Walker et al 1998 Género y sexo

AMERICAN JOURNAL OF PHYSICAL ANTHROPOLOGY 106: 255–259 (1998)

Comunicación Breve:

Género y Sexo: ¡Viva la Diferencia!

PHILLIP L. WALKER 1* AND DELLA COLLINS COOK 2

1Department of Anthropology, University of California, Santa Barbara, California 93106

2Department of Anthropology, Indiana University, Bloomington, Indiana 47405

*Correspondence to: Phillip L. Walker, Department of Anthropology, University of California, Santa Barbara, CA 93106. E-mail: walker@sscf.ucsb.edu . Received 4 September 1997; accepted 25 February 1998.

KEY WORDS sex; gender; bioarcheology

 

RESUMEN La distinción prevaleciente en las ciencias sociales entre los términos sexo y género es útil y debe ser preservada. Sexo se refiere a las categorías anatómicas o cromosómicas de varón y mujer. Género se refiere a los roles socialmente construidos que se relacionan con las distinciones sexuales. El uso de estos términos como sinónimos se está volviendo crecientemente frecuente en la antropología física, especialmente entre los bioarqueólogos y los primatólogos. Dejar de hacer la distinción entre género y sexo es analíticamente incapacitador en un campo como la antropología física, cuya fuerza yace en la integración de información cultural y biológica.

Al principio con una diversión suave pero ahora con una preocupación creciente hemos visto la pérdida de distinción  entre los términos género (un aspecto de la identidad social de una persona) y el sexo (la identidad biológica de una persona) en las páginas de ésta y otras revistas científicas. La distinción entre genero y sexo es especialmente útil para  loa antropologos biológicos y es meritoria. Si bien el dejar de distinguir claramente entre estos términos puede tener poco efecto en algunas disciplinas, es algo analíticamente incapacitador en un campo como la antropología biológica. La fuerza de nuestro campo yace en la Integración de la información cultural y biológica, y debemos comunicarnos con colegas que usan estos términos en varios sentidos técnicos distintos. Este problema es análogo en muchos modos a las dificultades conceptuales que surgen cuando la gente confunde cultura y biología en el término raza. En discurso ingles común, genero ha sido  usado como sinónimo de sexo, con segunda intención, a menudo humorística, al menos de  1387 (Oxford English Dictionary [OED], 1989:100), pero las dos palabras tiene dos etimologías muy diferentes. Genero viene de la palabra Latina genus, que significa tipo o raza, en tanto que sexo es del latín sexus, ‘‘una de las dos divisiones que la naturaleza organiza distinguidas como macho o hembra [male OR fúmale] respectivamente’’ (OED, 1971:578). Genero se deriva de raíces indoeuropeas relativas al parentesco, como en generación, gen, y gentil; se refiere a un sistema de clasificación en el cual puede haber muchas categorías. Sexo deriva de raíces indoeuropeas relativas a la separación, como en  conjunto secta o disección; se refiere a relaciones dicotómicas en las que dos categorías son divididas la una de la otra (Shipley, 1945). La pérdida de distinción entre los términos ha sido variadamente lamentada e instigada (al error) por conocedores de la gramática en el pasado reciente (véase Steinmetz, 1991)

Es en ingles técnico que las distinciones entre sexo y género se han vuelto las más problemáticas de todas. Por otra parte, entre nuestros colegas de lingüística,  género se refiere a ‘‘un conjunto de clases mutuamente excluyentes con las que un lenguaje categoriza sus nombres y pronombres’’ (Pinker, 1994:476). El inglés es poco usual en cuanto a la degeneración de este sistema. La noción de que sexo y género son sinónimos no surgiría en la mente de, por ejemplo, un hablante alemán. Los tipos de nombres puede no tener nada que ver con el sexo, como en muchos lenguajes amerindios, donde los seres animados e inanimados son distinguidos a través de distinciones de género (Pinker, 1994). Por otra parte, algunos antropólogos sociales hacen una distinción entre sexo, lo biológicamente dado, y género, un constructor cultural de ningún modo limitado a dos clases (Ortner y Whitehead, 1981; Herdt, 1994). Otros antropólogos, sea biológicos o sociales, parecen sólo oscuramente conscientes de esta distinción técnica y usan el término género y sexo como equivalentes o usan preferencialmente un término (habitualmente género) a causa de las deseables connotaciones sociales que hacerlo tiene para ellos. Este ultimo uso se encaja bonitamente en la definición de lo que Elman Service (1969) llamaba “habla de boca” [‘‘mouthtalk’’]: palabras usadas para propagandizar la identidad social del hablante en lugar de comunicar sobre el asunto tratado. Así, para quienes estamos en los departamentos de antropología, al ir caminando por el corredor podemos cruzar varias fronteras en el uso de los términos sexo y genero.

Para algunos, sustituir sexo por genero puede parecer un modo inocuo de subrayar el grado en que los roles de género que varones y mujeres asumen son constructor sociales.

Este bien intencionado deseo de subrayar las influencias sociales en nuestras identidades sociales es desencaminado. Sin la distinción entre género y sexo, estudiar los roles de género en sociedades antiguas se vuelve una virtual imposibilidad. La distinción sexo / genero es especialmente importante en bioarqueología, ya que es posible determinar el sexo a través de estudios esqueléticos para obtener información sobre role de genero a través de artefactos. Los estudios bioarqueológicos de género son apasionantes porque prometen proveer información sobre similaridades y diferencias entre sociedades en la evolución de roles de género. Existe un único intento que sepamos de dar significado cultural a las discordancias de sexo / genero en enterramientos antiguos (Roscos, 1991), una sugerencia intrigante de que estos individuos representan un tercer género en el antiguo Sudoeste. Una búsqueda de ejemplos similares en nativos californianos sigue siendo descorazonadoramente improductiva (Hollimon, 1990).Con el desarrollo de mejores técnicas para extraer DNA de hueso antiguo, algún día será posible explorar la relación entre los roles de género que las personas asumían y la gama total de configuraciones de cromosomas sexuales encontrada en poblaciones humanas.

El término género comenzó a ser comúnmente usado en la literatura biomédica en los primeros años de los 1970s, de parte de investigadores interesados en la relación en los entre el sexo de una persona, tal como lo indicaba su cariotipo, y la identidad social de la persona. Desde entonces, ha habido una difusión constantemente creciente en el uso del término género a través de la biología (Tabla 1; Fig. 1). Algo de esto refleja un interés creciente en el grado en el que las variables genéticas y ambientales influyen en los roles de género. Sin embargo, gran parte de la reciente popularidad del término género parece reflejar una falta de comprensión de la significación de la distinción sexo / género.  Con frecuencia creciente género se usa para referirse a la identidad biológica de un animal (en otras palabras, su sexo). Es común, por ejemplo, encontrar ensayos en los que los géneros de ratas y monos se discuten en estudios fisiológicos o histológicos que nada tienen que ver con la identidad social. En otros casos, los términos género y sexo son usados como equivalentes por autores que parecen sustituir un término por el otro simplemente como recurso estilístico para evitar la repetición. El uso del término genero para animales parece ser particularmente prevaleciente en trabajos de conducta social, donde descubrimos que los perros (Serpell, 1996) y los caballos (Boyd y Houpt, 1994) tienen género.

 

 

Fig. 1. Crecimiento en el uso del término género en la literatura biomédica expresados como ratio de una cantidad de artículos indexados como género en relación con los indexados en sexo en la base de datos Medline.

Una reseña del uso de los términos género y sexo en la literatura biomédica incluida en la base de datos Melvyl Medline Plus entre 1966 y 1997 revela algunas diferencias interesantes entre los antropólogos físicos y otros investigadores (Tabla 1). Solamente el 2% de la literatura biomédica en su integridad está indexada con sexo como palabra clave. Esto contrasta marcadamente con el American Journal of Physical Anthropology, en el que el 23% de los artículos están indexados con sexo. Ha habido una crítica feminista sobre la ausencia de mujeres como sujetos de estudio biomédico (Fausto-Sterling, 1985), problema que no parece antropología física. Claramente, la investigación de las diferencias sexuales es de mucho mayor interés para los antropólogos físicos que para otros investigadores. La antropología física es similar a otras ciencias en que la proporción de artículos indexados por sexo no ha cambiado apreciablemente pasados 30 años (Fig. 2; Tabla 1). En contraste, la frecuencia de artículos indexados en género ha aumentado marcadamente en todas las disciplinas y especialmente desde los primeros años de la década de 1980s. Aunque la muestra de artículos de antropología física es pequeña, también parece que el uso  del término género ha crecido en nuestra disciplina a un ritmo similar al del 50% por año visto en otras áreas de la investigación biológica.

 

Un examen más estrecho de cómo se usó genero en la literatura biomédica y de antropología física es descorazonador. Como los artículos en los que se hace una distinción útil entre sexo y género es probable que estén indexados por los dos términos, examinamos el uso del género en una muestra de tales artículos (Tabla 2). Casi todos los artículos que llegaron a interesarse en la relación entre sexo y género hacían una distinción útil entre los términos. Género se usa como equivalente de sexo en menos del 4% de estos artículos. Aunque ha habido un aumento constante en el mal uso de género desde mediados de los 1970s en adelante, la situación se ha deteriorado marcadamente durante los últimos 10 años. Actualmente más de la mitad de los artículos indexados por ambos términos dejan de lado explotar la diferencia en sus significados. Infortunadamente, los antropólogos físicos no son los peores infractores. Ninguno de los articules indexados por ambos términos que ha sido publicado en el American Journal of Physical Anthropology durante la pasada década hace una distinción útil entre género y sexo. ¿Por qué estamos en este lío? Una mirada a los resúmenes de la reunión anual de la Asociación Norteamericana de Antropólogos Físicos [American Association of Physical Anthropologists] en 1995 es instructiva, porque en resúmenes la creatividad lingüística del autor no está atada por los esfuerzos de las voces gruñonamente editoriales como las nuestras. El uso del término género esta en gran medida restringido a dos áreas temáticas: conducta primate y alumnos de bioarqueología. Los estudiosos de la conducta primate probablemente están respondiendo a la tendencia de uso de los biólogos comportamentales. En las reuniones de la AAPA, los babuinos han llegado a ser un campo muy genérico. Quizás los bioarqueólogos tienen más probabilidad de interactuar con sociocontruccionista que otros antropólogos físicos a causa de su rol en la Integración de información biológica en reconstrucciones de conducta social pasada. Desafortunadamente, muchos de nosotros hemos absorbido solamente una parte del Nuevo lenguaje técnico de antropología social, aunque advertimos que varios resúmenes recientes han hecho una distinción apropiada entre género y sexo (e.g., Akins, 1995; Grauer and McNamara, 1995). Es sorprendente ver con cuánta frecuencia los términos son evitados en los resúmenes de la AAPA; a menudo se refieren a los sujetos simplemente como machos y hembras o varones y mujeres. Es doblemente infortunado que en dos  recientes manual de biología esqueletal se refieran a lo que uno determina al mirar un pubis o un proceso de  mastoide como gender [género] (Buikstra and Ubelaker, 1994; Steele and Bramblett, 1988). Debemos prepararnos a resistir una generación de alumnos que consideran que sexo y género son sinónimos en el lenguaje técnico de la bioarqueología. En algunos estudios es benigno porque la identidad social de la rata es claramente irrelevante a la investigación que se está describiendo. En muchas áreas de la investigación antropológica física, y en bioarqueología, mantener esta distincion is importante pirque hace possible explorar la relación entre las fuerzas biológicas y las fuerzas sociales  and social forces que moldean la conducta humana. Dejar de hacer distinción entre género y sexo dificultará seriamente la comunicación con otras ramas de nuestra disciplina. Vive la difference!

Fig.1 La proporción de articules indexados en la base de datos Medline para literatura biomédica como conjunto (todos los artículos de Medline) y el American Journal of Physical Anthropology (AJPA).

 

LITERATURA CITADA

  1. Akins NJ (1995) Contrasting gender adaptation in the Galisteo and San Juan Basins of New Mexico. Am. J. Phys. Anthrop. 20 (Supp.):56.
  2. Boyd L, and Houpt KA (1994) Przewalski’s Horse: The History and Biology of an Endangered Species. Albany: State University of New York Press.
  3. Buikstra JE, and Ubelaker DH (1994) Standards for Data Collection from Human Skeletal Remains. Fayetteville, AR: Arkansas Archeological Survey Research Series No. 44.
  4. Fausto-Sterling A (1985) Myths of Gender: Biological Theories about Women and Men. New York: Basic Books.
  5. Grauer A, and McNamara EM (1995) Health, disease and gender in a 19th century poorhouse population. Am. J. Phys. Anthrop. 20 (Supp):101.
  6. Herdt G (1994) Third Sex, Third Gender: Beyond Sexual Dimorphism in Culture and History. New York: Zone.
  7. Hollimon, SE (1990) Division of Labor and Gender Roles in Santa Barbara Channel Area Prehistory. Ph.D. dissertation, University of California, Santa Barbara. Ann Arbor: University Microfilms.
  8. Ortner SB, and Whitehead H (1981) Sexual Meanings: The Cultural Construction of Gender and Sexuality. New York: Cambridge.
  9. Oxford English Dictionary, Compact Edition (1971) New York: Oxford University Press.
  10. Pinker S (1994) The Language Instinct: How the Mind Creates Language. New York:William Morrow.
  11. Roscoe W (1991) The Zuni Man-Woman. Albuquerque: University of New Mexico Press.
  12. Serpell J (1996) The Domestic Dog: Its Evolution, Behaviour, and Interactions with People. New York: Cambridge.
  13. Service ER (1969) Models for the methodology of mouthtalk. Southwestern Journal of Anthropology 25:68–80.
  14. Shipley JT (1945) Dictionary ofWord Origins. NewYork: Philosophical Library.
  15. Steele DG, and Bramblett CA (1988) The Anatomy and Biology of the Human Skeleton. College Station: TexasA&M Press.
  16. 16. Steinmetz S (1991) Dictionaries recognize ‘gender’ for ‘sex.’ New York Times Jan. 18, page A30.