamente difundida como La Píldora: una forma discrecional de control de la natalidad para mujeres que se ponía, no en la vagina, sino en la boca, como una rutina de medicación y no como preludio al acto sexual en sí mismo.

3. El cuestionario de encuesta social -notablemente hecho por Kinsey- y su aplicación a las biografías sexuales de los individuos.

Contemporáneamente con estas innovaciones tecnológicas hubo dos grandes cambios demográficos significativos para el movimiento de reforma sexual: uno, la extensión del curso de la vida de un promedio de 45 años al comienzo del siglo XX, hasta 75 y subiendo al llegar a mediados del siglo (con las mujeres viviendo más tiempo que los hombres, hasta diez años o más); el otro, la explosión maltusiana de población humana que todavía sigue amenazando la ecología de toda la vida en la tierra.

Liberación Sexual, Educación en Sexualidad y Terapia

El movimiento de reforma sexual, desde mediados del siglo en adelante, tuvo tres subdivisiones, la liberación sexual, la educación sexual (más estrecha que la educación en sexualidad) y la terapia sexual. Aunque las tres son ostensiblemente progresistas y de crecimiento, las tres contienen un meollo de antisexualismo.

En el movimiento de mujeres, la liberación se hizo algo desexualizado al limpiar la sexualidad y volverla género. El género estaba ubicado arriba del cinturón y era no genital, la sexualidad estaba ubicada abajo del cinturón y era genital. La liberación de las mujeres y la liberación gay perdieron su terreno común, en la medida en la que liberación gay pertenecía demasiado explícitamente a la sexualidad de abajo del cinturón. El feminismo radical se volvió antisexual por-debajo-del-cinturón, denigrando la sexualidad de los hombres e igualando toda la pornografía y la erótica visualmente representada del varón con la degradación de las mujeres y, con insuficiente sustanciación, dotándola del poder de evocar la violación y el asalto sexual de mujeres y niños.

En los años de reforma de mediados del siglo, el de algún modo grandioso ideal de los educadores comprendía la consecución de una sexualidad responsable y una salud sexual que, por implicación, incluían la evitación de la preñez adolescente y de la enfermedad transmitida sexualmente. De un modo algo menos grandioso, la meta de toda educación era, y sigue siendo, la asimilación del conocimiento a satisfacción del examinador. Solamente rara vez los educadores desafiaron verdaderamente el tabú social y dieron información explícita sobre cómo copular cuando adolescentes de modo de evitar el transformarse en padres, y cómo ser más exitosos como progenitores. Las advertencias desplazaron a las lecciones prácticas sobre cómo evitar o cómo tratar las enfermedades sexualmente transmitida, la contraconcepción y el orgasmo eran tópicos prohibidos, y la masturbación era absolutamente inmencionable.

El advenimiento a mediados del siglo de la terapia sexual representó reforma, en la medida en que Masters y Johnson consiguieron el derecho de investigar la función genital y el orgasmo por observación y medición directas, sin ser arrestados ni puestos entre rejas.[5] A las inadecuaciones y defectos copulatorios [inadequacies and impairments] se les dio el estatus de diagnosis primaria, no subsidiaria. El tratamiento fue de la pareja, no el individuo, y hubo dos terapeutas, un hombre y una mujer. La terapia sexual se volvió moda. Cuando se hizo evidente, sin embargo, que no podía cumplir todas sus promesas de cura, una nueva enfermedad (la falta de deseo sexual) fue conceptual izada para explicar los fracasos. Ilógicamente, los terapeutas sexuales continuaron tratando esta nueva enfermedad con la aplicación de esencialmente los mismos métodos que habían sido declarados fracasados.

La Contrarreforma

Después de su período inicial de luna de miel, al llegar el tercer cuarto del siglo XX, los movimientos reformistas de liberación, educación y terapia sexuales mostraron signos del agotamiento. Su debilidad fue que sus principios de reforma dependían menos de la ciencia que de la ideología. Por lo tanto, fueron fácil presa de la ideología adversaria de las fuerzas de la contrarreforma, que se movilizó y contraatacó.

Los tópicos listados en la agenda adversarias de la ideología antisexual de la contrarreforma fueron los que siguen: infección, herpes y VIH/SIDA; homosexualidad; cualquier forma de educación sexual en las escuelas; embarazo adolescente; aborto; investigación de tejidos fetal; violación, violación en cita, violación marital, abuso contra la esposa, abuso sexual infantil o manoseo [molestation]; pornografía; adicción sexual; investigación sexológica por encuestas; y los vagabundeos sexuales de las figuras públicas.

Víctimología

Un golpe maestro de la contrarreforma sexual fue la invención de la ideología y la práctica de la victimología. Hubo víctimas de quienes transmitían sexualmente enfermedades virales como el herpes genital y, desde la década de 1970, VIH/SIDA; víctimas del abuso sexual infantil; víctimas del abuso marital, y víctimas de violación y asalto sexual. Aunque ninguna de estas formas de victimización era nueva, alcanzaron una notoriedad y prominencia sin precedentes una vez que tuvieron una nueva burocracia profesional dedicada a, y pagada para, ponerlas al descubierto. A medida que la burocracia creció, creció también el celo profesional de sospechar de más y más casos, y arreglar más y más arrestos.

La victimización no solamente predica víctimas, sino también perpetradores. En medicina general, los perpetradores no son personas, sino organismos patógenos, toxinas, genes defectuosos y agentes de enfermedad similares. Médicamente, la meta del tratamiento es aliviar a la víctima del agente de la enfermedad eliminándolo, o al menos controlándolo. En victimología, la meta es del mismo modo aliviar a la víctima del agente de victimización eliminándolo o controlándolo. Sin embargo, en esta instancia, el agente es otro ser humano que, de acuerdo con los axiomas de la victimología, debe ser, si no eliminado, entonces segregado de la sociedad, o disciplinado de otro modo.

La disciplina, como método de tratamiento, pertenece a la tradición adversarial de la ley y es totalmente ajena a la tradición hipocrática de la medicina. De este modo, si bien los victimólogos no se apartan de la tradición hipocrática del cuidado de la salud en su tratamiento de las víctimas, las abandonan completamente cuando tratan a personas sospechadas de victimarios en cuanto perpetradores o criminales que deben ser delatados y entregados a la ley. No es posible servir tanto a Hipócrates, el curador, como a Hamurabi, el dador de leyes y jurista, al mismo tiempo, incluso si el penetrador ya está detenido. Los profesionales de la salud sexual que intentan hacer esto son atrapados en la nada envidiable posición de estar, de ser, de facto, agentes de civil y miembros del servicio social y de la policía secreta del cuidado de la salud. Sin estar articuladamente conscientes de ello, han sido cooptados para que pasen a ser miembros de las fuerzas de la contrarreforma sexual. Son los cazadores de herejes del sacerdocio inquisicional del antisexualismo.

El antisexualismo de la contrarreforma es evidente en la doctrina pedagógica de buen toque/mal toque en la educación sobre abuso sexual, con su evasión de la verdad sobre la sexualidad y los órganos sexuales, y su inducción del terror sexual y la fobia genital durante el período crítico juvenil de formación del mapa del amor.[6] El antisexualismo de la contrarreforma es evidente también en la doctrina de que los niños y niñas jóvenes no mienten nunca sobre sexualidad, lo que hace ojos ciegos flagrantemente a todo lo que se sabe sobre pseudologia fantastica y el desarrollo de la imaginación juvenil.

Disenso y Consenso

El nuevo sacerdocio secular de la victimología ha tenido su contraparte disintiente en el nuevo sacerdocio secular de la terapia sexual. Ambos siguen procedimientos y prácticas que se derivan de la doctrina sexual más que de la ciencia sexual. Esto difícilmente sería una novedad, porque la totalidad de la medicina, hasta hace apenas un siglo, se derivaba de la doctrina y no de la ciencia. Dentro de la medicina sexual, el disenso se polariza en temas tales como la terapia farmacológica versus la terapia de aconsejamiento y modificación de conducta; y, en teoría, esencialismo versus socioconstructivismo.

El disenso mina la imagen profesional de la educación, la consejería y la terapia sexuales, y a decir verdad de la práctica sexológica en su totalidad. Una imagen debilitada tiene un efecto deletéreo ampliamente diseminado sobre la provisión de servicios profesionales. Nuestra profesión ya está dañada por las restricciones burocráticas puestas a lo que podemos enseñar, y a las restricciones sobre cuáles de nuestros servicios van a ser cubiertos por el seguro de salud de terceros. Habrá restricciones adicionales para las que deberíamos prepararnos a negociar: pagos tomando como base las Guías Relativas al Diagnóstico [Diagnostic Related Guidelines (DRG)], por ejemplo, y la sustanciación de la eficacia y resultado del tratamiento. El practicante privado de terapia y consejería sexual ya está en la lista de especies en peligro que están siendo tragadas por la burocracia de las Organizaciones de Mantenimiento de la Salud [Health Maintenance Organizations (HMOs)]. Cada vez más en las OMs se empleará a terapeutas sexuales certificados, pero sin título de medico, como sustitutos más bajamente asalariados y con estatus profesional más bajo.

Un nuevo consenso al finalizar el siglo indudablemente estará influido por los cambios demográficos de envergadura mundial acarreados por la muerte de la enfermedad VIH hasta que sea descubierta una tecnología farmacológica de cura y prevención. Otra tecnología farmacológica que influirá en el consenso futuro es la píldora contragestacional, RU 486. [7]

Si nuestra profesión alcanza un nuevo consenso conceptual y científico, la magnitud y magnificencia de la sexología / sexosofía en el siglo XXI bien puede exceder nuestra imaginación actual. Pero el fracaso bien puede significar nuestro fin, y si fracasamos puede caer la noche.

 


Referencias

[1]Adelman, HB. Marcello Malpighi and the evolution of embryology. Ithaca, NY: Cornell University Press, 1966.

[2]Ulrichs, KH. (Numa Numantius) Forschungen uber das Rathsel der mannmannlichen Liebe (Inquiry into the enigma of man-to-man love). Vol. 2, “Inclusa:” Anthropologische Studien uber mannmannliche Ceschlechtsliebe, Naturwissen schaftlicher Theil: Nachweis das einer Classe von mannlich gebauten Individuen Ceschlechtsliebe zu Mannem geschlechtlich angeboren ist (“Inclusa:” Anthropological studies of man-to-man sexual love, natural science section; Proof of a class of male-bodied individuals for whom sexual love for men is sexually inborn). Leipzig: Selbstverlag der Verfassers. In Commission bei Heinrich Matthes, 1864.

[3]Kennedy, H. Ulrichs: The life and works of Karl Heinrich Ulrichs, pioneer of the modern gay movement. Boston: Alyson Publications, 1988.

[4]Herzer, M. Kertbeny and the nameless love. Journal of Homosexuality, 1985, 12, 1-26.

[5] Masters, WH &Johnson, VE. Human sexual response. Boston: Little, Brown, 1966.

[6]Money, J. Lovemaps: Clinical concepts of sexual/erotic health and pathology, paraphilia, and gender transposition in childhood, adolescence, and maturity. Buffalo, NY: Prometheus Books, 1986.

[7]Baulieu, E-E. Contragestion and other clinical applications of RU 486, an antiprogesterone at the receptor. Science, 245, 1351-1357, 1989.